lunes, 19 de enero de 2015

Antifonario de La Liébana

Luis Julio González Platón, 2014.
Montañas de Papel Ediciones, 2014.

64 páginas.
12 €.

Un lugar vedado a la muerte. Puede que sea esta una de las definiciones posibles al poemario que he venido leyendo en las últimas semanas. Un poemario en el que el pasado funciona como asidero frente al futuro cierto en la conciencia de Luis Julio González Platón (poeta y traductor ya reseñado aquí con LA ESQUINA ROTA), temido en su condición de previsible y absoluto, y que maneja con solvencia poética pero en una suerte de pesimismo existencial que sólo a partir de la segunda parte deja pasar algo de luz camino de un optimismo que se plasma en las últimas páginas con vocación esperanzadora pero sólo desde la asunción de la terrible verdad: que lo bello acaba o, todavía, que lo bello es causa de lo terrible . Que el frío se nos echa encima sin remedio y que no hay nada por hacer al respecto salvo tratar de vivir lo que somos y lo que fuimos es la principal conclusión que saco de esta lectura. En ese sentido las ascuas de la religión consoladora siempre me han parecido insuficientes y  no me ha parecido que este canto -en cuyo título se busca la semejanza con el salmo- vaya más allá de la forma en cuanto a su carácter religioso.

Entiendo que por eso en este poemario las ascuas son otras. Las ascuas que encienden la leña que calienta el cazo de nata o de leche. La leche de abuela, la leña de abuelo. Fe en el más acá. Dicha por un más allá que pasó pero que se viene con nosotros como armazón de amor y vida capaz de protegernos de la muerte. Esto es el Antifonario de la Liébana, un canto a la vida para el que el autor se sirve de esa hermosa comarca cántabra de montañas y valles, de una naturaleza rica en elementos poéticos en el que también la inmesidad del mar se muestra como fin, quizás principio o, simplemente, referencia de la vida ordinaria y sencilla. Y está lleno de matices, de palabras bellas (los cuetos, las majadas, los cárabos, lo lueñe, las tenadas...) y evocaciones emotivas. Las albarcas artesanalmente construidas al calor del fuego nos sirven para andar sobre la nieve que es manto de vida, pero también frío de muerte.

Tengo la impresión de que en este canto a la vida la nieve del verano se abre paso con toda la fuerza, algo que el poeta no trata de esconder. No hay en este poemario intención consoladora, es un trabajo mucho más interesante, porque se trata de un antifonario abierto a las dudas, bello y sentimental, en el que afloran como la mismísima primavera las contradicciones fundamentales de la vida, reencontrada en el pasado cuando surgen los miedos al futuro.

En el original (dos poemas):

Bajabas siguiendo el arroyo
ebrio de la luz del otoño
que ardía en los corazones de los chopos.
El mundo era entonces
descaradamente joven,
esperanzas e ilusiones con olor a libros nuevos,
unas casas al volver de una curva,
un puente al entrar en Cervera, 
la noche con el suave susurrar del Pisuerga.
Ya olía la tarde a lumbre,
a manos que se encuentran para borrar el miedo,
a deberes de colegio y a leche caliente
entre tizas y punteros.
Libertad de una tarde sin escuela
jugando con la nieve primera entre los prados.
¡Qué lejos la muerte en aquella chopera
reflejando su oro en tu mirada!
¡Qué antiguos nosotros 
abrazados en silencio
mientras la tarde huye hecha brasa
recorriendo las sendas perdidas
que olvidaron en su éxodo
los humildes pastores de los Cardaños!

...


La nieve en su seno recibía las heridas
de los cascos libres, huérfanos de herraduras, 
de los potros que pasaban el invierno
alejados de la voz violenta del viento en la collada.
Abrazados, al calor humilde y sencillo
de dos almas que se aman en la noche, 
escuchábamos el blando caer de los copos
en los pañuelos olvidados de los prados.
Al calor de nuestros besos, dibujábamos el paisaje
infantil y puro de los hayedos nevados .
Nadie interrumpía el trabajo de la nieve,
la alegría de los niños al contemplar la pureza,
la sagrada respiración de los amantes.
Y la nieve cubría, poco a poco, los caminos,
las sendas que nos llevaban hasta el pueblo lejano.
Y nada nos faltaba en nuestra abundante pobreza.



2 comentarios:

  1. Muy apropiada la lectura de este libro de poemas para estos días de nieve. También se puede disfrutar del frío, del invierno y de la nieve... con una buena chimenea y un buen libro.

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    1. Pues sí, José Carlos. Creo que es una de las mejores opciones: me ha faltado la chimenea.

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Comentarios.