Injusto sería decir que Bartolozzi fue un ilustrador más de los libros de la editorial Calleja. Madrileño desde 1881 fue conocido también como autor narrativo de cuentos y de teatro para niños, y como escenógrafo de obras bien reputadas en la época. De hecho, trabajó mano a mano con Lorca y Nieva.
Con catorce años trabajaba en la revista Nuevo Mundo, de la que, por cierto, algún ejemplar tiene por ahí el librero. A ver si le digo que me lo muestre. Prontó pasó a formar parte de la plantilla de ilustradores de Saturnino Calleja, y también de escritores. El primer Pinocho que llegó a España, del que podríamos decir que es el personaje de su vida, lo trajo él. Es en esta editorial donde aprende a conocer al público infantil, a respetarlo para asentar los principios básicos que le harán evolucionar como artista y de los cuales el más importante será el divertimento.
Fue fundador, junto con Gómez de la Serna, de la tertulia literaria del café Pombo. Tertulia de la que, por cierto y aprovechando accidentes recientes, diré que decía Francisco Ayala que sólo fue a una de ellas porque el sentido del humor de aquellos tertulianos era, más bien, horripilante. Pero, en fin, sobre papel Bartolozzi parece que ya apuntaba buenas maneras que junto con otras circunstancias le pusieron, ya en el primer decenio del siglo XX, a la cabeza de la dirección artística de la Editorial Calleja. Y hay que decir, para ser justos, que Gómez de la Serna fue uno de los artistas que más le influyeron.
Pero, a lo que iba: La circunstancia principal que llevó a Bartolozzi a dirigir la que, de por sí, había considerado siempre Saturnino Calleja como sección fundamental de sus ediciones, esto es, la ilustración o diseño gráfico, esa circunstancia que le llevó a coordinar y manejar distintas ilustraciones e ilustradores se dio con la muerte del propio Calleja. Porque Rafael, hermano del original, lo sustituyó y nombró a Bartolozzi director artístico de la editorial.
Así, a partir de 1917 y durante diez años los niños españoles podrán deleitar sus ojos con las serie "Pinocho" y "Pinocho contra Chapete", que se hicieron más famosos que el original de Carlo Collodi. Y más adelante, en 1925, surge, también de su mano, el semanario infantil Pinocho, revista de mayor calidad de la época y que estuvo en los quioscos hasta 1931, cuando el propio Bertolozzi ya había salido de la editorial, debido a cambios en la dirección de la empresa familiar.
Pero este español de padre italiano y madre madrileña fue tan prolífico que lo mismo se le pudo ver ilustrando publicaciones, como escribiendo cuentos o decorando escenarios teatrales. A propósito de esto último es preciso decir que fue escenógrafo de La Zapatera Prodigiosa, por ejemplo. Pero también que codirigió una película de dibujos animados llamada Pipo y Pipa.
Fue figura clave en la renovación de la literatura y del teatro para niños, gracias a un concepto moderno de entretenimiento infantil. Se trataba de un planteamiento innovador según el cual el niño necesita un tipo de literatura concreta y un lenguaje concreto que conectara al lector infantil con la historia que se contaba. Bartolozzi tomó el "Instruir deleitando" de, digamos, Calleja, y lo convirtió en "Mejorar divirtiendo". En este sentido puede decirse que Bartolozzi dio un paso radical respecto a una concepción conservadora y aleccionante, paternalista, de la literatura infantil y, según la cual, esta debía tener la utilidad de enseñar y de moralizar a los chicos. Continuó, de esta forma, una labor que iniciara el propio Calleja y aportó como nuevo un concepto tan llano como que la literatura infantil debía servir para que los niños se divirtieran. (David Vela; para más información pinche en la estampa parisina de arriba).
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