lunes, 16 de mayo de 2011

CORAZÓN TAN BLANCO

Título, Corazón tan blanco.
Autor, Javier Marías, 1992.
Editorial Crítica.


350 páginas.
Pvp, 15, 90

[Esta entrada es terminada a partir de la original que se perdira hace unos días por problemas del sistema blogger. Afortunadamente la mayoría del borrador sobrevivió]

Casi no sé decir cómo es que me he topado después de tantos años con un libro de Marías. Pero creo que la publicación ahora de LOS ENAMORAMIENTOS ha tenido buena parte de culpa. Sabía, porque él me lo había contado, que el librero leyó MAÑANA EN LA BATALLA PIENSA EN MI hace ya mucho tiempo, cuando aún andaba terminando sus estudios secundarios, que son los estudios que van antes de los terciarios. Yo también lo he leído y puedo decir que es un buen libro, no recuerdo cuánto de bueno, pero siempre me viene a la boca un gusto agradable cuando rememoro aquella lectura, o aún cuando pienso levemente en ella.

La mala suerte ha querido después, echo la culpa a la mala suerte a la ligera y lo sé, que empezara TU ROSTRO MAÑANA, y resultó que no pude con ello, y luego quise hacer intentos nuevos y tampoco logré avanzar en su lectura con naturalidad al menos mediana, y acabé por odiar el libro, el maldito libro, y ya ni pensar en sus partes siguientes. He tildado a la que se defiende como obra cumbre de Marías de mal libro, quizás alegremente, pero sé que no pretendía con ello ser justo sino mostrar mi rencor: libro de mierda, me decía y decía aún en voz alta. Creo que el rencor partía de cierta incapacidad mía o, más bien, de la confirmación de dicha incapacidad, la de realizar una lectura especialmente pausada, que paladear línea por línea.

Ahora que al Marías lo ponen a menudo a caer de un burro seguramente porque es un escritor muy reconocido, con reputación de intelectual (tachón imperdonable para muchos que es, sin embargo, razón principal de sus defensores) y que gusta de sacarle jugo a la expresión, de experimentar con ella, he decidido retomarlo. CORAZÓN TAN BLANCO, obra que más allá de que se haya o no leído es conocida gracias a su impactante comienzo, me ha parecido una gran novela. Por supuesto que no todo el tiempo, pero cuenta con mi favor: estoy seguro de que una relectura ahora ganaría enteros. En cualquier caso he disfrutado en términos generales de una  obra muy interesante, y en la que me he reencontrado con un a literatura que me gusta, penetrante, arriesgada.

Porque una de las cuestiones que a los detractores de Marías se les olvida mencionar en su valentía: explora terrenos difíciles, ahonda en la psicología de los personajes y, con ello, en la de las personas que quedan fuera de las páginas. Y que no se me diga que se trata de especulaciones ficticias, falsas. En el peor de los casos no serán acertadas pero siempre me han parecido honestas. Javier Marías es un mediador profundo y, por ello, atractivo. Digo que es un mediador porque hace llegar de manera explícita pensamientos reales que la mente no disecciona casi nunca: uno piensa por qué actúa, actúa y sabe que todos lo hacen, a veces  se toman decisiones en milésimas de segundos, se reflexiona en imágenes o en cadenas de imágenes que tienen que ver con recuerdos, con experiencias, sospechas, conclusiones a las que se llega en poco tiempo, cuando toca poner manos a la obra... y que la literatura puede explicar (también la filosofía y, a veces, hasta la ciencia) con pausa, con tranquilidad, para hacernos entender.

¿Esto no le parece interesante? Bien, no lea a Marías, pero no me diga que todo es una patraña, por favor. Usted es el deshonesto, no él. Su valentía ha caído en gracia, se ha arriesgado a hacer lo que le apetece por encima de fórmulas comerciales y los amantes de la fórmula le critican por ello. Pero yo estoy harto de fórmulas. No las soporto en literatura, como no en música, ni en cine ni en en teatro... Paso de las fórmulas: me gusta lo que me gusta y no lo que no. Leer a Marías requiere pasar las páginas más despacio y no creo que eso tenga nada de malo. Leer dos veces un párrafo que merece la pena ser leído varias es bueno, es gozoso.

A veces Javier Marías se excede. La intelectualidad de la que se habla a menudo en Marías tiene que ver con dar una explicación más de las que estamos acostumbrados, una última vuelta de tuerca. Supongo que sus detractores son de la opinión de que sus reflexiones son lucimientos personales perfetamente prescindibles. Algo hay, no estamos ante un genio. Me di cuenta de esto mientras pensaba en otras cosas a la vez que lo leía. Me ha pasado al principio, durante el primer tercio. Pero no es fruto de su intelectualidad. Es fruto del su estilo: se empeña en estirar las posibilidades gramaticales hasta hacer de lo que dice algo demasiado retorcido. De ninguna de las maneras podría decirse que escriba, por esto, de forma incorrecta, lo hace de forma difícil, excesivamente complicada y cuesta leerlo. Pero no está ahí todo el mal. Si una forma gramatical retorcida proporciona, a cambio, belleza inusitada el ejercicio queda justificado, pero no siempre es el caso. El caso es a veces que estas oraciones son feas. Ahí es donde se excede.

Por lo demás escribe con total libertad. Precisamente porque su trama es una gran reflexión que aúna las épocas que el personaje narrador rememora, porque el narrador nos cuenta aquí un pasado que es  muchos pasados que se le escapan, Marías se permite cambios radicales en el tiempo, en una misma página y aún en un mismo párrafo. El hilo que no se pierde nunca es el reflexivo. Esta es la trama y pensar otra  cosa , decir que no pasa nada, que la acción no avanza (se entiende que cuando debería hacerlo) es juzgarlo de manera incorrecta: ingenua o prevaricadora.

Cuando las cosas se cuentan dejan de ser reales. Algunas palabras sobre esto he cruzado con Enrengard, uno de los administradores del blog El Estilista: Cuando las cosas no son registradas es como si nunca hubieran sido. He aquí uno de esos casos en los que Marías resulta conflictivo. Sin embargo, basta pensar un poco en ambas frases o aforismos para darse cuenta de que no son contradictorios. La voluntad es aquí factor imprescindible a tener en cuenta. En cualquier caso, a lo que voy, la novela está llena de este tipo de sentencias que van preparando el camino del desenlace, cuando se recuperarán. Esto para los amantes de las fórmulas.  Así es como nos plantea Marías la historia de un hombre recientemente casado que a partir de algunos sucesos extraños (de los que no suelen ser tratados en las novelas por su calidad de convencionales) empieza a escarbar en su pasado, en el de su padre tratando de explicar el presente, de situarse frente al futuro con las cosas medianamente claras. 

Pero hay una conclusión triste (esto se me ocurre decir después de muchos días que hace que escribiera la entrada original), y es que conviene olvidar el pasado: las cosas dejan de ser reales cuando se relatan, nos dice el protagonista, Juan, del que (según recuerdo) sólo en la última parte se dice el nombre. Contar, oír el pasado de su padre, de lo que su madre fue y fueron sus tías es olvidarlo, pero es una necesidad. Las referencias para seguir, para continuar, casi para empezar, han de ser creadas: el matrimonio es un espacio narrativo, nos dice también.

En mi batalla personal con la realidad, a la que creo que gano con mucha ventaja, añadiré este tipo de argumentos que me gustan. Ya saben que Borges decía que recordamos recuerdos, no hechos. Una instigación no es nada más que palabras, se nos dice también. La vida, los sucesos quedan velados bajo su narración y bajo sus recuerdos y esta historia es la manera en que Juan, traductor casado con la traductora Luisa, entierra un pasado del que no es responsable pero que le hubiera correspondido de no ser contado. Ahora que su matrimonio camina aún con pasos trémulos es tiempo de empezar de cero, como si nada hubiera sido. Dejo la primera página de propina:

No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era una niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa, el padre no se levantó enseguida, sino que se quedó durante algunos segundos paralizado con la boca llena, sin atreverse a masticar ni a tragar ni menos aún a devolver el bocado al plato; y cuando por fin se alzó y corrió hacia el cuarto de baño, los que lo siguieron vieron cómo mientras descubría el cuerpo ensangrentado de su hija y se echaba las manos a la cabeza iba pasando el bocado de carne de un lado a otro de la boca, sin saber todavía qué hacer con él. Llevaba la servilleta en la mano, y no la soltó hasta que al cabo de un rato reparó en el sostén tirado sobre el bidet, y entonces lo cubrió con el paño que tenía a mano o tenía en la mano y sus labios habían manchado, como si le diera más vergüenza la visión de la prenda íntima que la del cuerpo derribado y semidesnudo con el que la prenda había estado en contacto hasta hacía muy poco: el cuerpo sentado a la mesa o alejándose por el pasillo o también de pie.




6 comentarios:

  1. Hola
    leí este libro, exactamente,en el verano del 97, y era lo primero que leía de Marías.
    Recuerdo que me causó una honda impresión, la de estar ante un clásico vivo.
    Para mi Marías es uno de los mejores escritores vivos en nuestra lengua, aunque aún me faltan algunos de sus grandes libros.

    saludos
    David

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  2. Hola, David, la verdad es que se trata de un narrador muy interesante. Creo que leeré algo más de él este año. Tengo por ahí apartado DOMINGO DE LOBOS. Por cierto, algo que se me ha olvidado poner son algunas incorrecciones que van más allá de la errata. Me han llamado la atención y creo que escribiré una entrada sobre ello. Aprovecharé para añadir algunas otras que tenía capturadas en otros autores de peso, véase Bolaño. Lo que más me interesa de ello no es el error del autor, sino el de los correctores, que o no hacen su trabajo o no merecen hacerlo.

    Ayer empecé con Fogwill. El primer relato, el de los taxistas sangrantes, me ha gustado mucho.

    Un saludo.

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  3. Saludos. Prueba una cosa. Pon en google blogs las palabras

    la tienda de lope CORAZÓN TAN BLANCO

    Fíjate en el primer resultado, aparecen las primeras frases de la entrada perdida. Luego con ir cogiendo las últimas palabras poco a poco recuperarás parte o todo el escrito.

    Espero que te sirva.

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  4. Hola, Key, muchas gracias, eres muy amable. Voy a probarlo por curiosidad, y así lo tengo en cuenta para otra ocasión aunque, como me dijo Impenitente, quizá a partir de ahora escriba mis entradas en word.

    Un saludo.

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  5. Hola, Peri Lope. Me gusta tu comentario sobre Corazón tan blanco, creo que es interesante y acertado.Pero hay algunos aspectos en los que disiento y que me gustaría comentarte.
    No creo que los excesos de estilo de Marías sean un defecto, más bien un hallazgo. La creación literaria, creo, está en explorar las posibilidades del idioma y violentarlo para crear una nueva expresión, más genuina, y esto es uno de los méritos de la literatura de Marías. Además, pocos autores pueden presumir de un estilo tan identificable como suyo y tan irrepetible (cualquier copia de su estilo resultaría paródica).
    Sobre sus temas, creo que lo importante, es claro, no es la trama (que se adelgaza inmensamente), como tampoco lo es en su admirada novela Tristam Shandy (¡del XVIII!), ni lo es en En busca del tiempo perdido, ni en Moby Dick, por mencionar sólo obras maestras de todos los tiempos. Marías es un indagador de la realidad a través del arte de la palabra y del juego con la ficción. Y en ésta, son posibles las contradicciones ( no en un ensayo): es preferible olvidar, no saber, pero a la vez es necesario rescatar del olvido para no perder una parte de nosostros mismos. Ésta es una de sus contradicciones más explotadas (en sentido positivo).
    Comentas que la memoria es memoria de recuerdos, no de la realidad. Marías sostiene en su narrativa algo que comparto enteramente: ¿cuál es esa realidad? Tan falsa puede ser la del recuerdo, como la ocultada y averiguada, como la de la llamada de los “hechos”. La realidad no es una sino múltiple, y Javier Marías aplica la lupa a las distintas posibilidades de lo real, a lo aparentemente normal y anodino para que sintamos su extrañeza y su provisionalidad.
    Parece qu me he extendido demasiado, mis disculpas, y mi agradecimiento.
    Saludos

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  6. Hola, Ehrengard, me alegra leerte por aquí.

    No creo que disentamos en tantos aspectos aunque sí, claramente, en lo que yo considero excesos gramaticales. No lo hace todo el tiempo y gracias a esto que tú das en llamar hallazgo Marías consigue muchas veces un estilo único, profundo y cautivador pero creo que a veces se excede:

    "No es solamente que los hijos tarden mucho en interesarse por quiénes fueron sus padres antes de conocerlos (por lo general ese interés se produce cuando esos hijos se acercan a la edad que tenían los padres cuando en efecto los conocieron, o cuando a su vez tienen hijos y entonces se recuerdan de niños a través de ellos y se preguntan perplejos por las tutelares figuras con que ahora se corresponden), sino que los padres se acostumbran a no despertar curiosidad alguna y a callar sobre sí mismos ante sus vástagos, a silenciar quiénes fueron o acaso lo olvidan".

    Bien. Para mi este párrafo contiene lo mejor y lo peor suyo. Lo mejor ya lo indicas tú, lo peor es la disyunción final, que se presenta como muro, la compleja oración viene cobrando fuerza como una gran bola de nieve y, al final, batacazo. En fin, quizá esté ahí la gracia y deba aún ser lector más permeable si es que quiero disfrutar de Marías. A día de hoy me parece un exceso porque el resultado no me parece bello. Creo que este es para mi el problema principal.

    Estoy de acuerdo en que la trama no es lo más importante (o, en cualquier caso, que sus tramas son más reflexiones que deben resolverse que vivencias físicas en el tiempo y el espacio de personajes). También coincido con la percepción que tiene de la realidad, y que muestra. Yo también lo veo así, vivo desengañado de esa cosa denominada objetividad. Una de mis frases favoritas es: la verdad no me la creo.

    Por favor, alárgate cuanto quieras, me encanta polemizar. Por eso a veces me paso de valiente.

    Un saludo.

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