viernes, 27 de abril de 2012

Nº 44.

Ha sido que estaba en un momento de pocos comentarios a mis entradas y he decidido aprovechar para cerrarlos de manera definitiva. Ya saben algunos lectores que esto -espero que antes de que nos hunda la crisis- se va a convertir en una tienda on-line, y que es por eso que -de momento- no insisto mucho en que me compren los estupendos libros que recomiendo, pero todo llegará y, aunque he decidido irme quitando poco a poco la vena lírica para por fin dejar de recrearme en literaturas y dedicarme al negocio, resulta que el librero mientras tanto ha aprovechado para abrir un blog de política que quizá a alguno de ustedes interese también. Yo no se qué pensar. Ni para qué. Tres libros:


Economía. Mentiras y trampas.
Juan Francisco Martín Seco, 2012.
Editorial Península, 2012. 274 páginas.
Pvp., 19.90 €.

Muy interesante me ha parecido este libro que trata de desvelar lo que los gurús del sistema financiero, máximos responsables de la crisis que nos atraviesa, esconden bajo un discurso que desde siempre forma parte de nuestra educación y de nuestra cultura y según el cual la especulación financiera soporta el bienestar de nuestras sociedades.


No cabe duda de que el lenguaje constituye una característica exclusiva y propia de la naturaleza humana; es más, podemos afirmar que el hombre solo se conforma como tal mediante la palabra. Hans Georg Gadamer, siguiendo la doctrina de Heidegger -de quien fue discípulo-, considera el lenguaje "la esencia del ser humano". Cuando somos arrojados al mundo, el lenguaje está ahí con sus significados culturalmente establecidos, y a través de él el recién nacido va construyendo su universo y entrando en una relación dialéctica con la sociedad; pero, por la misma razón, el lenguaje es también un instrumento de poder, ya que por medio de él la sociedad le impone sus valores y creencias.

Quien controla el lenguaje se encuentra en una situación de preeminencia. En muchas culturas, por ejemplo en el pueblo judío, la facultad de poner nombre constituía un signo de dominio. Así, en la Biblia, Yahvé ordená a Adán dar nombre a los animales como señal de que inviste al hombre rey y señor de la creación. Esa potestad de crear, organizar y determinar el modo de utilizar el lenguaje es, al mismo tiempo, la facultad de estructurar y jerarquizar la sociedad.

La escolástica y el latín configuraron en la soceidad de la Edad Media, de modo que solo quien tenía acceso a su terminología decidía sobre el bien y el mal. La distinción entre una lengua culta oficial y otra vulgar y popular permitía que el poder del conociemiento y la capacidad de dictaminar sobre la verdad y la mentira quedasen reservados a aquellos que controlaban la primera. El latín, como lenguaje esotérico para la gran mayoría de la población, conducía a que únicamente los pocos que lo conocían definiesen los valores, las creencias y la propia estructura social. Durante siglos, La Iglesia mantuvoel latín en la liturgia creando un ámbito de misterio, destinado a ocultar la realidad más que a manifestarla. Solo los iniciados tenían la capacidad de comprender e interpretar.

A menudo, el lenguaje, amén de ser un instrumento de poder, se transforma en un instrumento de segregación y enmascaramiento. En la actualidad, las distintas profesiones han creado su jerga, su propio lenguaje. En principio, sin duda, originado por una necesidad técnica, pero arrastrados también por un afán de establecer una clara línea divisoria entre doctos y profanos. El lenguaje sirve así a los profesionales de pantalla, de protección, frente a las injerencias de los que no lo son, y les concede total libertad para actuar casi sin control.  Este hecho resulta mucho más evidente en aquellas disciplinas, tales como la abogacía o la medicina, en las que quien demanda los servicios se encuentra con frecuencia en situación de cierta precariedad. Abogados y médicos son especialmente proclives a utilizar un lenguaje esotérico. Pero es muy posible que en ningún otro ámbito como en el de la Economía el lenguaje se haya convertido en un medio para camuflar e incluso distorsionar la realidad, construyendo un mundo artificial, irreal, falaz, alejado de las reglas de la lógica y orientado exclusivamente a garantizar y potenciar los interesaes de las clases dominantes. Hoy, no se puede decir que la Economía se auna ciencia, ni siquiera una técnica, sino una ideología al servicio de los que mandan.

A Wittgenstein le cabe el mérito de haber acuñado la expresión "juego del lenguaje", con la que intenta explicar que lo esencial del lenguaje no se encuentra en el significado de las voces sino en su uso, y subraya la importancia de adentrarse en la forma en que se utiliza.

En ese contexto, este libro no es, desde luego, un diccionario de economía más, en el que se pretenda definir un número limitado de voces económicas. Estudios de este tipo hay muchos en el mercado. Este libro aspira a ser, más bien, una herramienta que deje al descubierto los ardides y las trampas que se esconden tras el discurso económico actual. Mediante treinta y dos voces y expresiones escogidas de forma selectiva, trata de analizar cómo funciona en los momentos actuales ese lenguaje engañoso, que da por supuesto lo que  no es, que considera como inevitable lo que son decisiones políticas, y que ofrece, revestidas de opiniones técnicas y científicas, posiciones interesadas.

VOCES
Agencias de calificación crediticia.
Balanzas fiscales.
Banco Central Europeo.
Competitividad.
Copago sanitario.
Coste de oportunidad.
Curva de Laffer.
Déficit público.
Empresa pública.
Entidades de tenencia de valores extranjeros.
Fondo privado de pensiones.
Gestión privada de la sanidad.
Globalización.
Impuesto sobre el Patrimonio.
Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas.
Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones.
Inflación.
Keynes.
Libre circulación de capitales.
Mercado de trabajo.
Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
Pacto de Toledo.
Privatizaciones.
Producto Interior Bruto.
Sistema Monetario Europeo.
Sistema Nacional de Salud.
Sistema público de pensiones.
Sociedad de inversión de capital variable.
Tasa Tobin.
Tipo de cambio.
Unión Europea.
Unión Monetaria Europea.


Rodrigo Rato. El gran artífice.
Carmen Gurruchaga, 2012.
MR, 2012. 260 páginas.
Pvp, 20.90 €.

Carmen Gurruchaga (periodista, escritora y aficionada a las polémicas políticas de la tele) demuestra   en el prólogo de este libro ser una redactora algo peor que mediocre y, en líneas generales, apunta a ofrecernos un libro que describe la superficie de de la cáscara de cierto envoltorio político, además de hacer un flaco favor a la figura que trata de exaltar sin medida alguna. Si se atreven pueden leer el prólogo al completo, aunque ya les advierto que servirá para que se les quiten las ganas de leer el resto del libro.

Prólogo.
El presidente de Bankia es uno de los personajes más interesantes del panorama político-económico español. Una persona realmente fascinante por los numerosos matices de su personalidad, por su inteligencia, por su brillantez, por saber aceptar con absoluta deportividad que en la vida a veces se gana, otras se pierde, y también se empata; por su pragmatismo, por su cercanía, por su tesón, por el valor que otorga al factor humano, porque sabe que quienes le rodean son personas con sus defectos, virtudes y limitaciones. En definitiva, porque hay pocas personas como él y de ahí su singularidad. Este libro no pretende ser una biografía al uso, pues de Rodrigo Rato no me interesa su vida privada, que si algún día quiere, la podrá contar él mismo; sino su quehacer en el mundo político y económico español en los últimos 25 años. Por eso, este trabajo analiza las políticas económicas puestas en práctica en España desde la muerte de Franco y la llegada de la UCD hasta el reciente triunfo de Mariano Rajoy. Hay una constante a lo largo de estas décadas y es la profunda diferencia que existe en los resultados que produce la aplicación de políticas neoliberales frente a las políticas neokeynesianas. El partido socialista, por lo general, dirante los 22 años que ha gobernado España, ha puesto en práctica medidas Keynesianas que han dejado al país sumido en unas desmesuradas cifras de desempleo, un déficit alto y un crecimiento casi nulo. En cambio, las políticas liberalizadoras puestas en práctica por Rato redujeron el paro a la mitad, el país creó más de cuatro millones de puestos de trabajo, creció por encima de la media europea y, por todo ello, su trabajo fue destacado en todos los foros internacionales. Rodrigo Rato es una persona que adopta decisiones importantes, cruciales en algunos momentos, como quien toma una taza de té: sin darle ni darse importancia. Cualquiera en su lugar necesitaría ir rodeado de aduladores o asesores para impresionar al de enfrente o al de al lado y, en cambio, Rato baja solo en el ascensor mientras se pone el chaquetón para ir a la ópera o a cualquier otro lugar. No he conocido a ninguna persona con tanta relevancia que dé tan poca importancia a su aspecto personal. Evidentemente, viste formal y correctamente, pues sus trajes, corbatas, camisas o zapatos son de la mejor calidad, pero su aspecto se paroxima más al de un sabio distraído que al de un gentleman de la City. Otra cosa bien distinta es la impresión que transmite cuando se habla con él, pues su manera de expresarse, su mirada o su sonrisa media socarrona encandilan al interlocutor. Rato es consciente de su valía y, además, tiene un enorme atractivo mental; dos cualidades de las que no dudan quienes le conocen o quienes han oído hablar de él. También se las creen quienes no le conocen. Es un personaje con muy distintas coloraciones, pues a la vez que es capaz de llevar en su cabeza la economía de un país, puede cargar con un tendedero que ha comprado al pasar en una tienda o dar importancia a aspectos y valores humanos, porque rebosa sensibilidad. Cultiva el intelecto y la mente, y desde hace años practica yoga. Amigo de sus amigos, es capaz de crear equipos a los que se lleva allí donde va y, si esto no resulta posible, los deja bien situados y los recupera en cuanto le es posible. Todas estas cualidades, unidas a su inteligencia, le permiten avanzar y seguir hacia delante cuando la vida le pone alguna piedra en el camino, como sucedió cuando no resultó cuando no fue elegido por Aznar para ser el candidato del PP en las elecciones generales. En lugar de quedarse reconcomiéndose por dentro e inamovible, como un ratónal que le hubieran robado el queso, siguió su camino con la máxima de ser siempre leal a su partido: algo que ha cambiado a rajatabla.

Índice de temas:
El obrador del milagro.
La herencia de González.
Ministro Rato.
Del PP a Zapatero: el despilfarro.
Vaticinio de Krugman vs Optimismo.
¿Tiene solución la crisis?
Rato: del FMI a Bankia.
Vuelve el PP: cómo afrontar.
La estrategia Rato: año 2011. 



La hoguera del capital. Abismo y utopía a la vuelta de la esquina.
Vicente Verdú, 2012.
Temas de hoy, 2012. 242 páginas.
Pvp; 18.90 €.

Mucho más serio me ha parecido el prólogo de este otro libro, de este ensayo que -dela mano del divulgador Vicente Verdú- da por hecho que en Occidente se está llegando a un final de ciclo en cuanto a sistema económico se refiere. Con buena prosa nos da las razones por las que piensa así.

Prólogo.
Nada será igual.

Lo llamativo, acaso lo más clamoroso de toda esta Gran Crisis, es que no se ha sabido cómo paliarla ni salir siquiera todavía de sus embates. No lo saben los ciudadanos, desde luego. Pero tampoco lo saben sus gobernantes ni los expertos en economía o en nigromancia.

Como consecuencia, la crisis ha adquirido los caracteres del Gran Monstruo que vemos representado imaginariamente en las películas del fin del mundo. Ese monstruo que es la crisis opera a su antojo, revolviéndose contra las medidas que se consideran curativas, enardeciéndose cuando se les trata de calmar o mostrando partes de sí mismo tan obscenas como difíciles de haber sido soñadas. Este monstruo, más emocional que racional, más efecto de una patología colectiva y sentimental que consecuencia de la organización moderna, lo ocupa y coloniza todo a la manera de un vendaval venido del más allá. O, lo que es menos fantasioso y más temible, proviene acaso del más acá, tal como si este mundo que se consideraba censado, regulado y poseído enseñara su rémora salvaje al margen de toda investigación cabal.

¿Un monstruo económico? En primer lugar, ese es su aspecto. En una primera consideración, esa es su naturaleza. A golpe de vista, ese es su golpe de Estado permanente. Sin embargo, todo indicaque ese sinisestro económico no nace enteramente de sí, sino que tiene su causa original en la debilidad política y el pecado de lenidad, por omisión o comisión, del corrupto sistema de representación democrática que sigue actuando hoy como un dañino mostrenco.

Un Gobierno internacional se hubiera hallado siempre en mejores condiciones para tratar de igual a igual con las grandes corporaciones, pero precisamente este desajuste ha contribuido a acrecentar los movimientos de capitales a escala planetaria y una velocidad especulativa que ha ridiculizado la cadencia de todas las instituciones, de la Unión Europea o no, grotescas ya de por sí. Instituciones demasiado morosas, retóricas palaciegas superadas una y otra vez sin importar las cumbres en que se representaran y de las que saltaban de una a otra como duendes de un circo sin efectividad real.

Un ejemplo: desde finales de octubre de 2010 a finales de octubre de 2011 se celebraron cinco grandes cumbres entre líderes europeos y autoridades de la UE para salvar el euro. Pero todas ellas, sin excepción, dieron lugar a un desplome de las bolsas y a un aumento de las primas de riesgo veinticuatro horas después. El dinero se burlaba de los diletantes y la aceleración de los acontecimientos financieros siempre dejó rezagados a los supuestos policías de la prosperidad general.


El guión divino.

El tratamiento mediático del superacontecimiento, tan importante como el acontecimiento mismo, si es que pudiera establecerse alguna distinción, ha empleado una rica gama de angulares, tal como corresponde a este mundo facetado y complejo, y tal como han ido aprendiendo los estudiantes de diseño, imagen y sonido, e incluso los estudiantes de segundo de escolar.

Desde cierto punto de vista, el guión de la Gran Crisis se centraría en el hilo argumental del sistema capitalista preexistente que, llegado al extremo del capitalismo absoluto, se prende fuego en la llamarada especulativa. Arde en fogaradas y centellaso se ahoga plateado y fundido en su desierto de liquidez, en la ficción de la ficción, con espejismo incluidos.

El poderoso y gigantesco sistema, no una empresa de pueblo, representaría así una suerte de Cirque du Soleil en llamas. Como la misma Atenas la noche en que se aprobó por el Parlamento el último ajuste criminal.

Efectivamente, puede que, pese a todo, el sistema no muera. Pero puede ser que el sistema se haya acercado a un punto en que no puede prosperar sin explotar. Pero entonces él mismo se explota como número final de su teología.

Sacrificio de sí mismo para reencarnarse en un modelo redentor, porque, sin comunismo o socialismo alternativos a los que aniquilar, la victoria sólo es posible venciéndose a sí mismo, dándose muerte al hacer desparecer a millones de seres humanos, empobrecidos, sin casa, expoliados hasta el punto de la inanición o la ebullición. Al punto de la fingida revolución. Al punto capital de la Tercera Guerra Mundial, ha¡cia donde van dirigidas las escaramuzas con Irán, la búsqueda del tesoro de Libia, la macabra danza que se baila con China o la Europa de la autodestrucción.

¿Final del capitalismo? ¿Final de este capitalismo? Qué más da. El capitalismo hace años que ha dejado de ser un sistema determinado y sus condiciones forman parte de la condición misma de la humanidad. Lo que está en juego no es, pues, el advenimiento de un orden económico o social, sino el desarrollo, o no, de la misma condición humana. Y no la nueva condición humana de la Ilustración, sino el eximio desorden de hoy, que se representa tanto en la familia como en el consumo o en innovadoras y diferentes clases de amor.

Las medidas que se toman, tan parecidas al mal que quieren vencer, no son otra cosa que la expresión de una redundancia, repeticiones del moribundo ante su fin, convulsiones iguales del monstruo que, con la intención de revivir, dibuja los estertores de su defunción. Teratología que, buscando acaso incorporarse, magnifica, en forma de zombi, el rostro de la desvencijada contemporaneidad.

Pero ¿de ese caos, incluso sin pistas, será esperable una resurrección? Una resurrección por reacción. Una inversión por aversión Todo ello queremos creerlo. Morir incluso. No hay quizás más remedio que morir uno a uno para aspirar a cambiar colectivamente. Pero ¿cómo aceptar ese sacrificio tan negro? ¿Cómo frenar el empobrecimiento masivo y hasta el ingreso nulo si no hay más que un repetido balance cero entre las teorías que e afrontan y anulan entre sí?

En medio de la hecatombe, la consolación radica en que este destrozo dará lugar a una realidad mucho mejor, puesto que peor ya no nosa cabe en la cabeza que se pueda estar. Queremos creer, con Hölderlin, que "allí donde hay peligro, también surge la salvación". Queremos creerlo, pero efectivamente esta creencia remite a tiempos míticos en los que su desenlace no provenía del quehacer de los seres humanos, sino de la extraña voluntad estocástica del Craedor.

¿La invisible mano del mercado nos dará su bendición divina? Pues claro que no. O claro que sí. El conflicto supera los pares del bien y el mal, las farses hechas y los modelos aprendidos.

Nada será igual y este es momento de hacer efectiva la humanidad, ya sea a través de la igualdad contra la desigualdad, de la solidaridad frente a la deconfianza, de la libertad frente al miedo y del tecnicolor frente al pensamiento monocromo. Es decir, toda la pluralidad en miscelánea frente al preestablecido pensmaiento guardián. No es el fin de la Historia, sino el principio de Otra Historia. 

Una historia inédita que mediante su metamorfosis llevará a un porvenir más saludavle y empático, más cariñoso, complejo y vecinal.

Índice de temas:
La belleza del desorden.
Hipertrofia de la mercancía.
La velocidad y la holganza.
El pensamiento mágico.
El gran serial.
El mal político.
La felicidad cualitativa.
La temperatura de la familia.
Las diferencias de amor.
La empatía productiva.
Las redes sin fin.
La educación mosaico.
Epílogo. El progreso emocional.