Sinceramente no soy partidario de entrar en las incorrecciones gramaticales que aparecen en los libros. Creo que no es lo más importante, igual que creo que es mejor escribir (y hablar) bien que mal, y que en la medida en que esto sea conseguido el mensaje que se emite será claro y rico. Lo cierto es que nunca comento estas cosas y es, sobre todo, por timidez pero también por no quedar desprotegido, sospecho. Es decir, si entro en este tipo de cuestiones quedaré al descubierto, seré objeto del mismo tipo de crítica, y sabe el mismísimo librero que a menudo la mango y, cuando la mango, la mango bien, para que no quede duda, del verbo dudar.
En este sentido no creo que al escritor profesional se le deba exigir la perfección. Pero resulta que hay unos señores y señoras bien llamados correctores y que se dedican a repasar y mejorar los textos que tienen errores ortográficos y gramaticales. Antes de ser publicados, claro. Es cierto que el corrector es humano (digo que lo aseguro) y puede equivocarse igualmente, pero cuando lo que uno tiene entre las manos es la edición de una edición de una edición se molesta con ciertos encontronazos. Dos autores: Roberto Bolaño y Javier Marías. Ahí es nada. Ambos han de tener correctores de sus obras aunque al pensar en el estilo de cada uno de ellos arriesgaría a que no necesariamente el segundo.
Lo que una y otra vez me encuentro en Bolaño es esto: habían dos personas tomando un café. Por ejemplo. Es cierto que es un error típicamente sudamericano, pero ni que decir tiene que el corrector debería conocer algo mejor el idioma español pues no es su profesión la de inventar historias (pocos mejores que Bolaño para eso) sino la de cuidar la forma gramatical de dichas historias. Esta conjunción incorrecta del verbo haber puede encontrarse en todas las obras que he leído del chileno y llama mi atención, como se comprenderá.
En el último libro que he leído, el de Javier Marías recientemente reseñado, me he encontrado varias veces con expresiones de este tipo: más imprescindible, más imborrable... Ni que decir tiene que una cosa que es imborrable no se puede borrar. Lo que hace Marías es añadir un matiz que hace referencia al grado, y, de esta manera, A es más imborrable que B cuando cuesta borrarlo más de lo que cuesta borrar a B, pero teniendo en cuanta que ni uno ni otro serán borrados. Esta es la explicación (inexplicable) que se me ocurre dar tratando de salvar a Marías pero lo cierto es que no creo que en español se pueda decir que una cosa es más imborrable que otra, ni más imprescindible. Cosa bien distinta es su contrario de ambas: algo prescindible puede serlo en grados distintos e, igualmente, algo borrable. Estas son las expresiones que Marías debería haber utilizado: menos prescindible y menos borrable, aunque también suenan raras. Pero que bien raras. Digamos, por rematar, que algo puede ser tan poco borrable, tan difícil de borrar, que sea considerado imborrable.
Si al final me he decido por hablar sobre estas cosas es por cierto sacramento que cumplo a rajatabla. No sé más que unas pocas reglas ortográficas y alguna que otra gramatical, y puede decirse que de oídas. Y, por supuesto, no estoy dispuesto a estudiarlas, eso jamás. La memoria es mi medio (alguno se está partiendo). Me desenvuelvo escribiendo porque leo mucho y, por ello, se me antoja como necesario que los libros, amigos correctores, estén bien escritos. Qué será, en caso contrario, de mi, ¿eh?
Yo tengo mis propias cruzadas. Detesto a los que se empeñan en que desaparezcan los símbolos ¡ y ¿ al principio de las frases exclamativas e interrogativas, me poner nervioso los que dicen más bien, más mal, más bueno o más malo. Como tú, tengo el nivel que tengo y no estoy en ningún pedestal para poder dar lecciones, pero entre hacer las cosas bien o mal, prefiero hacerlas y que se hagan bien. Y si el que tiene que corregir no sabe, que pongan a otro que sepa.
ResponderEliminarHola, Impenitente.
ResponderEliminarBueno, yo procuro evitar los símbolos exclamativos e interrogativos aunque, cuando son necesarios, los pongo tanto al principio como al final. Tampoco me gusta verlos sólo al final.
Y, claro, me pasa que he aprendido a puntuar y a utilizar la ortografía y la gramática de memoria, gracias a las lecturas, así que uno espera poder fiarse de lo que se publica.
Como el corrector de Bolaño sea Catalán apañados vamos... Ellos traducen mentalmente de su lengua y en Castellano hablan así "habían muchos libros"...
ResponderEliminarYo soy de las que casi nunca pone símbolos invertidos al principio :-( por la sencilla razón de que como me he criado en Francia y allí no se usan me cuesta aún acostumbrarme. Procuraré enmendarme ! Un saludo. Blanca G.L.
Hola, Blanca. Vuelvo ahora a casa.
ResponderEliminarEste... no había pensado en la posibilidad de que correctores catalanes trabajaran en la colección hispánica de Anagrama pero esto y otras cosas pueden ser.
Un saludo!!
(La verdad es que queda feo)