viernes, 31 de julio de 2009

EL ORDEN DE LA MEMORIA

Salvador Gutiérrez Solís. Editorial Destino. 304 pág. 18, 50 €.

Un salto de cuatro cientos de años como uno cualquiera. De LA DAMA DUENDE que no leí a esta novela de 2009 que acabo de terminar. Ya iba haciendo falta aire renovado y como la desgracia se ciñe sobre mi casi dándome forma, triste, quiero abrir el paréntesis de nada que desde hoy ocupará el blog de libros en español: el librero se va a Tarragona y echa la llave. No puedo entrar en la tienda pues mi congoja me espesa y la rendija que la puerta deja sobre el suelo se me hace insuficiente: soy un fantasma pésimo, o una mierda de fantasma, como lo quiera decir el lector.

Eloy Granero ha nacido rico y no es un fantasma. Vive como un rico pero no es un fantasma: hace lo que quiere, pero procura pasar desapercibido. Un fantasma soy yo y también, como suele decirse, un pobre harto de sopas: estos son fantasmas porque tienen una cosa y creen que lo tienen todo. Un fantasma de los que no son yo es una persona idiota. Pero, bueno, no es el caso de Eloy Granero. A lo que vamos.



Eloy Granero heredó de su padre la presidencia de Almacenes Granero, una de las tres o cuatro empresas más importantes de España. Divorciado una vez, mas esta que se aborda en el presente, joven vividor nocturno, devorador de noches descontroladas ha logrado ir dejando el pasado atrás (digo que en su sitio) para mostrarse ante cuantos le rodean como una persona responsable que, si bien no dirige su empresa, sabe estar en la presidencia de Almacenes Granero.

La fotografía se ha convertido a lo largo de los años en uno de sus pasatiempos favoritos hasta el punto de montar otra vida oculta en carretes aún sin revelar. El lector tampoco conocerá esta vida salvo en breves pinceladas que son capítulos sueltos y en primera instancia azarosos que cobran sentido a lo largo de la narración. De esta manera se hace explícito un hecho terrible del pasado que viene a colarse en el presente por medio de Claudia, la dueña de la tienda de fotografía a la que Eloy confía sus trabajos desde hace años.

Con estilo directo, a veces rítmico, y, quizá en demasiados momentos, más cinematográfico de la cuenta, Salvador Gutiérrez Solís traza una trama inquietante y escabrosa que mantiene bien el interés hasta un desenlace que es encuentro y que bien puede entenderse como desencuentro del protagonista consigo mismo, en el sentido de una aceptación explícita de lo suyo más oscuro. No mucho más que decir, no siendo que me fastidian herrorex ortogárfhicoss como el de la página doscientos sesenta y cuatro de esta obra, que ya me parece mal que sean cometidos por el autor, pero es que algún corrector o correctora debe haber detrás que no hace su trabajo con la profesionalidad suficiente. Hay que tener más cuidado, por Dios.

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