viernes, 15 de abril de 2011

EL HACEDOR (DE BORGES), REMAKE.

Título, El hacedor (de Borges), Remake.
Autor, Agustín Fernández Mallo.
Editorial, Alfagura, 2011.

178 páginas.
Pvp, 18, 50 €.

Vaya por delante que reseño un libro que ni he leído ni intención que tengo de hacerlo: setenta páginas han sido castigo suficiente. No he podido con ello, yo no sufro leyendo, no estoy dispuesto: o disfruto o a freír espárragos. No sé, quizá lea la versión original por tercera vez, para quitarme el mal gusto. Cuánto daño hizo Warhol, y cuánto warholito de pacotilla desde entonces, y cuánto popito diciendo que vale todo y qué de acuerdo que estoy: todo vale, vale lo bueno y vale lo malo, cada uno ocupando su espacio en mi sesera. El Remake de Mallo es un mal libro, casi diría que peor que el título. NOCILLA EXPERIENCE y NOCILLA LAB me parecieron, sin embargo, buenos libros a pesar de sus títulos, pero está claro: todos valen, incluso este de hoy que a nadie recomiendo.

Borges ofrece al lector la posibilidad de una visita guiada por sus preocupaciones literarias y filosóficas y, por supuesto, despliega para ello su capacidad estética, propone profundizar en preocupaciones que el humano (el ser racional) tiene de hecho, con las que vive y que ha de sobrellevar. Lo hace con originalidad, con esa capacidad de iniciar, desarrollar y resolver pequeñas tramas que giran alrededor de un aforismo, de una paradoja o una historia de cuchillos, y uno se pasea por países, por reinos, por personajes...  y se maravilla... porque Borges habla sobre preocupaciones originarias, auténticas, y lo hace con una narrativa que , esta sí, apabulla. Que, de alguna manera, Fernández Mallo ha recuperado este título es justo decirlo.

Pero Agustín Fernández Mallo quiere que nos preocupemos por cosas que no son importantes. Digo yo que son ganas de tocar las narices. El problema de Mallo ha sido para mi que se empeñara en la divulgación de conocimientos que  no me interesan y, bueno, un par de ellos me han parecido curiosos, pero a la tercera que me he dicho que y qué pues ya he empezado a mirar de reojo las lecturas pendientes: es que ando enredado con la Pizarnik, con Parra y con Matute, y quiero empezar con Fogwill: y, mientras, mirando fotos que el Mallo ha hecho del Google Maps. Que no se me venga con la velocidad de los electrones por los cables de no sé qué colores:  eso, literiariamente, no hay quien se lo coma... a quién le importa,  no se puede contar un cuento de electrones porque uno sea físico: eso es injusto para todos, incluido el autor...Ya me está entrando otra vez el mal humor, y eso que fue ayer cuando abandoné la lectura, tan agustito que estaba al sol, como las lagartijas, y el libro entre las manos escociendo... y el estómago escociendo, y escociendo el Mallo, Alfaguara y todo el grupo Santillana escociéndome... Tomé la antología de Nicanor Parra y, finalmente, se me arregló la tarde y pude esquivar la úlcera.

Mallo vuelve en esta obra a tomar palabras prestadas a tutiplé, descuida bastante el estilo (leer algo que está bien escrito también divierte, hombre) y, en general, se pega el capricho de variar una obra de Borges que es, de por sí, especial y, además, da la impresión de que no entiende al argentino y, desde luego, estoy seguro de que no lo entiende como yo. Me comentaba hace unos días un amigo bloguero que Borges era efectista, haciendo referencia a su capacidad de sorprender. Y yo le decía que creía que tenía razón pero que, además, Borges es otras cosas. Pues bien, por remachar, diré que Mallo se ha quedado sólo en un intento de efectismo. Digo que fallido. Y del resto del argentino nada, salvo sus respetos. Vayan también los míos.

Un par de piezas más de EL HACEDOR, el original, y me piro. Por cierto, no sé si saben que no hay edición en el mercado de nuevos, por eso decía que la labor de Mallo es que quizá gracias a su libro algún editor vuelva a interesarse por el original:



AJEDREZ

I

EN SU GRAVE rincón, los jugadores
Rigen las lentas piezas. El tablero 
los demora hasta el alba en su severo
Ámbito en que se odian los colores.

Adentro irradian mágicos rigores
Las formas: torre homérica, ligero
Caballo, armada reina, rey postrero, 
Oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores e hayan ido, 
Cuando el tiempo los haya consumido, 
Ciertamente no habrá ceesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.


II

TENUE REY, SESGO alfil, encarnizada
Reina, torre directa y peón ladino
Sobre lo negro y blanco del camino
Buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino, 
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
De negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y este la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonías?


Ahí queda eso.


6 comentarios:

  1. Hola Peri:

    Y yo que pensé que me había pasado al comentar Nocilla experience. Tú tampoco te has quedado corto...

    Resumen: debemos leer más a Borges.

    saludos

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  2. Hola, David.

    Es que ha sido una decepción enorme. De todas formas llevo unas horas dándole vueltas al tono de la reseña. Es bastante desagradable quedarse uno observando su desahogo, aunque en su momento fue necesario. Por cierto, aquella crítica tuya de la Experience fue una de las primeras en las que participé, y ya había hecho la mía algún mes antes, benévola en comparación con la tuya, una de las pocas negativas que has hecho, según recuerdo.

    Resumen: debemos leer más a Borges.

    Hasta luego.

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  3. Hola:
    Sí, a mí el libro de la Nocilla no me gustó. Y ha sido de las pocas veces que no me ha gustado algo de lo comentado en el blog. Otra vez fue con un libro de Andrés Rivera y la otra con uno de Saramago.

    Por cierto, se me olvidó decirte que ya llevo la mitad del libro de los cuentos de Fogwill y me parece bastante bueno. Lanzate con él, muy recomendable.

    Saludos
    David

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  4. Pues también recuerdo el de Saramago, David. No el de Rivera.

    Al de Fogwill le pienso hincar el diente enseguida, en cuanto avance un poco más con una novela que tengo empezada de Ana María Matute, LA TORRE VIGÍA.

    Hasta luego.

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  5. Por supuesto que Borges es algo más que efectista. Mucho más. Y estoy de acuerdo con que hay que releerlo.

    Por cierto, estuve en Ginebra hace un tiempo y no olvidé pasar por la casa donde pasó sus últimos años. No vivía mal.

    Me gustan las malas críticas. Hay demasiados libros por leer y nos sirven para desechar. Tacho éste.

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  6. Qué responsabilidad, Impenitente, me echas encima tachando este libro. Aunque se agradece la confianza.

    Imagino que el amigo Borges debía de vivir muy bien, y me imagino una casa decimonónica aunque, en fin, el pobre no pudiera disfrutar mucho la decoración... y, bueno, lo que queda claro es que hay que leer al argentino.

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Comentarios.