sábado, 20 de junio de 2009
Fuente Ovejuna
Lope de Vega fue un artista puro porque nunca dudó en relegar acontecimientos históricos al justo segundo plano de lo que queda por debajo de la obra artística, de lo que sólo tiene importancia primordial en espacios alejados de las tablas. Los hechos acaecidos en la villa de Fuente Obejuna el 23 de abril de 1476 inspiraron una de las más finas comedias de Lope, en la que exploró y exprimió las posibilidades estéticas y dramáticas que los hechos acaecidos le permitieron. Estamos, una vez más, por tanto, ante un sofisticado artefacto lopesco en el que poesía y lírica se erigen en protagonistas absolutos, desechando ideologías que cabría incluir y, de hecho, se han incluido en versiones de todas las épocas. Versiones que, como dicen los profes Juan María Marín y María Grazi Profeti, cada uno en sus respectivas ediciones, han tenido más o menos acierto porque se adaptaban al momento en el que eran representadas. Es lo que tienen los clásicos, habría que decir.
Pero Lope va más allá y también más acá. Va más allá en el sentido ya apuntado de la búsqueda estética y, siempre, filosófica, y más acá en lo que a intereses personales se refiere. El duque de Osuna fue mecenas del dramaturgo y éste encontró en lo acontecido en Fuente Obejuna casi doscientos años antes (utilizo la b para la villa de las crónicas históricas, como en la edición de Marín) una ocasión pintada para homenajearlo, pues uno de sus protagonistas, don Rodrigo Téllez Girón, fue ilustre antepasado de este protector del madrileño. De ahí también que sea este personaje una y otra vez salvado de toda responsabilidad negativa en el asunto, y eso que el tema era delicado, como se verá.
Voy con el argumento, que es lo que interesa. La villa cordobesa de Fuente Ovejuna es protegida de invasiones moriscas por el comendador perteneciente a la orden religioso militar de Calatrava don Fernan Gómez. Este es el malo. Téllez de Girón es el maestre dueño de la villa que, dada su tierna edad, delega sus decisiones políticas en dicho comendador, de manera que se le libra de culpa alguna en cuanto sucede. La obra comienza con el recibimiento del comendador por parte de los villanos, protegidos y, por extensión, vasallos. Durante estos primeros momentos todo lleva un orden: unos vasallos que dependenden de un comendador que depende de un maestrazgo que depende de unos reyes, los muy católicos Fernando e Isabel.
Pero ya en el primer acto se deja ver a las claras que el calatravo Fernan Gómez no es un buen comendador: intenta abusar de las mujeres de Fuenteovejuna, lo que por una parte le convierte en tirano y por otra en lascivo. Se trata de dos caracteres impropios de un noble. Los villanos pronto se percatan de ello y aquí empieza la recreación lírica de Lope, porque enseguida podremos ver a los campesinos y campesinas del lugar filosofando sobre el amor y hablando intelectualmente, lo que viene a significar que se produce una inversión en los papeles que nobles y plebeyos desempeñan. Este es el comienzo de un desequilibrio o desorden que provocará la acción del drama cuando se agudice en el segundo acto, así es como echa a andar una de las dos tramas de la obra.
La otra trama es más claramente política, pero sirve como apoyo a la principal, aunque en ella ha podido atisbar Juan María Marín cierto interés propagandístico de las monarquías absolutistas. Porque Fernan Gómez, tras convencer a Téllez de Girón, tomará Ciudad Real, en manos de Isabel y Fernando, pasando nuestro malo a tomar parte en las luchas por la Corona a la que aspiraban Juana la Beltraneja y su portugués (no recuerdo el nombre: búsquelo por ahí) y apoyando a estos últimos. De esta manera, quedan establecidos los puntos a partir de los cuales va a desarrollarse la acción. El comendador es un tirano lascivo, lo cual le enfrenta a los de Fuente Ovejuna y, además, es un traidor, lo cual le enfrenta a los Reyes Católicos. Que este tipo acabara descuartizado parece lo más normal del mundo. Bueno, a lo mejor lo más normal no. Pero uno se espera cosas así con tanto espadorrio en mano por los alrededores.
En el segundo acto se radicaliza la inversión de las posturas y la maquinaria echa a andar sin freno. Los ennoblecidos villanos son agraviados por las bajezas cortesanas del comendador y se producen conflictos entre algunos de los personajes principales: Laurencia está cansada ya de decirle al calatravo (o a alguno de sus secretarios: Ortuño y Flores) que no sucumbirá a sus deseos carnales; Frondoso, enamorado fiel de Laurencia, se ve obligado a amenazar al tirano con una ballesta; Mengo es azotado por defender a Jacinta; la propia Laurencia es secuestrada cuando celebra el enlace matrimonial con Frondoso... hasta que los personajes individuales cobran, gracias a los agravios comunes, entidad de uno solo: Fuente Ovejuna. Y la principal de las tramas se simplifica de la siguiente manera: Fuente Ovejuna contra Fernán Gómez. Si Lope no era un maestro será que no había discípulos...
Por otro lado continúa la trama complementaria: Los Reyes Católicos, por medio de Rodrigo Manrique (ese señor al que un poeta que era hijo suyo le dedicó, por su muerte, las coplas más famosas de este país) recuperan Ciudad Real, lo que ya deja entrever que, al menos en lo que a esta trama se refiere, al calatravo no le pintan bien las cosas.
Por supuesto el tercer acto es el desenlace o esto no es Lope de Vega. En el pueblo de Fuente Ovejuna hombres, mujeres, ancianos y niños se reúnen, cada sector representado por personajes principales, y deciden, finalmente, dar muerte al comendador. No es un gesto noble, pero se trata de recuperar el orden perdido y necesario. De hecho, es un gesto desordenado, y el autor lo explica todo el tiempo recurriendo a metáforas y, en general, a la poesía. Habla del amor (ordenado) y de la lascivia (desordenada), del amor a la comunidad (pacto) y del amor propio (egoísmo)... es un desequilibrio que tan sólo podrá acabar con el tiranicidio, por supuesto, justificado. Ley natural, divina, ampara a los personajes en este sentido, y ellos, que se ven haciendo reflexiones éticas y políticas que, en principio, no les corresponde, toman conciencia de la responsabilidad que se deben. Hombres, mujeres y niños acaban con la vida del comendador. Quizá la saña con que esto se hace es lo único que no encuentra justificación en Lope, pero quién sabe qué...
La trama complementaria se cierra reconociendo el maestre antepasado del mecenas de Lope, Rodrigo Téllez, dueño de la villa, los derechos de los Reyes Católicos sobre Ciudad Real y sobre la Corona, además de ofrecerse para futuras batallas que defiendan su reinado. Hasta ahí el homenaje de Lope a su amigo y, también, la propaganda promonárquica.
Para el final de la principal de las historias un juez será mandado por los reyes para aclarar los hechos acaecidos en Fuente Ovejuna pero los interrogados, torturados, sólo responderán: Fuente Ovejuna ha sido, recalcando aún más la categorización de personaje que se le da a toda una colectividad, a un pueblo. Ya presentes algunos de los personajes principales en el despacho monárquico los fuente ovejunos serán liberados de responsabilidad, pero no por ser su comportamiento respaldable moralmente, si no por no encontrar pruebas que inculpen a quienes fueran responsables. Una última vuelta de tuerca que deja la duda de si Lope de Vega justificaba estos hechos o no, lo cual no deja de ser interesante en quien es, como decía al principio, artista, creador de bellas ficciones por encima de todas las cosas.
Edición recomendada.
FUENTEOVEJUNA.
Edición a cargo de
Juan María Marín.
Editorial CÁTEDRA.
LETRAS HISPÁNICAS.
190 PÁG. P.V.P. 7, 80 €.
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