jueves, 16 de septiembre de 2010

AUTOBIOGRAFÍA DIFUMINA XVIII

 VELATORIO, Ángel Manuel Rodríguez Romero


He mirado la espalda -arqueada hacia su propia conciencia- de una mujer que no sabía llorar, y he visto un muerto que no entendía nada, un muerto feliz y envuelto en su olor pesado de aire que se desprendía de sí. Pero sólo a intervalos largos. Y con extraordinaria eficacia, contaminando la habitación de un ahogo leve y repugnante. Me he dado cuenta del silencio y he pensado que allí no había qué hacer. Salvo salir a respirar. Pasar desapercibido.

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