lunes, 23 de diciembre de 2013


Nº 65



Hay varios títulos interesantes -que parecen interesantes- y suficientemente ocultos como para alumbrarlos algo en esta librería. Uno no necesita anunciar los reverte ni las dueñas ni los wyoming, ellos se promocionan muy bien solos y todo el mundo sabe que sus libros están hasta debajo de las piedras, quiero decir que también en LA TIENDA DE LOPE. Yo me he fijado, entre otros, en este último de Mauricio Wiesenthal (Barcelona, 1943), ensayista y novelista en el que esperamos por aquí irnos adentrando. Hace pocos días pedimos para la librería EL VIEJO LEÓN, un retrato de Tolstói que me apetece mucho leer ahora  que, por fin, también estoy leyendo ANA KARENINA. Eso digo.




Mauricio Wiesenthal, 2013
Acantilado, 2103.

480 páginas.
Pvp, 25 €.

Me preguntas por el secreto -creo que bien guardado- de mis canciones. Las grabaciones que conservo de ellas no son siempre buenas, pero eso no me preocupa en absoluto. Te iré enviando algunas de esas reliquias de mis tiempos de juventud: boleros, coplas españolas, romanzas rusas, zambas, tangos y chansons diversas, cantadas en diferentes idiomas; porque ésa fue mi afición cuando viajaba y actuaba en cafés, en barcos o en hoteles. Pienso que los jóvenes deben recuperar el gusto por lo sencillo y por lo imperfecto ya que el corazón es así: imperfecto y sencillo. Buena parte del arte es artesanía y hay que protegerlo -con juicio, buen gusto y mesura- de las facilidades de la industria y de los excesos de la técnica.

Cantar fue una de las aficiones de mi vida que me ayudó a sobrevivir en mis años de bohemia. Evoco en este libro algunas de esas canciones porque me gustaría dejar el testimonio de que un escritor es, sobre todo, un artista.

Un escritor no es un erudito ni un gramático ni un profesor, sino alguien capaz de transmitir una emoción. Por eso no me conformé nunca con los libros y busqué las casa donde habitaron sus autores, sus autógrafos, sus dibujos, sus fetiches: las reliquias donde se manifiesta el misterio de su personalidad; lo místico, lo mántico, lo semántico, lo romántico...

Sacha Guitry guardaba en su casa el tintero de Flaubert y algunos manuscritos de Molière. Era tan fino que, cuando una mujer le llamaba por teléfono, se peinaba antes de atenderla... Hay un misterio en las botas de punta redonda que hacía Tolstói, en los dibujos de Goethe, en la calculadora que inventó Pascal, en las medidas que fabricaba Voltaire, en los muebles que diseñaba Victor Hugo, en las partidas de ajedrez de Zweig, en la música que componía Nietzsche, en las colecciones de mariposas de Nabokov o en las bufandas de lana que tejía Lou Salomé.... Me gustaría saber si Rossini sabía hacer el tournedos o se lo preparaba todo  Carême. Y me encantaría haberle chutado una falta por alto a Albert Camus, puesto que por bajo ya sé que era imbatible.

Un segundo oficio es algo tan cercano a la personalidad de un artista que siempre nos preguntaremos si era, en realidad, su auténtica vocación. Por ejemplo, las pinturas de Leonardo da Vinci eran sólo su segundo oficio. En su tiempo fue más conocido como ingeniero militar, inventor de máquinas y, a ratos, maestro de ceremonias.

En realidad este libro quiere ser una defensa del humanismo y un alegato contra la especialización. La gente más ignorante y dogmática que he conocido se presenta siempre como especializada en ciencias o técnicas muy complejas -lo cual me parece apasionante- pero opinaban de todo; osadía impropia de quien pretende ser tan limitado. Prefiero la sabiduría universal que reconoce una ignorancia general. Es más modesta.

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