jueves, 24 de septiembre de 2009

MÉNDEZ BRINGA. Ilustradores de Calleja I.

Sale a colación por aquí el Bringa, Narciso Méndez Bringa, porque tenía pendiente algo más de detalle en lo que a Calleja, el editor, se refiere. Como quien tuviera cosas que decir digo que fue este, nacido a finales del XIX, uno de sus más reputados ilustradores, cuya labor resultó fundamental en la divulgación de las distintas colecciones. Entre los trabajos más famosos se debe destacar LOS CUENTOS DE ANDERSEN, adaptación que, también gracias a él, alcanzó gran popuilaridad y fue leída por varias generaciones.
Narciso Méndez Bringa fue reconocido ilustrador y dibujante en general. De marcado carácter costumbrista su empeño en el detalle, en el retrato fiel de su tiempo, fue razón suficiente para encabezar portadas y secciones del semanario BLANCO Y NEGRO y de la revista, fundada por el propio Calleja, LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA.






Pensando en la posibilidad de ilustrar este blog suficientemente bien se me ocurrió recurrir a los clásicos, pero ya me he dado cuenta de que va ser más que difícil encontrar información suficiente sobre los que más me interesan de ellos, aquellos que trabajaron para Saturnino Calleja. Le he pedido al librero que me busque información al respecto. Hay huellas por todos los lados, me dice: Méndez Bringa estuvo aquí y allá, dibujó y pintó hasta ser uno de los más reputados de principio del siglo XX, hasta resultar imprescindible en algunas de las publicaciones más importantes. Pero del señor que nació y acabó muriendo un día dice el librero que no sabe casi nada. Que tipo más grande el Bringa éste. Una recargadísima necrológica del ABC me ha proporcionado algo de información, pero resulta difícil de leer, como si el articulista se empeñara en inventar un idioma en cada párrafo. Eran otros tiempos, claro.




La ilustración (todo por la ilustración) fue una de las máximas de Saturnino Calleja, los sentidos de este concepto explican al propio Méndez Bringa, que dibujaba con realismo imágenes que acompañaban a textos racionalistas. La Ilustración Española y Americana pretendía cumplir con la función divulgativa de la que educación y cultura en general carecían a finales del XIX y principios del XX. Publicación intelectual que se recreaba en el gusto por el conocimiento con el que trataba de entretener a los buenos lectores de entonces, los que tenían la responsabilidad de tirar del carro de la ilusión. Una época en la que el tópico pasar más hambre que un maestro de escuela era mucho más que una gracia inofensiva porque con ella se ratificaba la postura general de las familias, según la cual mientras se gastaba el tiempo en llenar los estómagos más bien lo justo, no podían enredarse los pequeños en el aprendizaje de las letras: mucho menos los adultos. Es en este contexto, el de unos hombres más bien raros que trataban de hacer de la cultura un bien general, necesario, donde hay que situar a Narciso Méndez Bringa.





Una de las colaboraciones más habituales y por las que más y mejor reconocido fue Méndez Bringa, es la que llevaba a cabo en el semanario BLANCO Y NEGRO, en el que ilustraba novelas y relatos.


Echando la vista tan sólo un poco atrás, a penas un siglo, es fácil darse cuenta de que por el camino se quedaron buena parte de la pulcritud y la gracia de la lengua que empezaran a conquistarse en su momento, antes de guerras y dictaduras. Frente a lo recargado de aquellos textos, sosegados y bien masticados, las prisas de hoy llevan implícitas un ahorro excesivo, una falta de respeto constante al idioma que nos explica, camino de una especie de sajonización excesiva que llegó al extremo hace unos años con la aparición de los mensajes de texto en los móviles. La Internet no ha mejorado las cosas en ese sentido y resulta vergonzoso dar una vuelta por los foros en los que personas que han recibido una educación completa no saben expresarse. Como en los tiempos de Calleja, pero sin justificación posible.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

LA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES V

Asunto de cuernos.

Termino con este, tan sólo, tercer libro de la guía de lectura que confecciono, triste y obligado por mi amo, vendedor de libros en LA TIENDA DE LOPE. Si Lázaro hubiera tenido que servir a un tipo semejante seguramente hubiera aprendido más. Si yo no viviera del aire hubiera muerto. Vivo, afortunadamente, de lo que soy, y no sufro en exceso las injusticias del avaro mercader que regenta esta triste librería, infestada estos días de niños que vienen con sus padres, justos amos.

Al último de sus dueños lo encuentra Lázaro en Toledo cuando es, según él, beneficiado, alumbrado por Dios y regalado, por fin, con un oficio real: pregonero. Oficio que, sin embargo, fue siempre considerado bajo y vil pero que en boca del protagonista del relato se hace parecer un lujo. Yo lo digo claro: Lázaro, desde mi punto de vista, es un mentiroso o es un necio. Y de una u otra manera no hay por qué estar seguro de las cosas que nos cuenta.


A lo que se llega, venía diciendo, es a que el nuevo señor de Lázaro es el arcipestre de Sant Salvador, protector suyo que, además, le hará el favor de casarle con una de sus criadas. Pero fíjese bien el lector que era costumbre que los señores que mantenían relaciones ilícitas con sus criadas casaran a estas para disimular el tinglado, con lo que, a mayores, se ganaba un cornudo en la relación entre ambos. Y aquí está el caso: Lázaro escribe esta larga carta para defenderse de los rumores que corren por la ciudad, sobre su honor, y sobre el de su mujer, a la que hay chismes que acusan de haber parido tres veces antes de casarse con Lázaro.

El lector no cree a Lázaro, claro. y la duda que debe surgir es la de si miente (porque la acusación de cornudo podía ser castigada penalmente), o si es un necio redomado. Así, Lázaro puede estar engañando a su interlocutor. Puede hacerlo sólo al final o desde un principio. Y puede ser sincero, de manera que quien se presenta ante el lector es un hombre no muy listo, por mucho que trata de aparentar lo contrario. En fin, en lo que a mi se refiere dejo la cuestión en el aire. Los Ruffinatto y los Rico dicen que Lázaro trata de engañar al destinatario de la carta, pero que es sólo al final cuando miente por tratar de defender su honra.

En cualquier caso, es un gustazo leer esta pequeña novela que tuvo en su tiempo gran éxito y que se leía como si de los hechos reales de una persona a la que aconteciera especial mala fortuna en la vida se trataran. Un juego genial de un autor anónimo que, sin embargo, cuenta con el privilegio de preceder el género literario de mayor divulgación en la historia de la literatura: la novela.


Edición recomendada:


Título: LA VIDA DE LAZARILLO DE TORMES,
Y SUS FORTUNAS Y ADVERSIDADES.

Autor: ANÓNIMO.






Editor: FRANCISCO RICO

Editorial: CÁTEDRA. LETRAS HISPÁNICAS.

P.V.P.: 7, 50 €.


sábado, 5 de septiembre de 2009

CUENTOS DE CALLEJA

Durante buena parte del pasado siglo XX español la letra entró en las mentes infantiles haciendo herida y muy lejos de ser considerada un divertimento. A finales del XIX la letra ni entraba ni falta que hacía. Hasta 1909 no hubo en España un decreto de obligatoriedad de escolarización, esto es: seis años antes de la muerte del protagonista de este artículo. El analfabetismo era el más grave de toda Europa y las escuelas espacios más bien deprimentes que no lograban convencer a unos padres que necesitaban, por encima de todo, ingresos que ayudaran a la desastrosa economía familiar de aquellos tiempos. De Saturnino Calleja se pueden decir muchas cosas pero la principal es que fue un precursor.


Los libros de texto de finales del XIX y, en general, todos los que tuvieran que ver con la divulgación (científica, sociológica o literaria) no sólo eran escasos y de poca calidad sino caros. Y Calleja y su empresa editorial, fundada en 1876, hincó el diente a todas esas cuestiones: sacó a la luz libros más baratos que les permitieran llegar a un mayor número de usuarios y, a la vez, ilustró sus páginas para hacerlos más atractivos. Aplicó a rajatabla el lema de la editorial: todo por la ilustración, procedente de la revista fundada en 1884 La ilustración en España.

Calleja fue maestro y agente de modernización educativa y cultural de la época, parte esencial en la fundación (1876) y el posterior desarrollo de la Institución de Libre Enseñanza, también fundador de la asociación nacional del Magisterio Español, y de la Asamblea Nacional de maestros que planteó al gobierno las reformas necesarias en el sistema educativo. Entendía que el país sólo podría renacer, rehacerse, por medio de la cultura y de la educación. Se dice (se dicen las cosas que se dicen) que en 1888 sacrificó el 80% de las ganancias a cambio del fomento de la obra, lo cual sugeriría, más allá de lo romántico o interesado del tema según perspectivas, la confianza que tenía en su proyecto, efectivamente, empresarial y educativo al mismo tiempo. Así, enviaba libros a las paupérrimas escuelas de la época, muchas veces, a costa de su propio bolsillo: unos manuales que sorprendían a los pobres maestros por lo atractivo de sus contenidos, y por lo bajo de su precio. El propio Calleja escribió decenas de libros de texto: sobre cocina, danza, historia sagrada, cartillas, etc...




Tener Más cuento que Calleja es una de las expresiones hechas más famosas de este país. Habitualmente se decía en tono despectivo y venía a significar que el señalado era un mentiroso. Con el paso de los años la expresión se ha ido suavizando y, aunque mantiene el significado, denota también cierto aire cariñoso. Efectivamente, los cuentos de Calleja han trascendido más que el resto de su producción editorial. Los niños de los primeros decenios (hay que pensar que la labor de Saturnino fue continuada por su hijo con mejor resultado aún) del pasado siglo crecieron con los cuentos de Calleja, característicos por su pequeño tamaño, bajísimo precio (cinco y diez céntimos las colecciones más baratas) y sus cuidadas ilustraciones, a cargo de reputados dibujantes, como Narciso Méndez Bringa, Santiago Regidor, el también escritor Salvador Bertolozzi y José Pepito Zamora. Además de estas colecciones baratas había otra llamada PERLA que se caracterizaba por su mayor calidad. En total la editorial Calleja logró publicar un total de veintiocho colecciones, de las cuales JOYAS PARA NIÑOS y JUGUETES INSTRUCTIVOS fueron las más conocidas. En 1911, cuatro años antes de la muerte de don Saturnino, la editorial tenía editados más de mil cuentos, gracias a los cuales los niños de la época conoceron a Perrault, Andersen o a los hermanos Grimm, además de deleitarse con historias propias de autores casi siempre anónimos pero entre los que se sabe que estuvo, por ejemplo, un joven llamado Juan Ramón Jiménez. En general, se puede decir que los cuentos de Calleja han sido uno de los fenómenos editoriales más importantes de España y, por extensión, de la América hispano hablante. Tropezar hoy con muchos blogs del mundo que traten la literatura hispánica es encontrarse con estos libritos que forman parte de la historia general de estos países, y de la sentimental de muchos de sus paisanos.


No hay por qué negar, en todo caso, que se trata de cuentos ejemplificadores, en los que el aspecto religioso es importante y en los se fomentan virtudes que hoy en día consideraríamos dudosas. Las obritas de los autores europeos antes mencionados eran muchas veces retorcidos a conveniencia de la moraleja o lección que se quisiera enseñar, pero no se puede hacer este tipo de crítica sin antes situarse adecuadamente en el contexto en el que se desarrolló el fenómeno. Efectivamente, la gente mala era fea y, aún peor, la fea mala; los buenos honrados trabajadores, etc, etc... pero piensese, en este sentido, en los cuentos clásicos de príncipes y princesas que hoy día continúan publicando algunas editoriales, o en las las películas de dibujos animados que nuestros hijos devoran más de un siglo después...

En fin, Saturnino Calleja publicó, además, varias ediciones de EL QUIJOTE y la primera de PLATERO Y YO, libros que hoy en día deben ser joyitas de las más buscadas por los coleccionistas. Y, bueno, fueron felices y comieron perdices, y a mi no me dieron porque no quisieron. (Saturnino Calleja)