martes, 9 de febrero de 2010

MAÑANA NO SERÁ LO QUE DIOS QUIERA.

Luis García Montero. Alfaguara, 2009.
420 páginas. 19, 50 euros.


Es este un relato que durante el mes de enero he leído con interés a pesar de su extensión. No es que no me gusten los libros cuando son largos, es que habiéndolos cortos tiendo a elegir estos en los que su lectura se mantiene reciente en mi memoria aún cuando ha pasado tiempo desde que fuera realizada. Libros tan largos como el que ahora presento me recuerdan a las frases del periodista Hermida, que cuando llegaba al final de ellas, cuando por fin lograba concluirlas, uno ya no recordaba cómo habían empezado. En fin, para eso están las libretas. En cualquier caso, hace tiempo que no puedo elegir mis lecturas, así que da igual lo que me guste y lo que me deje de gustar. A nadie importa lo que no me haya gustado nunca.

Como todo el mundo que conoce a García Montero yo lo conozco de que es poeta (sobre todo poeta). Sin embargo, ya en 2008 lo descubrí como un narrador eficaz y muy interesante: Anagrama publicó por aquel entonces INQUIETUDES BÁRBARAS, un ensayo en el que el autor reivindicaba un humanismo que (entiendo que con razón) echaba de menos en unas sociedades sofisticadas y que perdieron la política y buena parte de la ética como referencias culturales que en algún momento justificaron muestras de orgullo europeo, como no siendo ahora ni sombra de lo que nos hizo posibles hace ya mucho tiempo, al principio. Otros ensayos forman parte de la bibliografía de nuestro autor de hoy.

Angel González también fue poeta. De los más reconocidos y también de los más leídos en España. Un tipo del que nunca entendí cómo pudo dedicarse a las letras con un nombre tan corriente, la verdad. García Montero lo lleva reivindicando mucho tiempo, fueron amigos mucho tiempo y parece que lo siguen siendo aún después de que el ovetense nos dijera adiós a casi todos y en 2008, fecha poco concreta que el granadino ni siquiera menta en el libro. Un detalle. Poético.

El González nació en Oviedo en 1925, en un España convulsa que ya todo el mundo sabe cómo acabó. Luis García Montero hace una biografía de su época infantil y juvenil, hasta la edad adulta, justo antes de que se hiciera madrileño. Lo que el lector interesado en el tema va a encontrar es, por supuesto, una biografía poética, en la que las circunstancias son aprovechadas, sobre todo, sentimentalmente y sin caer en la cursilería: las guerras hacen inútil el instinto de protección de las madres, nos dice. Esto no es una cursilería, pero tampoco es un puñetazo en la boca del estómago. Yo creo que es la escena de LA NARANJA MECÁNICA en la que el enfermo social es artificialmente obligado a mirar una pantalla: las guerras hacen inútil el instinto de protección de las madres. Con letras gordas.

Familia republicana, padre muerto, guerra, hermano exiliado, hermano muerto, hermana sin trabajo, madre sin trabajo, sótano que les protegiera de las bombas, vecina que baja en sostén y bragas sin poder esconderse de las pícaras miradas de los niños, de las sonrisas maliciosas de los padres, amigos en el barrio, moros militarizados, inquilinos fascistas en la casa de Ángel, que tenían sus propias historias que contar, sus propias circunstancias, comiendo todos juntos a la mesa, un obús que atraviesa el salón una tarde como otra cualquiera y sin dejar desgracias personales... y la literatura: descubrimiento de Rubén Darío, de Alejandro Casona, de Gerardo Diego (para los meses muertos no siembran ataúdes los sepultureros)... y, en definitiva, el crecer de un niño que sólo puede ser entendido como fatalidad. Porque la infancia de Ángel González fue, como se entenderá, muy dura. Y también muy dura porque no fue tan dura como la de algunos de sus familiares.

Pero, cuidado, apenas he sido capaz de borrarme la sonrisa durante la lectura de este libro. No necesitaba hacerlo. El anecdotario es larguísimo, y como García Montero lo depura hasta hacer de ello algo metafórico, con una prosa cuidadísima y ligera, he disfrutado estando en la personalidad infantil de un poeta al que el granadino presenta en su primera página como mezcla de filósofo clásico y de anciano del lugar. Un niño al que le costó mucho adecuarse al sistema franquista de enseñanza (empezó muy tarde la escuela por deseo de su padre) y que creció con el el dolor de quien es menospreciado desde la ignorancia. Hasta gran poeta, pasando por su círculo literario de amigos, llegando un día a Madrid. Ese tipo al que, cuando bebe, el alcohol se le sube a los pies. Acabándose nuestro libro de hoy.

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