jueves, 8 de septiembre de 2011

El desbarrancadero.

Autor, Fernando Vallejo, 2001.
Editorial, Alfaguara, 2007
200 páginas.
Pvp, 13, 80 €.

Por lo pronto Dios no existe, este Papa es un cerdo y Colombia un matadero y aquí voy rodando a oscuras y montado en la tierra estúpida. Ay abuela, si vivieras, si tus ojos verdes desvaídos volvieran a alumbrarme el alma... Y trataba de dormirme contando muertos. ¿La abuela? Muerta. ¿El abuelo? Muerto. ¿Mi tía abuela Elenita? Muerta. ¿Mi tío Iván? Muerto. ¿Mi primo Mario? Muerto. ¿Mi hermano Silvio? Muerto. ¿Y yo? ¿Muerto? Muertos y más muertos y más muertos y en la calle Colombia suelta matando más. ¡Qué bueno! ¡Ánimo, país verraco, que aquí no hacen falta escuelas, universidades, hospitales, carreteras, puentes! Aquí lo que sobra es hijueputas. Hay que empezar a fumigar. ¿Cómo se pueden llamar, musicalmente hablando, las ráfagas de una metralleta? ¿Trino? ¿O trémolo? Hermanos cerdos, cochinitos, marranitos: perdón por mi comparación con la alimaña vaticana, pero es que me giró muy rápido el globo terráqueo y se me abrió la cabeza. No ha parido la puta Tierra en cinco mil millones de años que lleva girando a ciegas mayor engendro que ése. 

Fernando Vallejo, natural de Colombia pero mexicano, es un narrador fino, como se puede comprobar.También enérgico, diría que poderoso. Cuando uno lee a Vallejo tiene la sensación de ir de paquete en una moto que se lanza contra el mundo, desprotegido y sin miedo, más allá del bien y del mal.

Más allá del bien y del mal. He aquí una de las cuestiones más importantes y difíciles en lo que llevo leído de Vallejo -este es el tercer libro-. No hay manera de ponerse en el lugar de Fernando Vallejo porque él niega la mayor: la del homo sapiens sapiens es una raza perversa que mejor hubiera sido que no existiera, compuesta por individuos despreciables. Su discurso misántropo es necesario pues, como lo es su misoginia. Su racismo es universal porque odia a todas las razas: negros, amarillos y blancos y (esto es de mi cosecha) como la gente se ofende por comparación lo natural es que nadie se sienta ofendido leyendo esta obra. Ni las otras suyas.

Fernando Vallejo narra en primera persona y esto le caracteriza. En esta obra que me resisto a llamar novela vuelve a Colombia para ver a su muy enfermo hermano Darío, que acabaría sucumbiendo al sida, como estaba previsto: "(...) se estaba muriendo desde hacía meses de diarrea, una diarrea imparable que ni Dios Padre con toda su omnipotencia y probada bondad con los humanos podía detener". Y esta, la muerte de su hermano, es la narración principal de este libro lleno de muertes y de rabia e improperios contra la humanidad, contra la religión católica y, sobre todo, su iglesia, sus papas, contra el humanismo inútil de los médicos y contra Dios: si existe como si no, por lo uno o por lo otro. Dios es siempre culpable máximo.

La prosa de Vallejo atrapa con fuerza, gracias a su agilidad pero también por su expresión descarnada, en su inteligencia y en su pataleta. A partir de la enfermedad y muerte de su hermano Darío hace un repaso, un ejercicio melancólico que de continuo choca con la forma -brutal- en que es llevado a cabo, "salvando a la desesperada una mísera trama de recuerdos". Fernando Vallejo fue el primogénito de una familia de veintitrés hermanos en la que las relaciones se deterioraron necesariamente, hasta mal coexistir primero e ignorarse unos a otros desde que La Loca -así llama a su madre- se desmadrara en la procreación de engendros Rendón: apellido bandera. Repasa lo más cercano de su árbol genealógico con un desprecio tal que apenas salva a su abuela, su padre y a alguno de sus hermanos.Y en todo momento, sin embargo, es capaz de hacer llegar al lector toda la emotividad de un hombre que está muy lejos de ser insensible. Todo lo contrario. El efecto es pronunciado, la ternura de la relación de los dos hermanos que centran el relato en medio de toda la miseria narrada, la foto de la portada de la edición de Alfaguara, de la que el propio autor habla, la sinceridad salvaje con la que describe... componen un libro emocionante.

Es curioso que uno de los pasajes que más me han gustado sea aquel en el que el autor decide narrar en tercera persona, narrarse, algo que es excepción a la forma habitual pero que me ha maravillado, que voy a transcribir en parte, y que empieza justo en el párrafo que sigue al que encabeza esta entrada:

Amaneció y por las polvosas persianas pasó al cuarto el sol estúpido. Me levanté, me puse los pantalones y la camisa y me dirigí al baño a orinar. Al entrar al baño me vi por inadvertencia en el espejo, que jamás miro porque los espejos son las puertas de entrada a los infiernos. era un pobre espejo deslucido, sin marco, como de hotel de putas, pegado en la pared sobre el lavamanos, y tenía rajado el ángulo superior derecho. Entonces lo vi, naufragando hasta el gorro en su miseria y su mentira en el fondo del espejo: vi un viejo de piel arrugada, de cejas tupidas y apagados ojos.

- ¡Quién sos, gran hijueputa! -le increpé-. ¿De dónde te conozco?
Por las cejas lo reconocí.

(...)

Acabada la misa el viejo hijueputa volvió a subir la escalera, entró al cuarto, pasó al baño, y de la repisa del baño tomó el Eutanal. ¿Y saben qué hizo? Con algodón que empapó en alcohol desinfectó el tapón de caucho del frasco. ¡Como si el Eutanal fuera un remedio! ¡Y como si los muertos se pudieran infectar!
-¡Pendejo! -se dijo-. ¿Qué estás haciendo?
El viejo pendejo ya ni sabía qué estaba haciendo. Entonces, por inadvertencia otra vez, volvió a verse en el espejo, y vi sus ojos cansados mirándome con un cansancio infinito.

Como habitualmente me niego a recoger información sobre los autores antes de leerlos a veces me toca especular sobre ellos. Me surgieron preguntas interesantes a partir de la lectura de las dos páginas y pico que el paréntesis con puntos suspensivos suma al texto que puede leerse justo arriba. He pensado sobre la identidad real del narrador y no he encontrado respuesta. Creo que coincide con el autor en un grado muy alto, pero no estoy seguro de cuánto. Me resulta muy llamativo que en un momento dado al Vallejo le de por mirarse al espejo, por verse desde afuera, justo en los pasajes en que se dispone a ayudar a su padre a morir. Además, ni que decir tiene que literariamente el libro se enriquece con giros como este, y alguno que otro más que hacen de la narración y su lectura algo recreativo. Quiero decir con esto que aunque tengo dudas sobre si debe o no llamarse novela a este libro literariamente es tan rico como original. Mucho me equivoco si este Vallejo no va a ser uno de mis autores preferidos porque cada vez que agarro uno de sus libros ya no me puedo soltar:  

(...) Sicario es el que mata por cuenta ajena, por encargo. ¿Es que no me puede matar algún cristiano motu proprio, de su libre y soberana voluntad? ¡Pero claro! Lo que pasa es que en la inmensa confusión de las cosas que se había apoderado de ese país adorable habíamos acabado por llamar sicario a cualquier asesino. Cuestión de semántica. Ya no distinguíamos al que fue contratado del que no. ¡Como todos se nos iban impunes! El caos produce más caos. Y me ponen, señores físicos, esta ley como ley suprema, por encoma de las de la cración del mundo y la termodinámica, porque todas, humildemente, provienen de ella. El orden es un espejismo del caos. Y no hay forma de no nacer, de impedir la vida, que puesto que se dio es tan irremediable como la muerte. Punto y basta. Dixit.


Así que hay un propuesta filosófica, una imagen del mundo que es tan sencilla como clara y contundente: "Esta tarde en el balcón, mirando en el vacío, vi ponerse el sol estúpido por entre las montañas, y salir de entre las montañas la estúpida luna. En la oscuridad, de súbito, al unísono, se encendieron tras la luna los infinitos focos de los infinitos barrios de la ciudad, y sumando a su luz la luz de ella, en la vasta bóveda negra me iluminaron la Muerte (...)

Ah sí, decía que no podía aceptar que papi se muriera antes que yo porque no tenía cómo cargar con su recuerdo. ¿Dónde quería que lo metiera en el desván atestado de los trastos viejos? Para meterlo a él tendría que sacar primero, por lo bajito, cuatro muertos. Además padre que muere antes que el hijo muere impune. Ha de morir después de él para que sufra y lo entierre, para que pague, aunque sea en mínima parte, el delito sin nombre que cometió.

7 comentarios:

  1. Buenas, Peri.

    Vaya con Fernando Vallejo. Me atrae el libro pero no sé si lo suficiente. Me gusta de vez en cuando leer novelas crudas pero por lo general disfruto mucho más de las novelas que me permiten evadirme. No necesariamente alegres y optimistas, pero sí que me permitan como he dicho alejarme de las miserias que nos rodean. No sé si me explico.

    En cualquier caso la apunto, claro que la apunto.

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  2. Hola, Natsnoc, veo que tienes más educación que yo. Bueno, a poco.

    Vallejo es un escritor especial, levanta odios y pasiones, aunque incluso las pasiones dependen de cierto gusto por la acidez que no se yo si es siempre respetable. Moralmente es un autor dificil.

    Un saludo afectuoso.

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  3. Hola
    Recuerdo que vi este libro en una lista de los mejores libros hispanoamericanos de la última decada o algo así y lo leí.
    Me gustó su prosa Thomas Bernahd, un poco pasada de rosca, y la verdad es que me quede con ganas de leer más, pero aún no lo he hecho. Ya veremos.

    un saludo
    David

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  4. Hmmm... No sé por qué dices que tengo más educación que tú, espero que no haya nada de lo que haya dicho que te haga creer que pienso que seas una persona maleducada, ni mucho menos.

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  5. Pues sí, David, un poco mucho pasada de rosca y, sin embargo y a pesar de ello, no se me antoja tosca ni frívola, sino interesante y honesta. Muy interesante este autor.

    Natsnoc, disculpa que no haya sido explícito. Me refería a que dejé de seguir los enlazados, a que no correspondí como debería. No hay nada en tus textos que me haya llevado a pensar asÍ. Es que no puedo evitar pensarlo.

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  6. No conocía a Fernando Vallejo (en realidad sigo a pocos autores que estén vivos). Me ha gustado la fiereza con la que escribe. No sé si un libro entero se llevará bien pero creo le daré una oportunidad.

    Por otra parte me han hablado recientemente (bien) de Roberto Bolaños, a quien tampoco conozco a pesar de estar muerto (he ahí mi cultura). Voy a rebuscar a ver si tienes algo sobre él escrito.

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  7. Bueno, Impenitente, Vallejo te pone las pilas, de verdad.

    Qué casualidades, precisamente ahora estoy otra vez con Bolaño. Acabo de releer NOCTURNO DE CHILE. Y de aquí a final de año espero leer tres o cuatro de sus obritas.

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Comentarios.