jueves, 25 de marzo de 2010

LA VIDA ANTES DE MARZO

Manuel Gutiérrez Aragón, 2009. Editorial Anagrama. 285 páginas. 18 €.

Me he acercado a este libro desde la curiosidad que el Premio Herralde de Novela 2009 y el nombre del autor, a una, han provocado en mi. Formaba parte de la montonera que el librero me dejó el mes pasado sobre la mesa de la oficina para redactar el último ALICIA, aunque yo ya lo estaba leyendo. Pero, mira, al librero también le llamó la atención.

Bueno, uno se acerca a la contraportada con la seguridad de que sólo va a encontrar elogios hacia el autor. Es así. Se nos dice que el ex-cineasta se revela como gran escritor. Excelente o algo así. Magnífico. Supongo que cualquier adjetivo sirve para ensalzarlo. La verdad es que tiene algo de gracioso. Se me vienen a la cabeza elogios excesivos, o ñoños, rebuscados y ridículos a muchos libros. Magnífico está bastante bien, aunque parece mucho. Cuanto más lo pienso más grande me parece magnífico.

Pero va. Manuel Gutiérrez Aragón es un buen escritor. Prosa atractiva y ágil. Sencilla. Se le sigue bien y cuenta buenas historias. Aunque esto es una novela. Dos hombres en un tren. 2024. Coinciden en uno de los dos mil vagones que forman la gigantesca máquina, un contexto de metáfora y puede que un efecto plástico ciertamente agradable. Un lugar paradójicamente alejado de los hechos que en él se cuentan. Un terreno neutro que derivará en terreno de juego. El tren recorre un circuito que une Lisboa y Bagdad, nunca para, los apeaderos son móviles, muy sofisticados, el tren sigue su camino a una velocidad altísima, de forma continua. Restaurantes, cafeterías, salas de conciertos... En uno de los innumerables departamentos se encuentra Martín. Y al poco aparece Ángel. Al principio se evitan. Pero pronto se acercarán el uno al otro y hasta lo irremediable.

Las historias se cuentan en la cafetería incluso cuando no se cuentan en la cafetería, porque la botella de vino, el vaso que empinan, es parte de la razón por la que están juntos, hablando. Más allá de la ventana la vida pasa a gran velocidad, queda atrás, pero ellos van a parar para contarse sus vidas. Gracias al vino, distinto, por probar, según la región que cruzan, se les va soltando la lengua a los protagonistas y el lector podrá relajarse para escuchar. Bueno, claro, habrá momentos de tensión y de sorpresa. Se podrán disfrutar dos buenas historias, ricas, complejas y con la particularidad de que tienen un primer desenlace en común, el más importante, y que sucede temprano, lo que permite al autor recrearse en los recovecos psicológicos, tan interesantes, que los protagonistas se encuentran recorriendo casi desde el principio. En un departamento de un gigantesco tren que recorre el viejo mundo sin cesar, veinte años después.

En fin, ambos relatos terminan en el mismo punto histórico, veinte años antes de que estos dos hombres extraños se encontraran en el tren, se evitaran como no queriéndose conocer y acabaran siendo íntimos. Gracias a lo que se cuentan saben quiénes fueron antes de aquel marzo y logran saber quiénes fueron después, qué son entonces. Me pregunto por lo que hará el librero a partir de esta reseña, ya que mostró interés por La Vida Antes de Marzo. Quizá lo lea. A mi me ha parecido una buena novela.

4 comentarios:

  1. Hola Peri Lope:

    Yo he leído bastantes de los premios Herralde, de hecho he leído al ganador y al finalista de los últimos 3 ó 4 años. Suelen ser libros con un nivel bastante alto, aunque soy consciente de que no suelen ser premios “limpios” en un 100%.
    Hay ganadores que son escritores de la editorial: Bolaño, Vila-Matas (sería raro que los años que ganaron hubiera algún libro mejor entre los participantes).
    También hay fichajes de escritores importantes de otras editoriales, que llegan a través de agencia: Sada, por ejemplo.

    Pero este año no me apeteció leer al premio Herralde, rompiendo una tradición personal del último lustro. El motivo:
    Hace dos años, más o menos, estuve en Madrid en la presentación de un libro de Rafael Chirbes (por cierto, que gran escritor), y lo presentaba Gutiérrez Aragón, también estaba el joven Andrés Barba, quien contó que habían estado comiendo cocido en un famoso restaurante.

    Me parece complicado que tu primer libro te salga muy bueno (como suelen ser los premios Herralde) y no me apeteció leerlo al recordar que editor y premiado son amigos y comen cocido juntos.
    Aunque claro, esto no quita para que a Gutiérrez Aragón su opera prima le haya salido una obra maestra.

    Saludos

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  2. Hola, David. No, desde luego no se trata de una obra maestra y, en general, soy reacio a este tipo de calificaciones. No creo que los ganadores del Herralde sean, necesariamente, maestros de la literatura aunque lo sean a veces.

    Esta del Gutiérrez Aragón es una buena novela porque me ha hecho pasar unos buenos ratos y porque, a la hora de reseñarla en el blog, me he dado cuenta de que me había dejado mejor sabor de boca del que pensara en principio. De hecho, había sido mucho más crítico en un primer borrador pero me acabó pareciendo que me ensañaba y comencé a escribirlo de nuevo. Estoy más contento ahora porque me parece que soy más justo.

    Y, vaya, lo de los premios... nunca me dan confianza y, sin embargo, siempre me llaman la atención. No sé qué hacer con esta cuestión.

    Salud y buenos alimentos.

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  3. Los premios literarios a obra inédita, son la peste. Sin excepción. ¿Hace falta decir nombre de premios y obras premiadas?.
    De los premios a obra editada, no me fío aunque la calidad suele estar garantizada. ¿Por qué se da el premio a un libro en concreto y no a cualquiera de los otros veinte, treinta o cien que pueden merecerlo? Entramos de nuevo en el lado oscuro.
    Mi paisano Lara, grandísimo genio empresarial, convirtió la literatura en negocio. Aunque hoy no hace falta un premio para promocionar y vender varios centenares de miles de ejemplares de una novela mediocre, el premio da un toque 'culto' y 'prestigioso' que aumenta el coste de oportunidad del producto.
    Modestamente, creo que no deben leerse premios recién salidos de la cocina de una editorial ni libros recién editados por personajes televisivos. Y es curioso; salvo poquísimas excepciones, pasado el tiempo te olvidas de ellos y nada, ninguna crítica o comentario de alguien conocido, te hace ver que has dejado de leer algo bueno. Sólo eran un producto comercial más, negocio.

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  4. Hola, Arrecogiendobellotas (cómo mola tu nombre). Supongo que esto que comentas, vox populi, sobrepasa al chisme y es algo que, de hecho, se asume. Es como parte del engranaje literario: demasiadas personas encargadas de editar y distribuir libros están en el ajo. Y otras tantas que no están lo consideran necesario, como si la literatuta no pudiera sobrevivir sin estos falsos movimientos, verdaderamente mercantilistas y honestos para los capitalistas más puristas: si la cosa produce queda justificada.

    Yo preguntaría sobre el nivel de descontento que existe, en general, a propósito de la cuestión esta de los premios. Si estamos jugando todos a lo mismo, si todos conocemos las normas o condiciones del juego(todos: escritores, críticos, editores, distribuidores, libreros y lectores)veo difícil un cambio sustancial.Quizá nuestros pequeños espacios puedan ayudar en algo.

    Por otra parte pienso también en las obras de calidad que han ganado premios, y que podrían ser mal juzgadas por formar parte de una realidad casi siempre injusta.

    No estoy seguro de que los premios no deban leerse, aunque sí pienso que es una buena manera de seleccionar lecturas (desechar lecturas) ya que, como tú dices en tu blog, hay que tener en cuenta lo finito de nuestra capacidad lectora.

    En España se editan alrededor de setenta mil títulos (o por lo menos se editaban no hace mucho) así que hay donde elegir. Quizá demasiado.

    Saludos.

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