domingo, 2 de septiembre de 2012

La sonrisa del náufrago.

José Ignacio García, 2011.
Castilla Ediciones, 2011.

136 páginas. 12 €.

He hecho con José Ignacio García un acto de injusticia perfectamente conmensurable que ha consistido en tomar sus libros, empezar a leerlos y abandonarlos después por lecturas que consideré urgentes hasta llegar un momento en el que prácticamente olvidé que le estaba leyendo. Bien, la cuestión es que este autor vallisoletano reconocido con el Miguel Delibes 2009 por su obra ENTRE EL PORVENIR Y LA NADA -colección de cuentos- se me ha cruzado gracias a José Carlos Iglesias, a quien ya conocía. Ambos inauguraron en junio las jornadas literarias con las que el servicio habitual de esta humilde librería pretende verse complementado en adelante y fue durante sus preparativos que conocí personalmente a José Ignacio y que comencé a leer su obra.

LA SONRISA DEL NAÚFRAGO es su último libro de relatos. A este  le precedieron ENTRE EL PORVENIR Y LA NADA, la novela MI VIDA, A TU NOMBRE (2006) y las que también son colecciones de relatos VIDAS INSATISFECHAS (2000) y ME CUESTA TANTO DECIR TE QUIERO (1998).  Digamos que el portillano posee un estilo bastante sólido y un tanto barroco, casi diría que radicalmente castellano, normalmente apoyado en cierta facilidad metafórica y metonímica que no suele recargar los textos, y en el uso de un vocabulario amplio. Su narrativa aparece abundante en símiles también. En general puede decirse que se trata de un estilo bastante substancioso y que denota cierto placer del autor por la expresión. He de decir que aunque algunas expresiones me han rechinado, la mayor parte del tiempo la redacción me ha parecido sobria y elegante y me parece indudable que José Ignacio García atesora ya escuela y calidad suficientes como para que se esperen de él cosas importantes. 

José Ignacio García recuerda mucho a Miguel Delibes porque sus historias son las de personas llanas, conciudadanos corrientes a los que casi nunca ocurre algo especial. Tiene en común con él que trata de convertir a esas personas corrientes en héroes, que hace de ellos personajes de interés literario. Gracias a ello Miguel Delibes fue uno de los máximos exponentes del siglo XX, aunque cabe recordar también que estamos en el XXI.

El libro presente está compuesto por trece cuentos prologados por José Jiménez Lozano y que en su mayoría buscan la originalidad de las historias: más que el retrato psicológico de los personajes busca el de la trama que se sirve de los mismos, de manera que en sus relatos es más importante el suceso que la persona que lo vive, la anécdota que la vivencia personal. Hay excepciones y es según este criterio que unos cuentos me han gustado más que otros.

El libro abre con el relato EL MILAGRO DEL BUEY MAGO, que el autor debió de escribir para el compendio CONTAMOS LA NAVIDAD de 2009, en el que varios autores vallisoletanos -algunos de renombre- pusieron su granito de arena en un proyecto que relacionaba la navidad con la literatura y la ilustración. La historia está narrada de forma paralela a la del nacimiento de Cristo pero con personajes contemporáneos -una pareja pobre y con algo más que dudas respecto al origen paternal del recién nacido- que se ve en el metafórico aprieto de tener que traer al niño al mundo en una cueva, y que será "bendecida" por un regalo inesperado por parte del buey.

LA COLECCIONISTA DE ESQUELAS  es un relato en el que el autor hace un uso excelente de su prosa. Exacto en la contextualización  y en la ambientación, oscura e inquietante, que será razón del paradójico destino del abogado que narra esta historia escrita -por tanto- en primera persona. Esta ambientación reposa en un peculiar personaje que es anciana coleccionista de esquelas y con quien el narrador se cruzará uno de los tantos días que conforman sus ajetreadas semanas de trabajo.

WINE ROOM (DOS VERSIONES DE LA MISMA REALIDAD) es un doble relato que cuenta los sucesos acaecidos entre dos viajeros de un mismo crucero y de los que tienen visiones opuestas que se cuentan en primera persona. Desde mi punto de vista supone un posicionamiento bastante interesante que, sin embargo, no es aprovechado pues se queda en la anécdota.

De forma parecida MÍSTER LÁTIGO se conforma con poco más que el juego de palabras. En él se cuenta la historia de un entrenador amateur de fútbol que nunca verá a sus jugadores ganar ni un sólo partido. Es justo decir que en la presente se atisba cierta indagación en la cuestión del fracaso, de la persona fracasada o el destino, cuestión esta última que aborda el cuentista una y otra vez.

Nada me ha gustado EL ÚNICO HOMBRE ni MONÓLOGO MALINTERPRETADO, que se quedan en la anécdota pobre y llana, malamente salvables por suerte y gracia de la capacidad narrativa del autor. Sin embargo hay otro relato de corte similar en cuanto a que es especialmente corto y directo que me ha resultado mucho más interesante. Se llama ¿TERESA INTERESA? y aunque quizá como relato al uso pudiera parecer algo cursi me he encontrado también con un texto que líricamente es más que notable: en él se relata la vida de una mujer maltratada, desde afuera, como si se cantara a un icono.

En realidad estos relatos son los que menos me han gustado. En todos ellos José Ignacio García luce una capacidad narrativa indiscutible, fuera de toda duda. Sin embargo, no me han convencido del todo por lo que entiendo que es una búsqueda de cierto efectismo paradójico o irónico que, personalmente, no sólo no me dice mucho, sino que me resulta excesivo por cuanto que deriva, precisamente, de su capacidad narrativa. De esta manera es -tanto o más que lo narrado- el propio juego de palabras lo que  lleva a la paradoja, dejando al relato sin alma.

MADERA DE WISCONSIN es un cuento muy interesante que me ha parecido que trata la tan condenada -desde Platón- capacidad oratoria de los políticos, así  como la inestimable gratitud de la ignorancia de los públicos complacientes. Se trata en realidad de un relato ácido y que aborda el tema desde la perspectiva de un escritor -sumido en el duelo por la muerte de su esposa Berta- que para echar una mano al colega que tanto le ha ayudado en los momentos más traumáticos de su reciente viudez realiza -a petición suya- una cata en su restaurante y para un público deseoso, sin ser catador y sin que tal cosa le haga falta. Así el autor puede regodearse en ciertas metáforas enológicas para describir una realidad desangelada y triste que va que ni pintada al habitual tono frívolo del autor, lo que a la vez supone un momento catártico y de superación de la propia depresión para el protagonista que narra.

POR UNA VEZ, NO DIGAS SÍ cuenta la historia de Dona, narrada por uno de sus amigos. Dona es un tipo trabajador que, sin embargo y haciendo honor a su nombre, no tiene problema ni medida alguna a la hora de compartir lo que ha ganado con su propio esfuerzo, algo que debe de hacerle feliz y que es también base de la felicidad de los amigos que, paradójicamente, le reprochan su altruísmo.

En EL RAPSODA DE GOGUELÉN la situación planteada es atractiva y la sucesión de hechos más. Un hombre se encuentra en un bar tomando algo en la Noche de Reyes cuando una anciana se le insinúa. Él decide darle conversación por la curiosidad que el hecho le produce pero pronto queda desconcertado por cuanto que ella insiste en reconocerle como el rapsoda de Goguelén, un restaurante donde supuestamente se habían conocido anteriormente.

LA DUEÑA DE SUS SECRETOS (1) es un relato original y profundo que ahonda en las justificaciones que a modo excusa una escritora vierte sobre su bloqueo creativo y que hace depender de la persona a quien escribe, con quien explica una relación tormentosa de ida y vuelta y que conlleva un secreto que se desvela al final para dar al relato una visión renovada y turbadora. 

LA DECISIÓN DE JUAN PORTILLO es un  relato dramático que se aborda desde un contexto taurino, del que aprovecha el sentimiento trágico que dicho contexto transmite.  Es extraño que siendo la fiesta taurina cuestión de nulo interés para mi -no siendo para mal criticarla- me haya gustado tanto este cuento. Lo cierto es que José Ignacio García se explaya aquí con una terminología específica que domina y eso ni me va ni me viene. Sin embargo, le he sacado bastante juguillo a la historia de este torero reputado que abandona las corridas tras la muerte de su esposa -la doña- y que vuelve a ellas años después con la extraña aparición de una nueva mujer de costumbres opuestas a las que adquiriera con la doña -auténtica mujer de su vida-, cuyo antiguo amor está simbolizado en un gran retrato que presidía el salón de su casa, en la finca El Comeso.

Por fin LA SONRISA DE UN NAÚFRAGO (2)  es el pesimista relato que cierra el libro. Narra la caída de un hombre que conoció el éxito y cuyas herramientas para sobrevivir a su propia perdición de hombre sin futuro no van más allá de unos inquietantes delirios que poco a poco parecen dirigir las riendas de su vida y queda representado en el magazine local que echan por la tele y que jamás se pierde. Esto le lleva a hacer un repaso de su historia, pero esta desemboca una vez más en el delirante presente que parece quedar justificado también por el discurrir de  los grandes años -tiempo durante el cual en realidad traicionó a sus sueños-.

La lucha con el destino y la asunción del mismo son temas a los que recurre el autor de estos relatos que trascienden el pesimismo, a veces frívolos y casi siempre irónicos, de personajes solitarios a los que ocurren sucesos originales que asimilan, y que entran en los parámetros de la cotidianeidad. La sonrisa del naúfrago es la del hombre resignado, que, al fin y al cabo, toma conciencia de quien es, de que es lo que ha vivido. Narrados con un estilo engalanado resultan cautivadores ya antes de que se conozca la propia historia, y en ese sentido García se muestra como narrador experimentado, con gancho, al igual que en el relato de sus mejores cuentos, cuando su marcado estilo personal se combina con  una historia atractiva y profunda.  



En el original------------------------------------------------------------------

(1) Ayer, cuando se arrumiaba la tarde y las laderas de las cotarras cercanas empezaban a vestirse de un color gris nostálgico, las páginas aún tiernas de mi última novela inacabada volvieron a preguntarme por ti. Las pobrecillas, tan dubitativas, sin un rumbo definido todavía, se sienten como un frágil esquife a la deriva sin tu añorada presencia. Y lo peor de todo es que, una vez más, no supe cómo tranquilizarlas, cómo abrigarlas para protegerles de esa gélida y cruel intemperie que para el ánimo supone la incertidumbre. En algunas ocasiones la verdad resulta una losa tan pesada, que una carece de fuerzas o de la maquinaria necesaria para izarla. Es entonces cuando flaquea la voluntad, y el miedo a la humillación o al descrédito prevalece sobre esa sórdida forma de tortura interior que es el remordimiento. Hay personas demasiado honestas que no logran sobreponerse a sus crisis de conciencia y acaban claudicando a los embates de la sinceridad. Por el contrario, otras optan por soluciones más drásticas. Yo, simplemente, aprendí a convivir con el tibio remusguillo que me causaba mi secreto, acorralándolo en un rincón de la memoria; anestesiándolo cuando daba más guerra de la cuenta, como si fuera una jaqueca paliada por analgésicos.


(2) Mientras observa las matriuskas mal colocadas sobre el mueble del cuarto de estar, y calcula la distancia exacta que deben mantener entreellas, Pepe vuelve a plantearse si la vida realmente fue tan injusta con él desde el momento mismo en que sus padres le echaron al mundo y decidieron llamarlo José, a secas.

Consulta impaciente las manecillas del reloj, y ve que la hora que marcan coincide con la que muestra el descodificador del Canal Plus. No sabe cómo entretener los minutos que faltan para que dé comienzo el magazine televisivo local; y se dedica a pensar que los hijos nacidos en el seno de familias aristocráticas siempre llevan colgando una ristra de nombres adicionales de aquel por el que son conocidos. E incluso los actores que protagonizan los culebrones sudamericanos de la televisión también muestran en los títulos de crédito largos nombres compuestos, del tipo Ramundo Emiliano Manuel o Teodosio Avelino Mateo. Sin embargo, él no tuvo la suerte de poder elegir el nombre que mejor le encajara. Ni siquiera tuvo nada que ver con el hecho de que la gente, desde bien niño, empezara a llamarle Pepe.



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