Menchu: mala conciencia pero pechos hermosos.
Lo más grave del caso que es Menchu hablándole a su marido muerto es que cuanto dice cae en saco roto, pero de la misma manera que cuando estaba vivo. Y, en este sentido, se hace necesario pensar que a Menchu le faltaban muchas cosas por decir. Y, sobre todo, una que parece andar suelta y golpeándose contra las paredes de su conciencia, haciéndole daño, la única que nunca hubiera confesado a su marido en vida, por si oía aunque no escuchara.
Uno de los temas a los que más veces recurre Menchu a lo largo del parlamento que es esta novela resulta ser el de sus pechos. Echen la cuenta. Ella habla mucho de su belleza, cuyos pechos parece entender como paradigma, y la enfrenta a la fealdad de Mario (...la verdad, cariño, es que guapo lo que se dice guapo...). Así que aquí nos topamos con la realidad social que los críticos han visto tradicionalmente retratada en esta obra de Delibes porque, al fin y al cabo, lo que ella le recrimina no es otra cosa que el no haber cumplido él con su parte del contrato (ganar dinero suficiente para mantener las apariencias propias de una señora de la época) mientras que ella si cumplió con el suyo (ser guapa y merecer, por tanto, dicha apariencia).
Efectivamente, también desde mi sombrío y a veces despreciable punto de vista, se produce claramente la antítesis entre el moderno humanismo de Mario y la clasista necedad de su mujer que se ha apuntado tradicionalmente a la hora de analizar la obra. Es por eso que Menchu no ha entendido a su marido en vida y ni siquiera después de muerto hace el mínimo esfuerzo por reflexionar acerca de la cuestión. El orgulloso desprecio por los libros que, por ejemplo, hace también en más de una ocasión es clara muestra de ello.
Desde este punto de vista nos encontramos ante otro reto, porque si todo el peso lilterario está en boca de una mujer como Carmen, no sólo ignorante sino, además, orgullosa de su ignorancia, cómo hace el vallisoletano para entregar al lector un texto que merezca la pena. El guapo o la guapa capaz de responder a esto puede hacerlo comentando este artículo. A mi, por de pronto, se me escapa y, de paso, me da igual y prefiero sólo reseñar que el autor logra crear una obra mucho más que interesante, esto es: interesantísima. Logra que lea el lector con ritmo y cierta gracia (lo que en algunos es un mérito más que destacable: destacabilísimo) y que su forma resulte atractiva, puede (arriesgo) que por la originalidad que suponen más de doscientas páginas de lenguaje estrictamente coloquial, de expresiones vulgares y puntuación revoltosa.
Pero Menchu ha de confesar que ella tampoco ha cumplido del todo con el contrato, un contrato que incluye fidelidad, e incumplimiento o traición poco a poco va erigiéndose como razón principal de cuanto dice. Resulta fascinante la complejidad de los sentimientos que se mezclan en la mujer y que giran alrededor de una idea que al final descubre el lector: Menchu estuvo enamorada de Paco, el tipo del coche estupendo que un día la encontró y la llevó, y que también la encontró otro y con el que se besó pero nada más... Mala conciencia.
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