nº 31
Alguna vez había de ser que anunciara por aquí un cómic y ya puedo decir que es esta: MALOS TIEMPOS es un libro tebeo o de historietas, aunque sobre la Guerra Civil, con lo que el buen humor no sólo no está garantizado sino que, más bien, se aspira a lo contrario. Con Madrid como ciudad protagonista Carlos Giménez nos acerca la vergüenza de un país que cayó en lo más bajo, allí donde tanto da mantener los ojos abiertos como cerrados. Publica Debolsillo. 384 páginas. 14, 95 €. Prologa Ramiro Pinilla y comienza de esta manera:
EL TIEMPO ENTERRADO.
La Guerra, aquella Guerra nuestra interminable, porque aún no está cerrada, ¿cómo fue, de qué materia estuvo hecha que aún quema al cabo de setenta años? Sobre ella se han escrito muchos más libros fuera que dentro. Al principio y durante demasiado tiempo, la dictadura cerró sus fronteras a esos libros. El premeditado olvido del pasado impidió conocer lo que pasó en muchas generaciones de españoles. Se trató de una verdadera omertá. Pasó el tiempo y las exaltadas legiones victoriosas -"¡Primer año triunfal!, ¡Segundo...!, ¡Tercero...!", hasta que se aburrieron- declinaron su fiero ademán y parecieron comprender que su orgía de sangre no podía exhibirse en los nuevos tiempos y borraron su adusto gesto mussoliano para pregonar "aquí no ha pasado nada" e incorporarse a la normalidad de un país silenciado por ellos mismos. Entonces aún eran identificables esas personas comprando el pan o integrando consejos de administración, pero ¿cuántos quedan y dónde están hoy aquellos criminales del tiro en la nuca que sembraron España de tumbas sin nombre? Vivimos un tiempo de olvido, no está de moda la memoria. Pero aquella Guerra existió, yo la vi.
El 18 de julio de 1936 yo tenía doce años; días después, y como todos los jueves, pasé por la tienda de las hermanas Learra de Algorta, en busca del Aventurero de Flash Gordon, que iba por el nº 75 y costaba 15 céntimos. "No ha llegado porque hay guerra", me (...)
Hace ya muchos años que el librero leyó HISTORIA DE UN IDIOTA CONTADA POR ÉL MISMO (original de 1986), de Félix de Azúa, filósofo al que admirirara en su época de estudios filosóficos. Me consta que por entonces llegó el librero a lucir las medallas propias de un filosofante. Un filosofante es un filosofador con trompetilla y orejas multidireccionables y, aún, multidireccionadas. Digo esto por si alguno se me ha despistado: venga conmigo. Digo que el volumen que a finales del pasado año editó Anagrama en su colección Otra Vuelta de Tuerca reúne esta obrita de la que el librero desfilosofado no recuerda casi nada y otra que nunca leyó. Yo tampoco: DIARIO DE UN HOMBRE HUMILLADO, obra de 1987 que ganara el Herralde de novela. 432 páginas. 21 europeos. Prologa el propio De Azúa, y la primera página de la primera de las novelas es esta:
Si alguna vez tropiezo con viejas fotografías de mi infancia, lo que hace mucho que no sucede, siempre me sorprende y molesta el mismo, obsesionante, rasgo. En todas ellas -diez, veinte fotografías que me retratan desde la pila bautismal hasta los seis o siete años de edad- aparezco con la misma e insoportable sonrisa. Siempre es igual, idéntica, como si se tratara de una máscara y fuera independiente de mi verdadero humor. Este signo inequívoco de vileza ha determinado mi vida, una de las más desdichadas que conoczco, y siempre en la misma dirección; desde mis primeras intuiciones supe que estaba obligado a simular una constante felicidad, y que semejante rasgo iba a ser lo que me permitiera sobrevivir; la única fortaleza en donde podría sentirme a salvo de los innumerables ataques de que iba a ser objeto. Una simulación de felicidad terca y constante me ha permitido, en efecto, llegar con vida al día de hoy, pero a costa de los mayores sufrimientos y de un hastío infinito. No obstante, prefiero no imaginar lo que habría sucedido de haber mostrado a cara descubierta hasta qué punto ni era feliz, ni falta que me hacía.
No recuerdo apenas nada de mi infancia, lo cual me lleva a pensar que, a diferencia de casi todos los seres humanos, cuyos recuerdos infantiles pueblan de dicha su vejez, la mía fue una infancia gris, aburrida, burocrática y abstracta. Así por ejemplo, el (...)
De la mano del cinesta Jess Franco y de la editorial AGUILAR ha llegado a la librería una recopilación de textos a partir de conversaciones que mantuviera con el clásico Berlanga, y que llegan al lector a la manera de unas memorias (caóticas). Primer página:
Capítulo 1.
Berlanga bélico.
Yo no sabía qué hora era ni cuánto tiempo llevaba allí, de guardia, con un mosquetón pesadísimo. Hacía un frío terrible, en aquella oscuridad, y apenas podía moverme. Se oía sólo el ruido del viento y, de vez en cuando, el aullido nada grato de algún lobo. No veía casi nada y, además, los ojos, las cejas y las pestañas se me iban cubriendo de hielo. No sé qué temperatura hacía, pero nunca había tenido tanto frío... ni tanto miedo. Llevaba un uniforme, unas botas y un capote del ejército alemán que apenas me protegían. Yo venía de las tierras cálidas de mi Valencia natal y, de pronto, me encontraba en aquellas tierras gélidas haciendo el heroico soldadito de la División Azul. Soldadito español, soladito valiente... Era la puta canción aquella que repetíamos en las marchas. Teníamos un pobre repertorio que incluía Yo tenía un camarada -que era alemán-, Lili Marlene, traducida a un español cachondo, y alguna más, el himno de Valencia incluido. Habíamos cambiado las letras, que ahora hablaban de joder y otras lindezas. Las cantábamos a grito limpio, en la impuni- (...)
Para finalizar, uno de los libros que ahora tengo empezados: GEOGRAFÍA MÁGICA. Un homenaje a las leyendas que tratan de explicar el mundo cercano, el que pisamos cada día, y también a la literatura y, en definitiva, a la imaginación. Acabo de terminar las primeras páginas, protagonizadas por el titán Heracles (sobre la creación de los Pirineos y el estrecho de Gibraltar, columnado), y me han parecido, efectivamente, maravillosas. Ana Cristina Herreros debe de ser una autora muy interesante, la cuenta cuentos Ana Griot, y prometo decir más cosas sobre ella en próximas ocasiones. De momento: Siruela; 2010; 182 páginas; 29, 95 €. Ilustraciones de Carlos Arrojo.
Hubo un tiempo en que hombres y mujeres sentían la Tierra como si fuese un ser más, con vida propia. La sentían tan animada que sentían que, además de ese cuerpo visible que los sostenía y les daba alimento y solidez suficiente para enterrar en ella los cimientos de sus casas, tenía alma y sentimientos. Y era así porque se sentían tan parte de la Tierra que la consideraban su madre, su hermana. En ese tiempo los hombres vivían en armonía, en hermandad con esta tierra tan familiar que respiraba el mismo aire que ellos respiraban, que latía con un ritmo como el de sus corazones y que se dolía con las mismas afrentas. En ese tiempo los hombres y las mujeres se sentían protegidos por aquella madre tierra porque de ella habían salido y a su vientre volverían cuando acabase su tiempo. La vida y la muerte no eran contrarias sino complementarias, dos caras de la misma moneda, dos partes del mismo ciclo vital. Algunos llamaron a aquella tierra Paraíso.
Pero algo sucedió. Si no, no habría historia... No se sabe si fue porque la soberbia, que es eso que les pasa a quienes creen ser más que nadie, comenzó a anidar en el pecho del hombre. Dicen que antes anidó en el de la mujer, que le hizo caso a una serpiente y deseó comer una manzana que le daría todo el conocimiento. Quizá fuese porque alguien empezó a decir esto es mío y sólo mío, y para que quedase claro de quién era aquello puso cercas y puertas al monte. O porque se acabó el amor, que es eso que nos hace pensar en el otro más que nosotros mismos. No se sabe por qué fue. Pero (...)
Mira tu que casualidad, conocí a alguién que hizo la mili con Félix de Azua y tenía modales de hidalgo ;-)Tiene buena pinta ese extracto que citas. Pero ¿y el resto?
ResponderEliminarRecuérdame que le eche un viztazo al de las leyendas cuando pase por ahí, dentro de poco.
Un saludo. Blanca
La verdad es que la lectura de De Azúa me interesa bastante.
ResponderEliminarPor favor, cuando vengas a la tienda recuerda al tendero que te recuerde que eches un vistazo al de las leyendas.
Saludos.
Me alegra ver un cómic en esta entrañable tienda de Lope, además del genial (para mi) Carlos Giménez de quien no puedo menos que recomendar la serie "Paracuellos" que es excepcional, plagada de humor y realismo como imagino será este "Malos tiempos".
ResponderEliminarBueno, Jlin, me gustaría comentar algún cómic más, pero la verdad es que no llegan muchos a la librería.
ResponderEliminarSaludos.
Bueno, ya tengo las Leyendas... Ahora solo falta submergirme en ellas, cuando acabe con El Encantador Merlín :-) Ya te diré mi impresión. Un saludo. Blanca
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