sábado, 30 de enero de 2010
EL ALEPH V
Es que me resulta cautivador el juego que Borges se trae con sus personajes. Un viajero que da con la inmortalidad, que tropieza con ella y ha de asumirla, se encuentra con una agotado Homero, un hombre que ni siquiera recuerda que escribiera la ILIADA o LA ODISEA. No es extraño que cosas así puedan pasar, y uno puede llegar a confundirse con las vidas de otros y creer que es el propio Homero, o puede pensar que creerse el propio Homero es una consecuencia lógica de su larga vida y que, al fin y al cabo, no se tiene mal recuerdo de uno si se piensa como otro. Son cosas que, de verdad, pueden ser. La memoria actúa como personalidad, pero la memoria es literatura: a veces pura invención.
Los protagonistas que mueren pueden aparecer en otros relatos o en el mismo siendo el propio asesino, o ajustando cuentas pendientes, o siendo homenajeados por un nuevo personaje, alguien que decide hacerle justicia en contextos diferentes. Las polémicas que se mantienen con los contrarios pueden ser contrarias a uno mismo, y las victorias fracasos. Vidas paralelas que se cruzan o traiciones que son, en realidad, decisiones de iluminado: así quien se decide en la batalla a cambiar de bando está tan sólo aceptando un conocimiento que no poseía, actuando en consecuencia. Por supuesto, el narrador puede ser el propio Borges, aunque siendo Borges no sepa muy bien quién es.
La posibilidad de los hechos está en las palabras. Las palabras quedan como un poso o una huella única a la que recurrir, a partir de la cual reconstruir. Con ellas, con la literatura, con los cuentos, con las narraciones se construyen las imágenes, los artificios necesarios que son vida real, que forman parte de nuestra historia y que, a veces, absolutas, hay que desvelar porque se escondan en forma de escritura mágica o divina, o en la imagen que es una moneda, o en el rayado de la piel de un felino. La verdad puede estar a la vista de cualquiera, y el espacio y el tiempo pueden ser un tesoro por descubrir. Descubrirlo es, quizá, saber demasiado.
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