miércoles, 28 de diciembre de 2011

Rosas, restos de alas y otros relatos.

Pablo Gutiérrez, 2008.
Lengua de trapo, 2011.


160 páginas.
16, 60 €.

Pues puedo decir ya que conozco, aunque aún levemente, a Pablo Gutiérrez, cuyo nombre había ya leído en otros blogs como perteneciente a una de las voces interesantes del nuevo panorama literario. Voy siendo claro desde el principio: sus palabras son un buen presagio. 

No he podido evitar tener en cuenta lo que en otros espacios amigos, respetados porque me sirven de referencia, se ha contado a propósito de la obra posterior de Gutiérrez: la novela NADA ES CRUCIAL y su último libro de cuentos ENSIMISMADA CORRESPONDENCIA. Quiero decir que no he podido evitar partir de una perspectiva optimista, algo que, por otra parte, entiendo que ha de ser la postura inicial a la hora de afrontar cualquier lectura. Es decir: ya que la lectura es un divertimento lo lógico siempre parece tratar de comunicarse con el autor, tratar de comprenderlo y de dejarse llevar por los senderos que se le ofrecen, de disfrutar a la manera en la que se le propone. Bien, ya digo que de esto andaba sobrado. Me dispuse a disfrutar de la narrativa poética de Gutiérrez y lo logré en alguna medida. O a ratos.

Lo que no puede negarse es que este escritor tan joven (1978, Huelva)) tenía cosas que decir cuando afrontó la novela ROSAS, RESTOS DE ALAS. En su prólogo cuenta que para abordar el proyecto tuvo que aislarse durante diez días. Está bien. El prólogo mismo también, gracias a él descubrimos a un escritor bastante maduro. Me pregunto si es bueno que una obra reciente vaya precedida de un prólogo del autor. Me respondo que no sé, pero creo que no ha afectado en nada a mi lectura, aunque sí que quizá la haya predispuesto en algo y a la manera que ya lo hicieron algunos blogs.

Narrativa poética, Zip de 49 y José Luis Peixoto. Son las tres primeras notas que hice. La primera es la ratificación -innecesaria- de una evidencia. La segunda es una duda ya resuelta, yo no entiendo de motos y al principio pensé que hablaba de un mechero, aunque me resultaba un tanto extraño que la vecina del narrador se desplazara con ello. La tercera es el nombre de un autor portugués (Galveias, 1974) del que he leído dos novelas, uno de cuyos títulos -oh, milagro- recuerdo: CEMENTERIO DE PIANOS. Recuerdo este porque su lectura me fascinó, me pilló desarmado, sin referencias, y me llevó por donde quiso: desde la construcción de las voces que narran -padre e hijo- las vivencias de ambos, sus relaciones generacionales y sus posiciones particulares ante el mundo, viejo y nuevo, de cada uno, así como su bello y preciso estilo, pasando también por la estructura original que deviene en un desenlace en el que confluyen todos los planteamientos y todas las imágenes que el autor ha ido construyendo durante la novela pero manteniendo el plano subjetivo y aún extremándolo desde reflexiones convulsas e inseguras. Una novela que explota todos sus recursos y que en ningún momento se tambalea porque -creo que a esto venía yo hoy- traza una historia poética. Una trama poética.

No es que Pablo Gutiérrez me haya recordado a José Luis Peixoto -que también eso- sino que entiendo que quienes buscan una referencia previa y sólida antes de adentrarse en la narrativa poética que hoy aparece en las editoriales españolas y los escritores hispánicos como tendencia, quienes quieran también participar de ella deberían tener presente este interesantísimo libro. Sé que está feo pero lo voy a hacer: el problema de decir con gracia cosas que no la tienen es que al lector le toca leer cosas sin gracia. A ver: José Luis Peixoto es capaz de trazar una relato poético de trescientas páginas y lo hace con un estilo sobrio y elegante. Pablo Gutiérrez traza poéticamente una historia mucho más leve de apenas cien que no siempre respalda a su estilo, no tan sobrio  y, a veces, excesivo.

No ha sido una lectura decepcionante, ha sido una lectura amena. Y me reafirmo: Pablo Gutiérrez tenía cosas que contar y fue con justicia que lo hizo. Un hombre que pierde sus referencias busca en su niñez algo de solidez desde la que empezar a ser de nuevo. Así lo he visto.  Las evocaciones de su infancia son lo mejor del relato desde mi punto de vista:

Yo dormía en mi camita celeste cuajado por los besos de mamá y rodeado de hipopótamos y elefantitos y Miguel Strogoff y de mayor quiero ser el dueño de un zoológico (en las ilustraciones le habían puesto cara de malo pero cuando le quemaron los ojos con la espada ardiente no torció el bigote, qué macho), un zoo con animales de verdad.

De pronto, tum, un ruido como de cemento y luego luces y gritos y los pies descalzos de mamá.

Yo dormía en mi camita celeste con un niñojesús arriba y mis libros de Sociales y la Biblioteca de los Jóvenes Castores, seguro y calentito, aplastado por las mantas tan gordotas y con la nariz del hipopótamo en mi nariz.

El teléfono, corran, corran, manotazos como de gorila, un llanto y un último grito, no puede ser.

Aquí el estilo de Gutiérrez brilla con luz propia, resulta convincente y hace de la lectura una experiencia muy positiva y enriquecedora. La narración de los hechos cercanos que importa resolver, los que sostienen la novela, no es tan acertada, en algunos momentos da bandazos innecesarios o introduce elementos demasiado extraños al cuerpo general del relato. Salvando estos momentos el lector se encontrará con grandes pasajes, los que hacen de este un autor bastante interesante:

A valerme por mí mismo, no me enseñaron eso. Me cuidaron con mimo, me cobijaron, me convencieron de que nunca estaría solo. Y de pronto, en el espejo de aquella celdita de la pensión, vi la herida antigua del espino, y dentro de la herida un espejo, y en el espejo los huecos, los agujeros que me faltaban, las otras heridas viejas que no sabía que tenía hasta que entendí que estaba solo, que todos estamos solos aunque nos acaricien la nuca y nos digan no pasa nada, sigue durmiendo. Nadie nunca deja de estar solo, metido en la cápsula de piel y pelo de la que apenas logras escabullirte, y sólo una vez de verdad y ya sin remedio ni regreso. La cápsula.

Es decir, la poesía, la narrativa poética, se muestra como el arte de imaginar el alma, de describir una imagen suya. Ahí está el reto para el escritor y el disfrute para el lector. Y, así, en el narrador que se describe el lector descubrirá a una persona inmadura a la que se le murió el padre cuando aún era un niño, el lector descubrirá que malamente pudo este tener el deseo psicológico de matar a su padre y, más bien, sufrió del sentimental de recuperarlo.

Por terminar hago referencia brevísima a los cuentos que siguen: me han gustado uno o dos y me han podido gustar todos. Pero es que utiliza imágenes innecesarias y tan poco acertadas como pretender que a los trillizos de una amante con la que jugó una noche del pasado a meter en la vagina caramelos, a esos trillizos de ahora digo, les pueda oler la cabeza a azúcar de caramelo. No es una imagen bella. No es graciosa (no me lo parece): es un chiste burdo, malo. No es al único cuento que le ocurre ni tampoco el primer pasaje del libro en el que podemos leer desatinos de este tipo. Y que conste que estoy hablando de un relato que, por lo demás, me ha parecido perfecto: NOSTALGIA. LA FIEBRE Y EL RESTO es un buen cuento desde mi punto de vista, que retrata muy bien la frustración del hombre occidental derivado de la incapacidad de tener sueños o deseos propios.También me ha gustado ASTERIÓN, el hipertesticulado hombre que sueña cada noche que una serpiente le devora los huevos (uy), me ha divertido su desenfado unido a una falsa pretensión de gravedad, como parodia de lo trascendente.


En definitiva, comienzo a conocer a un autor al que seguiré la pista, sobre todo como respuesta a lo que otros compañeros vienen comentando a propósito de sus últimas obras, aunque ya digo que a pesar de algunas debilidades en la presente voy sacando conclusiones positivas. Veremos.

2 comentarios:

  1. Hola Peri:

    Este libro del que hablas lo escribió Gutiérrez cuando tenía menos de 30 años. Escribir muy bien a esa edad es algo realmente difícil. Imagino que en sus dos libros posteriores ha mejorado.

    Y estoy de acuerdo en que es un autor al que habrá que seguir la pista.

    Por cierto, creo que has escrito mal el título del libro de relatos, es "Ensimismada correspondencia" (por si quieres corregirlo).

    saludos

    ResponderEliminar
  2. Gracias por la corrección, David. Y por leer la entrada que al final me quedó algo larga. De hecho aún estoy pensando en cortar algo.

    Pues seguiremos la pista de Gutiérrez y a ver si recupero algún día la de Peixoto, aunque en su caso una segunda novela que leí después de aquel CEMENTERIO DE PIANOS no me gustó demasiado.

    Nos parlamos.

    ResponderEliminar

Comentarios.