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lunes, 17 de febrero de 2014

POR CUENTA PROPIA.

Rafael Chirbes, 2010.
Anagrama, 2010.

304 páginas.

En lo que va de año me han regalado dos libros. Los mismos que en todo 2013. El primero me lo trajeron los Reyes Magos: CLASES DE LITERATURA, de Julio Cortázar, y a este aún no le he hincado el diente. El otro es el que paso a reseñar y, curiosamente, también habla sobre el arte de escribir: me lo ha regalado hace poco Esther Pérez Arribas. Esther es mujer de teatro -Pie Izquierdo se llama su compañía- y buena amiga a la que voy debiendo algunas cosas, aunque sé que ella se conforma con las gracias. Se las doy sólo de vez en cuando por no resultar plasta.

Rafael Chirbes (Tabernes de Valldigna, 1949) ha pasado de ser un autor reputado a reconocido. Seguramente CREMATORIO (2007) es la novela que más le representa (no sé si mejor)  pero su último trabajo EN LA ORILLA (2013) es la que hoy le tiene en boca de críticos y lectores. Yo no he leído ninguna de las dos y, en cambio, puedo hablar de este ensayo literario que me ocupó algunos días.

Leer y escribir, subtitula Chirbes POR CUENTA PROPIA. Se trata de una colección de diversos ensayos y artículos -18 en total- que componen cuatro partes: MAESTROS; CONTEMPORÁNEOS; MEMORIAS Y MANIOBRAS; y CUESTIONES DOMÉSTICAS (A MODO DE EPÍLOGO). Menos que el resto me ha gustado la parte de los contemporáneos, si bien hacia el final de ella vuelve a los temas del libro que más interesantes me han parecido: vigencia de la novela, la función del novelista en el siglo XXI...

En la primera parte narra su experiencia lectora en La Celestina, las novelas de guerra y con los textos cervantinos, así como reivindica a Benito Pérez Galdós, con lo que esto conlleva contra Juan Benet y gran parte de su generación: veánse Goytisolo, Barral, Gimferrer o Azúa, e incluyan al mismísimo Ortega. A quienes la componen no sólo les ataca Chirbes por lo injusto de su ninguneo a Galdós, sino que los etiqueta de evasionistas.

En el libro predomina la defensa de los autores como hijos de su tiempo, como retratistas fieles de las épocas. " (...) en Bacon, como en Galdós, el arte está ligado a una estrategia de conocimiento, a la necesidad de enfrentarse a algo que se cubre y oculta con puntos de vista de circulación cotidiana, con palabras gastadas que dejan caer su pátina sobre el significado hasta borrarlo." Nada más y nada menos, cabría decir. De Rojas y La Celestina Chirbes ensalza lo que pide a los novelistas de hoy: la obra literaria como desguace de los mecanismos de cada pequeño mundo que sirva como modelo que permite mostar la mecánica del mundo. Así es como también el escritor resuelve su vida en los libros que escribe (en palabras de Proust). La gran función de estos maestros -entre los que junto a Galdós dedica un espacio fundamental a Cervantes- está en que encontraron la manera de contar su tiempo.

Véase que esta concepción de la novela como ejercicio de desvelo implica, sin embargo, perspectivismo. Chirbes habla del narrador poco fiable. Además de las cuatro partes citadas hay una introducción que, como siempre pasa en los ensayos, se cuenta entre lo más interesante del libro. "No hay orden novelesco sin punto de vista", nos dice. Pero, además, vuelve a esta cuestión en una suerte de vuelta de tuerca que da al tema y que podríamos llamar algo así como "cuando la novela se sale de la ficción". En ella Chirbes nos habla de las maniobras políticas interesadas en que determinado relato -o versión- de los acontecimientos sociales cale en la opinión pública como verdad o Historia, cuestión esta que me interesa particularmente.

El libro termina con algunas experiencias que nos cuenta como escritor de Anagrama, editorial que le dio su primer oportunidad en 1988 con MIMOUN y en la que ha seguido publicando. Se trata de un libro ameno con un discurso concreto que nos ofrece una idea del novelista y que a mi me ha descubierto unos cuantos, sobre todo en la parte dedicada a la novela de guerra, de la que no he hablado. Espero no tardar mucho en leer algunas de sus obras.

jueves, 4 de abril de 2013

En la orilla.

Nº 56.

Rafael Chirbes (Tavernes de Valldigna, 1949) es autor de  nueve novelas, entre ellas  La buena letra (1992), Los disparos del cazador (1994), Los viejos amigos (2003) y Crematorio (2007), por la que se le concedió ese año el Premio Nacional de la Crítica. También es autor de varios ensayos. Dejamos por aquí el comienzo de su última novela.


Rafael Chirbes, 2013
Anagrama, 2013.

442 páginas.
19, 90 €.


26 de diciembre de 2010.
El primero en ver la carroña es Ahmed Oullahi.
Desde que Esteban cerró la carpintería hace más de un mes, Ahmed pasea todas las mañanas por La Marina. Su amigo Rachid lo lleva en el coche hasta el restaurante en que trabaja como pinche de cocina, y Ahmed camina desde allí hasta el rincón del pantano donde planta la caña y echa la red. Le gusta pescar en el marjal, lejos de los mirones y de los guardias. Cuando cierran la cocina del restaurante -a las tres y media de la tarde-, Rachid lo busca y, sentados en el suelo a la sombra de las cañas, comen sobre un mantel tendido en la hierba. Los une la amistad, pero también se brindan un servicio mutuo. Pagan a medias la gasolina del viejo Ford Mondeo de Rachid, una ganga que consiguió por menos de mil euros y ha resultado ser una ruina porque, según dice, traga gasolina con la misma avidez con que un alemán bebe cerveza. Desde Minsent al restaurante hay quince kilómetros, lo que quiere decir que, sumando ida y vuelta, el coche se chupa tres litros. A casi uno treinta el litro, suponen unos cuatro euros diarios sólo en combustible, ciento veinte al mes, a descontar de un sueldo que apenas llega a los mil, ése es el cálculo que le hace Rachid a Ahmed (seguramente, exagera un poco), por lo que Ahmed le abona a su amigo diez euros semanales por el transporte. Si encontrara trabajo, se sacaría el carnet y se compraría su propio vehículo. Con la crisis es fácil encontrar coches y furgonetas de segunda mano a precios irrisorios, otra cosa es el rendimiento que te proporcionen después: coches de los que la gente ha tenido que desprenderse antes de que se los llevara el banco, furgonetas de empresas que han quebrado, autocaravanas, camionetas: es época de oportunidades para quien tenga algún euro que invertir comprando a la baja. Lo que no sabes nunca es el regalo envenenado que guardan dentro esas gangas.Consumo desmedido de combustible, piezas que hay que cambiar al poco tiempo, accesorios que se estropean con sólo mirarlos. Lo barato suele salir caro, refunfuña Rachid, mientras le pega un acelerón. Ahí nos hemos gastado medio litro. Vuelve a acelerar. Ahora, otro medio litro. Se ríen. La crisis impone su mandato por todas partes. No sólo en los de abajo. También las empresas están quebradas o a medio quebrar. El hermano de Rachid trabaja en un almacén de materiales que tenía siete camiones y otros tantos chóferes, eso fue hace cuatro años. En la actualidad, los han despedido a todos y los camiones permanecen aparcados en la playa de asfalto que hay en las traseras del almacén. Cuando tienen que realizar un porte, contratan por horas a un chófer autónomo que les hace el trabajo en su propio camión, cobra al contado, a tanto la hora, a tanto el kilómetro, y vuelve a quedarse pegado al teléfono móvil, con los brazos cruzados hasta el siguiente encargo. Ahmed y Rachid charlan sobre las posibilidades de negocio que supondría comprar coches usados para revenderlos en Marruecos.