domingo, 28 de marzo de 2010

y FLOR DE LEYENDAS II


Me pasó que releyendo el relato VILLANCICO Y PASIÓN, que abre el libro del que me ocupo ahora, aquella pequeña historia me pareció mucho más poética que en su primera lectura, en la que prejuicios laicistas no me dejaron ver con claridad suficiente un contenido mágico que a los cristianos (que entiendo que por aquí, y a pesar de las ideas que se defiendan, somos la mayoría) nos es demasiado familiar, conocido y, por tanto, poco exótico. Así que, al final, carente de encanto. Una ruina, vaya. Porque el cuento merece otros ojos. Cualquier cuento. Es un recreo que degustar de tan sólo cuatro páginas, con la ilusión de quien se siente disfrutando un dulce mientras, de hecho, lo disfruta. Pasa con los demás cuentos pero, quizá, no estén tan bien hechos: digamos que son ricos porque la receta es distinta, pero esta otra, conocida, resulta de una elaboración finita. Digo que muy fina.

Efectivamente, este primer relato forma parte de un total de catorce en los que, y no de igual modo, lo mágico y lo religioso (concepto extrañamente desaparecido en las dos introducciones que he leído) aparecen formando un motivo común que da sentido al libro. Se trata de historias primitivas y heroicas que explican o refuerzan conceptos psicológicos o, simplemente, ideas fundamentales de las culturas en las que se escucharon o leyeron desde tiempos antiguos. Sin embargo, en el primero de ellos Alejandro Casona se permite aportar su ficticio grano de arena que lo redondea. En cualquier caso pienso que debe ser leído como uno más de los relatos que componen la colección, en el mismo sentido que el resto.

Como ya dije en la primera entrada, Casona divide su libro en tres grandes momentos que tienen que ver con el desarrollo intelectual y psicológico del niño: lo maravilloso, el de los héroes y el ciclo alegórico. Hay que recordar que es el infante el primer destinatario de FLOR DE LEYENDAS. Los textos fueron compuestos entre 1928 y 1929 y, tras ser galardonados en 1932, ya como libro, con el Premio Nacional de Literatura, son publicados en 1933, a lo que voy, con las explicaciones oportunas: Para Casona el niño merece mayor respeto que el hasta el momento mostrado por las letras españolas: ni vale la simplificación excesiva y, a menudo, ñoña, de los textos ni la inmoderada complejidad de los relatos menos inteligentes, incapaces de asomarse a la sensibilidad infantil. Casona busca la esencia y esta se encuentra, primeramente, en lo maravilloso, con los mejores cuentos (relatos, poemas, leyendas...), los que logran hacerme sentir oyente. O escuchador, mira tú.

Ya nos dice el autor que es una cuestión de actitud, según la cual la representación debe subordinarse a la acción. Lo cierto es que la semántica y el estilo, la forma, pretenden tomarnos en serio y se nota. El autor logra dirigirse al lector personalmente: utiliza casi siempre el presente histórico, se sirve de epítetos épicos que realzan las circunstancias, mágicas, míticas, y en momentos oportunos la voz narradora expresa sus propios sentimientos, preocupándose por cuanto los personajes sufren: metiéndonos en el bolsillo, dejándonos boquiabiertos para -¡zas!- sacarnos del ensimismamiento (o entimismamiento o ensumismamiento, yo qué sé...) al final de relato. Luego vendrá otro.

Entre los cuentos que podrían incluirse en esa primera clasificación que el propio autor realiza cabe destacar la importancia que tiene el hechizo, o el mal de ojo, dependiendo de los casos. Se trata de un elemento fundamental en EL ANILLO DE SAKÚNTALA, en el que ésta es castigada por un ermitaño con ser olvidada por el héroe Duchmanta, y con perder el anillo capaz de hacer recordar a él la promesa de matrimonio contraida con ella, la pobre. Es curioso que el ermitaño se nos aparezca una y otra vez como árbitro o elemento complicador. Vuelve a pasar en NALA Y DAMAYANTI, donde, además del papel importantísimo del cisne (¿celestino?), un naga o duende travieso ayuda con magia a Nala en su peregrinación y búsqueda de la amada, camino de un final emocionante.

Más evidente se hace esta peculiaridad argumental en LA MUERTE DEL NIÑO MUNI, donde Dasaratha relata los hechos que llevaron al muni, o ermitaño (o asceta), ciego, a maldecirle. Ya en su lecho de muerte nos da cuenta de la razón por la cual morirá lejos de su hijo: cuando aún era joven mató por accidente al hijo de este muni que, como en otros casos, parece incapaz de contener sus poderes mágicos, vengativos o rencorosos.

Estos tres relatos, todos ellos de origen indio y provenientes del antiguo teatro (el primero), y de las largas epopeyas Mahabaratha y Ramayana (el segundo y este último), son obras vastas que Casona logra sintetizar en pequeñas historias de mucho valor. Baste recordar que las dos últimas compondrían más de ciento cincuenta mil versos en su versión original. A estos tres hay que añadir el ya referido Villancico y Pasión para destacar las leyendas que pertenecen a lo maravilloso de forma más explícita, a lo intuitivo.

LA LEYENDA DE BALDER (preciosa, escandinava y en la que Odín ha de salvar a su hijo Balder), LAS MIL Y UNA NOCHES (en la que se nos relata el cuento perteneciente a la noche LVI), LOHENGRIN (o caballero del cisne, historia europea en la que se nos habla de la confianza), HÉCTOR Y AQUILES (sobre la Ilíada, claro) y LOS NIBELUNGOS (para la que Casona echa mano de Wagner), todos ellos vienen a suponer una transición entre lo mágico y lo épico porque aún se dan elementos del primero y ya empiezan a aparecer los héroes con más entidad moral, aunque habría que excluir a griegos y troyanos de semejante valoración.

EL CANTAR DE ROLDÁN; EL DESTIERRO DE MIO CID; TRISTÁN E ISEO; y GUILLERMO TELL son ya leyendas en las que la épica, la heroicidad (humana), son protagonistas de manera casi absoluta. Y aunque me han interesado menos deben ser reconocidos como motivo de banderas nacionales e, incluso, justificaciones históricas, como prueba irrefutable de la capacidad de influencia que la literatura (y la ficción en general) tienen sobre la Historia y otras realidades. Alejandro Casona logra plasmar principios de la evolución psicológica de nuestras civilizaciones, pero su mérito está en saber sintetizarlas porque, desde luego, la labor más importante estaba realizada, desde los antiguos oradores a los poetas y trovadores. Así, la preocupación que el autor de hoy muestra por la psicología infantil es aplicable (y debería ser aplicada) al adulto que trata de tener una idea, al menos general, de lo que la literatura universal es y significa. Y, sin ir más lejos, si lo que se pretende con este blog es acercar a los lectores una breve (y aún particular) historia de la literatura hispánica resulta imposible obviar obras como ésta, en las que se nos dice: mira, esto es lo que había antes, sin esto hubiera sido imposible lo que lees cada día, de allí proviene y es aquello, en ese sentido, principio, también, de la literatura que se reseña aquí.

Sé que alguna cuestión se me escapa y sé también que la entrada está quedando larga. Así que una cosa por otra. Tan sólo un relato, DIOSES Y GIGANTES, cabe incluirse en el ciclo alegórico al que el autor hace mención. En él se vuelve, desde mi punto de vista, a lo maravilloso de los primeros. Thor, hijo de Odín, hermano de Balder, todos ellos personajes a los que ya nos hemos acercado en LA MUERTE DE BALDER, protagonizan el cuento que cierra el libro y que debe verse como superación de los otros, recreación en lo mágico y en lo heroico.

En definitiva, entiendo que este libro de poco más de doscientas páginas debe ser considerado necesario en cualquier biblioteca personal, por mínima que sea. Lo devolveré al librero con la esperanza de que algún día lo lea, de que lo lea a sus hijos para que sus historias sean asimiladas, para que la imaginación de los niños sea, por fin, comprendida.

2 comentarios:

  1. Tomo (buena) nota, el cuento y el relato breve me gustan cada vez mas y tiendo a devorarlos con ansia.

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  2. Estupendo, Jlin. Ten dispuesta toda tu credulidad y disfruta.

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Comentarios.