sábado, 29 de mayo de 2010

primer paseo por los rincones de Olmedo




c u a t r o








- Pero dígame una cosa, maestro: ¿cuando usted dice "yo" en sus novelas es usted?
- No, es un invento mío. Como yo. Yo también me inventé.

Y aquí me tienen en estas bancas de viejos desocupados de este parque de mendigos y prostitutos hablando con el viento o con quien sea y al borde del negro abismo.



***


autor
Fernando Vallejo

(fragmento)

novela
El don de la vida, 2010

lunes, 24 de mayo de 2010

CUENTAS PENDIENTES.

Martín Kohan, 2010.
Editorial Anagrama.
180 páginas. 15 euros.



Hace algunos días que terminé esta novela ligera que comienza con la vida del octogenario Lito, narrada en tercera persona, patética y triste y encerrada en un apartamento que no paga, en el mismo edificio en el que vive su ex-mujer con su ex-suegra (digan esta palabra en alto, que se puede), en el apartamento de arriba, del que el propio Lito se hace cargo, no pagándolo. En general el personaje central vive de una manera tan deprimida que da agobio. El señor no espera mucho de la vida: se conforma con que no lo jodan. A partir de cierta edad se está de vuelta de la mayoría de las cosas, por eso a Lito hay "dos cosas que le cuestan mucho: retractarse de lo que ha hecho y desdecirse de lo que ha afirmado". Algo, sin embargo, le ha de quedar de sus años de joven pues su parsimonia habitual se ve a menudo increpada por la precipitación. Es otro rasgo bastante patético este: que la ansiedad no permita tomar las decisiones correctas cuando la mayor parte del tiempo lo pasa uno haciendo mediciones.

Leí, antes de hincarle el diente al libro, la contraportada que imprime Anagrama. Es de las regulares. Ni buenas ni malas. Nunca me aclaro con las cosas que se dicen en las contraportadas, veo unas y no otras. Prefiero hablar de lo que está escrito, dar algunas pistas sobre los hechos que acontecen y ya sabrá cada uno darle un aire propio a la lectura. El caso es que Lito se desenvuelve en los capítulos que le prestan atención en un barro bastante espeso que lleva a narrar hechos desagradables y grotescos que, confieso, me han desencantado algunas veces: sus situaciones familiar, económica y, sobre todo, sexual son paradigmáticas y cabría unirlas por un nexo: la impotencia. Así algunas de las descripciones que se hacen son tan explícitas que colman los sentidos, sobrepasan mi desacostumbrada sensibilidad: son escenas del viejo con la Katy, con la que experimentara buena parte de los últimos años de escarceos sexuales y a la que describe con pelos y señales según una visión que de ella tiene ya nada romántica y, por pura lógica matemática (¿esto se puede decir?), bastante ajustada a la realidad. Ya saben: las carnes que barren suelos y estas cosas... Tengo en la cabeza también la escena en la que el pito (así lo dice) se le para (así lo dice también y me recuerda la muestra del perro de caza) mientras cuida de su suegra y, sin embargo, no es capaz de encontrar el desahogo que en el baño busca aunque se le vuelva a parar el pito en cuanto vuelva a su puesto, a cuidar a su suegra... en fin... situaciones que, como vengo diciendo, sobre todo remarcan el patetismo que protagoniza la vida de Lito.

Entre tanto uno puede deleitarse con el español del argentino Martín Kohan, rico y atractivo y, por cierto, en ocasiones más correcto que el de por aquí (esta es otra de esas cosas que no se pueden decir). Lo que aquí llamamos sexo oral, por ejemplo, lo llaman allí bucal. Recuerdo perfectamente que ya desde las primeras veces que salía a colación esta estupenda modalidad sexual en telediarios y otros sitios que quieren parecer serios se hablaba de sexo oral y yo pensaba que se referían al hecho de mantener conversaciones sexuales, calenturientas hasta donde la imaginación diera de sí. Algo que, por qué no, ha de poner bastante. Pero no, la cutre tacañería del lenguaje periodístico tampoco defraudaba en aquellas ocasiones: se referían a lo que, como bien llaman en Argentina, es sexo bucal, hecho con la boca y no con oraciones.

Sin duda uno de los mejores pasajes es aquel con el que el narrador resume la peli que una tarde Giménez (Lito) ve en casa: Casablanca, que en ningún momento es nombrada como tal, contada desde la perspectiva del vejestorio desencantado de la vida que, sin embargo, nos cuenta la peli con bastante precisión. Llegados aquí es necesario llamar la atención sobre otro carácter importante de la narración que en tercera persona se hace de la vida de Giménez: el narrador es omnisciente (esto tiene un nombre literario), conoce todos los detalles de la vida del protagonista, lo que piensa y, sin embargo, mantiene la distancia: nos narra con frialdad cada cosa que le pasa, no se emiten juicios al respecto ni se expresan sentimientos si no es para subrayar lo desgraciado de la vida que Giménez lleva. Hay una razón para ello.

La razón es que descrita su vida, presentada su hija, su ex, la madre de su ex, su hija que los visita y a la que tampoco parece irle muy bien en la vida, sus problemas económicos, sus miserias limosneras con el coronel (personaje peculiar), sus desastres sexuales y, en general, sus decisiones erróneas que se combinan perfectamente con desafortunadas circunstancias, después de toda esta interesante y ya cuidada historia viene otra.

La narración da un buen giro a partir de, más o menos, los dos tercios de la novela. Y si bien todo lo contado hasta el momento tiene entidad suficiente (y diría que notable) aún va a ganar más a partir de dicho momento. No va a ser este un libro que incluya en la selección porque se trata de una novedad así que no voy a ir mucho más allás en la reseña. La narración aún va a ganar enteros a partir de este momento, gracias a un hecho fundamental: el narrador se va a encontrar con Giménez, cara a cara. El estilo gana en frescura pero hay que hacer notar que parte de las señas que lo acotan le vienen prestadas de la anterior narración que, tras una breve transición, se ve transformada en otro punto de vista, en una perspectiva nueva que no sólo hace la lectura más interesante sino que, además, hace cobrar fuerza a lo leído. Los diálogos que surgen son buenos, divertidos y, en ocasiones, deliciosos. El propio narrador es brevemente descrito en las cosas que dice y que hace, y un cuadro final de vida corriente y moliente nos da nuevas pistas sobre las vidas que estamos leyendo, sobre la vida que hemos leído, sobre la literatura. Y la culpa. Las excusas. Escondites. Cobardía...

Es una lectura muy interesante, desenfadada, divertida y triste muchas y, según avanza la historia, casi todo el tiempo. Un autor que no conocía (aún no he leído CIENCIAS MORALES) y del que espero buenas cosas a partir de este momento. Qué grande es la literatura cuando está en buenas manos. Ahora me voy corriendo a leer la reseña que hace días ya hiciera David Pérez. Espero que no hayamos leído libros distintos. O me sacará los colores. Lo veo venir.

sábado, 22 de mayo de 2010

JOSÉ ANGEL VALENTE


José Angel Valente nació en Orense en 1929 y el próximo día 18 de julio hará diez años de su muerte. Entre Santiago y Madrid se licenció en Filología Románica y fue destacado profesor en las universidades de Oxford y Ginebra, ciudad esta última especialmente importante en su vida y que, también, acabó acogiéndolo en la muerte. Esa ciudad, Suiza francófona, es parte fundamental de un libro tan destacado como EL FIN DE LA EDAD DE PLATA, en el que continúa una tradición poética en prosa que, en España, cabe destacar de la mano de Juan Ramón Jiménez y de Luis Cernuda, herederos, a su vez y en esta faceta, de los mejores autores franceses: Baudelaire, Rimbaud... También en París residió entre 1982 y 1985, año a partir del cual se afinca en Almería.
No es Valente un escritor maldito ni aventurero ni charlatán, no fue un autor mediático ni una imagen pasional. Fue, esto sí, sometido a consejo de guerra en 1972 por el poema EL UNIFORME DEL GENERAL: nunca abandonó la poesía social por la que otros autores de su generación son conocidos, aunque abordó críticas y reivindicaciones desde perspectivas no habituales y también las aprovechó para profundizar en sus preocupaciones éticas y estéticas, a las que cabe dar mayor importancia. Fue un hombre que se aventuró en una búsqueda significativa, en negro sobre blanco, sin el sobresalto de lo palpable y arriesgando, sin embargo, en los vericuetos del pensamiento. Un escritor conceptista, esencialista, oscuro, místico y, sobre todo, inclasificable. José Angel Valente es aquel escritor que escribió su obra. Una obra única, importante.
Entre la documentación que hay por ahí me he topado con un reportaje de la televisión en el que conocemos directamente algunas cosas del poeta pues él mismo nos las cuenta. "Hay que romper con la noción de contemporaneidad", nos dice, "llegado un momento el escritor tiene que elegir por una opción de soledad absoluta, no tiene contemporáneos". Y así esta postura introvertida, hacia la soledad de uno y la toma de conciencia individual, es en su poesía un punto de partida y una actitud que desarrollará en la mayor parte de su obra.
El punto de partida es la muerte de su tía madrina Lucila Valente, con la que mantenía estrecha relación y que le hizo ahondar en el tema de la muerte, tomar conciencia de un hecho irremediable ("no hay pensamiento contra la muerte") y que el poeta recuerda con dolor y resignación: entendió el niño que la muerte esperaba a todo el mundo pero pedía a Dios que "se llevara a mi madrina la última". Entre las experiencias de niñez que forjaran al poeta también destaca el propio autor el arresto de su padre por los militares franquistas.
Se confiesa rodeado de libros desde pequeño, consultaba a menudo la biblioteca del cura liberal Basilio Álvarez, donde poder seguir atajando las curiosidades que ya de por sí suponían los temarios de la escuela, motivos de libertad frente a la super reglada vida social del día a día de la España de posguerra. Un niño estudioso que no se creía el papel que representaba de cara a la galería: "todo el mundo pensaba que era un niño ejemplar y cuando llegaba a casa yo pensaba que era un farsante", y mientras, aún rodeado de libros, entraba "en un frenesí masturbatorio".
El poema se gesta antes de llevarlo al papel. Esta es la actitud: escucha del interior: poesía integral, intuitiva, en la que la fuerza creativa se encamina hacia el silencio. Es decir esto que primero se debe realizar una búsqueda interior en cuya finalización se dan las condiciones ideales para la creatividad. La iconoclastia de Valente es búsqueda de vacío, esta es fuente de vida y esencia de todas las cosas. Y así la poesía se nos revela como incomunicación, nos dice Laura López Fernández, como cosa para andar por lo oculto. Se hace evidente, así, el misticismo que caracteriza su obra, la influencia de Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz o, sobre todo, Miguel de Molinos sobre el que escribió un ensayo.
Su labor como ensayista ha sido bien reconocida y junto a la obra de 1974 sobre Molinos otros dos ensayos literarios: LA PALABRA DE LA TRIBU (1971) y LA PALABRA Y EL CENTRO (1973), entre otros, claro. En ellos atiende a su forma de entender la poesía, hacia un esencialismo que es tendencia desde prácticamente sus primeros poemarios, ya marcados por la muerte, desgracia que volviera a presentarse con los años de forma especialmente dolorosa con la temprana desaparición de su hijo por una sobredosis de heroína. Agone es, nombre que emplea para referirse a él, objeto de muchos de sus versos.
La obra de Valente es, seguramente, desconocida. No es una obra fácil pero tiene las de ganar: no puede haber un tiempo que la supere. Es un clásico desde su misma gestación y el uso que hace de la lengua es atractivo e inquietante. Esa búsqueda primera del desconocimiento, una búsqueda al revés, que invalida prejuicios y nos devuelve al principio (filosofía presocrática y budista), que hace sucumbir a la ética bajo una estética rompedora que trata de devolvernos lo que de intuitivo hay antes de cualquier conocimiento o teorema, esta forma de hacer participar al propio lector, que debe dejarse llevar hacia el abismo, dispuesto a suspender el conocimiento racional y dejarse llevar por lo que sugieren las palabras, esta forma en la que Valente nos permite ser lectores es oportunidad única, experiencia inigualable y ancha.

Bibliografía:
1955.- "A modo de esperanza"
1960.- "Poemas a Lázaro"
1966.- "La memoria y los signos"
1967.- "Siete representaciones"
1968.- "Breve son"
1970.- "Presentación y memorial para un monumento"
1970.- "El inocente"
1971.- "Las palabras de la tribu"
1971.- "Número trece"
1972.- "Punto cero (Poesía: 1953-1971)"
1973.- "El fin de la edad de plata"
1974.- "Ensayo sobre Miguel de Molinos"
1976.- "Interior con figuras"
1979.- "Material memoria"
1980.- "Punto cero (Poesía 1953-1979)"
1980.- "Tres lecciones de tinieblas"
1981.- "Sete cántigas de alén"
1982.- "Mandorla"
1982.- "La piedra y el centro"
1982.- "Nueve enunciaciones"
1983.- "El fulgor"
1987.- "Cántigas de alén"
1989.- "Al dios del lugar"
1989.- "Treinta y siete fragmentos"
1989.- "Lectura en Tenerife"
1989.- "Anotaciones preliminares"
1991.- "Variaciones sobre el pájaro y la red"
1991.- "Noticia incierta"
1992.- "No amanece el cantor"
1992.- "Material Memoria (1979-1989)"
1995.- "Hermenéutica y mística: San Juan de la Cruz"
1995.- "Material Memoria (1979-1992)"
1996.- "Nadie"
1999.- "Obra poética. 1. Punto cero (1953-1976)"
1999.- "Obra poética. 2. Material memoria (1977-1992)"
1997.- "Notas de un simulador"
2000.- "Fragmentos de un libro futuro"
2002.- "Elogio del calígrafo"
2004.- "La experiencia abisal"

Un par de pistas por si quiere completar esta entrada:

Instituto Cervantes.
Laura López Fernández.

miércoles, 19 de mayo de 2010

AUTOBIOGRAFÍA DIFUMINA XIV

Me he encontrado a la mañana revolviendo signos en un torbellino, suceso meteorlógico, que estiraba el espacio alrededor, atrayéndolo pese a su resistencia de teorema. Un torbellino que hacía ascender símbolos negros más allá de las murallas que tapian el paseo de adoquín. Que unía el cielo con la tierra bajo la que había pasado yo una noche en blanco, algo penosa. Un acontecimiento acientífico, paradójico, burlón.

He tomado un palo, una rama de árbol, sin dejar de observar aquello con algo de miedo, tembloroso, alucinado ante un acontecimiento extraño. Me he preguntado por lo que podría pasar si molestaba al fenómeno y he acercado el palo mientras reflexionaba torpemente., mientras aquello no dejaba de girar, amenzador. Hasta dejar la punta de la rama a tan sólo unos milímetros de su difuso perímetro, alocado y sin apenas desplazarse, temible como un monstruo de mentira, irresistible. Silencioso levantaba algunas hojas del suelo que apenas murmuraban, como respetándolo.

Enseguida he tomado la decisión de hincar la madera bruta en el pequeño ciclón de símbolos y he llevado a la práctica mi decisión, no sin antes cerrar los ojos, tapar mi vista. Ahora sé que quizá me equivoqué: el torbellino se esfumó y tan sólo unas pocas letras resistieron mi intervención. Quedaron allí, caídas sobre el adoquín, despojadas y como huella de una desaparición. Así me pareció que estaban cuando abrí los ojos. Pero, según descubrí, ordenadas en palabras que decían: Fin de la historia.

viernes, 14 de mayo de 2010


primer paseo por los rincones de Olmedo



t r e s






Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y que no veremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y del término, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo.
Esta meditación es un consuelo.



***


autor
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poema
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poemario
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jueves, 13 de mayo de 2010

TRAICIONES DE LA MEMORIA


Héctor Abad Faciolince.
Alfaguara, 2010.
270 páginas.
19, 50 €.


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Es curioso. Acabo de terminar este libro y ya se me han olvidado algunas cosas. Disfruto mientras leo pero es verdad que, como a alguien le pasaba por ahí (no recuerdo a quién ni dónde), aún disfruto más haciendo las reseñas, porque suponen ellas relecturas que contribuyen a una mejor comprensión del texto, normalmente un repaso de los pasajes que más me han gustado. Voy anotando en trozos de papel estos pasajes, conceptos importantes porque hilan el argumento o, simplemente, curiosidades. Siempre repaso estas notas antes de sentarme a escribir. Y es curioso, en el papel correspondiente a TRAICIONES DE LA MEMORIA tengo escrito, justo debajo del título: "Prólogo: sobre pasado y futuro". Y creo que voy a tener que releer este prólogo. No me acuerdo de nada. Sin duda la memoria me ha traicionado. Lo hace a menudo.

El pasado y el futuro son conjeturas que el colombiano Héctor Abad trata en los relatos que componen este libro: UN POEMA EN EL BOLSILLO; UN CAMINO EQUIVOCADO; y EX FUTUROS. Los tres son autobiográficos, los dos primeros tratan de pasados y de futuro el último, así que la obrita también podría dividirse en dos partes. Los tres relatos van acompañados de fotografías que complementan la historia que se nos cuenta, que ayudan, sobre todo en los relatos de pasado (que, por otra parte, deben de suponer la mayoría de relatos que se han escrito en el mundo o que, por lo menos, yo he leído), a centrar la memoria, la mala memoria cuyos recuerdos Abad nos presenta, según palabras de Lichtenberg, como un cuchillo sin hoja al que le falta el mango. Se trata de rescatar estos recuerdos de la confusión y de la desmemoria.

El primer relato autobiográfico, Un Poema En El Bolsillo, es el más largo de ellos. No voy a decir que sea el más interesante pero sí que es el más complejo en su trama, de manera que en algunos momentos parece que se esté leyendo una novelita. Pero ya digo que se trata de una crónica: "Lo encontramos en un charco de sangre. Lo besé y aún estaba caliente. Pero quieto, quieto. La rabia casi no me dejaba salir las lágrimas. La tristeza no me permitía sentir toda la rabia. Mi mamá le quitó la argolla de matrimonio. Yo busqué en los bolsillos y encontré un poema." La historia que se nos cuenta a continuación mantiene la tensión de este párrafo premonitorio, al menos durante su primera mitad, pues la segunda es ya recreación en la resolución del problema: ¿es el poema que apareció en el bolsillo de su padre muerto un inédito de Jorge Luis Borges?

Coño, en cuanto vi por donde iban los tiros tuve que dejar la lectura que tenía entre manos y ponerme con esta. Y puedo decir que esta historia gana a la Memoria (¿no había un dios para esto?) en que, al menos, no traiciona. No hay un estilo pretencioso ni grandilocuente. Hay una confusión que aclarar y una buena historia que contar al respecto. Y una reflexión que recorre los párrafos: sobre la memoria, sobre los recuerdos del pasado que sustituyen al propio pasado, sobre las mentiras que a veces ni siquiera son mentiras: "recordamos las cosas no tal y como fueron sino tal y como las relatamos por última vez. El relato se convierte en una forma de olvido". Muy en la línea del propio Borges.

En fin, en la investigación personajes importantes, algunos famosos: la epidemióloga a quien dedica el libro (Bea Pina, quien ayudara a Abad en la investigación), María Panero, María Kodama, Jaime Correas, Harold Alvarado Tenorio (que aseguraba haber escrito el poema seis años después de que este apareciera en el bolsillo del padre), Carlos Levy (de la especie de los libreros), Coco Romairone, Jean-Dominique Rey, Guillermo Roux y Franca Beer... todos ellos ayudan a que se construya una historia bastante borgeana, la verdad, en la que la literatura, los libros, las librerías de viejo, los encuentros, desencuentros, cartas y suposiciones varias visten de la fina seda de la ficción unos cuantos hechos reales. Para acabar una perlita que ya conocerán, en el diario (o biografía sobre Borges) de Bioy Casares: "Murió Beppo, el gato de Borges. Según Fanny, la cocinera, al morir no maulló sino que exclamó: ¡Ay!". Y otra vez se me viene a la cabeza el gato de Carroll. Qué será.

El segundo de los relatos, Un Camino Equivocado, cuenta la emigración de Abad (y su mujer y su hija) a Italia. A Turín, concretamente. Como lo hicieran en calidad de refugiados, huyendo de su país, al que odiaba él, que había asesinado a su padre, enseguida contacta con una asociación que trabaja por ellos, como por otras personas que buscan en Turín la protección de una sociedad civilizada (o, por lo menos, civilizada de una forma bien distinta a la colombiana). Pero es precisamente ese reconocimiento, esa confesión, lo que lo avergüenza. En Turín, además, "fui informado de que yo no sabía hablar español". Así que este relato de pasado es también una toma de conciencia sobre algunas contradicciones fundamentales que sufrió Héctor Abad en aquella época, entre las que una especie de alienación lingüística (idiomática) se nos presenta como fundamental: "es horrible tener conciencia de la propia manera en que se habla". Sin pelos en la lengua saca los dientes a los nacionalismos, habla de la peligrosa Colombia, de la prejuiciosa Europa o de sus amoríos extramatrimoniales (¿es posible que exista esta palabra?)... de un pasado que fue presente de sus cuentos, inicio de su oficio de escritor y posibilidad de otras cosas que no fueron.

A lo que pudimos ser y no fuimos se le llama, según expresión de Unamuno, ex futuro. En plural el título del último relato. Hay momentos (un montón) de la vida en los que se hace necesario tomar decisiones, fruto de ellas desechamos ser de alguna manera, renunciamos a futuros que ya nunca serán presentes: estos son los ex futuros de los que habla el Abad, que un día decidiera, por ejemplo, dejar atrás Turín para siempre.

Nos dice que el oficio de la literatura tiene mucho que ver que estos ex futuros nuestros que vemos a veces en amigos, familiares, personajes de película o, ahí vamos, en nuestras propias invenciones: jugamos a ser otros y, también, a ser de mentira lo que nunca nos atrevimos a ser de verdad. No he podido resistir la tentación de pensar que quizá Peri Lope no sea más que un ex futuro del librero o, mejor, todos los ex futuros del librero. Da un poquito de pena.

viernes, 7 de mayo de 2010

nº 18


Le he dicho al librero que no me gusto, que soy un rollo. A veces parezco letrado y parezco numerado a veces. Digo palabrotas y soy un ñoño en el mismo párrafo. Perdono la vida a algunos y me muestro comprensivo indiscriminadamente. No se me ve y creo que se me ve plano como la superficie lisa de una gran circunferencia. Le he dicho al librero que estoy harto y me ha soltado una hostia ridícula tras la que ha ordenado, serio como un capitán, que fuera a la oficina: tienes trabajo, me ha dicho mientras se ahogaba de humo con las atómicas partículas alocadas que venían siendo mi cara y que buscaban, desorientadas, la manera de volver a su formación de esta mañana: me había levantado sonriente. Lo del librero ha sido, por tanto, borrarme la sonrisa de la cara, o la cara de la sonrisa, como le pasara al gato de ¿Chesire?. Hay que ver qué gato más absurdo.

Así que me he dirigido al lugar donde me esperaba el trabajo: la habitual torre de libros, más bien pequeña. Me he sentado y he esperado a que llegara hasta el resto de mi yo lo que ha de considerarse testa, dispersa y confundida con el aire después del feo sopapo del tendero. Cuando el humo que habría de corresponder con mi cara se ha concretado en su lugar correspondiente he recorrido la pila de lomos con la vista. Siete títulos en bolsillo. Cinco novedades en divulgación y dos en ficción. Esto no es una torre, es un bulto. Como mucho.



- Bolsillo -

Veamos. Tres títulos en Maxi Tusquets. LA DESPEDIDA, de Milan Kundera. Trama a partir de un contexto que sirve, habitualmente, para alejarse de las tramas y otras complicaciones: ocho personas en un balneario. Traduce Fernando Valenzuela. Original de 1973, en España sólo se había publicado en formato grande. Doscientas cuarenta páginas y ocho con noventa y cinco euritos. Original de 1980 es la obra UNA PRINCESA EN BERLÍN, del neoyorquino Arthur R.G. Solmssen (traduce Raúl Acuña): en 1922 el Berlín deprimido y confuso que sigue, en buena medida, las consignas de un tal Adolf Hitler acoge una historia de amor e intriga que hace presagiar los horrores que tan tristemente famoso hicieron al siglo XX europeo y alemán. El tercero de los libritos negros que se dejaban ver entre la organizada montonera de esta mañana es LA PIRÁMIDE, de Henning Mankell, al que siempre recomiendo y que nunca he leído. No sé por qué será. De momento no haré preguntas ni exigencias al de la tienda. Aún siento un picor como de colleja. Por cierto, el texto de la del Mankell es de Carmen Montes Cano.

Dos títulos en Austral. LAS AVENTURAS DEL VALEROSO SOLDADO SCHWEJK, del checo Jaroslav Hasek (traducción de Alfonsina Janés). Un libro de humor que es clásico antibelicista, una de las obras más conocidas de aquel país (junto con las del Kundera, claro). Seiscientas páginas. Diez con noventa y cinco. Y en formato de estuche (envasado), con dos volúmenes y (a peso) unas mil quinientas páginas, sujeto entre las manos EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS, de Robert Musil, arropadito de comentarios empalagosos y que quizá no sean exagerados. Nunca se sabe. Casi veintisiete euritos. Hay algo que no entiendo.


De la serie Compactos, de Anagrama, me he decidido por reseñar CIELO NOCTURNO, de Soledad Puértolas. Doscientas cuarenta páginas. Nueve euros. Ejercicio, ficticio, que rememora momentos de la adolescencia y que sirve para reflexionar sobre los conflictos personales que conciencia y norma exterior mantienen durante el aprendizaje: los años vividos. Nos cuenta la Puértolas: Camino del colegio, al pasar por delante del Almacén Moraleda, me detenía para asomarme a la oscuridad y tratar de distinguir algo, mesas, mostradores, estanterías, sillas. Sobre las ventanas a ras de suelo aún se podía leer el rótulo desgastado de la tienda, ya clausurada. Las letras habían sido doradas, el fondo había sido negro. Almacén Moraleda. Pronunciaba en voz baja las palabras como si fueran un conjuro, pero no ocurría ninguna transformación. Me asomaba a las ventanas polvorientas del almacén y sólo veía oscuridad.



- Ensayo y divulgación -

En Paidós (contextos) un librito llamado ESCRITOS INÉDITOS que recoge textos del filósofo y periodista André Gorz (1923 - 2007). Por lo que se nos cuenta en uno de los prólogos que, a cargo de Christophe Fourel, nos presentan la obrita ésta es, además de una colección de inéditos, una introducción al pensamiento de uno de los intelectuales más influyentes de la segunda mitad del pasado siglo. Se trata de una lectura que viene a cuento esn estos tiempos de crisis financiera, laboral y ecológica que cabría expresar como síntomas de un sistema, el capitalista, que viene agotándose. La salida del capitalismo, como final de un proceso, es la tesis predictiva de este filósofo y la propuesta sobre la manera de hacerlo el otro meollo de la cuestión. Fourel, el editor, nos lo presenta como posible guía de la izquierda europea y también como obra susceptible de una crítica cada vez más necesaria en nuestros autocomplacientes días de hoy. Ciento cuarenta páginas. Veintidos euros. Traducción de Núria Petit Fonserè.
En la misma editorial DIARIO DE MI VIAJE A CHINA, de Roland Barthes, crítico literario, semiólogo y escritor francés (1915-1980). Se trata de tres cuadernis, inéditos como tales, que recogen las impresiones del viaje que realizara en 1974 a China, un viaje organizado que realizara junto al filósofo François Wahl y otros acompañantes. A pesar de las condiciones excesivamente reglamentarias del viaje las notas son interesantes porque proporcionan una visión original, más interesadas en las personas que lo que expuesto a los ojos del turista se podía (y aún debía) encontrar este en el circuito oficial, seguro. Todo según la introducción de Anne Herschberg. Doscientas cuarenta y dos páginas. Diecinueve euros. Traduce Núria Petit Fonserè.


En Anagrama dos libros que me tienen muy interesado. Uno: LA METAMORFOSIS DE LA LECTURA, de Román Gubern (Barcelona, 1934). Un ensayo sobre la evolución de la escritura, o las distintas maneras de fijar el lenguaje y el pensamiento, desde la piedra y el papiro hasta las nuevas tecnologías, pasando por el papel. Se trata de una lectura apetitosa de la que espera dar mejor cuenta en los próximos días. Ciento cuarenta páginas. Catorce euros.
Y el otro: BIBLIOTECAS LLENAS DE FANTASMAS, de Jacques Bonnet. Tratado, según nos cuentan en la contraportada, sobre el arte de vivir con demasiados libros. He podido leer la nota introductora que cuenta la solicitud que Fernando Pessoa hiciera para el puesto de conservador-bibliotecario en el Museo Condes de Castro Guimaras, en la población portuguesa de Cascais, y que fuera rechazada, en 1932. Es una anécdota de entre las muchas que se nos prometen en este libro de fantasmas que pululan por las bibliotecas de cada cual, personales y vivas como sus ficticios habitantes. No digan que no tiene buena pinta. Ciento cuarenta páginas. Catorce euros. Traduce David Stacey.

Para cerrar este sección divulgativa reseño, ligeramente, el libro que estoy leyendo ahora: TRAICIONES DE LA MEMORIA, del colombiano Héctor Abad Faciolince. Una investigación sobre la autoría de un poema: EL OLVIDO QUE SEREMOS, que el autor encontrara en el bolsillo de su padre asesinado. Como comprenderán con este inicio el libro trasciende la crónica o la supera. Ya contaré con más detalles. Tres doy de momento: Alfaguara, doscientas setenta páginas y diecinueve con cincuenta euros. Por si interesa.





- Ficción -


Ya dije que sólo dos libros. También en Alfaguara CUENTOS REUNIDOS, de Francis Scott Fitzgerald. Tremendo tomo de más de novecientas páginas que pertenece a la colección que esta editorial viene formando desde Faulkner y que ya ha pasado por Onetti, NaboKov y Cortázar. La presenta edición está a cargo de Mathew J. Brucoli. Traduce Justo Navarro.



Otro volumen de cuentos: Anagrama ha reunido en su serie Otra Vuelta de Tuerca aquellos que forman LLAMADAS TELEFÓNICAS, PUTAS ASESINAS y EL GAUCHO INSUFRIBLE, de Roberto Bolaño. Volumen extenso que quizá merezca la pena tener aunque aún no he echado la cuenta. Quinientas cincuenta páginas. Veinticuatro euritos.

domingo, 2 de mayo de 2010

y EL FIN DE LA EDAD DE PLATA, II.

NUESTROS YOS Y EL VACÍO, de Omar Arráez.

Es en la primera parte de este libro donde los poemas más se parecen a relatos. Estos guardan un sentido explícito, una coherencia interna que se mantiene hasta su final. Poemas, además, más largos que en el resto del libro. Sobre todo los primeros. En RAPSODIA VIGESIMOSEGUNDA, apertura de la obra, Odiseo ha llegado, por fin, a casa tras superar todas las pruebas a las que los dioses le han sometido y Valente se recrea en la descripción de la carnicería que lleva a cabo con los pretendientes de Penélope. Algunos poemas pueden parecer parábolas, como es el caso de LA MUJER Y EL DIOS (contra la trascendencia de Dios y también contra la irresponsabilidad humana que esa trascendencia supone, a favor de la culpa). En la mayoría la ironía y el sarcasmo colman un estilo afinado, pulido, que es respuesta al todo, ya agotado. La experiencia real invalidada, destruida, para ser sustituida por una experiencia mística. Es por eso que nos hace vivir experiencias cuya posibilidad reside en lenguaje, en la palabra. En este sentido me recuerda a Borges: las vivencias de sus yoes (yos, tus, ¿qués?) van más allá de la física, porque pueden hacerlo, porque las palabras lo permiten. En esa medida es el margen de acción.
Así, en los poemas que componen la primera parte se nos plantea el punto de partida: recuerdos, sueños, deseos, parodias y otras posibilidades en las que la metáfora aparece en forma de fantasía, muchas veces surrealista pero que, insisto, respetan un mismo sentido desde el principio y hasta el final. Estamos ante una serie de fragmentos, concepto clave en Valente desde este período en el que hay que situar El fin de la edad de Plata y ya hasta el final de su obra, cuya publicación prácticamente coincidirá con su propia muerte, en 2000, FRAGMENTOS DE UN LIBRO FUTURO. Empieza esta obra así:

SUPO,
después de mucho tiempo en la espera metódica
de quien aguarda un día
el seco golpe del azar,
que sólo en su omisión o en su vacío
el último fragmento llegaría a existir.


Es importante destacarlo porque forma, a su vez, parte de TREINTA Y SIETE FRAGMENTOS, obra que, como indiqué, precede a la que estoy comentando y sigue a EL INOCENTE, la primera que compone este ciclo. Otra vez el vacío como búsqueda filosófica y estética de difícil culminación que se logra, en parte, con la muerte del poeta: los Fragmentos De Un Libro Futuro deben leerse (y, si no, pueden por lo menos leerse así) como poesía vacía de autor.

En el poemario El Inocente (1970) varios de los poemas centrales suponen una revisión a su obra anterior, manera de llevar a cabo la destrucción anunciada. Ejemplo de ello es este UN JOVEN DE AYER CONSIDERA SUS VERSOS:

Cómo han envejecido nuestros poemas
(como cartas de amor destinadas a nadie),
cómo han ido cayendo de sus dientes abajo,
acribillados,
asaeteados,
náufragos.
En el gran muro blanco
la ejecución de nuestros actos no es sangrienta.
Los muñecos desarbolados,
descabezados,
por el certero tirador de casetón de feria
popular.
Qué verbena del tiempo.
Lo que no es nuestro, inútil es.
Busquemos otra cosa para entregar la vida
entre líneas menores,
otra decoración,
otro piso pequeño de más modesto lujo
y un nuevo amor
y otra fidelidad menos posible.

Así pues, lo que va a pasar por la vista de quien lee la primera parte de El Fin de la Edad de Plata es una serie de fragmentos que preceden o justifican la acción que se deba iniciar. Es por eso que depués de una primera parte va una segunda: EL REGRESO: "Ahora, entre todos y quizá desconociéndonos en parte unos a otros, comenzaremos a reconstruir la gran historia sin saber cuál es el cabo que hay que asir ni si la narración empieza o termina o si ya estamos in medias res ignorando que el rompecabezas no tiene clave". Y las partes que se suceden a continuación conforman una especie de despedida que también es muerte y, sobre todo, una declaración de intenciones: sobre qué hacer a partir del momento: "Tendría que ir angostando las palabras hasta subsumir el lenguaje en su silencio. Sobre la mesa había un naipe. Tú lo alzaste: no tenía figura. La palabra nada es hermosa, dijiste." Y también, para cerrar esta segunda parte:
"Volviste al fin mañana incorruptible con tu chaqueta azul y un pañuelo de seda y pregutaste, casi sin mirarme, con un tartamudeo de otro tiempo:
- ¿Cómo te pareció mi último relato?
Yo estuve torpe, te confieso, temiendo que pudieras suponer que no me había parecido entre todos los tuyos el más lúcido, como tú desearas escribirlo, en el naipe vacío de figura donde ya nada puede estar escrito". Se trata de una suerte de diálogo consigo (últimamente me encuentro mucho de esto) en el que reniega de su pasado, por reciente que este sea.

Así que la tercera parte de EL FIN DE LA EDAD DE PLATA da comienzo con estas bases asentadas: nada vale y nada es posible. O, aún peor, ni siquiera nada es posible. El primer poema, DIES IRAE, es un descenso hacia la oscuridad casera, familiar, que se muestra extraña y al final de la cual no hay salidas (de emergencia). La escapatoria es la muerte en muchas ocasiones. En SEGUNDA VARIACIÓN SOBRE LO OBLICUO se nos presenta un cuadro, un lienzo en blanco de no ser por la figura de una de las esquinas que, sin embargo, debe orientar la visión del espectador hacia la figura central, esta es: el vacío. El último poema, LOS NICOLAÍTAS, da por finalizada la labor destructiva que valida al libro: "(...) Los signos del poder establecido les suelen producir un hipo breve o cortos derramamientos convulsivos. Sienten predilección por las banderas, por la competición y el éxito. Practican tres deportes y carecen de brazos naturales. Algunos de ellos son altos, fofos y fragantes. Estos ocupan puestos secundarios y se utilizan de relleno en actos y en salones. Llevan cartas de recomendación y apoyo en tubitos metálicos adaptados al recto. También los reconocerás en cuanto dice de ellos relación con los ídolos. Y puesto que han llegado a poseer la tierra, sabemos hoy, filioli, camaradas, hermanos, que el tiempo de su destrucción está cumplido."

Por supuesto que abundan las relaciones directas entre poemas. Sin ir más lejos ABRAHAM ABULAFIA ANTE PORTAM LATINAM se nos aparece como recreación de una parte de LA DIVINA COMEDIA, de Dante, que en el octavo círculo del infierno coloca al papa Nicolás III, nombre cuya raíz coincide con la de los nicolaítas, secta de los años del primer cristianismo que parecía caracterizarse por su libertinaje. La Religión es tema al que José Angel Valente recurre a menudo: le interesan cristianismo, judaísmo (sobre todo por la cábala) e islamismo por igual. En todas ellas, al principio fue el verbo, la palabra.

Igualmente relacionado con este poema, que cierra la tercera parte, está LA CEREMONIA, en la que la señora (que acaba poniendo un huevo) perfectamente podría estar acompañada por estos nicolaítas, alguno de los cuales, por pura ineptitud, de cartón piedra para rellenar la mesa. Y fíjese el lector en este poema, perteneciente también a El Inocente, titulado EL POEMA:
Si no creamos un objeto metálico
de dura luz,
de púas aceradas,
de crueles aristas,
donde el que va a vendernos, a entregarnos, de pronto
reconozca o presencie metódica su muerte,
cuándo podremos poseer la tierra.
Si no depositamos a mitad del vacío
un objeto incruento
capaz de percutir en la noche terrible
como un pecho sin término,
si en el centro no está invulnerable el odio,
tentacular, enorme, no visible,
cuándo podremos poseer la tierra.
Y si no está el amor petrificado
y el residuo del fuego no pudiera
hacerlo arder, correr desde sí mismo, como semen o lava,
para arrasar el mundo, para entrar como un río
de vengativa luz por las puertas vedadas,
cuándo podremos poseer la tierra.
Si no creamos un objeto duro,
resistente a la vista, odioso al tacto,
incómodo al oficio del injusto,
interpuesto entre el llanto y la palabra,
entre el brazo del ángel y el cuerpo de la víctima,
entre el hombre y su rostro,
entre el nombre del dios y su vacío,
entre el filo y la espada,
entre la muerte y su naciente sombra,
cuándo podremos poseer la tierra,
cuándo podremos poseer la tierra,
cuándo podremos poseer la tierra.
De los nicolaítas que cierran la tercera parte del libro dice Valente que "han llegado a poseer la tierra" y, por tanto, "el tiempo de su destrucción está cumplido".

La última parte del libro son las NUEVE ENUNCIACIONES. Empiezan y acaban con un maestro. El del primer poema es capaz de servir de animal de carga a su alumno. El del poema que cierra el libro, LA ÚLTIMA LECCIÓN, devora al pupilo. Los datos que da de su vida (BIOGRAFÍA, HAGIOGRAFÍA, EL UNIFORME DEL GENERAL...) se esconden confundidos entre dosis de ficción tan importantes que la recrea, que la vida es reinventada, variada o presentada de nuevo para el propio poeta: "(...) Lo que allí viva o pueda haber vivido es hijo de las aguas. Aguas soterradas que, como señal o don de los dioses del fondo, vienen a la superficie burbujeantes, calientes. Bebió él esas aguas, que era necesario batir a causa de su grosor y que era necesario beber para defenderse de las miasmas de la muerte. Aguas. Burgo de las aguas. Burgas. Aguas placentarias"

He tomado este libro con ilusión y me ha sorprendido, he sentido un pellizco seco. No lo he leído al principio como la destrucción que se anuncia y, sin embargo, la transgresión está presente desde las primera líneas, incluso cuando está variando La Odisea: "¡Os voy a joder vivos!", dice Odiseo a los pretendientes de su esposa antes de matarlos, cuando se presenta como el héroe al que ya tan sólo Penélope esperaba, y quizá su hijo Telémaco, y también su perro Argos. Es impactante y estremecedora la descripción que Valente hace del muerto en el velatorio que mantiene un gesto como de asco en el rostro mientras una mosca se pasea por la comisura de sus labios en EL VAMPIRO. A medida que se avanza en la lectura pequeños desconciertos van abriéndose hueco, hasta que en la segunda parte se nos presenta el plan: hay que escapar a los poderes que nos someten y, para ello, también hay que transgredir el lenguaje y escapar de uno mismo. A ello: he aquí la tercera parte, que es completada con las nueve enunciaciones. Cierro este comentario con el poema cierra el libro, el del pupilo devorado por su maestro: LA ÚLTIMA LECCIÓN:

Miré al maestro venerable. Había venido aquella tarde a consultarlo como tantas otras. Un maestro es un guía nítido, transparente. Encarnación singular del tonos, según los estoicos. Un maestro es un estilo de vida (y de muerte, me dije) donde nuestras veleidades al reflejarse en lo perfecto caen de por sí como las hojas en otoño. Miré al maestro. Speculum. Sperma. Me estremecí de pronto. Advertí cierta flácida pesadez en su mirada. Había venido aquella tarde a consultarlo sobre posibles incidencias de la vida (irreal) en la doctrina, sobre la identidad de la luz y el pensamiento, sobre el peso carnal con que aún la pasión me desasosegaba a veces hasta el alba. La mirada del maestro me redujo a dimensiones mínimas. Me vi pequeño en la palma enorme de su mano. (El maestro, al fin y al cabo, tien, pensé, la dimensión del cosmos.) Humilléme. Vi cerca las encías y la lengua. Los jugos salivares fluían como ríos. Miré hacia atrás. A mis espaldas, los dientes se cerraron. Entré en la sombra.
- No, no es un maestro -dije-. Es ávido. Y no será de los ávidos el reino -pude añadir aún antes de ser para siempre englutido.



Edición recomendada:

Título.......... El fin de la edad de Plata,
seguido de nueve enunciaciones.
Autor.......... José Angel Valente, 1973.

Edición........ Tusquets, 1995.

................. 168 páginas; 10, 50 euros.