viernes, 22 de julio de 2011

Relatos Enlazados. Capítulo XI.


Capítulo anterior.
(Blog A Pink Kink in your think) 

Santos se frotaba la cara con las dos manos. Estaba acodado sobre la mesa cubierta de papeles. Había mucho humo en la habitación y un cenicero agonizaba asfixiándose de colillas que ya lo desbordaban. Por la puerta que comunicaba la sala con la cocina apareció una mujer joven, de aspecto sosegado. Portaba una bandeja con dos vasos humeantes. Comenzó a hablar aún antes de sentarse junto a Santos: ¿sabes que pienso de esas cartas?, le dijo. Que explican una realidad deshecha. A qué te refieres. Creo que las cartas que un día encontrara la sobrina de Carloto bajo su cama no las escribió ningún amante revolucionario.

Apoyó la bandeja sobre la mesa tras apartar algunos papeles, se sentó y acercó a Santos uno de los vasos. Té, dijo. Lo vamos a necesitar. Encendió un cigarrillo y tras dar una calada desmesuradamente larga para las tres y media de la madrugada añadió: quiero ir.

-     Sí, bueno, yo también quiero ir – Santos frotaba sus ojos, enrojecidos, cansados, a veces parecía tratar de desparecer detrás de sus manos.
-         Quiero ir ahora.
-         ¿Ahora?
-         Ahora mismo.
-         Pero… es tarde… está lejos.
-         Creo que no sabes cuánto.
-         ¿Qué?
-         Venga, vámonos: ¿recuerdas el camino?
-         Creo que sí.
-        Toma la cámara y tu instrumental, el que llevaras la otra vez. Quiero ver el sitio, quiero ver la aventurita verde. Y quiero contarte algo.
-         Habrá que recoger esto, ¿no?
-         Deja los papeles, las cartas. Esas historias están envenenadas, son peligrosas, Santos.
-         Pero de qué puñetas estás hablando.
-         Está bien. Vale. Quién sabe cuándo volveremos. Recojamos esto. Y luego nos vamos.

Comenzaron a guardar papeles en carpetas. Había cientos de páginas esparcidas por la mesa. Aquella noche Santos estuvo leyendo algunas que no conocía. Habían cenado juntos y se habían conocido personalmente hacía sólo unas horas. Y estuvieron conversando largo y tendido sobre aquellas páginas que contenían las historias mágicas que sucedieran en la taberna El Enano Saltarín hacía mucho tiempo ya. Por allí andaba buscando Alicia pistas sobre un personaje que entre tantos le interesó especialmente, la sobrina de Carloto. Si aquella dama misteriosa era quien creía también debía ser la única persona capaz de vincular la realidad y la magia que acontecían alrededor de aquel lugar mitológico llamado El Enano Saltarín. Aquellas piezas breves componían un misterio. Pero ese misterio era un misterio.

Por su parte Santos era un excéntrico, un investigador de fenómenos paranormales que, además, conocía algunas de aquellas historias que sabía de memoria. Gracias a su gusto por las cosas imposibles permaneció muchas veces inmerso en aquel pequeño universo encantador. Pero él supo también un día que aquella extraña taberna de la que tanto había leído existía o, al menos, había existido. Y estuvo en ella. Santos había colgado una entrada de su blog en la que narraba su visita al lugar y daba cuenta del descubrimiento de una aventurita verde. Así fue como Alicia lo conoció, y como comenzaron a trabajar juntos, vía Internet. Aquella noche se vieron, por fin, en casa de ella, ya que conservaba gran cantidad de documentación. Y a esas alturas de la noche Alicia ya no quería esperar más. Cuando terminaron de recoger salieron por la puerta y subieron al coche de Santos.

Atravesaron la noche de aquella ciudad que dormía ajena a hechos accidentales y extraordinarios, preocupaciones y desvelos particulares de un par de alucinados que habían decido aguantar en la vigilia y en busca de respuestas a preguntas que casi nadie se hacía, aunque las historias de El Enano Saltarín eran conocidas en según qué ambientes. Fueron hablando mientras fumaban, mientras Santos tomaba con seguridad desvíos y recorría calles cada vez más estrechas y alejadas del centro. Alicia indagaba.

-         Quién crees que escribió aquellas cartas.
-         ¿No se supone que son cartas de amor de un joven revolucionario a una dama?
-         Sí que se supone.
-         ¿Crees que no es así?
-         Lo creo.
-         Por qué.
-         Te voy a hacer una pregunta, Santos. Tú has leído la mayoría de historias. Aquella mujer que es espiada, a la que tanto cuesta enfrentarse al nuevo día después de pasar una noche que le cambia la vida, y que tanto añora a su amante, el supuesto autor de aquellas cartas -¿la recuerdas?-… qué te parece que tiene de especial.
-         ¿De especial? No sé, algo feo le ha acontecido en la noche anterior y en el momento del relato siente que la vida le ha cambiado, y que ha perdido a su amante para siempre. Hay muchos personajes especiales en esas historias.
-         Sí, pero a la sobrina de Carlota le sucede algo que no a los demás. O mejor dicho, no le sucede algo que a los demás sí.
-         En fin, tiene un montón de cartas bajo su cama aunque lo desconoce aún…
-         ¿Y?
-         Y… no sé. No sé qué quieres decir.
-         Santos: ¿no te das cuenta de que aquella mujer es el único de los personajes que nunca ha pisado la taberna?

No dejaron de hablar, fumaron tanto que tuvieron que bajar las ventanillas. El tiempo pasó deprisa en la calma de aquella travesía. Transcurrieron momentos de tranquilidad, pero ninguno de los dos durmió, ni pararon para descansar. Cuando la mañana comenzó a iluminar el mundo que ellos dos pisaban Santos paró el coche.

-         Hemos llegado.
-         Por fin… no parece que esté tan lejos…
-         No lo está.
-         No te engañes, Santos. Y no te fíes de los sentidos. Estamos muy lejos de todo, créeme.
-         Está bien. Bajemos a mirar.


Salieron del coche. El lugar transmitía calma, la temperatura era agradable y la mañanía olía a mañana. Alicia encendió un cigarro. Santos le pidió uno. Avanzaban hacia un callejón que quedaba al lado opuesto de la calle a aquel en el que habían aparcado. El Callejón De La Perdiz, se podía leer claramente en un plancha de arcilla, quebrada. Los textos no engañaban, al menos en ese sentido. Frente a frente había dos puertas que daban acceso a sus respectivos edificios. Debían ser la taberna de Carloto y la botica de don Floro. Ambos presentaban un aspecto bastante deteriorado. La luz iba dando mayor nitidez a la calle. Alicia pudo imaginar algo de lo que contaban las historias, pudo imaginar a la hija de Carlota, Gudrum, mirando por la ventana, a los jóvenes heridos que llegaban hasta la botica para ser tratados por don Floro... quedó un momento pensativa mientras dejaba acariciar su cara por un brisa extraña que le pareció propia del callejón, como en las historias. A Santos le entró la prisa por acceder al interior. De otros tiempos nada quedaba en la fachada, ni siquiera un triste cartel. Santos tiró con fuerza de la puerta y esta cedió de mala gana -chirriando  y agarrándose al suelo-, lo justo para que ambos pudieran pasar al interior. Muy oscuro.

-         Cuidado con las columnas. Las hay por todas partes –advirtió él.
-         He leído ya muchas veces las historias de El Enano Saltarín –comenzó a decir Alicia mientras tanteaba el terreno-. Te juro que las he disfrutado, que me he sonreído oyendo a hablar a don Fulgencio Rocaverde o al boticario don Floro, a Leonardo Cuarterón o al mudo Jacinto y su mono. No me puedo creer que ahora esté aquí.
-         Querrás decir su loro.
-         Su loro, su mono… las historias evolucionan de forma extraña. ¿Recuerdas los pasajes en los que los personajes se plantean la posibilidad de que nada hubiera fuera de la taberna?
-         Sí.
-         ¿Recuerdas personajes fuera de la taberna?
-         Sí, claro, pero es normal que las elucubraciones de unos cuantos borrachos no se ajusten a la realidad, ¿no?
-         ¿Y no crees, Santos, que quizá pudieran tener razón?
-         Don Floro tenía la botica afuera. Jimena, la prostituta, llegó desde afuera. Alma, la nieta de don Fulgencio, se la supone fuera de la taberna, y exactamente igual pasa con la sobrina de Carloto … Si nada fuera de la taberna pudiera existir entonces tampoco ella podría ser…
-         O quizá aceptarlo suponga asumir algo terrorífico. Santos, ella es quien me ha abierto los ojos. ¿Recuerdas la historia de Gudrum?
-         ¿La hija de Carloto, el dueño de la taberna?
-         Sí.
-         Qué pasa con su historia.
-         Ella creía –tal vez sabía-, igual que don Fulgencio, que nada había al otro lado de los muros de la taberna. Por eso inventaba historias…, inventaba una vida exterior, un contexto que diera sentido a su vida y a la de sus compañeros, una revolución, un asesinato en la casa de enfrente… cualquier cosa...
-    Sí, creo que te entiendo.
-    Escúchame, Santos, digo que no me entiendes. Las historias de El Enano Saltarín lo mantienen vivo. Las cosas que están afuera, cercanas como la revolución o apartadas en el tiempo y en el espacio como nosotros, todas las cosas, también las que están adentro, al otro lado de cualquiera de las cuatro puertas, todo existe en cuanto que existe la taberna. Pero hay un problema, Santos.
-    Cuál.
-    La taberna El Enano Saltarín no existe, no puede existir.
-    Un momento, Alicia... espera... creo que voy a ir a por el instrumental, aquí no se ve un carajo...
-    No te asustes. Escucha lo que he de decir. Yo quería llegar aquí, yo quería vivir esto. Quizá nuestra función sea mantener con vida algo que quizá sólo es desvarío de alguien...

Identificaron enseguida el desagradable sonido que los sobresaltó: la puerta de la calle volvía a arrastrarse contra el suelo, la pequeña rendija de luz que los comunicaba con el exterior fue adelgazando hasta desaparecer. Entonces Santos oyó la voz de Alicia: quizá tú y yo tampoco seamos nada más que el desvarío de alguien empeñado en dar vida a esto que ni es ni puede ser. Don Fulgencio tenía razón. Tal vez nosotros sólo seamos otra historia. Tal vez alguien pueda un día escribir un libro con nuestras vidas o lo esté escribiendo ya...

Siguiente capítulo.
(Blog Las gatas madrileñas.)


14 comentarios:

  1. Bueno, esta es la colaboración que se me ha ocurrido para LOS RELATOS ENLAZADOS que estamos llevando a cabo entre unos cuantos amigos blogueros.

    Espero que ni Maeglin ni los colaboradores anteriores me guarden rencor. En cuanto a la extensión creo que excede algo pero, vaya, me ha costado escribirlo y ya no veía manera de sintetizarlo más.

    Nos vemos en El Patio de los Senescales.

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  2. Siento haber andado muy ocupado, tanto que me he perdido algunos de los capítulos anteriores, pero este no lo podía dejar pasar por alto y vive dios que ha merecido la pena, si por mi fuese amigo Peri, podías haberte extendido hasta el infinito. Me ha parecido genial :-)
    un saludo

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  3. A mi no me ha parecido nada largo, lo cierto es que me he quedado con ganas de más, en este relato hay respuestas, conclusiones, has vuelto a poner a todos los personajes en escena.
    No lo tenías nada fácil, Personalmente creo que los relatos los hemos enredado un poco, pero está quedando curioso.
    Me ha encantado.

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  4. Ja,ja me ha encantado el retorno de mi amigo Santos, y todo el relato con un aire entre Poe y William Hope Hodgson, ¡Estupendo, Peri Lope!

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  5. Adictivo, has mantenido el suspense hasta el final y ¡vaya final!. Me encanta la recuperación que has hecho de muchos personajes y el hilo relacional que has establecido entre todos y el dentro y fuera de la taberna.

    Muy original y bien escrito y, en cuanto a la longitud, no te guardo rencor lo que estoy es verde de envidia.

    Felicidades

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  6. BUeno, muchas gracias a todos. Se agradece el colegueo.

    Jlin, te entiendo perfectamente, yo llevo unos días que no sé por dónde me ando y, al final, hoy sábado, he estado corrigiendo, en su relectura, algunas expresiones del texto. La prisa mata.

    Blog A. Muchas gracias por la visita. Es verdad que los relatos se han ido enredando, quizá aún estemos a tiempo de llamarlos Relatos Enredados. Gracias también por lo que me toca.

    Hola, Tirador, gracias por pasar. El personaje de Santos me permitía, precisamente, realizar lo que apuntan Blog A y A-B-C: organizar un poco los personajes y la trama. Tenía claro que no quería complicarlo más, ya debe ir acercándose un desenlace. Se agradece lo de Poe. Tengo un perro que se llama igual (es negro como un cuervo)

    A-B-C. Con lo de adictivo te refieres a cuánto fuman ambos personajes. Lo sé. La envidia es un sentimiento falso, se produce por falta de perspectiva (Uy, perdona, psicóloga, que me paso de listo). Parlamos.

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  7. Excelente, mágnífico, genial!! Sin lugar a dudas escribir, relatar, contar historias es un don con el que los dioses han premiado a tu persona en esta vida. Leerte es entrar en una trama que engancha y eso es difícil que ocurra en un relato. Me ha encantado la manera que has ido atanda cabos, que has ido presentando conclusiones a la vez que has manteniendo personajes ya creados. Un placer leerte. Un abrazo

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  8. Peri, ahora leo el relato, pero antes de nada comentarte que el capítulo siguiente es de atis, en las gatas madrileñas (http://lasgatasmad.blogspot.com/). Maeglin y ella intercambiaron posiciones

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  9. Buff, si lo llego a saber te reservo el cierre... Si ya lo tenía complicado ahora lo veo como el Angliru después de subir el Tourmalet, el Mortirolo y el Galibier, con la rueda pinchada.

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  10. Y como veo que no lo he dicho aún, cierro esta trilogía de comentarios aplaudiendo el relato y al relatista, me ha parecido espectacular.

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  11. Espectacular es poco!
    Me encantó mal, hubiese querido mil lineas más de esta historia!
    Y ya me está dando cosa que los relatos estén por terminar...

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  12. Hola a todos de nuevo. Vuelvo a la tienda, al trabajo y al blog ahora.

    Layna, gracias por todo aunque no diría yo tanto. En cualquier caso se nota que te caigo bien y eso me gusta. Un placer que me leas.

    Natsnoc. Creo que ya he arreglado lo que apuntabas. Gracias por el aviso y, nada, suerte a Atis y, sobre todo, espero que se lo esté pasando bien relatando.
    En cuanto a los puertos de montaña, pues ya sabes: no se trata de agobiarse con la meta, metrito a metrito y a tu ritmo, como los buenos. Además, teniendo en cuenta que los lectores estamos predispuestos a pasarlo bien (y esto es palpable en los comentarios)deberías relajarte y disfrutar de tu turno. Es lo que importa.

    Hola, The driver. Que sepas que estuve apunto de incluir a la conductora como personaje, pero ya me pareció enredarlo demasiado y preferí quedarme sólo con la sobrina de Carloto, cuya acción transcurre al completo fuera de la taberna. ¿Te encantó mal? Curiosa expresión...

    Bueno, salud y buenos alimentos para todos.

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  13. Muy bien Peri Lope. He vuelto ahora de Dinamarca y me estoy poniendo al día con el tema de los relatos. No me ha parecido largo en absoluto, has logrado un capítulo fantástico. Borgo.

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  14. Pues gracias, Borgo. Espero que hayas disfrutado de tus vacaciones. Los relatos siguen interesantes. Atis ya ha publicado el suyo, protagonizado por Jimena. Calenturiento.

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Comentarios.