Lucas Fernández, 1514.
(Olmedoclásico, 2012
Teatro Nao Dámores
Corrala del Palacio
20 de julio a las 23:00)
Ya digo que sería mentir el decir que conozco esta recopilación de obras pastoriles firmadas por Lucas Fernández alrededor de 1514. Las he ojeado -ni siquiera hojeado pues no dispongo aún de edición impresa-, y poco más. Me he leído tres farsas profanas y he echado un breve vistazo a una de las églogas que hay sobre el nacimiento de Cristo. No es poco teniendo en cuenta la naturaleza de estas obras. Se trata de diálogos, conversaciones, normalmente entre pastores que se expresan en la ruda jerga sayaguesa -variedad del antiguo leonés-. La cosa es que la edición en que lo he leído corre a cargo de la R.A.E. de 1867, pero las explicaciones de su prologuista y anotador -Manuel Cañete- me han resultado suficientes. Aún así, y a pesar de algunas curiosidades -en la página 73, por ejemplo, se nos explica que donde dice apart`allá hay que leer en realidad apartallia- estoy esperando los dos volúmenes que editó la Universidad de Salamanca, y que he encargado por equívoco con bastante retraso. Lo de este año con el papel está siendo desconcertante, sobre todo pretendiendo uno ser librero.
Por otra parte no puedo negar que me he divertido con algunos pasajes. En concreto me ha encandilado la manera esencial con la que los personajes (siempre pastores, pero también caballeros, doncellas o soldados) se enfrentan. El enfrentamiento es esencial e, igualmente, el problema con el que la acción se inicia: el amor. De esta manera lo normal es un pastor enamorado de una pastora, como en el caso QUIÉN TE HIZO JUAN PASTOR o en la segunda FARSA O CUASI COMEDIA. El caso primero cuenta con el particular, además, de que es una canción. En general las farsas suelen cerrar con un villancico, entendido este con su denominación original, esto es: canción popular y, por tanto, profana. Otro dato interesante es la cortedad del reparto, pues normalmente hay dos o tres personajes. Así pues nos encontramos ante puestas en escena muy sencillas y que -hay que recordar- suponen el precedente del teatro más sofisticado del siglo de oro.
La primera farsa -segunda obra de la compilación- es la que más me ha divertido. En ella aparece Prábos, pastor enamorado -enfermo- de la pastora Antonia. Un soldado le está dando consejo y para ello reflexiona sobre el amor (*), sobre su concepto. Es curioso comprobar cómo hay cosas que no cambian o sobre las que ya casi nada queda por decir, de manera que uno se encuentra prácticamente con las mismas reflexiones en Lope de Vega o Calderón de la Barca. El caso es que al poco aparecerá otro personaje -Pascual-, nada sensible respecto a lo que a su amigo Prábos le sucede y, entonces, se iniciará una discusión fuerte entre él y el soldado. En ella el lector -hay que decir el espectador- notará la diferencia de clase social entre ambos, tanto en la forma de expresarse -en la que el sayagués cumple la función de lengua vulgar- como en su capacidad de discernimiento. Sólo gracias a que los contendientes logran ponerse de acuerdo ayudan por fin a Prabos a explicar sus deseos a Antonia, con el consiguiente final feliz y el villancico posterior que lo celebre: dos en este caso.
Lo que más me ha gustado es la sensación de estar leyendo texto antiguo. He reconocido expresiones típicas, por ejemplo, de La Celestina -que seguramente fue escrita anteriormente- como A la hé y aún he podido valorar en más justa medida la obra de Fernando de Rojas, de una calidad infinitamente mayor que estas farsas que apenas puede decirse que cuenten con personajes, si no, más bien, con rudos estereotipos. Sin embargo, tengo que reconocer que ha resultado encantador. Como otras veces digo también estas obritas estaban compuestas con la principal finalidad de ser representadas, y eran acompañadas con músicas y danzas, lo cual, debía de enriquecerlas significativamente. Lucas Fernández, como el más reputado Juan del Encina, eran creadores completos por y para ello, y la visión original con la que hacían sus composiciones debe ser entendida como global. Así que digo que una buena experiencia también la de esta lectura.
No voy a entrar en la cuestión sobre si el origen de estas obras es o no religioso -recuerden que la mitad de esta compilación contiene obras de este tipo que no he leído- aunque la tendencia, por lo que he podido oír y leer es a decir que sí, que sin los motivos religiosos que inspiraron autos y representaciones de Cristo y de santos, la dramaturgia -si es que merece tal nombre- medieval no podría explicarse. Me consta que Nao D´amores tocará (y danzará) por igual profano y religioso. Es la obra con la que se va a subir el telón mañana mismo y siento la divina ansiedad.
(*) En el original_________________________________________
(...)
SOLDADO
Es amor transformación
Del que ama en lo amado.
Do lo amado es transformado
Al amante en aficion.
Es el peso puesto en fiel;
Es nivel
Que hace ser dos cosas una;
Es dulce panal, que en él
Cera y miel
Se contiene sin repuna.
Y este Amor´n el corazon,
Nace y crece y reverdece,
Y en el deseo florece,
Y el su fruto es aficion.
Cójese en toda sazon
Con pasion,
Y es sabroso y amargoso,
Y es de mala digestion;
Y da alteracion,
Deja el cuerpo empozoñoso.
PASCUAL
Ese amor, ¿es colorado,
o verde, o azul ó pardillo?
¿Quizás blanco ó amarillo?
SOLDADO
Es de color muy morado,
Y es muchacho niño y ciego,
Y es de muy bella facion.
Tira saetas de huego
Sin sosiego;
Siempre hiere a traición.
(...)
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