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lunes, 18 de marzo de 2013

A sangre y fuego.

Manuel Chaves Nogales, 1937.
Libros del Asteroide, 2011.

296 páginas.
Pvp 17, 95 €.

Creo que no esperaba menos porque esperaba algo realmente bueno. Seguramente no sabía qué iba a leer exactamente y en ese sentido este libro de relatos de La Guerra Civil me ha sorprendido y aún ha sobrepasado mis expectativas. Una palabra ha acudido constantemente a mi cabeza mientras leía estas historias de héroes, bestias y mártires de España: humanismo. Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897 - Londres, 1944) hace un ejercicio de ecuanimidad que se echa de menos en muchos reputados y afamados periodistas de 2013 cuando escriben o hablan sobre aquellos años, y cuyo atrincheramiento de hoy sobrecoge cuando uno tiene la oportunidad de leer a un periodista coetáneo de los hechos terribles y vergonzosos de nuestra guerra civil.

A Sangre Y Fuego está compuesto por nueve relatos de ficción cuyo realismo los hace desgarradores y que están escritos, según cuenta la introductora María Isabel Cintas, en 1936, entre los últimos días que el escritor pasó en España y los primeros que estuvo en el exilio, francés al principio. Estas historias deben de estar escritas a partir de vivencias propias en España y es por eso que tienen el sabor -amargo- de lo inmediato, del matiz de quien sabe de qué habla y que ahonda en la curiosidad y la paradoja, tan crueles aquellos días de guerra.

Otro de los valores principales de la obra es su templanza, lo cual es cuestion de mérito precisamente dada la cercanía de lo retratado pero, sobre todo, es eficaz, el mejor tono posible porque deja que los hechos se presenten crudos. No hablo de frialdad ni de relato analítico, hablo de la comprensión que Chaves Nogales hace de los personajes, de los milicianos heróicos y de los sindicalistas vengativos, de los fascistas convencidos y de los burgueses que se vieron defendiendo sus vidas y las de sus familias. Comprende las motivaciones de cada uno y a ninguno justifica en sus acciones, eso es lo dramático de estos relatos, que en ellos se mezclan necesidad y tropelía.

Y, por supuesto, íntimamente unido a su templanza va el estilo narrativo, directo y descriptivo a partes iguales, detallista pero libre de ornamentos, digamos que limpio y clarificador, cualidades que para mi trascienden al periodista y lo colocan a la altura de los buenos literatos. Para muestra dejo algunos pasajes que sirvan para completar esta entrada, la que concierne a un libro que varios días después de acabado aún me tiene boquiabierto.





En el original.


(1). De Y a lo lejos, una lucecita.

Muerto de sueño volvió Pedro al cuartelillo para cenar y echarse a dormir hasta el alba. Ocupaba el cuartelillo la planta baja de un soberbio palacio en el que, bajo el control de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), se había instalado un ateneo libertario con sus cocinas populares y su cuerpo de guardia, que, no se sabe por qué, son las piezas fundamentales en todo ateneo anarquista. Los vastos salones de palacio, cubiertos de ricos tapices, servían ahora de albergue a una oscura masa de familias aldeanas fugitivas de los pueblos invadidos por las tropas rebeldes. Sobre las gruesas alfombras de nudo habían colocado sus sucios petates, sus cacharros de cocina, sus enjalmas y aperos, y allí hacían su vida disparatada de tribu trashumante acampada después de atravesar el desierto de la guerra en un fantástico oasis de las mil y una noches en el que había arañas monumentales, viejos relojes de bronce y doradas cornucopias, pero no había un rinconcito donde encender un buen fuego de retamas o un braserillo, ni un regato donde lavar la ropa. Estupefactas, sin atreverse a nada, con el pañuelo negro sobre la cabeza y los brazos sarmentosos cruzados sobre el vientre, aquellas mujerucas aldeanas se pasaban las horas muertas plantadas en medio de los salones mientras los niños lloriqueaban y se orinaban en las alfombras con gran envidia de sus madres, que de buena gana lo harían también si se atreviesen. Los milicianos anarquistas que las habían llevado a aquel palacio cumpliendo así un acto típicamente revolucionario, las arreaban de un lado para otro con malos modales y empezaban a pensar que aquellas mujeres estarían mejor y más a su gusto en el patio de una posada que en el salón de un palacio. Pero la revolución tiene sus inevitables puerilidades.


 
(2) De La gesta de los caballistas.

(...) Cuando no quedó un ser vivo en el á,bito de la plaza y los caballistas que se habían salvado estuvieron atrincherados y en condiciones de impedir momentáneamente cualquier intento de asalto a la casa del ayuntamiento, vieron que del bizarro escuadrón sólo quedaban dos decenas de hombres válidos y ocho o diez heridos. Los demás habían muerto o andaban huidos por el campo. Refugiadas en los sótanos del caserón, encontraron los fugitivos a cinco o seis mujeres y ocho o diez chiquillos que se encontraban dentro al hacer su irrupción los caballistas y que quedaron en rehenes al ser arrollados y expulsados los rojos. Estos seguían disparando, pero ya los hombres del marqués estaban a cubierto. La casa del ayuntamiento era sólida, estaba aislada y podía intentarse la resistencia durante algunas horas. Se improvisaon parapetos y troneras, se distribuyeron estratégicamente los hombres y se pudo hacer frente a la situación con cierta esperanza. Si podían resistir dos o tres horas, darían tiempo a que llegasen los moros y el Tercio, que los salvarían.

Los rojos, que seguramente lo comprendían así, arreciaban en el ataque. Pronto advirtieron los caballistas que un asalto en toda regla a su improvisado reducto se estaba preparando. Hubo unos minutos de aterradora calma. Aquella pausa sirvió para que los rojos hiciesen a los sitiados una intimación formal a que se rindiesen. El señorito Rafael oyó que le llamaban por su nombre desde el interior de una casa inmediata a la del ayuntamiento. Pegado al muro junto a una ventana convertida en aspillera, contestó:

- Aquí está Rafael. ¿Quién le llama?
- Soy yo, Julián el Maestrito, quien le habla -replicaron del otro lado.
- ¿Qué quieres?
- Que convenzas a tu gente de que debe rendirse.
- ¿Te has olvidado de quién soy yo y de cuál es mi casta? ¿Mo me llamaste siempre "eñ señorito"? Un señorito no se rinde.
- ¡Cochinos señoritos! Ya podéis rendiros si no queréis morir todos como perros. Se han cabado los señoritos.
- Antes os rendiréis vovotros, cobardes. No tardarán dos horas en venir en nuestro auxilio las tropas de Sevilla. Huid pronto si no queréis que os machaquen.
- En dos horas nuestros dinamiteros volarán la casa con todos vosotros dentro.
- Volarán también las mujeres y los niños que hemos cogido aquí.
- Pegaremos fuego al edificio y cuando salgáis huyendo de la quema os cazaremos a tiros.
- Llevaremos por delante a vuestras mujeres y a vuestros hijos para que nos sirvan de parapetos.

Hubo un momento de terrible silencio. Los dos hombres sintieron miedo de sus propias palabras.

- Tú no harás eso, Rafael. No tienes corazón para hacer esa infamia -dijo al cabo de un rato el Maestrito.
- Ni tú volarás la casa con dinamita, Julián -afirmó Rafael.
- ¿Todo está dicho entonces?
- Todo está dicho.



(3) De Los guerreros marroquíes.

- Paisa, por Dios Grande, no tirar. Yo estar rojo.

Con los brazos en alto, las manos abiertas, una pierna tinta en sangre y las verdes pupilas dilatadas por el espanto, Mohamed se rendía. Había arrojado el fusil al suelo en señal de sumisión y, colocado delante del peñasco tras el que estuvo defendiéndose, esperaba a que fuesen a capturarle. Los rojos, venteando una añagaza del moro, no se decidían a salir a cuerpo limpio y seguían tiroteándole desde los lugares protegidos en que se habían atrincherado para cercarle. De vez en cuando, el chasquido de una bala arrancaba una una lasca al peñasco donde destacaba la silueta estirada de Mohamed, cada vez más maravillado de que después de tanto tirarle no le hubiesen dado todavía.

- No tirar -gritaba con voz angustiada-. Yo estar rojo; yo estar república.

Los rojos, desde su sus parapetos, seguían tirando al balnco sobre él. Pero no le daban. Mohamed, estupefacto al ver que las balas pasaban junto a su cabeza sin herirle, empezó a sentir cierto desprecio por aquellos torpes tiradores. Estaba seguro de que él no hubiese marrado al primer golpe. Y tan desdeñoso concepto formó de ellos, que pensó en coger otra vez el fusil y seguir luchando, seguro de vencer a tan incapaces guerreros. Uno de ellos pareció decidirse al fin a echar el cuerpo fuera del parapeto.

- ¡Ríndete!- le repetían.

Mohamed, que se había rendido hacía mucho tiempo, no se explicaba aquel miedo y aquellas precauciones excesivas de cuatro hombres armados contra uno solo, herido e inerme. Cuando vio en torno a él a los cuatro milicianos, que todavía no osaban acercársele, y consideró la menguada estatura que tenían y las viejas escopetas de que estaban armados, sintió por ellos un infinito desprecio desde el fondo de su alma de guerreo africano y, olvidándose de su pierna inútil, atravesada ya por un balazo, se resolvió a emprender de nuevo la lucha.

sábado, 2 de febrero de 2013

La España de Franco


Manuel Chaves Nogales, entre 1938 y 1939.
Almuarza, 2012

154 páginas.
15, 95 €.

Cuando Chaves Nogales (Sevilla 1897- Londres 1944) abandonó España en 1936 lo hizo con el triste convencimiento de que la guerra que comenzaba realizaría una selección terrible con los españoles, acabando con las personas de mayor valía del país. Este periodista que llevaba años escribiendo sobre los abusos y crímenes de la  Rusia bolchevique así como de los regímenes fascistas consideraba que son los más ineptos -políticamente hablando- quienes salen beneficiados de las grandes tragedias humanas que, por otro lado, jalean y provocan.

Fue Redactor jefe de El Heraldo y director de Ahora, firmó los títulos "La vuelta a Europa en Avión", "La bolchevique enamorada", "Lo que ha quedado del imperio de los zares", "El maestro Juan Martínez que estaba allí" y es concido, sobre todo, por los reportajes que realizó en La Estampa sobre el torero Juan Belmonte. Que era un buen divulgador, de estilo ameno y didáctico, lo he podido comprobar por mi mismo con estos textos que casi se leen solos.

Lo que aquí se recoge es una recopilación formada por dieciséis artículos que escribió para el periódico parisino L´Europe Nouvelley en los que analiza la guerra que evolucionó a partir de los hechos que comenzaron alrededor del 18 de julio de 1936, pero echando la vista atrás al menos dos años puesto que el primer artículo data del 30 julio de 1938. El último se publicó en septiembre de 1939, cinco meses después de que Franco anunciara la victoria de los rebeldes a la República.

En esta serie de artículos Chaves Nogales hace hincapié en el internacionalismo del conflicto, por el cual la guerra civil española es poco más que un pequeño movimiento entre los muchos que se estaban llevando a cabo en Europa y que formaban parte de una partida mucho más grande, protagonizada por la amenaza de los totalitarismos al resto del continente (1). En este sentido resulta especialmente recalcitrante el coste de vidas humanas que supuso el conflicto español, una especie de estúpido para nada que costó cientos de miles de víctimas.

Para mi el valor de sus artículos reside, sobre todo, en la inmediatez del análisis, en una implicación que es relativa dado el exilio del autor pero que supone una visión suficientemente cercana. Así no deja pasar por alto  otros temas directamente relacionados, como el de la restauración monárquica, que ya ve imposible con Franco como vencedor, según artículo del 1 de enero de 1939; la necesidad  del General de que hubiera dos Españas (2) o, por ejemplo, el tradicional papel que Alemania ha jugado en las acciones políticas de España, encandilándola con sus cantos de sirena ya desde la Gran Guerra.

Otras tesis que defiende son  el del proyecto de Franco como antiespañol, pues deja de lado sus elementos tradicionalistas (liberales, monárquicos, requetés) cuando no los absorbe en provecho de la falange, cuyo ideario político considera más bien nulo, inexistente más allá del totalitarismo. Complementando esta idea concluye también que la resistencia se apoyó en el comunismo como una manera de no susumbir a las fuerzas totalitaristas internacionales, según artículo del 18 de marzo1939. Eso, sin embargo, derivó en una polarización mayor del conflicto hacia los totalitarismos, aunque hacia el final del mismo y coincidiendo también con el comienzo del la 2ª Guerra Mundial el acuerdo de no agresión entre Alemania y la URSS supusiera la última burla de Hitler, Mussolini y Stalin a un país que ya estaba desangrado.

Otros nombres propios como los de Martínez Anido, los Primo de Rivera, el ahora Rey Juan Carlos -presentado como poco menos que el príncipe de los requetés-, los generales Queipo de Llano y Yagüe, Serrano Suñer y un interesante etcétera ayudan a ilustrar la visión de Chaves Nogales. Por terminar, diré que he echado de menos su visión de los últimos meses de la República, de la que cuenta más bien poco. Pero, en fin, ya dije que lo mío es proyecto a medio plazo porque quiero leer a más autores de la época, y este primer libro me ha parecido muy interesante. Así que la cosa ha empezado bien.


En el original
(1) Franco no ha creído nunca ni en España ni en los españoles. Él cree en sus harcas marroquíes, en los italianos, en los alemanas y en la legión extranjera. 10-09-1938

    Cuando, en 1936, los generales se alzaron en rebelión, no pretendían sino hacerse con el mando de la República para después gobernarla. El fracaso de su golpe de Estado indujo a los militares a pedir la ayuda del fascismo italiano y después del nacional-socialismo alemán. 04-03-1939

(2) Si la guerra no hubiese desembocado en la división de España en dos castas, la de los amos y la de los esclavos, sino en todo lo contrario, en un intento de integración nacional, a Franco le habría sido completamente imposible seguir con su insensata empresa de erigir en el suroeste de Europa un estado guerrero, hostil a las potencias occidentales; algo que en definitiva no es el objetivo de la propia España sino de potencias totalitarias. Una verdadera paz entre los españoles sería fatídica para tal propósito. Una España que viviera en un régimen normal y civilizado no podría permanecer hostil a los países que se sitúan en su misma órbita geográfica.



sábado, 22 de diciembre de 2012

La España de Franco.

Nº 49

Hago una excepción fundamental  en este libro que presento hoy. No se trata de algo que haya hecho conscientemente pues lo cierto es que sólo después de haberme interesado por ello y después de tener terminada la entrada me he dado cuenta de que La España de Franco no es una obra escrita en español sino -según supongo- en francés, idioma del cual ha sido traducido por Yolanda Morató al español . No es que esté obsesionado por el español -ya lo he dicho- es sólo que hoy por hoy prefiero hablar de libros que puedo leer en su idioma original, aunque eso no quiere decir que no lea otros. Sin embargo cuento a mi favor con que la excepción es doble porque si bien leer a los autores en su idioma me parece importante en literatura -no digo que necesario- sin embargo no creo que lo sea tanto en textos divulgativos -salvo en filosofía-. 

Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897 - Londres, 1944) fue un periodista reputado que es -parace que desde que Andrés Trapiello le diera a conocer en su faceta de analista político- necesario tener en cuenta por todo el que quiera acercarse o conocer los entresijos de nuestra más desgraciada guerra civil. Yo quiero hacerlo -tras muchos años de miedo al asunto- ahora y uno de los fundamentos para mi acercamiento será hacerlo a través de autores de la época. 

Transcribo la nota de David González Romero y el principio del primero de los 16 artículos que conforman este libro sobre la dictadura de Franco y sobre la Guerra Civil Española.



La España de Franco.
Manuel Chaves Nogales.

Almuarza, 2012.
154 páginas. 15, 95 €.





NOTA DEL EDITOR.

Entre finales de julio de 1938, con la guerra civil dada por perdida hasta en el seno del gobierno republicano, y finales de septiembre de 1939, con Polonia prácticamente rendida al ejército nazi, Manuel Chaves Nogales realizó una serie amplia de colaboraciones con L' Europe Nouvelle, semanario francés prototípico de los que el liberalismo francés puso en marcha tras la Gran Guerra. Chaves Nogales estaba exiliado en Francia desde finales de 1936 ganándose la vida mediante colaboraciones en torno a España en la prensa sudamericana y europea. En esta serie de artículos, Chaves se sale de su acostumbrado registro como reportero puro y realiza todo un ejercicio de análisis y prospección de la situación política española mientras el transcurso final de la guerra iba perfilando al bando vencedor.

En una interesante mezcla de lo que ha pasado y lo que está por venir, nos presenta diáfanamente las posibilidades de conformación de la que el propio periodista llama "la España de Franco". Escribe estas páginas sin tenerlas todas consigo y justo al final declara que cuando todo depende de la "decisión inapelable" y la "inamovible voluntad de un solo hombre, todo intento de predecir el futuro sobrepasa el límite de las posibilidades humanas". Por ello hay un alto componente especulativo en su interpretación de los distintos movimientos que va realizando el régimen de Burgos cuando su victoria parece incontestable o cuando ésta es ya una realidad.

A pesar del exilio temprano y la distancia, Chaves Nogales acierta a presentarnos la amalgama "desnaturalizada" que acabará convirtiéndose en ese ente político llamado "franquismo". Analiza el magma de tendencias heterogéneas en que se apoya el Caudillo, entre el puntal del falangismo plenamente fascista, obediente del imperialismo de los estados totalitarios, especialmente de Alemania, y el del tradicionalismo reaccionario y católico que, para Chaves, ha sido clave en el combate y es netamente nacional. En medio, el propio ejército, los monárquicos y la derecha económica. Fija su atención también en los avatares de reconocidos nombres de la sublevación: Gil Robles, Yagüe o el mismísimo Queipo de Llano.
Si algo queda claro es que ese hombre solo e inapelable que ahora es Franco gracias a la guerra, va a hacerlos bailar a todos, dándoles y quitándoles, según le convenga, hasta confabularlos en un producto político antitético, la "doble mistificación" que supone su partido único: Falange Española Tradicionalista y de las JONS.
Al reunir estos textos se dan repeticiones de argumentos por necesidad, ya que las colaboraciones de Chaves Nogales eran bastante espaciadas y hay un permanente recordatorio al lector francés de lo que se viene contando. Sobre todo, será recurrente la entrega absoluta del nuevo régimen franquista a la estrategia de las potencias fascistas europeas. No es de extrañar teniendo en cuenta que los artículos están dirigidos a un público francés, y continental, y Europa camina con paso firme a una nueva gran guerra (léase el epígrafe "Franco significa la guerra").

También habitual, y con especial perspectiva histórica, sería la referencia a la permanente injerencia alemana en los asuntos españoles. Se alude al verdadero sentido germanófilo de la actuación militar en España desde el fin de la Gran Guerra, a España como "una colonia alemana", a la permanente infiltración de lols métodos represivos alemanes (léase la denuncia sobre la inspiración alemana del pistolerismo contrarrevolucionario en España, en el epígrafe "La neutralidad española"), al hechizo alemán cual "sirena tentadora". Chaves Nogales sólo matiza esta auténtica infiltración por el factor católico, lo único que puede desviar el régimen franquista "de la trayectoria del imperialismo alemán".
Finalmente, al hilo de los acontecimientos de ese mismo momento , con la firma del acuerdo Ribbentrop-Molotov de no agresión en agosto de 1939, que se escenificó un mes más tarde en el desfile ruso-germano de Brest-Livotvsk, se pregunta Chaves Nogales, en forma de sangrante paradoja, qué queda ahora del tan cacareado anticomunismo de la Cruzada cuando "... la fraternización en Brest-Litovsk de los ejércitos de Stalin y Hitler hubiera podido celebrarse en Teruel!".

Quizás lo más llamativo de este conjunto de artículos de Chaves Nogales sea de nuevo esa lúcida y permanente equidistancia antitotalitaria en un momento tan complicado. Su enorme independencia se pone aquí en evidencia cuando se mantiene inexpugnable y crítico frente a la propaganda de cualquier bando. Alguien podría calificarlo en algunos momentos de derrotista por la frialdad de su análisis, teniendo en cuenta que Chaves, que permaneció fiel a la República, empezó a escribir estos artículos cuando la guerra aún no había terminado. No es que él diera la guerra por perdida. Eso ya lo había hecho el propio gobierno republicano en la crisis de marzo de 1938 tras el derrumbe del frente de Aragón (y lo puso en evidencia con el enfrentamiento entre Azaña y Prieto, que buscaban ya una rendición, y Juan Negrín y los comunistas, partidarios de seguir luchando). Su capacidad de distancia procede de ese maximalismo antitotalitario que como periodista y escritor venía ejerciendo desde años atrás y que él mismo hizo explícito cuando en el célebre prólogo a su libro "A sangre y fuego" explicaba la razón de su temprano exilio, en noviembre de 1936, cuando el gobierno republicano abandonaba Madrid. Qué mejor que finalizar con sus palabras:

Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. ¡Cuidado! En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid, como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes. Y tanto o más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio o los asesinos de Falange, que a las de los analfabetos anarquistas o comunistas... Pero, la verdad, entre ser una especie de abisinio desteñido, que es a lo que le condena a uno el general Franco, o un kirguís de Occidente, como quisieran los agentes del bolchevismo, es preferible meterse las manos en los bolsillos y echar a andar por el mundo... El resultado final de esta lucha no me preocupa demasiado. No me interesa gran cosa saber que el futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras... El hombre que encarnará la España superviviente surgirá merced a esa terrible e ininteligible selección de la guerra que hace sucumbir a los mejores...


La política totalitaria de Franco.

¿La aceptarán las fuerzas que lo apoyan?


El autor del siguiente artículo, don Manuel Chaves Nogales, es uno de los periodistas españoles más eminentes. Redactor jefe del conocido diario Ahora, se declaró independiente y liberal, y se propuso "dar a conocer al público español el curos de los acontecimientos y explicarlos".
Al comienzo de la guerra civil, un comité obrero se apoderó del periódico Ahora. Chaves Nogales le expuso que no creía ni en el comunismo ni en el fascismo. Aunque no simpatizaba con ninguno de los bando enemigos, posee una visión especialmente penetrante del conflicto español.
En Inglaterra, su colección de relatos Y a lo lejos, una lucecita ha obtenido gran éxito.


Tras dos años de guerra, mientras el mundo vislumbra el fin del terrible combate y espera que la probable victoria de Franco instaure el régimen de orden, autoridad y paz interior y exterior que todos desean, se está produciendo en España un hecho desconcertante: el jefe de la gran agrupación de las fuerzas conservadoras del país, don José María Gil Robles, presidente de la CEDA (Confederación de Derechas Autónomas), ha tenido que abandonar precipitadamente la zona de la España nacionalista donde su vida corría inminente peligro.

Bajo la égida de Acción Católica y de su jefe, don Ángel Herrera, Gil Robles lideró el conservadurismo español durante la etapa republicana. En 1934, mientras estaba en el Ministerio de la Guerra, encargó al general Franco que reprimiera el movimiento revolucionario en Asturias, y en 1936, cuando estalló la rebelión militar, se sumó, sin reparos ni reservas, al nuevo Estado en cuyo triunfo habían colaborado activamente sus partidarios, y, en especial, las Juventudes de Acción Popular (JAP), que dirigía personalmente. Sin embargo, tras reconocer que su política contrarrevolucionaria había fracasado, se alejó discretamente del poder y se instaló en Portugal, desde donde, sin condenar jamás ni los errores ni los excesos del movimiento nacionalista, incitó a quienes aún le eran leales a cooperar en la obra de Franco. Regresó a España tan pronto como pudo declarar su  firme adhesión al movimiento y, desde entonces, como ya sucediera en el pasado, no ha dejado de demostrar la autenticidad de su acción contrarrevolucionaria, nacionalista y católica. Entonces, ¿por qué razón tiene ahora que huir de la España contrarrevolucionaria, nacionalista y católica?

Ante este acontecimiento reciente, y ante otros no menos significativos ocurridos durante las últimas semanas, resulta imposible seguir cerrando los ojos ante la realidad española y creer que el movimiento encabezado por el general Franco es -y no lo es en absoluto- un movimiento nacional, contrarrevolucionario y católico.

El mundo sigue empeñado en creerlo así, a pesar de que, día tras día, ocurren hechos que desmienten esta presunción. Sólo hay que examinar la trayectoria seguida por el "Glorioso movimiento salvador de España" para demostrar de manera elocuente su auténtico sentido.