viernes, 26 de noviembre de 2010


nº 28


Llevo algunos días rebuscando entre los estantes por ver qué de entre todo lo que va llegando puede destacarse en este espacio y me he decantado por algunos títulos en formato pequeño, económico, de títulos ya conocidos, claro. Espero también poder resaltar algunos libros que me han llamado la atención y voy a empezar por los dos que no puede incluirse entre letras hispánicas.

El primero es uno con el que he tropezado ya en varias ocasiones. Siempre ha llamado mi atención: EL PILOTO DE HIROSHIMA. En 1959 el filósofo vienés Günther Anders inicia su correspondencia con Claude Eatherly, el piloto que el seis de agosto de 1945 lanzara sobre Hiroshima una bomba atómica. Estas cartas son conocidas, así como el caso del piloto arrepentido, el caso Earthly. Paidós reedita ahora la traducción que en 2003 hiciera  Vicente Gómez Ibáñez. Un diálogo epistolar conmovedor entre quien paseara su culpa por hospitales psiquiátricos durante el resto de su vida y un filósofo especialmente sensible con la causa antinuclear. Se me ponen los pelos de punta y me pregunto cómo puede ser. 256 páginas. 16 €. Prologa otro filósofo: Bertrand Russell, así empieza:

El caso Eatherly no constituye solamente una terrible e infinita injusticia hacia un individuo, sino que simboliza también el delirio suicida de nuestra época. Nadie que haya leído sin prejuicios las cartas de Eatherly podrá dudar de su salud mental, y me resulta muy difícil creer que los médicos que diagnosticaron su demencia estuvieran convencidos de lo acertado de este diagnóstico. El único error de Eatherly fue arrepentirse de su participación relativamente inocente en la brutal masacre. Es posible que los métodos que siguió para despertar la conciencia de sus contemporáneos sobre el delirio de nuestra época no fueran siempre los más acertados, pero los motivos de su acción merecen la admiración de todos aquellos que todavía son capaces de albergar sentimientos humanos. Sus contemporáneos estaban dispuestos a honrarle por su participación en la masacre, pero, cuando se mostró arrepentido, arremetieron contra él, reconociendo en este arrepentimiento su propia condena. Espero que (...)


El otro libro no hispánico que paso a mostrar es el último de Don Delillo: PUNTO OMEGA. Lo que se nos promete es novela intimista, filosófica y emocional: un asesor de guerra, un joven cineasta y la hija del primero hablan en el desierto. La guerra de Irak como trasfondo. 160 páginas.  Traduce  Ramón Buenaventura. 17 €. Primera página:

ANONIMATO

3 de septiembre

Había un hombre de pie contra la pared norte, apenas visible. La gente entraba de dos en dos y de tres en tres y se detenía en la oscuridad mirando la pantalla y luego se iba. En ocasiones apenas traspasaban el umbral, grupos más grandes entrando como sin rumbo, turistas aturdidos, y miraban y trasladaban el peso del cuerpo de un pie al otro y luego se iban.
No había donde sentarse en la galería. La pantalla descansaba directamente en el suelo, unos tres por cuatro metros, sin elevación, en mitad de la sala. Era una pantalla translúcida y había personas, pocas, que se demoraban el tiempo suficiente como para ir derivando hasta el otro (...)



Me dicen que hubo una vez un escritor revelación llamado José Ángel Mañas, un escritor que debutara con HISTORIAS DEL KRONEN, finalista del premio Nadal en el noventa y cuatro, obra llevada al cine con éxito comercial. Se ve que la cosa no fue luego para tanto porque no se ha oído mucho más de él desde entonces, aunque otras obras han sido adaptadas a la gran pantalla y ha continuado su carrera de escritor. Lo último: SOSPECHA. Novela negra ambientada en Madrid. Un asesinato y una víctima a la que proteger. Un protector sospechoso, un policía, cuatrocientas veintiséis páginas, diecinueve con cincuenta euros...


Prólogo.

I

"- No te puedo hablar ahora mismo. Me está siguiendo un tipo. Luego te lo explico..."
Esas fueron sus palabras exactas; unos minutos después estaba muerta.
Cuando se cortó la comunicación, el notario Ángel Pizarro, originario de Navalcarnero, estaba saliendo de trabajar en la capital y acababa de telefonear desde el interior de un Mercedes Benz color aluminio que permanecía en su plaza personal del estacionamiento subterráneo, justo debajo de la notaría. Curiosamente, a pocas manzanas del bufete de Alfredo Molina, el abogado de Pacheco Duarte. El reloj digital del salpicadero marcaba las veintiuna cero siete. Fecha:  diecinueve del doce del dos mil cinco.
- Yo estoy arrancando, cariño. En menos de una hora estaré allí -dijo, al igual que cualquier otra día.
Era un animal de costumbres.
"-No te puedo hablar ahora mismo. Me está siguiendo un tipo. Luego te explico..."
Algo extrañado, el notario apagó el manos libres. En el interior de la garita de seguridad, un guardia dormitaba ante los monitores. A continuación, se incorporó al tráfico de la calle Serrano, entonces en obras, para atravesar medio Madrid, Alcalá, Cibeles, Gran Vía, y salir, por el túnel de Plaza de España, a la nacional cinco. Por las (...)



Ha parado estos días por aquí la última edición de LA LITERATURA NAZI EN AMÉRICA, uno de los primeros textos conocidos del chileno Bolaño y que, hasta la fecha, se publicaba en Seix Barral. Anagrama se hace cargo de este ficticio muestrario de literatos filonazis. 250 páginas. 17 € que empiezan así:

EDELMIRA THOMPSON DE MENDILUCE
Buenos Aires, 1894-Buenos Aires, 1993.

A los quince años publicó su primer libro de poemas, A Papá, que consiguió introducirla en una discreta posición en la inmensa galería de las poetisas de la alta sociedad bonaerense. A partir de entonces fue asidua de los salones de Ximena de San Diego y de Susana Lezcano Lafinur, dictadoras de la lírica y del buen gusto en ambas márgenes del Plata en los albores del siglo XX. Sus primeros poemas, como es lógico suponer, hablan de sentimientos filiales, pensamientos religiosos y jardines. Coqueteó con la idea de hacerse monja. Aprendió a montar a caballo.
En 1917 conoce al ganadero e industrial Sebastián Mendiluce, veinte años mayor que ella. Todo el mundo quedó sorprendido cuando al cabo de pocos meses se casaron. Según los testimonios de la época Mendiluce despreciaba la literatura en general y la poesía en particular, carecía de sensibilidad artística (aunque de tanto en tanto acudía a la ópera) y su conversación estaba al mismo nivel que la de sus peones y obreros. Era alto y enérgico, pero distaba mucho de ser guapo. Su única cualidad reconocida era su inagotable fortuna.

Hasta aquí por hoy. No he recomendado ni un sólo libro de bolsillo, algo que pretendía hacer según decía. Queda, pues, pendiente la cuestión, quizá para la semana que viene, si no se presenta el librero en los momentos previos a la redacción con exigencias editoriales. Al menos los libros que dan comienzo y fin a la entrada de hoy pueden presumir de tener buena pinta.

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