lunes, 24 de noviembre de 2008

La Celestina IV

MELIBEA O EL FALSO RECATO

¿Cómo no gocé más del gozo? [Decimonoveno acto de LA CELESTINA]

No menos hipócrita que Calisto se nos antoja Melibea. Que ya en el primer acto rechaza a quien promete ser su amante pero sólo lo hace después de coquetear con él y de darle falsas esperanzas. Recordemos que las féminas no tenían permitido según las reglas amorosas hacer públicos sus deseos. Como en el caso de Melibea estos deseos se convierten enseguida en actos directamente carnales mucho menos puede permitirse el lujo de hablar de ellos.

Cuando Celestina la visita de parte de Calisto Melibea no puede creer que el joven sea capaz de tal artimaña, aunque Celestina, que es mentirosa profesional, logrará convencerle de que, en realidad, no trata más que de aliviar en el hombre un mal de muelas que lo está torturando. Véase, entonces, el juego que se produce o, bien, podría estarse produciendo, porque no hemos encontrado ninguna referencia al asunto entre los especialistas.

Bien; puede que precisamente por no poder manifestarse en público sea que Melibea rechaza de primeras el negocio que Celestina le expone, y que no consiste más que en aceptar el amor que Calisto propone a través de ella, experimentada desvirgadora en la ciudad. Melibea no podría aceptar semejante propuesta porque ni puede hacer público su amor ni puede ceder, por otra parte, a las artes de una alcahueta. Y se muestra ofendida por la vieja.

Cuando Celestina le dice que, en realidad, tan sólo trata de curar la enfermedad de Calisto ella no duda en darle la cinta que le solicita como necesaria para el conjuro de Celestina. Pero fíjense que a Melibea le basta con que las intenciones claramente sexuales que pudieran esconderse en la solictud que está recibiendo quedaran ocultas. Así que la pregunta es si Celestina convence a Melibea o, más bien, es esta última la que se deja convencer a conveniencia porque, por si fuera poco, era habitual en la época llamar mal de muelas al enamoramiento, que a menudo era considerado como una enfermedad. De esta manera podría resumirse que todo es una acuerdo no explícito ni confeso que entre las dos mujeres hacen: una y otra simularan que tratan de curar a Calisto de su dolor de boca cuando ambas saben que lo que quieren curar es otra cosa.

Así que esta es la Melibea que nosotros vemos cuando leemos LA CELESTINA. Las palabras que, en negrita, encabezan este artículo aparecen justo después de caer Calisto de la escalera, torpemente. Siente pena por él, pero la mayor amargura viene provocada por la falta que, a partir de entonces, tendrá de forma fundamental: la de sexo. Y es que la pareja habrá entrado en una dinámica habitual de visitas del joven a la habitación de ella, de tal manera que Melibea llevará desvirgada un mes. Cuando Calisto muere, sin embargo, aún se recrimina no haber gozado más tan rico placer.

No obstante, hay que decir que el suicidio de la chica sí parece que deba verse desde un punto de vista trágico e, incluso, podría decirse que cortesano. Porque la muerte propia, el hecho de llevar a cabo uno su propia muerte no puede ser más que trágico, aunque las razones que nos lleven a ello sean ridículas o cómicas. Cuando Melibea decide tirarse desde lo alto de la torre, además, lo hace con la intención principal de matar también su vergüenza, que es la de una doncella desvirgada. El destino del que no puede huir es, de esta manera, trágico, y decimos que cortés en el sentido de que ya que quedará invalidada para vivir este tipo de amor en el futuro preferirá morir.

Se ha dicho muchas veces que Mellibea es un personaje contradictorio y nosotros no hemos sido capaces de desmentir esta afirmación, porque metidos en harina nos hemos encontrado con un personaje complejo, ya desde el primer acto, cuando deja a Calisto que siga con su cortejo y le da esperanzas para luego castigarle, cuando se muestra ambigua con Celestina como hemos explicado y, finalmente, cuando decide suicidarse. Pero es precisamente gracias a estas contradicciones como encontramos la personalidad fundamental de Melibea: ella trata de mantener las apariencias. Así que el gozo sexual y la visión que de ella exige el amor cortesano son las dos máximas que moldean a Melibea. La segunda, si embargo, le lleva tan lejos que le obliga a quitarse la vida.

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