domingo, 22 de abril de 2012

Cuentos sangrientos.


Autora: Emilia Pardo Bazán, entre 1880-1921
Editorial: Bercimuel, 2010. 250 páginas.
Pvp: 10 €.

Debe de hacer unos veinte años o quizá alguno menos que el librero leyó el cuento UN DESTRIPADOR DE ANTAÑO. Lo hizo en una edición que Aguilar sacó a precios muy económicos, al calor de aquella maravillosa colección que fue ALIANZA CIEN. Dice que recuerda la decepción que le provocó porque esperaba entonces una historia mucho más oscura, más sangrienta. Bueno, yo lo he leído ahora, hace unos días y, la verdad, me lo he pasado bien. Intuyo -porque no se muestra de forma explícita- cierto interés didáctico de la autora, una mujer con una posición social privilegiada y, además, sensibilizada por las consecuencias palpables de la incultura popular. La niña Minia, huérfana del molinero de Tornelos, en Galicia, vive con sus tíos, quienes heredaron el molino. En realidad malviven y, además, las cosas van a peor. el destripador de antaño es un honrado boticario que sufre la desdicha de las creencias populares: según estas los eficaces ungüentos que prepara para curar las enfermedades de sus vecinos derivan de la grasa de jóvenes vírgenes a quienes asesina. El destino de ambos, el boticario y la niña del Molino, se encontrarán en este relato caracterizado también por las impresiones naturalistas, paisajísticas, y el ambiente religioso. Por eso en un primer momento pudiera parecer el desenlace fallido, como si no lograra sorprender al lector, aunque ya digo que el interés didáctico de la Pardo Bazán parece dominar buena parte de estos textos.


Colección Relato Corto Aguilar, 1994.
Supone este primer relato la narración más extensa de esta colección de cuentos que la editorial BERCIMUEL compuso en 2010, dentro de una labor encaminada a recuperar textos escritos por autores femeninos (expresión arriesgada esta), perdidos unas veces y no suficientemente considerados otras. El resto de los relatos, otros diecisiete, rondan las diez páginas y se me han aparecido como imágenes, casi siempre resoluciones -siniestras- de un dilema que se nos plantea en la mayor parte de sus páginas y que no tienen espacio para un desarrollo argumental de suficiente entidad. Esta suerte de relato breve se asemeja más a la pequeña pieza degustativa que es el poema y ya nos advierte Tonina Paba -Universidad de Cagliari- que la propia Pardo Bazán veía sus cuentos cercanos al poema lírico.

Un ejemplo de este tipo de relatos es PENA DE MUERTE, en el que un Guardia Civil cuenta la historia que de crío le ocurriera, cuando robaba manzanas del árbol perteneciente al señor al que servía. Resulta un ejemplo perfecto por tratarse de un simple evocación que en el tiempo presente aún sugestiona al narrador. Por estos parámetros se mueve también LA PUÑALADA, relato en el que Onofre mata a su amada Claudia al final, lo que, lejos de suponer un desenlace al uso es, más bien, un final previsible en el que la autora aliña los hechos con prosa elegante y oscurece su estilo con personajes maliciosos, bajos y llenos de superchería. La crónica de una España bien negra está aquí y en casi todo el libro.

Es el caso también de MADRE GALLEGA, en el que su protagonista, el sacerdote Luis María, se ve perseguido por los caciquismos y las represalias cristinas derivadas de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), a la que en varios relatos la Pardo Bazán se refiere como La Guerra Civil. También en INÚTIL el desenlace parece encontrarse en el propio planteamiento. Para ser más justos habría que decir que deja ver por aquí la influencia de autores rusos como Chéjov o Tosltoi, cuyas ficciones se caracterizaban más por la descripción de ciertos acontecimientos -y lo que estos suponen- que por la desembocadora de ellos hacia en un final que de alguna manera impacte o sorprenda.

Así que puedo decir que hay relatos bastante buenos. Pero los mejores para mi han sido aquellos en los que la recreación naturalista -imaginaria en un sentido amplio-  se produce respecto de unos hechos especialmente macabros. Me he divertido más con estos, aunque alguno quizá me haya alterado en algo: soy sentido, vaya. Es el caso de EN EL PRESIDIO, donde Juanote asesina a su suegro con la ayuda de su mujer y algún que otro familiar y en el que -como, por ejemplo, ocurre en JUSTICIERO  y también en SOBREMESA o en UN DURO FALSO- la infancia o primera juventud de los protagonistas sufrientes dan a la narración dureza extraordinaria.

Descriptivamente me ha parecido una narradora impecable, la verdad, y tengo marcado como ejemplo el comienzo del relato BELONA (2), uno de los que más me han gustado. En él un oficial a las órdenes de don Juan Cabañero, mando del Ejército cristino, es apresado por un carlista con reputación de implacable y apodado El Zurdo que, además, fue amigo de su padre. A partir de este planteamiento se produce un juego psicológico muy interesante que, por supuesto, desemboca en tragedia, y que puede utilizarse como vara de medir la calidad moral de la sociedad de la época, más aún cuando se ve envuelta en una guerra civil.

En realidad ha habido un momento a partir del cual todos los relatos me han parecido buenos, quizá porque en ellos lo macabro y lo trágico se han hecho más presentes. También lo paradójico, como ocurre en EL PUÑO, EL MASCARÓN y también en EL INDULTO. La naturaleza del primero es especialmente macabra pero no tan trágica, como la de los otros dos, en el que la paradoja aparece casi como una nota de humor negro. Especialmente EL INDULTO posee, además, un tono crítico del que se percataron los intelectuales y literatos de la época -esto lo dice también la Paba, introductora-, pues cuestiona tanto el derecho de perdón penitenciario como la condición del matrimonio como indisoluble. Así que hablo claramente de un texto contra la violencia y los abusos machistas, y contra la protección que de esta violencia se hacía desde las instituciones.

GEÓRGICAS  es un magnífico cuento de guerra entre  dos familias agrícolas, en el que una vez más se hace un retrato de la época bastante pesimista, y en el que vuelven temas como la superchería en el medio rural: las familias de Ambrosio Lebriña y de Juan Raposo entran en conflicto a partir de un agravio entre ambos que hace a las familias enemigas. Les adelanto el final, para que vean: "Aquí tienen ustedes lo que aconteció en la feligrasía de San Martín de Tameige, por no querer los Raposos ayudar a los Lebriñas en la faena de la maja", y de verdad que lo que aconteció fue sangriento.

En próximos días hablaré un poco más de la interantísima condesa Emilia Pardo Bazán, así como de algunos otros cuentos suyos. 


En el original..................................................
(1) Un destripador de antaño, páginas 31 y 32.
    La leyenda del "destripador", asesino medio sabio y medio brujo, es muy antigua en mi tierra. La oí en tiernos años, susurrada o salmodiada en terroríficas estrofas, quizá al borde de mi cuna, por la vieja criada, quizá en la cocina aldeana, en la tertulia de los gañanes, que la comentaban con estremecimientos de temor o risotadas oscuras. Volvió a aparacérseme, como fantasmagórica recreación de Hoffmann, en las ombrías y retorcidas callejuelas de un pueblo que hasta hace poco permaneció teñido de colores medievales, lo mismo que si todavía hubiese peregrinos en el mundo y resonase aún bajo las bóvedas de la catedral el himno de Ultreja. Más tarde, el clamoreo de los periódicos, el pánico vil de la ignorante multitud, hacen surgir de nuevo en mi fantasía el cuento, trágico y ridículo como Quasimodo, jorobado con todas las jorobas que afean al ciego Terror y a la Superstición infame. Voy a contarlo. Entrad conmigo valerosamente en la zona de sombra del alma.


(2) Belona, páginas 191 y 192.
    El Destacamento, al regresar de su arriesgada expedición de descubierta, no volvía de vacío: traía un prisionero, y era nada menos que un oficial. Venía suelto, arrogante y despreciativo, fruncido el rubio ceño, contraídos los labios juveniles por una mueca colérica, como si retase a los que, sorprendiéndole en la avanzada, le había cogido casi sin lucha, sin darle tiempo a una defensa leonina. Ni aún preguntaba adónde le llevaban así; seguro estaba de que no era cosa buena, porque ya conocía de oídas la siniestra fama del Zurdo, el cabecilla en cuyas garras había caído, y como no esperaba misericordia, quería al menos morir en actitud de caballero y de valiente.

Los que le escoltaban iban silenciosos. Dígase lo que se diga, y por muy avezado y endurecido que se esté en ver correr sangre, infunde cierto respeto indefinible el hombre que va a morir, y si el que va a morir es un joven, como se ha tenido madre, se piensa en el dolor de la mujer desconocida, asimilándolo al que sufriría en caso igual la otra mujer que nos llevó en las entrañas. Quizás este pensamiento no se define: es un sentir obscuro y vago, una sorda opresión ante la fatalidad que nos subyuga a todos. Ello es que los de la escolta callaban, callaban con huraño silencio. Únicamente lo rompieron para decir hoscamente:

- La tienda del general... Adentro.


(*) Índice de cuentos:
Un destripador de antaño.
La puñalada.
Pena de muerte.
Madre gallega.
Nuestro señor de las barbas.
Instintivo.
Un duro falso.
El revólver.
Inútil.
Justiciero.
Sobremesa.
Delincuente honrado.
El puño.
Belona.
En el presidio.
Geórgicas.
El mascarón.
El indulto.