sábado, 10 de enero de 2009

LA CELESTINA X

Fernando de Rojas
No podemos decir mucho del autor de nuestra obra. Sabemos dónde nació y más o menos cuándo: en La Puebla de Montalbán (y esto nos recuerda a LOS HABLADORES, de Cervantes, donde se nombra), y en la década de 1470. Respecto a esto lo mejor es que no se fíen de datos que lean u oigan pretendidamente definitivos, pues parece que no queda mucho donde investigar.

Cristiano de ascendencia conversa podría ser que esta condición influyera en el tono, pesimista, de LA CELESTINA, en el que no encontramos ni un sólo personaje capaz de mantener una postura medianamente ética ante una situación, una trama que se enreda sin solución camino de la fatalidad. Su padre pudo ser condenado por la Inquisición en el ochenta y ocho de entonces. Por judío, claro.

Pero sabemos de De rojas, sobre todo, que existió, lo que no es poco teniendo en cuenta las dudas que siempre ha suscitado la autoría de LA CELESTINA. Ya que se da la circunstancia de que en uno de los textos introductorios a la obra el autor explica en una carta a un amigo suyo, según él mismo titula, que LA COMEDIA DE CALIXTO Y MELIBEA es fruto de quince fructíferos días de vacaciones en los que terminó un manuscrito que encontró, del que él mismo ignora su artífice, y que correspondería al primero de los actos. Además la obra no está firmada de forma explícita. Lo hace por medio de unos versos acrósticos en los que se puede leer: El bachiller Fernando de Rojas acabó la comedia de Calysto y Melibea y fue nascido en la Puebla de Montalván. A partir de tanto misterio hay quien incluso ha puesto en duda la autoría de Fernando De rojas y, ya de paso, su misma existencia. El caso es que documentos que en el último siglo han aportado herederos dan a conocer algunos rasgos de la vida del autor. Entre ellos que estudió leyes en Salamanca, época durante la que debió escribirse LA CELESTINA, que estuvo casado con Leonor Álvarez, con la que tuvo hijos en Talavera y que fue alcalde de la misma. Sabemos que se trasladó de La Puebla a Talavera por un altercado con un vecino y que no pudo representar a su suegro, Álvaro de Montalbán, en un proceso inquisitorial por su condición de converso. Murió en abril de 1541 y fue enterrado con hábito franciscano en el Monasterio Madre de Dios, en la misma ciudad donde gozó de reputación honrosa: Talavera. Su testamento está fechado el tres de abril. El día ocho su mujer lleva a cabo el inventario de sus pertenencias, entre ellas, una gran biblioteca. Así pues, sabemos algunas cosas, pero son pocas.

De entre todos los datos que se nos ofrecen dos nos parecen especialmente interesantes. Uno es su condición de nuevo cristiano, de descendiente de judíos. La mayor parte de las pistas que los investigadores han dado al respecto apuntan, además, a que no era un converso convencido, algo que, sin embargo, no sólo parece imposible de probar sino que, además, se ha visto contradicho por el hecho de que eligiera ser enterrado en La Iglesia y con hábito franciscano. Aún así puede pensarse que esta decisión respondiera más a una manera de permanecer (él y, sobre todo sus descendientes) dentro de la comunidad más poderosa del país y, de hecho, la única con futuro porque, como todos saben, no pertenecer claramente a dicha comunidad suponía muchas veces el ajusticiamiento que, por lo general, era poco justo.

Y así pasa que podríamos, perfectamente, interpretar LA CELESTINA a partir de la paradoja que interiormente viviera el escritor Fernando de Rojas. Esta es que pertenecía por interés a una comunidad religiosa que no le convencía y que no apreciaba, menos aún, en sus costumbres cortesanas, típicas de las comedias humanísticas a las que supera por medio de la parodia y, digámoslo, la ridiculización. Porque piense el lector que nuestro autor empezó llamando a su obra comedia y, al poco, empezó a llamarla tragicomedia. Por qué. Nosotros no pensamos que sea por tener en cuenta la opinión de algunos amigos suyos, como confiesa en algún preámbulo. Nosotros creemos al primer De Rojas, el que decidió escribir una comedia. Si luego pasó a llamarla tragicomedia bien pudo ser por miedo a la Inquisición. Esto nos parece bastante razonable. Lo suficiente por lo menos. Y concluímos toda esta parrafada así: De Rojas no era cristiano convencido y, de hecho, La Celestina es una parodia de algunos de sus valores importantes, y una comedia.

Pero decíamos que, además del de ser converso, existía otro dato de su biografía que nos parece especialmente interesante. El problema es que es un dato que no todos toman por cierto. Su principal defensor es su principal especialista: Gilman. Según documentación de la Inquisición "el Bachiller Rojas que compuso a Celestina la vieja... fue hijo de Hernando de Rojas, condenado por judaizante año 88". Es decir, seguramente su padre fue quemado por judío, no queda claro si aún puro o ya convertido al cristianismo, pues se sabe que ciudadanos de ascendencia judía eran aún perseguidos por ello después de su conversión. El caso es que estamos ante un hecho que apoyaría radicalmente la tesis que defiende que el pesimismo de su obra está en su condición de converso obligado, más aún si se tiene en cuenta que debía defender unos principios religiosos y morales que habían asesinado a su padre cuando él era aún un jovenzuelo. Superar la tragedia asimilándola. Vemos LA CELESTINA como una respuesta sincera, el desmarque de una forma de vida que debía de parecerle falaz en muchos aspectos.

La vida de Fernando de Rojas ha sido un misterio para los lectores de los últimos cinco siglos y sigue siéndolo para los del veintiuno. Por de pronto hacemos hincapié en dos lecturas que no hemos consumado pero que tiene buena pinta: el primero es LA ESPAÑA DE FERNANDO DE ROJAS. Gilman. Taurus, 1978. El otro libro es uno que ahora tenemos de la mano: EL MANUSCRITO DE PIEDRA. Luis García Jambrina. Alfaguara, 2008. Por supuesto que los leeremos y aparecerán comentados en nuestro blog. Más adelante, por favor. Pueden, por supuesto, preguntarnos las cosas del mundo escribiendo a nuestro correo.

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