miércoles, 19 de septiembre de 2012

Carta a don Juan.

Carmen Laforet, entre 1938 y 1955
Editorial Menoscuarto,  2007

250 páginas, 16 €.

La editorial Menos Cuarto -dentro de la colección Reloj De Arena, dirigida por Fernando Valls- ha reunido en un volumen todos los cuentos de Carmen Laforet, esta escritora a la que me estoy acercando en 2012. Después de "Nada" y de "Siete novelas cortas" puse el punto de mira en sus cuentos, que puedo decir que me han gustado en líneas generales. El volumen que los reúne está dividido en tres bloques, de entre los cuales el del centro pertenece a los que Laforet reunió en formato de libro en vida, lo que obliga a pensar que son aquellos de los que la propia autora estuvo más orgullosa, puede que en realidad los únicos que hubieran debido pasar a la posteridad. A mi también me han parecido los mejores pero, como curiosidad, he de decir que me han gustado más los relatos de la primera época -su época juvenil- que los de la escritora madura que cierran el libro y que -se me ocurre pensar- aunque más experimentada quizá no albergaba ya la ilusión de los comienzos. Ya nos advierte en este sentido Agustín Cerezales -hijo y editor- cuando apunta que a partir de cierta época - la que coincide con el primer lustro de los cincuenta y su proyecto novelesco "La mujer nueva"-  sus relatos habían perdido para la autora la mayor parte de su sentido romántico, poco más que como fuente de ingresos económicos, textos que enviaba a los periódicos de manera rutinaria. Esas cosas se notan. Esto ha de tener que ver con su experiencia religiosa de 1951 -que narra en aquella novela-, en la que convirtió su agnosticismo racionalista en catolicismo sincero, profundo. Así que uno no ha de esforzarse mucho para imaginar el nivel de compromiso de quien vive así, desde una conversión que se siente necesaria.

Por resumir el tercer y último bloque del libro es el que contiene los peores cuentos. La verdad es que me he visto leyendo el libro sin reflexionar previamente sobre una cuestión que, habitualmente, me preocupa. Esta es: ¿es justo que sean publicados y divulgados aquellos textos que el autor no pretendió que trascendieran su intimidad? Creo que no, creo que es injusto y que quien toma por el autor este tipo de decisiones debe ser consciente de que comete injusticia con el autor aún cuando lo esté haciendo por el bien de la literatura, cosa esta que no ocurre necesariamente.

Uno de los cuentos que merece la pena es el  infantil "El secreto de la gata" (1). Único que de Laforet se conoce para niños y que está construido según la estructura habitualmente lineal de los relatos para adultos pero con la sensibilidad de la voz infantil y cierto aire de fábula que -como saben los papás- lo hacen cautivador. El librero ha probado a leerselo a sus chicos y ellos han respondido bien. Les ha gustado: cinco y siete años, y hace tiempo que leen sus propios cuentos. Debo decir que yo también me he dejado cautivar, y también que tengo cierta facilidad para ello.

En cuanto al resto de relatos de de este bloque la verdad es que suponen un mal cierre del libro. No porque todos sean malos, pero es que sucede que he captado lo que me ha parecido desinterés de la autora o, quizá, me he contagiado de mi propio sentimiento hacia ellos. Así, cuentos como "La Señora", "La extranjera", "La buena esposa y el turmix" o "Libertad", se me han antojado frívolos de tan flojos, excesivamente llanos. Tampoco es que otros como "El alivio" o "Recién casados" vayan mucho más allá, pero en ellos al menos se trasluce cierto interés por la indagación irónica en el costumbrismo de la época, algo que en los otros queda en retrato superficial. En cualquier caso conviene no perder de vista la perspectiva desde la que están escritos: la de una mujer que tenía un tanto revolucionado los clichés literarios de la época y en un contexto en el que Laforet más que alguien excepcional se presentaba en los dominadores círculos clasistas como intrusa. En ese sentido la visión de la España de posguerra y franquista que ella ofrece es -además de única- valiente.

El mejor relato de este bloque es "Don Pepe  y el vagabundo", que cuenta la historia de un pobre pedigüeño que entra en la casa de este don Pepe, por quien es sorprendido y que en vez de denunciarle a las autoridades le acoge de manera pretendidamente comprensiva para que desempeñe por ese día algunas tareas propias del criado de la casa. Está mayormente narrado desde la perspectiva del vagabundo aunque en tercera persona y es interesante la lectura que este hace del suceso que vive.

-

Los diez cuentos incluidos en la segunda parte -escritos entre el 45 y el 53- son aquellos que Carmen Laforet quiso recoger y dejar a la posteridad, así nos dice Agustín Cerezales en el prólogo a estos. Es decir, se trata de los más reputados de entre los que componen el libro, los mejores para ella y -he de reconocerlo- también para mi. Una y otra vez aparece la mujer en el mundo conservador de la época como tema central, representado en la maestra rural como en "El veraneo" -un cuento que sin rodeos ni sucesos extraordinarios pone de cara dos perspectivas de la vida radicalmente opuestas al relatar el encuentro de dos hermanos, después de muchos años de vivir separados-  o la soñadora artista "Rosamunda", que vive ya de vuelta de sus mejores años, de la evocación de estos y de su relato a quienes, como el joven soldado con quien comparte vagón, quieran escucharla. Un cuento delicado, en el que patetismo y ensoñación derivan en impostura y reivindicación de la mujer que, como la propia Laforet, trataba de esquivar entonces las imposiciones que se pretendían naturales o necesarias.

Sin embargo, tanto en la lectura de "La edad del pato" como en la de "Al colegio" he tenido la misma sensación que cuando leía algunos de los cuentos del final del libro, que ya he comentado. Historias demasiado vanales que -esto sí- da la impresión de que son importantes para la autora, como evocaciones de su infancia o primera juventud. Algo más me ha gustado "La fotografía", en la que me da la impresión de que hace un juego de palabras con el título y el caso que narra, en el que una joven acude a retratarse a una tienda de fotografía en total decaimiento y de paso retrata la decadencia general de la España franquista, sobre todo la inmediata a la posguerra.

Mucho más me ha impresionado "Última noche" en el que la protagonista, la francesa Claude, hace una relectura de la última carta que su marido escribiera antes de morir en la guerra del 39, y a partir de la cual decide conservar sólo las partes que deben trascender, que deberá conocer en el futuro el hijo de ambos. En dicha lectura se ofrece un (auto) retrato psicológico de Paul -el marido- y en la acción de echar al fuego la mayoría de las hojas de dicha carta queda retratada también Claude. Un cuento sin duda inteligente y de gran calado psicológico(2).

"El regreso" relata la historia de Julián, enfermo psiquiátrico, al que le es concedido permiso para ir a casa en Nochebuena y que no logra encontrarse en su hogar, de cuyo mantenimiento tendría que ser principal responsable de no encontrarse internado, y que encuentra entonces abandonado a la mala suerte y dependiendo de la beneficiencia, por lo que regresa de nuevo la sensación de responsabilidad de la que interno se sentía liberado y que ahora  siente pesada. De final brillante y turbador, poderoso en la demolición psicológica, emociona.

"La muerta" es otro de los magníficos cuentos de este bloque. Está protagonizado por el sentimiento de culpabilidad de El señor Paco, que " (...) no era un sentimiental. Era un buen hombre al que le gustaba beber, en compañía de amigos, algunos traguitos de vino al salir del trabajo y que sólo se emborrachaba en las fiestas grandes, cuando había motivo para ello. Era alegre, con una cara fea y simpática. Debajo de la boina le asomaban unos cabellos blancos, y sobre la bufanda una nariz redonda y colorada". Véase como Laforet mezcla en este retrato en tercera persona la descripción  que al uso el narrador hace desde afuera, y otra más psicológica que es en realidad autorretrato: "cuando había motivo para ello". El señor Paco trata de justificarse de una manera que me ha recordado a la  Menchu de "Cinco hora con Mario", pero esta vez el sentimiento de culpablidad parte de la presencia espiritual de su mujer muerta, una vez que el señor Paco creía poder vivir liberado definitivamente de la larga enfermedad que su mujer sufriera.

"Un matrimonio" me ha parecido también un muy buen relato, mucho más romántico de lo que la autora le tiene a uno acostumbrado, y en él se relata la resignación del joven Pedro al tener que elegir entre su mujer y una posición social más alta, económicamente holgada. Aunque quizá el tema pueda parecer manido el trato de Carmen Laforet es una vez más exquisito y no cae en atajos sentimentalistas.

"El aguinaldo" es el relato -aún cabría decir la historia- más claramente religioso que recuerdo haber leído de Laforet. Supone una indagación en la experiencia del enfermo resignado y capaz de trascender el sufrimiento: una reconciliación individual que tiene que ver con el conocimiento propio y que, desde luego, debe relacionarse con la conversión al catolismo de la autora a principios de los cincuenta. El resultado es un cuento bastante emotivo, a la vez que descarnado y, por supuesto, espiritual. Interesante en caso de que uno sea católico y también en el de que no, pues en el primero puede suponer una recreación en el asunto y en el segundo un acercamiento curioso.

-

Y, nada, para terminar parlo un poco sobre la buena impresión que los primeros relatos -escritos entre 1938 y 1942-, los que según los editores de este libro podrían llamarse "Cuentos de Andrea", me han dejado. Se trata en su mayoría de relatos que no fueron publicados nunca. Son más breves que la mayor de los del resto de su producción, que suelen rondar las ocho o diez páginas y aquí se quedan en tres o cuatro. "El Infierno" (1945), es uno de los publicados: es también un relato de tema religioso, pero en él no existe reivindicación de la fe ni del sentimiento católicos. Es más bien irónico y bastante filosófico, en forma de imagen, la de un monje que sufre penitencia por un pecado que le es perdonado, pero aquí el final -escrito por una Laforet rebelde de unos veinte años- es el siguiente: "Y después de alcanzar su cielo, vivió muchos años -y ése fue su infierno presentido- con el corazón florido como la retama..., dorado y amargo." . "Sorpresa" fue publicado en el mismo año, se trata casi de un cuento al estilo de los de príncipes y princesas, que se corresponde perfectamente con la jovencita que debió de escribirlos. Aunque apunta ya la desenvoltura necesaria de quien sería escritora de raza queda muy lejos de sus narraciones interesantes.

"La leyenda de Alcorah" es el cuento que abre el libro. Se trata de un texto descriptivo y fantasioso en el que se recrea Gran Canaria, donde se crió y pasó su adolescencia. Se trata, pues, de un homenaje a su tierra. Pero los cuentos más interesantes de este bloque están en el centro. Primero las tres fugas, cada una interesante a su manera.

Es "Fuga primera" un relato poético y muy irónico, un tanto burlesco, en el que la luna -"Yo soy la luna vieja de un pueblo de Castilla" cuenta a su interlocutor -la propia escritora aunque puede entenderse el lector- el coloquio que con una mujer soñadora tuvo y las consecuencias del mismo:  "¿Y fue feliz?", nos preguntamos al final del relato. Responde la luna: "Yo lo dudo. Las cosas a su tiempo. Fugarse de la vida propia es cosa de pura juventud. Fue una broma magnífica que le gasté... ¿No te hace gracia?...".

"Fuga segunda" está protagonizado -como apuntan los editores de este volumen- por la Andrea de "Nada" o por alguien que bien podría identificarse con la propia. En la historia logra por fin escapar de su viejo profesor de piano en favor del joven que la quiere. Se trata sin duda de la cara opuesta y del complemento perfecto a "Fuga Primera" y es, a  la vez, parte del relato de la escapada de la autora a Barcelona en 1939.

En "Fuga tercera" la huida hacia la libertad que parece dar comienzo en el relato anterior se hace explícita y se convierte también en despedida definitiva del mundo infantil: "¡No me importa nada ese después...! Todo en el mundo se paga y no quiero que sea pequeño el precio de esa inefable y azul locura que cuando se tienen 17 años representa cruzar el mar, sin permiso de nadie, para esperar el amor..."

Por fin, voy a cerrar esta reseña con "Carta a don Juan" (3), el relato también inédito que da título a este compendio y que es una vez más muestra de la sobriedad y elegancia que esta autora poseía ya en su juventud. Es la disculpa por el rechazo a un señor que -por lo que se deja entrever- debió de encapricharse de ella, y aún ilusionarse con la posibilidad de tenerla para sí. De nuevo la limpieza, la sencillez discursiva hacen del relato pieza delicada, pequeña delicia.

Y hasta aquí el resumen de mi última lectura a una de las personas que mejores páginas literarias dejó escritas en la España del siglo XX, referencia fundamental para entender el país en su posguerra, y de cualidades narrativas indiscutibles y eficaces. Aunque me apetece acercarme algo más a su novela lo cierto es que el libro que más me interesa ahora mismo es la correspondencia que mantuvo con Ramón J. Sender, "Puedo contar contigo", pues me encuentro muy intrigado por la biografía de Carmen Laforet y, por tanto, dispuesto a traicionarla. Una vez más. Maldito sea.




En el original------------------------------------------------------------------------------------------

 (1) Hace muchos años vivían tres niños en una casa con jardín, en un país donde nunca hacía frío. El jardín  de la casa siempre tenía flores, y por la enredaderas que colgaban de los muros subían y bajaban los gatos, hasta la azotea, o hasta la verja de la entrada.
En la casa había varios animales. Un gallinero estaba lleno de gallinas que alborotaban como locas cada vez  que ponían un huevo para la comida de los niños; y había un pavp que se llamaba míster Whisky, y que era el animal más tonto que se pueda imaginar, a pesar de lo cual paseaba libremente entre los parterres, con gran escándalo de las pobres gallinas, tan trabajadoras y tan encerradas, que se asomaban a la tela metálica de su gallinero para verlo pasar y le dedicaban insultos feroces:
- ¡Cloc, cloc... presumido! Cuello pelado.
Míster Whisky se ponía colorado y adoptaba un aire despreciativo.
- ¡Ordinarias!... -decía con un grito distinguido y chillón.

(2) Estas páginas las ha guardado Claude cuidadosamente entre sus joyas. Son ellas las que deben enterar al niño, cuando crezca, de la historia de su padre.
Lo demás que escribió Paul aquella noche: su miedo helado, sus cobardías y sus heroísmos, sólo Claude en el mundo lo debe conservar en su sangre, porque lo ha sufrido. El testimonio escrito lo devoraron las llamas.

(3) Y usted no pudo comprender mi risa, pero palidecía herido y suplicante. Y yo...  yo era lo imposible entonces. Lo que no se puede tocar y se desea. La ilusión venenosa de sueños solos. Al despedirnos me suplicaba aún sin palabras ¿qué? ... Que me dejase hechizar nuevamente, tal vez....
¡Qué pueril me parecía su deseo! Le hubiera acariciado...
Imposible, imposible. Nunca sabría llevarme a un mundo nuevo otra vez.... Pero le quiero mucho, no esté triste. De verdad que le quiero, dije al cerrar la puerta. Y no podía remediar reírme.
Me asomé a la ventana y le vi que se iba, despacio, por la esquina.
Su bello traje de demonio, negro, se había enganchado como en una zarza en mi risa y colgaba triste, desgarrado, con su carne morena de hombre estremecido del frío de la noche...
Me conmoví, señor, quiero que Usted lo sepa.

3 comentarios:

  1. Hola Lope:

    Tengo ganas de volver con Carmen Laforet. A ver si me leo aquel de las 7 novelas cortas, que Echevarría lo seleccionó como uno de los mejores libros en castellano de los últimos 50 años.

    saludos

    ResponderEliminar
  2. Hola, David.

    Pues sí, aunque entre estos cuentos hay algunos que me han parecido joyitas la verdad es que las novelas cortas me gustaron más. Pero en general la narrativa de esta mujer cabría calificarla de cristalina. Conserva el don de la sencillez incluso en las tramas profundas, psicológicamente complejas.

    Por cierto, estoy ahora leyendo "Zama", de Di Benedetto, otro de los autores que descubrí en tu blog. Bueno, Bolaño también echó una mano.

    Saludos, compa.

    ResponderEliminar
  3. Hola, Zama está muy bien.

    Creo que están rodando ahora una peli en Argentina sobre ese libro. A ver qué tal.

    saludos

    ResponderEliminar

Comentarios.