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martes, 23 de julio de 2013

A secreto agravio, secreta venganza.

Olmedo Clásico, 2013.

Martes 23 de julio.
22:30 h.
Corrala del Palacio.

Compañía El Óbolo.

Hoy toca drama de honor, de mano de la compañía El Óbolo. No sé si polémica, la verdad. Hay obras que envejecen mejor y otras que lo hacen peor, por muy calderonianas que sean. Entre las cosas interesantes que el editor de Cátedra nos cuenta -Erik Coenen se llama- está el de la expresión hecha que se usó en este país a partir de la fama de los dramas de honor de Pedro Calderón de la Barca: honor calderoniano. Esta expresión daba a entender un sentido del honor un tanto extremo, capaz de justificar el ajusticiamiento de personas queridas o allegadas: la mujer mayormente, lo cual suponía un uso autoritario de las relaciones familiares por parte del cabeza de familia, único miembro que parece resultar mancillado en las obras de Calderón, seguramente porque es en la mentalidad de este y en la de los Evangelios el único miembro de la familia con derecho -y aún necesidad- de limpieza. La primera conclusión es que hoy en día estos dramas aportan tan sólo algunos datos de interés documental o costumbrista y, por supuesto, éticamente está desfasado: caducó o nunca debió ser.

Pero me encuentro con la posibilidad del resquicio. El año pasado también se representó un drama de honor: El Médico de su honra. En la versión que lo leí -la de Cruickshank para Castalia- la necesidad de conservar el honor era tratada como una especie de mal social que enredaba las relaciones entre los personajes hasta acabar con el injusto asesinato de la dama. Cuando Teatro Corsario lo puso sobre las tablas presentó ante el público un relato costumbrista que carecía de toda conexión con el presente. En la versión que ahora leo, la de Coenen para Cátedra, la historia es interpretada más a la manera en la que Teatro Corsario lo hizo: el honor calderoniano es extremo hasta el punto de justificar el asesinato de la esposa. Pero, claro, qué hacer en 2013 con este punto de partida.

Anoche me comentaba una amiga de las tertulias del constipado que, en realidad, la cuestión está vigente, que un texto así puede servir de denuncia a pesar de Calderón, de manera que ponerlo sobre las tablas sería necesario pero -insisto- a pesar del propio Calderón de la Barca, como si poner a la vista del público una trama como esta sirviera, en realidad, de denuncia de unas costumbres que no están del todo superadas. Y no es la única que piensa así. Es una posibilidad a tener en cuenta -fácil de adoptar- por cuanto que acepta también la posibilidad de que Calderón fuera consciente de que esta visión apareciera entre los más avispados, aunque él mismo tratara de esconderla bajo el manto del costumbrismo pues, como se sabe, mostrar las cosas es a veces suficiente para criticarlas.

La trama es conocida. Don Lope se va casar con doña Leonor quien en el pasado estuviera enamorada de don Luis, aunque no pudieron entonces llevar a cabo su deseos: tuvo que irse el caballero a servir al Rey, a Flandes y de él nunca más se supo hasta que ella lo creyó muerto. Es ahora, cuando Leonor -por supuesto no del todo convencida- va a desposarse con don Lope que aparece de nuevo don Luis. Hay que ver. Mira que nos suena a El Médico de su Honra. Este es el drama. La trama se ve complicada con la partida a África de don Lope, donde servirá al rey Sebastián de Portugal en la guerra que emprende, mientras que don Luis muestra sus intenciones explícitamente.

De nuevo ocurre -como en otros dramas de honor- que es la obsesión de Leonor por tapar a don Luis -quien ni siquiera es amante de hecho- lo que la convierte en sospechosa. Y vuelven mis dudas con el texto:  a menudo parece ser el miedo a la corrección de su marido lo que le hace caer en el error de deshonrarse por sí al -digamos- levantar una liebre que no existe. No queda claro, desde mi punto de vista, que Calderón defienda este tipo de honor y, ya puestos y aceptando la tesis del miedo de ella como desencadenante de la acción, podría pensarse que lo critica radicalmente. El miedo es así:

Leonor:
Que con lágrimas bañada
vuelvo a pedirle se vuelva
a Castilla y se resuelva
a no hacerme malcasada;
porque, fiera y ofendida, 
si no lo hace, ¡vive Dios!, 
que podrá ser que a los dos
nos venga a costar la vida.


En general la trama es más enrevesada de lo que pudiera parecer a primera vista. En su obsesión don Lope llega a pensar que también El Rey podría ser consciente de su agravio: una especie de deshonor fuera de categoría . El caso de don Juan -que aún después de matar a un tal Manuel por limpiar su honor es blanco de agravios como si su deshonor hubiera pasado del ámbito de lo estrictamente privado a ser comidilla de todo el mundo- hace reflexionar a don Lope: sucede que vengar es publicar, y ahí está el lío, la venganza debe ser secreta: fuego. Pero, amigos, es fácil perderse por estos vericuetos: qué puede tener de vengativo limpiar un deshonor secreto de manera secreta, y dónde queda el agravio, qué queda por limpiar: ¿no puede estar planteándonos Calderón que dar alas a este tipo de sentimientos nos conduce a acciones esperpénticas y de una bajeza mayor que cualquier deshonor? Podría ser, pero es mucho aventurar: don Juan y el Rey aprueban la acción de don Lope.  Lo que me parece claro es que la acción de don Lope es más que venganza prevención, prevención calderoniana, habría que decir... Me están entrando escalofríos. 

Nos queda en cualquier caso la bella versificación de Calderón de la Barca, cuestión esta sin la que quizá estos dramas no hubieran trascendido cuatro siglos y que espero disfrutar esta noche de manos de la compañía El Óbolo. Personalmente la lectura me ha resultado un tanto espesa, quizá por falta de concentración, puede que porque mi atención estuviera centrada en una historia tan cruel, indigna de cualquier tiempo.

domingo, 15 de julio de 2012

La Gran Zenobia

Pedro Calderón de la Barca, 1625

(Olmedoclásico 2012
Galo Real Teatro.
27 de julio a las 22:30.
Corrala del Palacio)



Me lo he encontrado con ceta y con ce. Puestos a elegir prefiero la ceta, que le da cierta exclusividad. En ese sentido he echado bastante de menos una edición impresa, pues no he tenido más remedio que leer esta obra en el BOOKS de Google, ya ven qué despropósito. Y he de dar gracias, claro: gracias, Google. Con la de editores serios que hay en este país, ¿cómo será posible que nadie se interese por obras como ésta?

Bueno, va:  Zenobia es un nombre chulo, pertenece a la reina de la antigua Palmira, que gobernó desde esta ciudad que fue capital suya el reino nabateo entre los años 266 y 272 d.C. No sé hasta qué punto Calderón de la Barca conocía los detalles históricos a partir de los cuales escribe su obra pero uno supone que seguramente supiera lo suficiente. Esta reina Zenobia llegó al reinado de Palmira -hoy la ciudad, siria, se llama Tadmor o Tadmir- tras la muerte de su marido e hijo -asesinados- y su gobernanza fue caracterizada por la resistencia al Imperio Romano -que comenzaba ya su decadencia- y su extensión a otros reinos de Asia Menor, pasando a controlar Siria, Palestina y Egipto. Muchas veces se compara a la reina Zenobia con Cleopatra que, según nos cuentan en este blog del que he sacado la mayor parte de la información que hasta ahora ofrezco, fue paradigma suyo, o inspiración.

Está claro que a Calderón de la Barca el personaje debió parecerle muy atractivo. En primer lugar por su condición de mujer y, además, por su legendaria belleza. Esto le abría algunas posibilidades estéticas interesantes a las que, por supuesto, sacó partido. Se recrea el ascenso de Aureliano al trono romano, y se hace de una manera característica de  Calderón que consiste en la plástica de la escenificación, en el espectáculo visual, o así me lo imagino yo. La razón es la manera en la que Aureliano es, digamos, coronado, cuando aún vestido con pieles -véase Segismundo, véanse los desnudos actores del Gran Teatro- encuentra entre peñascos el cetro y el laurel que perdiera el anterior emperdor de Roma, Quintilio, asesinado de mano de sus propios soldados. Se trata de un personaje que apenas puede pensar su encuentro con aquellos símbolos del  mando como algo más allá del sueño o de la alucinación, pero cuando aparecen capitanes y otros miembros del ejército romano Aureliano es aclamado como César.

La belleza de los versos quizá responda más al tema que se trata que a la propia poesía con que se viste, pero lo cierto es que me he encontrado enganchado a dichos versos como siendo yo parte de ellos mientras los leía. Es cierto que esto pasa, que uno a veces -cuando ha cogido ya cierta práctica- se encuentra leyendo los versos de manera que parece que los completa, como si ganasen enteros cuando son leídos con la cadencia correcta, algo que es seguro que no siempre hago pero que siento que hago -precisamente- cuando disfruto más.

Pero decía que el tema que se trata es aún más interesante. Calderón siempre fue un autor profundo, tanto en sus obras filosóficas, como los autos sacramentales y, también, en los dramas históricos. Con este van dos seguidos. Si EL MÉDICO DE SU HONRA se situaba en la castilla  que precedió a la de Calderón en tres siglos esta otra historia lo hace en catorce, y en un escenario geográfico y cultural muy diferentes. Las representaciones del dramaturgo oficial de Felipe IV se hacían en palacio y, por tanto, debían ser en más de un punto cuestión delicada pues, como se puede suponer, habrían de ser -sobre todo- complacientes. No obstante parece que Calderón nunca se apartó del todo del espíritu crítico ni didáctico que -como hoy y ya desde mucho antes sabe- caracteriza su obra. Es evidente que un gran autor como Calderón u otro cualquiera necesita de libertad para serlo y -digamos- seguramente en este tipo de obras encontraba la manera de expresar sus opiniones y de dejar su impronta a los gobernantes, de influir en definitiva. Es claro que el Rey captaba el mensaje y, a la vez, no tenía por qué sentirse ofendido con los excesos de un emperador como Aureliano.

Porque en LA GRAN ZENOBIA se habla sobre la fugacidad del estatus alcanzado, del poder aunque también del sufrimiento, de manera que gloria y fracaso son -y, si no, pueden fácilmente serlo- estados provisionales que a menudo derivan uno en el otro sin apenas transición. En este sentido es advertido Aureliano al comienzo de la obra por el general Decio, que ya vino derrotado una vez de Palmira, y que insiste al emperador en que actúe con prudencia, en que no basta con disfrutar la gloria sino que hay que mercerla para conservarla. Aureliano, sin embargo, como otros personajes que traicionan a Zenobia en su reino, o como quienes ambicionan el poder en Roma, no hace intento alguno por controlar sus pasiones mundanas y se arroja a una guerra contra la reina Zenobia -no sólo mujer bella sino mandataria ejemplar y excelente general de sus ejércitos- que traerá consecuencias imprevisibles...

Así que, nada, de momento mejor suerte que otros años con las lecturas: dos de dos que he disfrutado como si fueran grandes narraciones, algo que no siempre ocurre en esto del teatro. Y aunque no sé si voy a leer FARSAS Y ÉGLOGAS (pues me he liado solito y no las pedí por pensar que no estaban editadas) aún me queda una relectura de LA CELESTINA -que espero poder hacer- y dos Shakespeares... en fin... dichoso soy.

miércoles, 11 de julio de 2012

El médico de su honra.


Pedro Calderón de la Barca, alrededor de 1635.
Ediciones Castalia, 2010.
226 páginas. Pvp, 10, 80 €.

(OLMEDOCLÁSICO, 2012.
Teatro Corsario.
24 de julio a las 22:30.
Corrala del Palacio.) 

Pues nada, al lío. El próximo viernes se sube el telón de la última edición de Olmedo Clásico. Estoy terminando ahora la lectura de La Gran Zenobia, de Calderón, una obra muy interesante ambientada muy lejos de la españa del XVII, y caracterizada por elementos épicos y cuestiones de honor en los que la gobernanza es sacada a la palestra desde la seguridad que a los autores de palacio daba la alegoría.

Sin embargo hoy voy a hablar de otra obra: un drama. EL MÉDICO DE SU HONRA es una obra histórica ambientada en el siglo XIV y que tiene, por tanto, bastantes cosas en común con LA GRAN ZENOBIA: además de estar ambientada en cierto contexto histórico hay que apuntar que este también se encuentra alejado de la sociedad contemporánea del dramaturgo. Estamos en tiempos del reinado de Pedro I (el cruel). Son también los tiempos de su hermanastro Enrique,  quien fuera Segundo o Trastámara en su posterior reinado, tras la que es considerada por muchos como Primera Guerra Civil Castellana y que terminó con el asesinato de Pedro I a manos del propio Enrique. Ambos son personajes del drama y aunque los hechos narrados son previos a la Guerra los espectadores de entonces veían la obra ya con la perspectiva histórica que debe considerarse como parte del juego que planteaba en escena Calderón.

En la edición  que he leído Don W. Cruickshank insiste en llamar a la obra tragedia, al modo de las viejos clásicos griegos. A mi, la verdad, me falta mito, me falta destino y aún me falta sangre, que hay poca: un asesinato -de una inocente- en toda la obra no es mucho, aunque el personaje asesinado sea fundamental, que no protagonista. Digamos que el protagonista es el asesino y su final más patético que trágico, un destino no muy cruel: don Gutierre se verá obligado a casarse con Leonor pues así lo dispone el Rey don Pedro. Si el introductor se decanta por llamar a la obra tragedia es gracias a que, después de todo, el término es amplio e, incluso, ambiguo. Pero vayamos situando al futuro lector.

EL MÉDICO DE SU HONRA es una obra didáctica. Como bien se nos explica en la introducción es, sobre todo, moralista y trata la necesidad que tienen las personas de guardar sus apariencias. En el caso que nos ocupa esta preocupación -excesiva- es motor de todas las acciones principales. Mencía, casada con don Gutierre, tuvo un pasado con el principe Enrique que, finalmente, no evolucionó en compromiso, pero que el propio Enrique se encarga de reavivar cuando años después se produce el encuentro entre ambos, al comienzo de la obra: Enrique cae violentamente del caballo cuando -junto al Rey y su séquito- viaja a la ciudad de Sevilla. Entonces el príncipe será atendido en casa de don Gutierre y se producirá el reencuentro con doña Mencía. Enrique buscará intimar con ella y ella no sólo no aceptará su propuesta sino que, además y en su empeño por mantener las apariencias,  tomará decisiones que tendrán el efecto contrario, pues harán sospechar a don Gutierre, lo cual será por su parte motivo suficiente para matarla: una vez se ha producido la sospecha en él puede surgir para cualquiera la apariencia de su deshonra, lo cual es -desde su punto de vista- algo de más importancia que si el engaño se produjera de hecho. Por eso es el médico de su honra: don Gutierre no trata de dilucidar si su mujer es o no culpable (si lo fuera y nadie se percatara no emplearía tanto esfuerzo en hallar una solución), don Gutierre trata de curar su honra, de mantener su honor intacto. En general todos los personajes -salvando quizá al bufón Coquín- están  demasiado preocupados por su honra, lo que crea un red de apariencias que hace a todos desconfiar de todos y -dando una vuelta de tuerca- mentir por seguir aparentando para protegerse del juicio de los demás, un jucio que no es conveniente casi nunca y que según el momento habrá quien prefiera verdadero o falso, de manera que se llega a esperpentos -véase doña Mencía- como tratar de aparentar la realidad.

A nadie puede sorprender a estas alturas la preocupación de Pedro Calderón de la Barca por lo que es estrictamente real y lo que es apariencia, sueño o imaginación. Por aquí conocemos bien dos de sus obras máximas: LA VIDA ES SUEÑO y EL GRAN TEATRO DEL MUNDO. Ambas, como es lógico, tienen que ver mucho con esta de la que hablamos hoy. Hay elemtos en común, la caída de don Enrique con la que se inicia la obra aquí recuerda a la de Rosaura -¡hipógrifo violento!- en La Vida Es Sueño, por ejemplo. Y, por ejemplo, el papel del gracioso aquí -Coquín- recuerda a los personajes de El Gran Teatro Del Mundo, que saben -cuando no pierden el rumbo- que están representando un papel, algo que es alegoría de la vida terrenal de la época y aún de la más cristiana de ahora: representación previa ante Dios, quien habrá de juzgar su acciones de cara a la eternidad o vida real. En fin, sin la necesidad de entrar en cuestiones de religión puede verse fácilmente el potencial estético y lírico de estas argumentaciones que en El Médico De Su Honra son traidas a un plano histórico y práctico, con lo que se parte de los mismos medios para explorar otros fines: la condición hipócrita del ser humano por cuanto que toma sus decisiones más por la opinión que de él se tenga desde afuera que por lo que trata de ser -se entiende que en conciencia-. Dada la importancia de la lírica en las obras del XVII Calderón lo viste todo de seda fina, fina y se sirve de la metáfora de la salud como elemento fundamental que va ya en el título.

Por resumir: primera toma de contacto con el teatro barroco este verano y, la verdad, satisfecho. Una obra que me ha divertido y que me ha parecido que toca un tema muy interesante, este de las apariencias con el que me viene un dicho tradicional a propósito de la mujer del César que en el caso presente bien podría tildarse de maldición... y, en fin, en La Gran Zenobia, obra ambientada en la época del Imperio Romano que estoy terminando tendremos oportunidad de desarrollar un poco más algunos de los temas que han aparecido hoy. Hasta entonces.







jueves, 14 de julio de 2011

El gran mercado del mundo.

Olmedo Clásico 2011.
Domingo 17 y martes 19 de julio. C.A.E. San Pedro.
17:30 horas.
Pie Izquierdo Teatro.


Autor, Calderón de la Barca, 1635.
Editorial, Cátedra, 1995.
158 páginas (junto a El Gran Teatro del Mundo)
Pvp, 7 €.

Auto sacramental tenemos, compañeros. Tenemos Calderón. Así que por un lado uno de los géneros literarios menos reconocidos y por otro uno de los autores más reputados del siglo diecisiete. El Gran Mercado del Mundo ha de ser uno de los últimos autos que trascendieron y, vaya, uno de los primeros pues podríamos decir que los autos son, sobre todo, en Calderón y gracias a Calderón. Tienen, por supuesto, una historia anterior y posterior: nacieron como celebración de la fiesta del Corpus Christi, como recreación en la Eucaristía, y fueron representados en la puerta de los Templos aquel significado día del año durante muchos. Voy un poco a tientas pero quizá un par de siglos antes ya existieran este tipo de representaciones en España. Y siguieron representándose después de Calderón, no tanto creándose nuevos autos, hasta que se prohibieron un siglo después. Que por qué: porque esto, decían las autoridades, no es serio, oiga.

No sólo no puede negarse el motivo religioso de este tipo de representaciones que se desarrollaban en un solo acto sino que hay que reconocer dicho motivo como fundamental. Sin él, sin esa razón, el género no hubiera existido. Pero si queremos saber qué es un auto sacramental hay que tener en cuenta también dos condiciones necesarias, y encantadoras desde mi punto de vista: el sentido alegórico de los textos, y el aparato escénico de las representaciones. Los espectadores de la época iban a ver, a la vez que lo hacían instituciones eclesiásticas y gubernativas, un espectáculo atractivo y sobrecogedor en la medida de lo posible. Se trataba de aleccionar a favor del catolicismo como respuesta a la Reforma luterana. Así que los personajes de estas representaciones eran simbólicos, conceptos que vestían ropas humanas y se veían obligados a comportarse de manera ciertamente humana. Los –digamos- guiones debían ser permisivos, flexibles, y la alegoría tenía una doble cara: por una lado el texto debía ser estricto por cuanto que la lección debía quedar clara y, por otro, muy libre para dar forma dramática a una escena poblada de personajes simbólicos: la riqueza, la pobreza, la lascivia, la inocencia, la soberbia, la templanza…

Es en Calderón donde el auto sacramental consigue su forma más reconocida. Con él el aparato escénico impresionaba gracias a efectos mecánicos y de luz y, por supuesto, el texto era algo más que sofisticado. Una obra como El Gran Teatro del Mundo puede hoy, casi cuatro siglos después, representarse con sentido y, aún, versionarse de mil maneras que mantuvieran parte del sentido de la época. Los hombres son llamados por El Mundo para que representen una obra para Dios, que tiene ganas de fiesta. Los papeles son conceptos  que trata la Iglesia en sus sermones (el rico, el pobre, el Rey, la belleza…) y después de haber representado serán premiados o castigados por Dios. Pero piénsese en lo fácil que es trasladar el argumento a preocupaciones más profanas o filosóficas (o plásticas incluso), sobre todo teniendo en cuenta la que para mi es frase fundamental de la obra, pronunciada por Dios: toda la vida humana representación es. Y, ya saben, la vida es sueño… en fin, a uno le da por pensar en el Calderón filosófico y enseguida se da cuenta de que está ante uno de los literatos mas interesantes e importantes de las letras hispanas.

En El Gran Mercado Del Mundo El Buen Genio y El Mal Genio, hijos del Padre de Familia, y representantes de caracteres contrapuestos de los hombres, competirán por conseguir a La Gracia. En este jueves (feriado) ambos acudirán al mercado, acompañados por La Inocencia (gracioso) y La Malicia, según cada cual, y una vez en él comprarán o no a La Fe, a la Herejía, La Soberbia, La humildad, El Desengaño, La Hermosura dependiendo de qué se les ofrezca y de cómo. Según los regalos que lleven después al Padre de Familia para ofrecer a La Gracia la compañía de esta será o no concedida, por supuesto de acuerdo a las premisas de humildad y austeridad católicas. La música y los coros se presentan como parte importante del montaje. Las caracterizaciones humanas, la bella lírica calderoniana, la plástica del disfraz… todos estos elementos se combinan en espectáculo d apenas una hora de duración (1600 versos) que en Olmedo vamos a ver en una versión familiar (para todos los públicos) de mano de la compañía Pie Izquierdo Teatro. Comentaré aquí mismo dentro de unos días.

Mañana comienza el festival. Tan sólo siento la necesidad de reseñar ya La Almenas de Toro (quizá durante el fin de semana), de Lope de Vega, pero primero he de leer la obra. Puede que también me anime a decir algo sobre Macbeth, lo que pasa es que tampoco la he leído. Ya vamos viendo porque pienso que algo habré de decir de la que es, junto a Macbeth, la obra más importante que va a ponerse este año sobre las tablas olmedanas: El Caballero de Olmedo, aunque puede que me limite a recuperar algo que debí de dejar por ahí en otra ocasión. Salud y buenos alimentos.

martes, 8 de junio de 2010

Y LA VIDA ES SUEÑO II

LA ESPIRAL CAPRICHOSA, de Paqui S. Caro.

Bueno, finalmente he vuelto al antiguo editor de texto porque el nuevo falla más que una escopeta de feria, pero, claro, digo yo que las escopetas de feria fallan con un sentido que en el caso que me ocupa no entiendo. Lo cierto es que me cansé de no aclararme y conocido esto me dije que buena gana de aquello.

Termino con LA VIDA ES SUEÑO casi sin haber empezado, apenas añadiendo un pequeño apunte, porque he estado releyendo lo que escribiera este verano y me parece suficiente. Lo que desde la distancia (esta vez ni siquiera he abierto el libro) veo es una fábula sobre la libertad, de una manera parecida al MITO DE LA CAVERNA que Platón nos muestra en el diálogo que Sócrates y el sofista Glaucón mantienen en el libro VII de LA REPÚBLICA. Supongo que ya saben de que va la cosa:

Sócrates está tratando de explicar a Glaucón en qué consiste el conocimiento y lo hace a través de una estupenda metáfora, esta es: unos hombres atados en el interior de una cueva mantienen como único contacto con la realidad la visión de las sombras que sobre la pared a la que miran se producen. Estas sombras vienen proyectadas por la luz de un fuego y las figuras que pasean por una pasarela, afuera, en el mundo, ambas cosas a la espalda de estos hombres, a propósito de los que se pregunta: ¿conocen la realidad? ¿Son libres? La respuesta lógica es que no y, sin embargo, desde la suposición de que nacieran y crecieran allí, es decir, de que no hubieran vivido otra realidad más que esa también podría decirse que sí. Porque en ese caso la libertad consiste, para ellos, en estar atados mirando a la pared y el conocimiento de la realidad que tienen se produce de la mano de las sombras que pasean delante de sus narices. Y, entonces, ¿cómo convencer a estas personas de que hay algo más allá, de que el verdadero conocimiento necesita de la liberación de sus cadenas? La respuesta es la educación.

Pues bien, fijémonos brevemente en Segismundo: prácticamente se puede decir que nació en la torre, en la oscuridad, y el único conocimiento que tiene de la vida exterior es el de la educación básica (e inútil por no poder ser aplicada) que Clotaldo le da: está en una cueva viendo sombras pasar, aunque se diferencia de los hombres del mito en que la educación necesaria para el exterior es previa, y en que sabe que hay un exterior. Cuando sale para vivir la vida que, en realidad, le corresponde resulta cegado por los acontecimientos igual que los cavernícolas que salen al exterior a conocer son cegados por la luz del sol. Cuando, devuelto a la torre, se pregunta por la posibilidad de aquello otro que viviera como real para reafirmarse en que no fue más que un sueño entiendo que Calderón está realizando una metáfora de la educación: Segismundo es un maleducado porque, sobrepasado por los hechos, no es capaz de aplicar la (pobre) educación recibida a una vida demasiado diferente de la que conoce en la torre. Le faltan datos que se le han ocultado sobre la realidad y que, además, le atañen.

Cuando Sócrates le pregunta a Glaucón si éste cree que una vez que los hombres desatados conozcan la vida mundana desearán volver a la caverna el sofista reconoce que no. Pues bien, aún no habiendo dado la talla Segismundo en palacio no es capaz de asimilar que ambos mundos, oscuridad y luz, puedan ser simultáneos en él y, condicionado, resuelve que el de palacio fue un mundo inventado por su imaginación o, más concretamente, un sueño. Como aún volverá, liberado, una segunda vez a palacio le será imposible ya el regreso a la torre: aprovechará para portarse bien, querrá, deberá, quedarse para siempre en el mundo que, como creyera ya en algunos momentos, le pertenecía: por eso debe ganar la batalla con su padre, el Rey, y por eso habrá de comportarse a partir del momento como un hombre que ha despertado a la educación y al conocimiento, por encima de supersticiones como la que le hicieran encerrar en la torre desde pequeño. Esto y otras cosas sobre las que no me encuentro preparado para hablar son, para mi, LA VIDA ES SUEÑO, de Calderón de la Barca.

La Vida es Sueño para Olmedoclásico, 1.
La Vida es Sueño para Olmedoclásico, 2.
La Vida es Sueño I.

miércoles, 10 de marzo de 2010

PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA

¡¡¡(No sé de quién es esta obra ni cómo se titula, pero me gustaría saberlo)!!!

Pedro Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600 en Madrid. Hijo de padre hidalgo, escribano en la Hacienda del Rey, estudió con jesuítas y acabó sus estudios primero en Alcalá, en 1614, y luego en Salamanca, en 1620. Fue, por tanto, una persona de formación vasta que le influyó en las ideas filosóficas y estéticas de sus obras. AMOR, HONOR Y PODER es su primer texto teatral conocido.

Aunque contó con los elogios del que fue -y parece que será siempre- el más reputado dramaturgo de la época, Lope de Vega, ocurrió que precisamente en el momento del estreno de EL PRÍNCIPE CONSTANTE (1929), una de sus primeras obras de calidad reconocida, se produjo la ruptura, de la que no se sabe gran cosa, entre los dos mejores autores dramáticos del siglo de oro. Por aquel entonces ya estaban escritas, por ejemplo, EL SITIO DE BREDA y LA DAMA DUENDE.

Fue después de su éxito en las corralas cuando empezó a trabajar para La Corte, y fue entonces cuando lo nombraron Caballero de La Orden De Santiago (quizá algún día haga una entrada sobre lo que estos títulos, por los que tantos suspiraron, suponían entonces), entre 1635 y 1637, que debió coincidir con otra de sus más aclamadas obras: EL ALCALDE DE ZALAMEA. Además, ya había escrito el famoso auto sacramental EL GRAN TEATRO DEL MUNDO. También en 1636 publica dos volúmenes de doce comedias cada uno, entre los que se encuentra LA VIDA ES SUEÑO, su obra cumbre y, de hecho, una de las más importantes de la literatura en español.

Otras obras culminan la que vendría a ser su primera época, hasta 1640, en la que las comedias (o tragedias o autos) vienen marcadas por dos caracteres fundamentales (Guillermo Serés): la incertidumbre que en los personajes se crea entre realidad y sueño es la primera; la cuestión del honor es la otra. Bien, tan sólo ahondando un poquito uno se da cuenta de que ambas confluyen en un punto que es el yo, que es el alma: igual en todos por cuanto que no depende de un estatus social previo si no del esfuerzo, de manera que cada cual debe ser juzgado por lo que hace o, lo que es lo mismo, cada cual es sólo lo que hace. Para ello se hace necesario, sin embargo, solventar la cuestión existencial y, llegados a este punto proteger, para ejercerla, la libertad que se nos ha dado como personas, seres con alma. No se me tome al pie de la letra todo lo que pongo pues cuando cojo carrerilla me paso al Serés y al Rico y a quien haga falta: téngase en cuenta que todos los temas que trato son fundamentales en las obras de la primera época calderoniana y ya está. Es suficiente según me parece.

Su segunda época viene caracterizada por el hincapié que pone en la plástica de la dramaturgia, cuestión que nunca ha dejado de lado, hecho que perfectamente puede contrastarse en obras como EL GRAN TEATRO DEL MUNDO o LA VIDA ES SUEÑO, obras que se caracterizan por el aparato escénico. Pero se puede decir que a partir de 1949, licenciado por cuestiones de salud tras las campañas de Fuenterrabía y Cataluña contra los franceses, su vida da un giro al menos en un par de sentidos: como pasa a vivir en Toledo es allí, dos años después, ordenado sacerdote, así que tenemos al señor Calderón (autor de comedias) al plato y a las tajadas, lo que no sienta bien en determinados medios eclesiásticos. Será nombrado capellán también en Toledo y desde entonces dedicará su obra dramática sólo a los autos sacramentales, manera que encuentra de compaginar sus oficios. Estamos entre 1651 y 1653.

Habría que decir que esta segunda época es la de las obras menos conocidas y, sin embargo, parece que más sofisticadas, al menos en lo que a la escenografía y la plástica en general se refiere. En estas representaciones ya no se hacen necesarios ni nudos ni desarrollos ni desenlaces: Pedro Calderón de la Barca se recrea en cuestiones religiosas (eucaristía) o mitológicas (laicismo) sin la necesidad de una trama que mantenga la atención del espectador. Hay que tener en cuenta también que el público de esta época era devoto o cortesano y, a menudo, las dos cosas a la vez. De esta época cabría destacar LOS ENCANTOS DE LA CULPA (1649), A MARÍA EL CORAZÓN (1664) y SUEÑOS HAY QUE DE VERDAD SON (1670). Filosofía (mucha religión), plástica y un lenguaje fino y expresivo como el de muy pocos son característicos de uno de los mejores autores dramáticos de nuestras letras. Pedro Calderón de la Barca murió en Madrid en 1681, un año después de escribir su última obra: HADO y DIVISA DE LEÓNIDO Y MARFISA.

jueves, 18 de febrero de 2010

LA VIDA ES SUEÑO I


SEGISMUNDO ENCADENADO, de Salvador Dalí.

Bueno, de entre las cosas que no me esperaba está el nuevo procesador de texto de Bloguer. Se agradece, la verdad, a ver si a partir de ahora puedo evitar perder el tiempo en correcciones que no se concretan.

Empiezo con el que va a ser quinto título de nuestra selección, este clásico de las tablas doradas que cuenta con la particularidad de ser un buen libro: uno puede leer LA VIDA ES SUEÑO como quien lee una novela o un poemario, a pesar de estar pensada para su desarrollo en escena, lugar donde, sin duda, este clásico gana la mayor parte de sus enteros.

En lo que a mi respecta es de particular interés en cuanto a la palpable ambigüedad del personaje principal y que, estoy seguro, me está ayudando a comprenderme en algo. La historia de un príncipe, heredero de la Corona, que es encerrado en una torre desde su mismo nacimiento y por culpa de feos augurios del cielo que el padre interpretara. Segismundo, uno de los personajes fundamentales del imaginario literario de las letras hispánicas, será un humano salvaje o una bestia humanizada dependiendo del momento de la obra y del espacio que esté ocupando, se verá real o imagen onírica según la circunstancia, hombre libre o marioneta...

LA VIDA ES SUEÑO es una obra universal porque amor, vida, muerte, honra, sueño y realidad la protagonizan, estereotipos que están por encima de la humanidad concreta de los personajes con trazas psicológicas. Como esta obra se ha comentado a propósito del último festival OLMEDOCLÁSICO no voy a insistir mucho en ella, y lo pasaré en pocos días a la selección de libros. En marzo le ha de tocar el turno a FLOR DE LEYENDAS, obra a menudo considerada infantil y por la que apuesto también como lectura de adultos. Ya vamos viendo.

lunes, 14 de diciembre de 2009

_____RINCONES VII_____


_____________

Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos;
y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte la muerte, ¡desdicha fuerte!:
¿que hay quien intenta reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida?, un frenesí;
¿qué es la vida?, una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


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Pedro Calderón de la Barca

Final de la segunda jornada.
LA VIDA ES SUEÑO.

sábado, 25 de julio de 2009

La dama duende.

Aún con la sensación de prodigio rondando un espacio que es común al mío me veo afuera. Y he pensado que voy a entrar, que quiero ser parte de la comedia de esta noche y de las del resto de las noches. Es fácil entrar a formar parte de la escena cuando se te llama tan persuasivamente. Ayer pude formar parte de la función LA VIDA ES SUEÑO y, sin embargo, nadie me vio. Tampoco me notarón Rosaura o Clarín acariciándoles las manos, no pudo darse cuenta Segismundo de que lo envolvía en humo que soy, falso como todos los personajes, de que estaba con él cuando soñaba, fantástico como toda la obra. Una obra fantástica que anoche la compañía aliñó con toques extemporáneos o atemporáneos o fuera de todas las temporadas (menos la de El Corte Inglés, que es como Dios) o como se tenga que decir, acentuando su carácter de prodigio, de extraordinario. Escenografía y vestuario acordes. Sonido y luces necesarios, justos cumplidores de su labor. Y gran interpretación, a nivel individual la mayoría de los principales y, sobre todo, a nivel de conjunto, cuando se pudo ver lo mejor de la obra o su plástica. La sensación de prodigio me dura hoy por la mañana y mezclándose con mi espacio sigo viendome aún dentro de LA VIDA ES SUEÑO. Pero hoy toca capa y espada. Voy tomando carrerilla.

Capa y espada es un género de la época como en el cine contemporáneo lo han sido los westerns o las comedias románticas. El enredo, los galanes, las damas, líos, picardías y, por supuesto, espadas no faltan en él. Lo caracterizan desde Lope de Vega y Calderón tomó buena nota de ello. En su primera época, aún sin hacer su teatro más reconocido, filósofico y de mucho aparato escénico, la comedia de capa espada protagonizaba su producción. LA DAMA DUENDE es, en este sentido, claro ejemplo.

No puedo mentir ni desdecirme tan pronto de lo que dijera por aquí hace unos días, cuando presentaba LA VIUDA VALENCIANA. Aunque los textos dramáticos no se han escrito con el fin principal de ser leídos hay algunos en los que cabe experimentar su lectura tanto como su espectación (si no existe esta palabra ya la pueden ir inventando). En ningún caso, sin embargo, me parece que pueda ser éste el caso de las comedias de capa y espada, aburridas en su lectura. Pero luego están los directores, y están los actores. LA VIUDA VALENCIANA es uno de los textos que más me han aburrido y es también, por el momento, lo mejor de este festival cuyo final se viene acercando peligrosamente por esta vez también. Ocurre cada año. Pienso en la obra del lunes y lo primero que se me viene a la cabeza es limpieza. En el verso y en los movimientos, en un escenario que a mi no me parecio recargado ni me estorbó y en una trama que, entonces sí, entretuvo e hizo reír al público.

LA DAMA DUENDE debe recordar a la viuda en muchas cosas: doña Ángela es manipuladora como Leonarda, ella no deja que su pretendiente don Manuel la conozca, y resulta reconocible el mismo aire erótico que, todo hay que decirlo, resulta menos pícaro que el de Lope. Un pasaje secreto que permite una alacena que, sola, separa las habitaciones de los protagonistas y a jugar. Unas vueltecitas de tuerca y a ver si se desenvuelven tan bien como los valencianos. ¿Se nota mucho que no la he leído?

viernes, 24 de julio de 2009

La vida es sueño II

6. La vida es sueño, de Calderón de la Barca (Parte 2).

Pies sobre suelo firme, trasero acorde con el resto de mi no, me mezclo con la silla sobre la que se recuestan cuantos son y a penas logro pulsar las letras rígidas del teclado, conectar mis dedos frágiles con cada cosa real (qué cachondo). Yo también soy fiera. Y humano. Traslado a la pantalla palabras con el objetivo principal de decir y esto entiendo que lo vengo logrando. Tengo la esperanza, también, de comunicarme: ¿Hay alguien ahí o estoy soñando? O, quizás, tú. Puede que tú dormido, con los ojos abiertos y buscando qué: ¿Has pensado, lector, en la posibilidad de que todo esto sea mentira: de que yo no haya leído ninguna de las obras que comento, de que me esté inventando cuanto largo? ¿Has pensado que quizá hayas realizado, gracias a la malicia propia de mi, comentarios ridículos, puede que pretendidamente pedantes, con alguno de tus amigos, de tus crédulas amigas? Ve pensándolo, porque quizá esto no sea más que un juego. Lo mismo un sueño.

La primera vez que vemos a Segismundo en Palacio ha de ser la segunda que está en toda su vida. Los años transcurridos entre su nacimiento y el encuentro con todo cuanto, en realidad, le pertenece los ha pasado, haciéndose algo muy parecido a un hombre, en la torre que es su prisión y su casa. Clotaldo, consejero del monarca, habrá sido su cuidador, su preceptor, le habrá dado una educación básica, mínima. Por aquí pasan cosas raras, ya lo dije en el otro comentario, escrito, en realidad, un par de días antes que este que, por misterios de la informática (que ni es una ciencia ni un arte), no lleva colgado desde el lunes 20. Digo que cuando Clotaldo descubre a Rosaura (aún vestida de tipo) y Clarín se ve obligado a ajusticiarlos (Puntuo como quiero). Lo que equivale, exactamente, a ajusticiarlos, aún a pesar de saber ya desde el principio que el hombre Rosaura es su hijo, gracias a la espada que lleva consigo para, según explica, vengar un agravio que se le hizo.

En Palacio pasan cosas de Palacio. Hasta que llega Segismundo, claro, cuando empiezan a pasar cosas del monte. Rosaura y Clarín, el acompañante gracioso, habrán salvado la vida porque ya no importa que vieran el secreto del príncipe monstruo: su padre, el rey Basilio, le está dando la oportunidad de contradecir los presagios del cielo. Los cielos presagiaban sangre si Segismundo. Así que, cuando Segismundo, sangre. En el tiempo en que está despierto en Palacio, falta al respeto a su padre el Rey, al que acusa por su encierro, se muestra arrogante con Estrella y Astolfo y, entre otras cosas, arroja por la ventana a un criado que decía que no se podía hacer tal cosa: Díjome, le explica a su padre, que no podía hacerse y gané la apuesta. Hela aquí: sangre, como auguraban los cielos. Segismundo será, de nuevo, narcotizado y devuelto a la torre de forma que se figure que todo fuera un sueño. Pero es advertido por Clotaldo: aún en sueños nada se pierde por hacer el bien (Y sólo le falta añadir: capullo). Y llegados a este punto pensemos. Sin cansarnos, a ser posible:

Estamos al final de la segunda jornada, el pobre Segismundo está de nuevo encerrado después de que se vio en Palacio y siendo príncipe, teniendo mando, poderoso. Piensa, como previó su padre en caso de que su hijo no quitara razón a los presagios astrológicos, que todo ha sido un sueño y que su vida, en verdad, no consiste en nada más allá de vivir preso, envuelto en pieles, prácticamente salvaje. ¿Se da cuenta del panorama, lector? Lo que está ocurriendo en este drama pertenece al género fantástico, lo que ocurre a Segismundo no puede ser más que sueño concreto: pesadilla. La ambigüedad que se crea es artificio espectacular que llama poderosamente la atención. Si la vida que su padre le pretende real fuera rutinaria al lector o espectador de la obra no le sorprendería tanto y, además, le resultaría poco creíble. Pero se da la circunstancia de que, como dice Francisco Rico (siempre Rico, siempre Rico...), lo que Calderón crea es una fábula: ficción sobre la ficción que de por sí suponía el tablado del siglo XVII. Así que los versos famosos (Qué es la vida...) del final de la segunda jornada están cargados de sentido, y también de sentidos, cruce de direcciones en los que vida y sueño lo mismo son como que no, como la misma cosa, como distinta. Es un juego. Y uno se aburre si se queda mirándolo como un pasmarote: hay que jugar, cada uno en su butaca, imaginar, dejarse seducir por la cosas que no son: el otro día me miré en el espejo y casi me veo. O lo mismo lo imaginé.

Rosaura, que es mujer, encuentra al hombre que la deshonró, al que buscaba: Astolfo. Este la reconoce cuando ella sirve a Estrella, después de ser perdonada de saber cosas que no deben saberse. Ella y Clarín, que no habrá tenido mucha suerte en el discurrir de los últimos acontecimientos, pues ahora se ve encerrado con Segismundo. Los hechos se precipitan a partir del momento en el que unos soldados liberan al príncipe, al que reclaman como sucesor y, ya metidos en harina, como rey desde el momento en que ganen una batalla que es guerra declarada y que da comienzo enseguida. Efectivamente Basilio pierde en la contienda el trono y su poder, pero a la nueva entrada de Segismundo a Palacio éste será ya bien otro: obrará bien aún en sueños, como Clotaldo le indicara. No sólo perdona la vida a su padre si no que ofrece la suya como es de justicia (por traición al rey), obliga a Astolfo a casarse con Rosaura, a quien deshonró, y esta es descubierta como hija de Clotaldo. Y, aún, manda ajusticiar al soldado que se levantó en armas contra el rey, el soldado que protagonizara el levantamiento y su liberación de la torre.

Leyendo estos finales casi siempre me huele un poco a chamusquina, en el sentido de que es fácil empezar a sacar conclusiones éticas, políticas y religiosas que Calderón quisiera apuntar. Me ha gustado, sin embargo, más la introducción de Francisco Rico que la que hacen, por ejemplo, Ciriaco Morón y Guillermo Serés, en la misma onda. No es que se contradigan con Rico pero este centra su interpretación en lo maravilloso del artefacto que Calderón pone a la vista del espectador, y deja la posibilidad de interpretaciones más sesudas en un segundo plano. Entiendo, así, que este tipo de estudios, a mayores, restan fuerza a la estética primordial de LA VIDA ES SUEÑO, que pone sobre las tablas una serie de acontecimientos que suceden a prisa y, a menudo, con violencia ya desde el mismo principio, desde la esencia de los personajes principales: el príncipe monstruo deheredado, la mujar deshonrada y de padre desconocido que se ve obligada a disfrazarse de hombre, el rey científico que descuida su gobierno, el padre de Rosaura que se ve obligado a a tomar parte entre su Rey y su hija... Una atmósfera extraña rodea a unos personajes aún más extraños....

En fin, que, como siempre me pasa, me he alargado y me he quedado sin contar muchas cosas (Por cierto, 1635 o por ahí). Espero, de todas formas, que sea suficiente para sentarse a la butaca aún con más ganas de las que ya se tendrían. Busco una edición que recomendar en la que necesito que salga el Rico y que, de momento, no sólo no he encontrado si no que, además, casi no he buscado. Busco también la manera de evitar accidentes como el sufrido esta semana: este artículo lleva escrito cinco días y hubiera puesta la mano en el fuego por porfiar que andaba publicado. Como no me quemo...

sábado, 18 de julio de 2009

La vida es sueño I



Tan sólo una pequeña introducción en lo que a mi se refiere. Aún más: una penetración. Primero me meto y luego doy brazadas. Es capacidad de quien es forma sin materia. Anoche permanecí agarrado a un asiento, encaramado para descansar tras una travesía incierta que me llevó hasta el salón de San Pedro en esta villa que recorro como quien nada en el aire para saber de memoria, como quien vuela en la nada: en el escenario la Compañía Nacional representó ¿DE CUÁNDO ACÁ NOS VINO?, una comedia larga de Lope de Vega, de las que no he comentado. Quedé contento pero un poco más satisfecho de la cuenta. Veinte minutos menos, una vuelta menos de tuerca a un enredo que podría estirarse hasta el infinito me hubiera dejado de buen humor. La risa se gasta también. Salí del centro de artes escénicas con la sensación de que la compañía nacional no podía hacer mucho más por la obra, con la idea firme de que en otras manos este ¿DE CUÁNDO ACÁ NOS VINO? no se lo come ni los críticos de nuestros principales diarios, a los que leí el año pasado casi dos veces y por poco fue que no me salió un estómago. Juro que noté un leve cosquilleo en alguna parte de mi nada. Quizá ilusión o pura mentira, prodigio. Pero vivido como si fuera de verdad, oiga.

Me veo penetrado. No yo con algo dentro si no yo dentro de algo: LA VIDA ES SUEÑO es una historia fantástica, que uno lee o ve sobre el escenario si está dispuesto a soñar despierto porque, en caso contrario, ve otra cosa, que yo creo que es lo que les pasa a algunos especialistos (esto no se puede decir). Todo en la que parece que es la obra cumbre de Pedro Calderón de la Barca es confuso. Desde las mujeres que son hombres, hasta los hombres que son bestias, pasando por caballos que se presentan como mosntruos, padres que reniegan de su condición, reyes que miran al cielo y descuidan su gobierno y algún que otro etcétera que debe reducir, lector, al singular si no se quiere hacer un lío... Qué despropósito, parezco un crítico que trata de rellenar su columna a toda velocidad.

Los sufrimientos primeros del príncipe Segismundo (digo yo que no hará falta resumir el argumento, ¿no?), los que captamos al dar comienzo la representación, al empezar a leer el libro (a lo que vamos) corresponden a los de un ser humano que ha sido privado de su esencia primera, la libertad, y que dificilmente puede ser considerado, dada su situación de asocial y acultural, humano. Encerrado en la torre, sin embargo, ha de ser tenido por tal porque en sus quejas está su capacidad, su potencial, la misma esencia. Así que el camino se nos presenta en este sentido llanito: desde dónde y hacia qué lugar. Se sabe que Segismundo fue allí encerrado desde que naciera por órdenes que respondieron a feos augurios que en el cielo interpretara el padre, rey, Basilio, corroborados tan desde el principio por la muerte de la madre en el parto. Es esa condición de humano privado de humanidad lo que posibilita en el protagonista de LA VIDA ES SUEÑO la categoría máxima de personaje irreal. Es sólo el punto de partida.

El juego comienza con Rosaura también, a lomos de su hipógrifo violento, como violenta es ella, sin honra y disfrazada de hombre por tener que cumplir con la venganza que le devuelva la honra, y como violento es el encuentro, presto, con el príncipe bestia, que trata de aplicar violencia extrema, matar a quienes usurpan su espacio: el criado Clarín, que acompaña a la mujer hombre, también.

Así que nos encontramos con cierto halo fantástico que envuleve la obra desde el principio y que es cualidad principal a partir de la cual la trama ha de desarrollarse. La educación y la justicia son los dos valores que, de buenas a primeras, se me ocurre destacar, aunque veo muy presente aquel OBRA BIEN QUE DIOS ES DIOS de EL GRAN TEATRO DEL MUNDO y que, como veremos, resulta premisa fundamental en el desarrollo de LA VIDA ES SUEÑO, que ya comento otro rato.