miércoles, 29 de octubre de 2014

Nº 78

Juan Martín Salamanca es vallisoletano nacido en 1988 y le conocemos porque ya ha publicado varios libros, dos de los cuales (EN BUSCA DEL HOGAR y LA CONFESIÓN DEL EMBAJADOR) ha presentado en esta librería. Hace ya algún tiempo me trajo esta readaptación ambientada en el siglo XXI neoyorquino de la que él ha confesado que es una de sus obras favoritas, el DON JUAN TENORIO de José Zorrilla. Me ha parecido apropiado hacerle un hueco en nuestro espacio en estas fechas propicias para fantasmas. Como siempre transcribo el comienzo.

 Juan Martín Salamanca, 2014.
QM editorial, 2014

164 páginas.
13 €.



Capítulo I:

Libertinaje y escándalo.


Para muchos, Butarelli´s era la mejor pizzería de Nueva York. No era un sitio elegante con mesas de diseño, decoración minimalista y luz indirecta como las que abundan en Little Italy, pero en ninguno de esos establecimientos servían unas pizzas como las de Cristofano, a pesar de que la decoración era nula; la luz fluorescente del garito, invasiva, y las mesas y mostradores estaban algo grasientos. Sólo un luminoso de Pepsi y un descolorido póster con el Coliseo de Roma rompían aquella monotonía, mientras por unos viejos altavoces se oía una y otra vez "Caruso", de Lucio Dalla, interpretado por Luciano Pavarotti.

No era un mal barrio ese de Morris Park, en el Bronx, pero a veces ocurrían sucesos luctuosos. Sin embargo, la calle de Buttarelli´s era más que segura, de anchas aceras y amplia calzada, bien iluminada y siempre frecuentada por gentes de muy distintos lugares de la Gran Manzana, fruto del éxito que tenía aquel establecimiento. A pesar de ello, el viejo Cristofano mantenía su local como siempre. Podía haberlo reformado, o trasladado a otras zonas más elegantes, pero era un hombre perezoso. Se sentía cómodo con la vida que llevaba, en su barrio, el mismo al que había llegado desde Italia cuando era niño, y no quería alterar su rutina por nada del mundo. Esperaba que su pizzería le permitiera vivir sin apuros, nada más. Y así era, por eso Cristofano Buttarelli era un hombre satisfecho, que es decir mucho en los tiempos que corren.

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