viernes, 1 de marzo de 2013

Puedo contar contigo.

Israel Rolón Barada, 2003
(Carmen Laforet; Ramón J. Sender, 1965 a 1975)

Destino, 2003.
280 páginas.
Pvp, 19 €.

A pesar de que me he sentido como un cotilla husmeando en las cosas de los demás me lo he pasado bien leyendo el intercambio de cartas que se produjo durante 10 años entre los escritores Carmen Laforet (Barcelona, 1921 - Madrid, 2004) y Ramón J. Sender (Chalamera, 1901 - San Diego, 1982), y que reunió y editó en 2003 -con Carmen Laforet en vida- Israel Rolón Barada. Quizá su lectura me haya gustado tanto precisamente porque me ha permitido husmear entre sus confidencias. Hay que ver, oiga, lo que nos gusta el hay que ver, oiga.

Carmen Laforet debutó como escritora con su mejor obra, en 1947: NADA. De paso inauguró el Premio Nadal y, ya puestos, dio un toque de atención bastante serio al panorama literario del momento. Ramón J. Sender ya era un escritor consolidado en el exilio por aquel entonces, pero tuvo a bien en su momento escribir una carta de felicitación a la joven Laforet (1), tan joven e inmadura que ni siquiera sabía quién era ese señor cuando leyó la carta. Así que tardó 18 años en contestar, lo cual bien mirado pues bien mirado queda, vaya: Laforet decidió contestar con razón de un viaje que ella tenía que hacer a Los Ángeles en noviembre de ese año -1965-, en cuya Universidad trabajaba Sender, en su departamento de Lengua Española.

A partir del momento surge una relación epistolar de lo más curiosa porque se produce entre dos personas muy dispares, aunque tienen en común su labor literaria. Ramón J. Sender es una persona madura, anciana al final de la correspondencia, autor de una obra extensa, y de un posicionamiento ideológico crítico y radical que le mantiene en el exilio. Laforet es una mujer aún joven, madre de cinco hijos, que ha podido adaptarse a la España ultraconservadora de la época según un modelo de acción que ya encontramos en la resignada Andrea de NADA, obligada a frustar sus inquietudes de libertad. Por otra parte Laforet por aquellos años vive un giro psicológico hacia lo el catolicismo que aún hace estar a los escritores en posiciones ideológicas más alejadas.

Pero Sender insite en apadrinar a la joven escritora, le anima a seguir por el camino de la literatura, a explotar su capacidad novelística. Esa es su actitud primordial respecto a ella, y por eso el lector espera encontrar aquí las razones por las que, de hecho, un día Carmen Laforet dejó de escribir ficción, después de escrita la trilogía que nunca fue publicada, salvo su primera parte, LA INSOLACIÓN, en 1963. Puede intuírse, uno sabe tanto como Ramón J. Sender al respecto e, incluso, puede llegar a saber tanto como la propia Laforet pero, en realidad, no sabe mucho, porque así como Sender es bastante explícito refiriéndose a sus cosas Laforet no es precisamente abierta. En ese sentido la correspondencia está cargada de psicología en la que hay que adentrarse para desentrañar elementos que no se cuentan, y que en ocasiones quedarían velados de no ser por las anotaciones de Israel Rolón Barada. Sí cuenta Laforet su proyecto de trilogía que empezaría con La Insolación, así como el de la novela que hubiera podido llamarse LA GINECEA (2), y en el plasmaría su visión filosófica de la mujer en la literatura.

Mucho me ha llamado la atención también cómo con el paso de los años y el número de cartas la escritura de Sender -sobre todo después de la separación de Laforet y Manuel Cerezales- va subiendo de tono y habla abiertamente de sexo (3), así como puede apreciarse en el deseo manifiesto de verse un juego desde la distancia que sobrepasa el paternalismo con el que se dirigía en los primeros años y que sólo puede permitirse gracias a la tensión del encuentro que no se cumple, y que llena la correspondencia de promesas, excusas y confidencias por parte de uno y de otra. Es gracioso y también conmovedor.

Me han quedado muchas ganas de leer: PARALELO 35, CRÓNICA DEL ALBA y LOPE DE AGUIRRE, de Ramón J. Sender. LA ISLA Y LOS DEMONIOS y LA INSOLACIÓN, de Carmen Laforet. Ya voy buscando el hueco.




En el original.


(1). 

Estimada compañera:

He leído su Nada y me parece una buena novela. Hace añños que no había tenido una impresión tan "confortable" intelectualmente hablando. Es un placer encontrar el talento literario sobre todo en nuestro propio idioma. Enhorabuena.

Supongo que sigue usted trabajando y que subordina usted todo lo demás a los intereses literarios -tan importantes para usted, para mí, para todos, a falta, en esta generación, de otras riquezas. Usted tiene un gran talento y nos pertenece a todos. Cuídelo y no se deje arrebatar por la gloriola y ni siquiera por la gloria. Conserve siempre ese dominio de la realidad, esa visión directa, sencilla y asombrosamente humilde -es la humildad lo que hace el milagro- de su Nada que releo y que admiro.

Si no tiene comprometidos los derechos para la traducción al inglés -en América- yo puedo ofrecer su libro a mis editores en Nueva York. Me gustaría hacer algo por darlo a conocer. Si me dice usted que sí, escribiré enseguida a mis editores con un informe minucioso sobre su novela.

Si tengo su dirección, le enviaré algún libro mío reciente en español.

Enhorabuena otra vez. Es usted una espléndida escritora. 


Ramón J. Sender. Alburquerque, 5 de octubre de 1947.



(2).

Quisiera escribir una novela (pero no antes de dos años o cosa así) sobre un mundo que no se conoce más que por fuera porque no ha encontrado su lenguaje... El mundo del Gineceo. 8Que es la célebre frase de Platón en El Banquete ¿verdad? "Tenemos las mujeres del gineceo para la casa y los hijos...") En verdad, es el mundo que domina secretamente la vida. Secretamente. Instintivamente la mujer se adapta y organiza unas leyes inflexibles, hipócritas en muchas situaciones para un domino terrible... Las pobres escritoras no hemos contado nunca la verdad, aunque queramos. La literatura la inventó el varón y seguimos empleando ek mismo ebfoque para las cosas. Yo quisiera intentar una traición para dar algo de ese secreto, para que poco a poco vaya dejando de existir esa fuerza de dominio, y hombres y mujeres nos entendamos mejor, sin sometimientos, ni aparentes ni reales, de unos a otros... tiene que llover mucho para eso. Pero, ¿verdad que está usted de acuerdo, en que lo verdaderamente femenino en la situación humana las mujeres no lo hemos dicho, y cuando lo hemos intentado ha sido con lenguaje prestado, que resultaba falso por muy sinceras que quisiéramos ser?


Carmen Laforet. Madrid, 10 de febrero de 1967.


(3).

Tengo cuatro amigas regulares, pero ahora voy a ver si las alejo un poco -de manera permanente- sin pelear. No hay que pelear nunca con una mujer (su debilidad las hace invencibles). Dos de ellas están locas y las otras dos son tontas (no sé por qué siempre me tocan esa clase de criaturas, en la vida). La mejor manera de alejarlas (claro) es traer otra y tenerla más cerca. Las cuatro de las que te hablo vienen ocasionalmente de Los Ángeles. Pero ahora me llama de Madrid dos o tres veces cada mes (debe estar arruinándose con el teléfono, la pobre) esa amiga de la que te hablé hace un año. Quiere volver aquí. Y dice que quiere ser la mendiga de EL FUGITIVO, aunque se rompa una pierna. Ella no comprende que esas mujeres de nuestra imaginación nacen y mueren en ella, y son nada más y nada menos que nuestro amor por el amor. En todo caso, para producir la desbandada de las otras (cuando vean que vive permanentemente conmigo) será muy del caso. Yo la estimo mucho, pero me siento solo con ella, también por la razón que tú me dijiste un día: sólo nos acompañan las personas a quienes de veras queremos.

Dirás que todo esto a mi edad parece absurdo. Es verdad. A mí también me lo parece, pero, ¿qué le voy a hacer? Hago el amor con mucha menos frecuencia que antes, pero cuando lo hago me siento tan bien, respiro un aire tan limpio y me dura el bienestar tres o cuatro días. Yo sé que podría hacer el amor cada día (¡qué muchachas van viniendo al mundo ahora que uno se marcha, Santo Dios!) pero moriría -supongo- en dos o tres meses. Tampoco esto me importaría, pero hay algo peor. Podrían desquiciarse mis pobres nervios tan castigados y vivir largos años todavía como -ellos perdonen la comparación- Maupassant o Nietzsche. El primero por hacer el amor demasiado y el segundo por no hacerlo (al parecer) nunca.

Ramón J. Sender. 7 de abril de 1973.






2 comentarios:

  1. Hace muchos años me leí "Carolus rex" de Sénder (a quien mi subconsciente confundió siempre con Pemán, de la misma manera que mi subconsciente siempre relacionó a Stendhal con Faulkner. Los subconscientes tienen vida propia) y creo recordar que me gustó- Por si lo quieres añadir a tu lista.

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  2. Lo apuntaré con plena conciencia, compa. La verdad es que ni me suena.

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Comentarios.