miércoles, 27 de junio de 2012

Correspondencias.

Autor, Hugo Abatti, 2010.
E.D.A libros, 2010.
188 páginas.
Pvp, 15 €.


Aún estoy sorprendido con el último libro que he leído. A mi me da igual pero es que el librero se encuentra igualmente sorprendido y me dice -qué estúpido- que siente la sorpresa -se refiere a que le da pudor o le produce arrepentimiento-, que está preocupado porque dicha sorpresa -esa confesión- denota, en realidad, cierta desconfianza hacia su amigo Mario. No quisiera profundizar en el tema más de la cuenta, pero mi opinión personal es que parece normal que alguien desconfíe del libro que un amigo le presta cuando dicho libro ha sido escrito precisamente por el padre del amigo. No creo que un pensamiento de este tipo denote una desconfianza general hacia el amigo y, por ello, tampoco que sea motivo de preocupación. Se lo he dicho. Erre que erre. Que ha descubierto algo: pensaba que iba a leer el libro del padre de un amigo, sin más, la ocurrencia de alguien relativamente cercano y, sin embargo, Mario le había advertido de que el libro está bien, de que merece la pena. Insiste el librero: que, por lo tanto, no le creyó y que, mientras tomaba el libro hipócritamente, le estaba traicionando porque esperaba de su lectura algo intrascendente: creo que con esto quiere decir: algo que no le satisfaría.

El librero advirtió a su amigo Mario también de la posibilidad de que un servidor hiciera una crítica negativa del libro CORRESPONDENCIAS. Le dijo que haría la reseña sin pelos en la lengua, como otras veces, que es encargo ineludible que el blog sea honesto, útil. Insistió en el asunto y es verdad que dicha insistencia denota desconfianza hacia el libro, sí, pero también sinceridad hacia el colega. Bueno, me dejé arrastrar por la visión del librero y ahora ambos estamos sorprendidos, puede que incluso contrariados. CORRESPONDENCIAS es una de las mejores lecturas de lo que va de 2012, su calidad es incuestionable y su propuesta cautivadora. Pues sí -confiesa el librero una y otra vez- qué sorpresa, qué grata sorpresa. Y se pone triste.

La ignorancia es razón principal del prejuicioso. Hugo Abbati es un autor desconocido por aquí, lo era del todo antes de leer esta novela aunque, vaya, de algo nos enteramos antes de afrontar dicha lectura: médico psiquiatra, profesor en la escuela universitaria de Ronda, es autor de relatos, de la obra de teatro RUMBA, LA MÚSICA DEL MUNDO y de la novela LOS VIRUS DE MARZO, ambas publicadas en Argentina, su país natal. Atesora además algunos premios prestigiosos pero, sinceramente, justificar la calidad de este libro con ellos no sería justo. He leído un libro excepcional aunque también sé de comparaciones con otros autores, lo que lo harían menos excepcional. A la vez he descubierto que no se trataba de un autor tan desconocido como el librero me hizo pensar. 

En CORRESPONDENCIAS vuelve un tipo de narrativa que me encandila, radicalmente moderna y que tiene que ver con autores que no voy a repetir porque no parezca que sólo leo a uno. Diré que dada la estructura del libro es imposible la narración omnisciente. Efectivamente lo que el lector tiene ante sí es un intercambio de cartas que hacen del conocimiento de los protagonistas algo radicalmente subjetivo y, habría que añadir, real como la vida misma. Precisamente, curiosidades, en la presentación del último libro de relatos de José Carlos Iglesias el también autor vallisoletano José Ignacio García leyó partes de un relato propio -bastante gracioso- en el que se daban las versiones -contrapuestas según se comprueba- de dos personajes que se encuentran en un crucero.

Bien, Abbati va más allá de la anécdota y hace de la forma método. Conocemos vagamente la vida de los protagonistas -Tomás y Ale- gracias a la versión que de sí mismos y de la del amigo dan en su correspondencia. Tangencialmente conoceremos la vida de otras personas -algunas de las cuales también intercambian cartas con Tomás- y la de otras que, simplemente, aparecen en los manuscritos que él y Ale se envían. Por tanto asistimos a una red de relaciones de la que, en realidad, ni siquiera nos podemos fiar del todo pues la imagen que llega hasta el lector debe componerse con la perspectiva -¿siempre sincera?- de ellos. Es una novela muy interesante.

Lo de la sinceridad no es moco de pavo. Estamos ante personajes debilitados psicológicamente. Por supuesto Abbati domina el tema. Que lo domine no quiere decir que se explaye en aburridos tecnicismos, quiere decir que sabe hacernos sentir lo que los personajes sienten. Es por ello -dado el carácter psicológico de toda novela- que nos encontramos ante una obra sobresaliente. El caso es que los personajes están muy debilitados psicológicamente, como decía, y eso aún hace al lector dudar del -lo voy a decir- contexto existencial en el que se desenvuelven.

Tomás ha decidido escribir a su amigo Ale -que vive en el país natal de ambos: se puede suponer que Argentina o una suerte de argentina con crisis económica y corralito y todo- después de muchos años de incomunicación provocada por él mismo -digo que Tomás-, que dejó en algún momento de contestar a las cartas de su amigo Ale. Tomás vive en Europa -presumiblemente Alemania u otro país sajón- como investigador científico: estudia -manipula- las relaciones entre virus y proteínas y vive solo. Radicalmente solo. Su amigo Ale ha ido formando una familia -digamos- tradicional pero las cosas no parecen ir del todo bien desde el inicio de la correspondencia entre ambos. A partir de ahí la erosión de sus mentes -contrariadas, asustadas, cansadas...- va tornándose evidente no sólo en las cosas que expresan sino en su forma de hacerlo. Incapaces de ayudarse, preocupados en alguna medida por el otro pero, sobre todo, por sí mismos, simulando en cualquier caso la necesidad de ayudar al otro y, más bien, escribiendo las carta por necesidad de compadecerse... 

Tengo que confesar que más allá de la sorpresa que ha sido leer a un autor tan destacable -que domina la técnica narrativa, de indudable capacidad seductora- más bien el libro me ha marcado gracias a unos personajes muy ricos, complejos, retratados sin recreaciones innecesarias, recreaciones que -claro- no caben en la estructura de esta novela que es un estricto  intercambio de cartas, más desesperadas a medida que avanza la acción... como toda buena novela hacia un buen desenlace, un desenlace que -como en las mejores- se ve venir.

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