miércoles, 27 de julio de 2011

Conclusiones del festival.

Bueno, hace ya tres días que terminó la sexta edición de OLMEDOCLÁSICO. Lo cierto es que no acabo de entender qué ha pasado ni qué ha sido. Para empezar la salud mal, un catarro. Pero jodido, ¿eh?. Aún me dura. Lo cual me parece mal siendo yo una triste invención y bla y bla... para qué me cojo un catarro, triste y asqueroso e insignificante: voy camino de tres semanas. He visto las obras tosiendo, esputando... no hay derecho: los mocos se digieren mal, los gases que provocan son horribles... Por qué, librero, por qué, ¿eh?

Para continuar he decir que no he acertado en la elección de las obras. Estoy seguro de que hice bien faltando a Morboria pero, ay, también falté a la de Nuria Espert (me arrepentiré siempre) e igualmente falté a la representación de Rafael Álvarez El Brujo (me arrepentiré quizá una temporada). A cambio no acerté asistiendo a Macbeth ni a Los Locos de Valencia. Así las cosas el panorama ha resultado desolador para mi: El gran mercado del mundo, Donde hay agravios no hay celos, y Pasión han dado el nivel requerido.  Y ha habido un poquito de teatro universitario de nivel no siempre alto. ¿Cómo es posible no haber acertado en casi nada? Este es el Para Acabar:

Para acabar debería diagnosticar pero no se si voy a ser capaz. Quiero ser útil pero no sé si voy a lograrlo. Está claro que el festival de Olmedo sufre por segundo año consecutivo (y este se ha notado más) la falta de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Esta compañía es el referente absoluto y siempre prepara montajes de calidad máxima e ingenio suficiente (cuando menos). Pero no gira, ha dejado de hacerlo. La compañía que sustentamos entre todos los españoles, que a todos representa, ha decidido representar sólo en las plazas grandes: Madrid, Barcelona y Almagro. Lo más grave es que no es una decisión de directores ni de actores o actrices, es decisión de los técnicos funcionarios. Tienen su convenio, sus horas, sus derechos incuestionables... y todos tenemos un problema. El año pasado Ana Zamora abrió el festival con sus Danzas de la Muerte, bastante atractivas y con una puesta en escena muy cuidada. Y hasta entonces era la propia Nacional quien inauguraba el festival. 

Este año se encargó de la apertura Teatre de la Generalitat y falló. Pero es que ha fallado otra de las grandes (merecidamente grandes): Ur Teatro, con un Macbeth que, efectivamente, resultó oscuro pero en el que se creó un absurdo pulso entre personajes virtuales y personajes de carne y hueso que provocó una tensión innecesaria al espectador o, por lo menos, me la creó a mi como espectador. Cumplieron peor que bien los universitarios castellanos y leoneses de Artes Escénicas y lo hicieron bastante bien los de la Universidad Carlos III de Madrid. No tengo nada que decir de El Caballero de Olmedo para niños, salvo que El Caballero de Olmedo no es obra para niños y mucho menos cuando el texto no se adapta: hay sesudos olmedanos que aún no entienden el soliloquio con el que se inica la obra, por Dios...

Quizá esta reseña no tenga el valor necesario por cuanto que, como he dicho, ni asistí a la representación de la Espert ni a la del brujo que, por lo que he oído en las tertulias del constipado (a ver si un día hablo de esta fauna) han estado a buen nivel. Pero dije en su momento que hubiera sido buen síntoma del festival que no se hablara demasiado de Fernando Urdiales al terminar el mismo y, desgraciadamente, difícilmente se hubiera salvado esta reseña si no traemos aquí a PASIÓN, lo mejor que este año he visto sobre las tablas junto al montaje de los cubanos de Mefisto y, por qué no, el homenaje que, a través de su vida y obras, se hiciera al propio Urdiales, además del ya comentado Gran Teatro del Mundo, de Pie Izquierdo. Que ha sido la edición de Urdiales está clarísimo, que ser la edición de Urdiales no es suficiente para ser una buena edición también. 

En fin, triste de mi, espero con ansiedad la séptima edición de estos diez días dramáticos, cómicos, que son los grandes de la villa por lo que a mi respecta. Espero para entonces estar más despabilado, más acertado y que las esperanzas se cumplan. Vuelta a los libros, próxima reseña: SIEMPRE NOS QUEDARÁ CASABLANCA, poemario de David Pérez Vega.

2 comentarios:

  1. hola;
    absolutamente ignorante en tema de libros y teatro, acudo a tu blog para ilustrarme (y con éxito, debo decir)

    besos,

    ResponderEliminar
  2. Pobre Peri, los catarros de verano son los peores, no te dejan ni a la de tres... Ayyyy, que juventud más pocha :-) En cuanto al resto, como no he visto nada dificilment puedo opinar, pero no hay mal que cien años dure y ya vendrán tiempos mejores... ¡Vaya consuelo! Un abrazo. Blanca G.L.

    ResponderEliminar

Comentarios.