sábado, 11 de mayo de 2013

La gran Marivián

Nº 59

Conservo la esperanza de volver a mi ritmo habitual de lecturas algún día. De hecho ya he terminado, por fin, de catalogar mis trescientos nuevos libros que he seleccionado de entre un total de unos 1000 o 1500 volúmenes de segunda mano que me ha ofrecido un buen cliente y buen amigo. Además me estoy replanteando mi relación con Face, que ya me parece excesiva la mire por donde la mire, y mientras me he abierto una cuenta de twiter. Total, que entre unas cosas y otras llevo unas semanas viendo la literatura de lejos y aunque tengo alguna reseña pendiente lo cierto es echo de menos leer, leer tranquilamente, disfrutar de esa cosa llamada placer de la lectura. Mientras me asiento cuelgo por aquí los primeros párrafos de la última novela de Fernando Aramburu, de quien juraría que leí hace años una historia cortita e interesante llamada el piojo Matías. Estoy improvisando.

Fernando Aramburu, 2013.
Tusquets, 2013.
288 páginas.
18, 90 €.

LAS NOTAS biográficas que componen el presente volumen no fueron escritas con el propósito de perjudicar ni ensalzar la memoria de Marivián. Pongo en duda que los hombres de mi época, empezando por los jueces, concedan crédito a mi afirmación. También pongo en duda que lleguen a leer esta suma de apuntes y reflexiones. O al menos eso espero por la cuenta que me trae.

Reuní tal suma pensando en un futuro que presumiblemente no conoceré. El futuro en que la palabra "verdad" no sea la cáscara de una nuez vacía. El futuro en que por primera vez sea instaurado un régimen democrático en Antíbula, del cual, por el momento, no se perciben síntomas.

Entendí, sin embargo, que nunca llegaría la hora de abordar la tarea si la postergaba hasta el día en que las leyes garanticen a los ciudadanos del derecho a expresarse libremente. Juzgo improbable que para entonces quede vivo ningún testigo de los hechos que dieron lugar a estas notas. El tiempo ya se ha llevado por delante a unos cuantos.

Hoy por hoy, a los tres años de su enigmática muerte, Marivián continúa dividiendo Antíbula en dos bandos de opinión inconciliables, coincidentes con las dos tendencias políticas totalitarias enfrentadas en nuestro país desde la revolución del año 28. La propaganda gubernamental persiste en su empeño de magnificar la figura de Marivián. La oposición, en cambio, congregada en torno a los ideales de la tradición católica, no cesa de arremeter contra el personaje, convertido para sus intereses igualmente proselitistas en símbolo supremo del pecado. Los ánimos siguen tan alterados que todavía, entre nosotros, alabar o vilipendiar a la célebre actriz se interpreta como una toma consciente de partido por una u otra ideología, y en muchos casos puede que así sea.

Afirmar que Marivián fue una mujer hermosa, que hasta la fecha ninguna otra la ha superado en gracia y talento sobre los escenarios de Antíbula, supone la constatación de una verdad que sólo desde una ceguera intencionada podría negarse. Sin menoscabo de sus cualidades artísticas, no es menos cierto que la famosa actriz, la diva de las divas, protagonizó escándalos sin cuento, llevó a cara descubierta una vida absoluta y estuvo implicada en asuntos tenebrosos que hicieron de ella lo contrario de una ciudadana modélica.

Pienso que incurren en idénticas simplificaciones quienes cada dos por tres la declaran heroína de la clase revolucionaria como quienes  la reducen a la forma femenina de Satanás. No descarto que mis notas contengan errores involuntarios; pero incluso en tales supuestos las escribí con la firme voluntad de atenerme a hechos que juzgo probados.

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