jueves, 7 de enero de 2010

EL ALEPH II

Qué triste la lectura de EL ALEPH. Y qué triste descubrir que el hombre llamado Jorge Luis Borges no sólo no me ha ayudado si no que, además, me ha dispuesto para dudas nuevas que, sinceramente, no considero capaz de resolver. Para tantos es esta obra de 1949 una obra maestra que el tendero se había fijado en ella. Creo que la había leído. Creo que se ha puesto más pesado de la cuenta y, finalmente, creo que me ha engañado.


Borges como creador de sombras, de un mundo ficticio y en el que las cosas son como son y son también como pueden ser, o no son de ninguna de las maneras: un mundo que no es más que palabras, que las cosas que las palabras permiten. Un mundo que es más que el mundo. Allí fue donde busqué yo una respuesta, me involucré (he de confesarlo) en la lectura de EL ALEPH porque pensaba que podría quizás ahora difrenciar con claridad ficción y realidad. Este argentino tan gracioso se ha reído de mí, y sólo la imposibilidad de que estuviera pensando en un tal Peri Lope mientras escribiera puede salvarlo de mi insulto.

He contado los relatos que forman la obra y el resultado es de diecisiete. La mayoría estuvo publicada en prensa con anterioridad a la edición libresca, y algunos se añadieron después de esta primera edición entre tapas, como el propio Borges explica en el epílogo de la obra. Como ya saben los lectores el relato que cierra la obra es el que le da título y en ella el tiempo, la literatura y el personaje Borges aparecen como pilares que lo sustentan y que vienen caracterizando el resto de cuentos.

Y así es como pienso proceder en las siguientes entradas, con riesgo de ponerme pesado y esperanza de resultar ameno. Tomaré algunos conceptos fundamentales que entiendo que pueden relacionar las diecisiete entradas del libro y las desarrollaré, mínimamente, en poco más de dos o tres de las mías. Laberintos y religiones, muerte, sueño o traición pueden añadirse a otras palabras clave que ayudarán a tirar del fino hilo literario del que está fabricado el mundo borgiano en este EL ALEPH que, lo digo en serio, es sombra de mi sombra.

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