jueves, 29 de abril de 2010

EL FIN DE LA EDAD DE PLATA I

Lucas Cranach, La Edad de Plata

La primera vez que tomé este libro ni siquiera existía yo, el Peri. Hace muchos años. Mis cuatro cientos han discurrido comprimidos (como en emepé) en menos de uno, uno menos de los que tiene este blog. El caso es que el librero que fue estudiante compró una vez EL FIN DE LA EDAD DE PLATA en un librería vallisoletana y en uno de esos ratos que dedicaba a no estudiar (maravillosos ratos). Lo hojeó porque su afilosofada mente no fue capaz de comprenderlo al principio (Antínoo, hijo de Eupites, había caído del alto gorgorito de su estupidez muerte abajo) y nunca, sin embargo, renunció a la esperanza de hacerlo después. Con veinte años El Fin De La Edad De Plata promete. Con treinta se confirma. Con treinta y cinco se goza. No digo qué más pueda venir. Ninguno de los que leéis este espacio pasaréis de los cien y mucho menos llegaréis a los cuatrocientos. En realidad estáis todos muertos. Algunos leéis para ser de mentira, pero esto es algo al alcance de pocos.

Es tal el poderío plástico de esta obrita tan grandota (unas ciento sesenta páginas) que uno no termina de leerlo nunca. Son incontables ya las veces que he paseado por la mayoría de sus textos, repasando enunciados dramáticos, pasajes surrealistas o explicaciones sin sentido y de pretensiones oscuras. La oscuridad es importante. El vacío. Un punto final que amenaza.

El prologuista (francés) Jacques Ancet habla de una obra de resistencia. Original de 1973 está escrito desde la influencia (no hay por qué buscar dudas al respecto) de sus años de vida en Francia, entre 1958 y 1963, y pertenece a la tradición francófona del poema en prosa. Ya saben que hay por ahí todo un tal Baudelaire o y uno que se llama Rimbaud, entre otros a los que no he leído (no mola ni ná el Rimbaud). Es EL FIN DE LA EDAD DE PLATA, por tanto, un libro de poemas en prosa y un libro de una prosa que para sí quisieran la mayoría de prosistas que he leído.

Es una obra de resistencia y algunos de sus poemas son de tintes claramente autobiográficos, en otros casi toca adivinar referencias personales y, en general, puede decirse lo mismo que de cualquier poemario: se trata de expresar las cosas de uno. Las cosas de José Angel Valente (Orense, 1929 - Ginebra, 2000) son, en esta obra, la libertad y sus posibilidades, tratadas de manera indirecta pues se habla en estos poemas del poder inmovilizador, que es ridiculizado, despreciado o engañado, raramente asumido y en acto de rebeldía cuando se da el caso. El franquismo aparece, nunca de forma explícita, una y otra vez (La Iglesia, El Ejército, La Burocracia, La Aristocracia...) en estos pasajes que conforman un todo lógico. Una realidad tan palpable, viscosa, que se hace necesario deshacerla, descomponerla a partir de sueños y pesadillas premonitorios, camino de la destrucción necesaria... de la mística.

Es una obra de superación, un paso adelante. EL FIN DE LA EDAD DE PLATA cierra un ciclo que empezara con EL INOCENTE y siguiera con TREINTA Y SIETE FRAGMENTOS, entre el 67 y el 70. En ellos la oscuridad se nos presenta como resultado de un certeza: que las formas, los esquemas están obsoletos cuando no son perniciosos. Como cosas así no pueden decirse a la ligera se hace inevitable que la voz surja desde la tristeza y, más concretamente, desde el pesimismo. La obra poética de este autor es a partir de esta que comento hoy una búsqueda constante del vacío:

"He cogido un paño limpio, un paño sencillo y blanco, y me he puesto a limpiar el aire como un gran ventanal de vidrio. Y cuanto más limpiaba la lámina dura y delgada más veía a través de ella tu misma imagen, muy próxima y lejana como siempre.
- Entonces -digo- nada ha sucedido"
[fragmento de EL REGRESO]

El libro está compuesto por un total de cuatro partes. Tres primeros que se nombran con sus respectivos cardinales y un cuarto que no ha formado parte de la obra en todas las ediciones: NUEVE ENUNCIACIONES. Estas no aparecieron en el libro que Seix Barral editara en 1973. Fueron añadidas posteriormente, pues algunos de sus poemas fueron censurados cuando no le costaron condena a Valente, como el caso de EL UNIFORME. Además, la segunda de las partes está compuesta por un único poema: EL REGRESO.

Los temas la libertad, el poder opresor y la huida al vacío tienen un potencial plástico, estilístico, que Valente lleva lejos de las formas habituales. También en este sentido se trata de un acto de rebeldía. Lo que se lee es poesía. Que sea en prosa produce un efecto de desconcierto y, sobre todo, de engaño, porque puede dar la impresión de que se lee un relato. Es entonces lcuando a metáfora asoma, con fuerza descontrolada, en un medio que cabría calificar de salvaje frente a la civilizada lírica.

"No guardaba del lugar donde nació recuerdo grato alguno. Le habría gustado, me explicaba, nacer en ningún sitio para que en él pusieran sobre piedra solemne escrito en humo: AQUI NO NACIÓ NADIE.
No tenía recuerdo duradero que no fuera el de la infancia cercada. Torpe lugar de nieblas insalubres. Descargadero innoble de desechos del tiempo en estado de sitio. Pozo. Desde el brocal escrutas aún el fondo donde el agua sellada no recompone imágenes. Niñez y adolescencia sitiadas. Calle abajo venía un muerto prematuro con una indescifrable sonrisa en la voz ciega. Os dijisteis adiós."
[fragmento de DE LA CONSOLACIÓN DE LA MEMORIA]

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