jueves, 17 de febrero de 2011

y EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA IV


Maldita sea la estampa de cuantos gobiernan en el mundo: presidentes, delegados, profesores, carteros, libreros de mierda, secretarios, padres, madres, tíos y mascotas... qué puñetas hacéis que  la vida es tan complicada.  ¿No estábamos en plan de transcurrir tranquilamente? Pues el pavimento está levantado, maltrecho, y es tropezando como he llegado hasta aquí. Juraría que estoy malherido o herido mal, de mala manera, casi diría que desacertadamente o puede que sin intención. Triste me estoy poniendo. De verdad que sólo salvaría a unos cuantos políticos y a un par de banqueros. Los demás deberían ser tragados por la sima profunda del igualitarismo,  derechos al fuego en proyectada masa común, insignificante. Porque últimamente sangro, se me va la vida. Dice el librero que tengo los días contados. Ha llegado a asegurarme que hizo una vez una o con un canuto. Será que llevo dos semanas sin escribir por aquí.

No sé si tiene pensado un sustituto (substituto) para mi, pero es que sin ser muy listo se darme cuenta, por ejemplo, de que Sancho Panza y don Quijote son un par de maleantes y, a veces, más parecen salteadores  de caminos como, por ejemplo, cuando roban la bacía al barbero, el famosísimo yelmo de mambrino: es que se lo quitan con violencia. Don Quijote de la Mancha (piénsese en lo ridículo del nombre, por favor) y Sancho Panza son dos tipos peligrosos, van armados y si no les falta un verano es que les sobra. Las aventuras del caballero de la Triste Figura, como su escudero lo bautiza, son un verdadero desmadre: atacan enemigos imaginados en gentes pacíficas que ocupan los caminos, viajeros que unas veces acompañan a una doncella, clérigos que forman una procesión de velatorio, pastores, venteros y, en el colmo de lo maravilloso y de lo extravagante, liberan a un grupo de presos galeotes encabezados por Ginés de Pasamonte, uno de mis capítulos, paradigmático ello, favoritos y que merecería por sí una entrada, aunque no va a ser posible, al menos de momento. Es cierto que don Quijote se lleva muchos palos, pero es que los merece casi todos.

Una de las características que más llaman la atención es la capacidad de Cervantes de mezclar historias, crear paralelismos, contar dentro de los cuentos y, aún, divertirse al viejo juego de la metaliteratura, algo esto último que será el semillero de la segunda novela de don Quijote, diez años posterior. En 2010 descubrí a Roberto Bolaño y no creo que vuelva a él hasta la segunta mitad del presente. Los que ya se han iniciado en su obra o la conocen podrían perfectamente destacar la complicidad que a través de sus personajes más emblemáticos existe entre sus novelas. Pues bien, una vez más, Cervantes ya lo había hecho. Cervantes inicia historias que terminan mucho después cuando se desvela algún tipo de relación oculta entre lo que se contó y lo que se viene contando, como es el caso de la historia de Cardenio y Luscinda, y relaciona historias de personajes dispares que, sin embargo, tratan temas comunes, como esta que he nombrado y la de Dorotea que pronto será para don Quijote y Sancho la princesa Micomicona, una nueva vuelta de tuerca que para el escritor no parece suficiente. Abundan los cuentos e, incluso, los ensayos, los discursos humanistas... todo casi siempre muy bien hilado.Es lógico que tantos libros hayan partido de este, que tantas otras novelas, poemas y ensayos haya inspirado.

Este libro burlón y fino como pocos, flexible como ninguno porque se puede leer como y desde donde se quiera, contiene desde mi punto de vista un excedente. Al menos dos de sus historias nada tienen que ver con las aventuras del hidalgo loco, de manera que por una parte no aportan y por la otra despistan. Por supuesto que me refiero a EL CURIOSO IMPENITENTE y a LA VIDA (o historia o como más guste) DEL CAUTIVO. No es que que sean malas historias, y ni siquiera se desvía demasiado de los temas que interesan o se tratan durante el resto de la novela, aunque esto último más bien se debe a la universalidad de dichos temas: el amor, el honor, la aventura, el deber... son valores humanistas que Miguel de Cervantes trata como nadie pero, a lo que se va, lo que venimos leyendo es la novela de un hidalgo monomaníaco que confunde realidad con ficción o, en el mejor de los casos, que vive una ficción muy distinta de la del resto de personajes de la obra, o de la del resto de personas del mundo, una ficción que quizá por economía epistemológica es generalmente considerada como realidad.

Estas dos novelas, de extensión similar a las ejemplares (entre las dos vienen a sumar unas cien páginas) y también a la historia original de don Quijote (los primeros capítulos que comentamos -todos nosotros- tan por encima como esto de ahora) son en la conclusión que saqué hace tiempo y en la que aún hoy me reafirmo perfectamente prescindibles y de ellas debe prescindir el lector avisado, al menos en su primera lectura. Porque suponen una interrupción del camino trazado, del argumento. Sancho, el barbero y el cura, junto con Dorotea (la princesa Micomicona) y Fernando, Luscinda y Cardenio están ya con don Quijote después de que este pasara su penitencia entre peñascos y se dirigen al reino de Micomicón cuando se intercalan, seguidas una de otra, esta dos novelas. Y no me gusta, no me gusta ni un pelo. Más aún cuando ya se conoce lo que falta por venir: más ficción, más inventos y artimañas: don Quijote ha de volver a casa según el cura y el barbero, y para que esto se haga hay necesidad de nuevos cuentos que encandilen al loco.

Porque locos en esta historia hay uno, pero locuras muchas. Me acuerdo de las lopianas comedias de capa y espada cuando unos u otros personajes se disfrazan con la intención de engañar a don Quijote. Pero, claro, en Cervantes la lectura es más rica: los personajes, digamos de verdad, pasan a formar parte del mundo imaginado por don Quijote y así es fácil ver al cura o al barbero disfrazado de dama, por ejemplo, o a la ya nombrada Dorotea de princesa. Cuando, a menudo, Sancho cae en lo engaños que están sufriendo él y su amo es don Quijote quien vuelve a dar crédito a todo asegurando lque los encantamientos a los que está siendo sometido logran que sus aventuras maravillosas se presenten como hechos ordinarios, y las cosas extraordinarias, por ejemplo los gigantes, como objetos vulgares, sean molinos de viento o cueros de vino... así que el lector anda envuelto en estos ires y venires entre lo fantástico y lo real que hacen de la lectura maravilla.

De hecho, don Quijote vuelve a su aldea encerrado en una jaula que es carreta de bueyes y después de recibir el encantamiento de uno de los fantasmas que entre todos habla en la venta, de noche, con el caballero adormilado, alucinando con los disfraces de los que venían siendo sus compañeros de camino. Sancho se da cuenta de la engañifa pero le resulta imposible convencer a su amo.

Según el final se aproxima el discurso cervantino se va haciendo, en boca de varios personajes aunque principalmente en la del cura, más explícito y llega a su punto más álgido en los momentos en los que se trata, precisamente, la cuestión de los libros de caballerías, que don Quijote (mal) equipara a las crónicas de caballeros, estas sí, historias reales. Por extensión Cervantes acaba haciendo un alegato reaccionario al panorama literario (se supone que sobre todo sobre las tablas) y censor, y en el que viene a decir que no todas las obras merecen ser públicas y que, además, algunas son dañinas para la sociedad, refiriéndose, por supuesto, a las de menos calidad y, en realidad, no repartiendo mucho las bofetadas porque casi todas van a parar al dramaturgo por excelencia, el que daba al público lo que el público quería ver (casi siempre), Lope de Vega. Así que aboga quien fue censurado (en concreto la Inquisición portuguesa se ceba con esta obra) por censurar, controlar desde las instituciones la conveniencia de las obras. Y aunque no se puede negar que paja en el siglo de oro hay mucha tampoco que seguramente con medidas de ese tipo (esto lo dice Francisco Rico) nos hubiérmaos quedado sin una de las mejores épocas de la literatura española.

La obra termina de forma parecida a como empieza, con poemas inventados por personajes inventados, apurando la parodia hasta el final pues era uso que los libros de caballeros andantes se publicaran con las palabras de apoyo, a menudo en forma de poema, de colegas de profesión.

Don Quijote de la Mancha es una espléndida novela que es más que una novela. Es verdad que, como se decía en uno de los comentarios de la entrada anterior, se trata de un libro que conviene leer por capítulos sueltos, como si de cuentos independientes se tratara. Lo que yo recomiendo es que se lean los nueve primeros de un tirón y que luego se lea el resto, dejando afuera al impenitente y al cautivo que podrán leerse, esto sí, de la misma manera en que luego se podrán leer, si apetece, capítulos sueltos, después de la lectura previa o primera de esta historia realista y fantástica a partes iguales.

Les dejo con un pasaje de diálogo entre los dos protagonistas, ya de vuelta a casa, con don Quijote encerrado en la jaula, supuestamente encantado, y Sancho tratando de convencerle de que no hay encantamiento alguno sobre él. Es un pasaje que tiene cierto aire triste, melancólico, muy apropiado para un final, cuando Cervantes seguramente aún no tenía pensado continuar la historia. A veces creemos que hemos cerrado una puerta y luego nos damos cuenta de que la dejamos entornada, de que nuestro subconsciente pensaba distinto. Pienso que soy el subconsciente del librero, y no sé cómo piensa que puede deshacerse de mi. Bueno, a lo que voy:



- ¡Ah! -dijo Sancho-. Cogido le tengo:esto es lo yo deseaba saber, como al alma y como a la vida. Venga acá, señor: ¿Podría negar lo que comúnmente suele decirse por ahí cuando una persona está de mala voluntad: "No sé que tiene fulano, que ni come, ni bebe, ni duerme, ni responde a propósito a lo que preguntan, que no parece sino que está encantado?" De donde se viene a sacar que los que no comen, ni beben, ni duermen, ni hacen las obras naturales que yo digo, estos tales están encantados; pero no aquellos que tienen la gana que vuestra merced tiene y que bebe cuando se lo dan, y come cuando lo tiene, y responde a todo aquello que le preguntan.

- Verdad dices, Sancho -respondió don Quijote-; pero ya te he dicho que hay muchas maneras de encantamientos, y podría ser que con el tiempo se hubiesen mudado de unos en otros, y que agora se use que los encantados hagan todo lo que yo hago, aunque antes no lo hacían. De manera, que contra el uso de los tiempos no hya que argüir ni de qué hacer consecuencias. Yo sé y tengo para mi que voy encantado, y esto me basta para la seguridad de mi conciencia; que la formaría muy grande si yo pensase que no estaba encantado y me dejase estar en esta jaula perezoso y cobarde, defraudando el socorro que podría dar a muchos menesterosos y necesitados que de mi ayuda y amparo deben tener a la hora de ahora precisa y estrema necesidad.

- Pues con todo eso -Replicó Sancho-, digo que, para mayor abundancia y satisfacción, sería bien que vuestra merced probase a salir desta cárcel, que yo me obligo con todo mi poder a facilitarlo, y aun a sacalle della, y probase de nuevo a subir sobre su buen Rocinante, que también parece que va encantado, según va de melancólico y triste; y, hecho esto, probásemos otra vez la suerte de buscar más aventuras; y si no nos sucediese bien, tiempo nos queda para volvernos a la jaula, en la cual prometo, a ley de buen y leal escudero, de encerrarme juntamente con vuestra merced tan desdichado, o yo tan simple, que no acierte a salir con lo que digo.


Edición recomendada:

DON QUIJOTE DE LA MANCHA I.
Miguel de Cervantes, 1605.

Editorial Cátedra, a cargo de John Jay Allen.
Edición de 2005.
600 páginas.
9 €.

5 comentarios:

  1. Ándese usted con ojo amigo Peri y no se crea todo lo que le aseguran, hasta que no vea con sus propios ojos el librero ese hacer la O con un canuto no de nada por sentado. Que la gente miente mucho.
    Y arriba ese ánimo, como don Alonso Quijano, que otra cosa no, pero animoso era el buen hombre.

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  2. Sí, Jlin, la verdad es que el librero es gente de lo más gente que conozco.

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  3. Perdón por la intromisión pero ha olvidado usted de citar entre los que gobiernan al mundo a los subsecretarios, figura sobre la que gira Occidente no sé si en en sentido horario antihorario que es algo que debiera preocuparme y que prometo haré.

    Otra cosa que prometo hacer es releer Don Quijote. La primera parte se me hizo dura. La segunda la disfruté de cabo a rabo. Han pasado más de quince años. Tal vez sea el momento.

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  4. La leche. El primer párrafo me ha quedado un tanto inconexo. No está de más repasar lo escrito. Repito:

    Perdón por la intromisión pero ha olvidado usted de citar entre los que gobiernan al mundo a los subsecretarios, figura que constituye realmente el eje de giro de Occidente no sé si en sentido horario o antihorario que es algo que debiera preocuparme y que prometo averiguaré.

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  5. Bueno, Impenitente, conectado el primer párrafo, ya voy diciendo que es un gusto tu intromisión. No sé si incluir a los subsecretarios entre los que gobiernan el mundo o, directamente, salvarlos junto con presidentes y banqueros, por buena gente. Cuando averigües el sentido en el que hacen girar el mundo (qué expresión tan ancha)me lo dices, por favor.

    Anímate con El Quijote, es una lectura muy divertida, sobre todo si se afronta sin gravedad, sólo con ganas de pasarlo bien.

    Disculpa que no haya contestado antes, es que no tengo interné en casa. Ni siquiera tengo casa.

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