martes, 20 de julio de 2010

HIMENEA


Cuatro obras han pasado ya por las tablas de la corrala en lo que llevamos de festival a día de hoy, que habrá una quinta. Lleva por nombre HIMENEA y debe ser tenida en cuenta como una de los más influyentes clásicos de nuestra literatura, como predecesor de la época dorada del teatro español. Se lleva poco con LA CELESTINA en este sentido y también en algún otro que luego diré.

Ya valoré en la medida de mis posibilidades la inaugural DANZA DE LA MUERTE, que puede encontrarse en el comentario que a la entrada sobre sus textos me hice, y doy ahora un brevísimo paseo por las shakespereanas EL MERCADER DE VENECIA y RICARDO III.

A ver: correcta y conservadora la adaptación de la primera, que hiciera la compañía Darek Teatro, con una notable interpretación del usurero judío Shylock por parte del experimentado actor Jorge Lucas, así como de otros personajes resueltos a buen nivel, al menos en su faceta cómica. Pero versión con poco gancho para la duración que tuvo y de buen final que salvó los trastos que empezaban a desparramarse por la cocina, pues la parte cómica más que dar el contrapunto a la trama principal, dramática, la descafeinó pese a los esfuerzos del Lucas (perro judío). Pero ya digo que la comedia salvó el exceso de minutos que a mi me dejaron buen sabor de boca a pesar del culo dolorido. Si es que se quería hacer una comedia estuvo bien, pero me pareció prueba de que adaptar a Shakespeare no es sencillo.

Lo del domingo, Ricardo III, fue otra cosa. Mejor. Sin duda lo mejor que se ha podido ver este año y una de las que cabría incluir en una selección de lo mejor que en estas cuatro ediciones y pico ha pasado por Olmedo. La propuesta de ATALAYA TNT no puede mejorarse. Es muy original y está resuelta con desparpajo. El psicópata Ricardo, duque camino de rey, es la razón de algunos de los más horribles sucesos que puedan verse sobre las tablas de un escenario y, aún así, esta compañía es capaz de reforzar aún el interés del espectador con su disposición minimalista de elementos escenográficos, con la capacidad de sus actores para exprimir varios personajes, con una hilazón inteligente en su adaptación argumental que logra mantener el interés todo el tiempo y una utilización de los medios audiovisuales que se mantiene en su natural plano secundario y es, sin embargo, muy eficaz.

Como si el personaje de Margarita hubiera encendido la chispa del director los actores, que representan sus respectivos personajes, en ocasiones más de uno, también contribuyen como conjunto a ambientar mediante coros y coreografías la escena, que ha de ser horrible. Que lo es desde el mismo inicio gracias a pintorescos maquillajes y vestuarios, a una escenografía que saca toda su riqueza en la utilización de trece o catorce pequeños elementos. Lo que vi fue a un Shakespeare en toda su crudeza y en su magia también: lo mejoraron pero no lo traicionaron. No se me ocurre nada mejor que decir.



Ayer nos trajo MORBORIA su último Moliere, EL AVARO, que resolvió con energía y no muchas pretensiones, con una escenografía austera que ganaba enteros en movimiento, vestuario vivo y notable y mucha química con el público. Aplausos sinceros de unos espectadores contentos porque disfrutaron con un rato agradable de gracietas suficientes. Humor desenfadado por el que apuesta OLMEDO CLÁSICO al menos en una de las jornadas de cada edición del festival, y que el público agradece.



HIMENEA.
He terminado hace unas pocas horas el texto de Torres Naharro. Tenía pendiente la quinta jornada y, precisamente, ha resultado ser la menos interesante. Ya veremos cómo resuelven esto los de Teatro Dran, bajo la dirección de Ruth Rivera. A la historia de los enamorados Himeneo y Febea se le supone influencia sobresaliente sobre las comedias del siglo XVII. Tiene en común con LA CELESTINA, cuya primera edición que se conoce es de 1499, quince o veinte años anterior a esta de la que hablo, que supone un paso adelante respecto a las CÁRCEL DE AMOR y otras caballerescas historias de enamorados, caracterizadas por una rígida moral de los amantes (masculinos) que cargaban con casi todo el peso de la acción cuando esta acaecía, pues jamás sobrepasaban los límites que la norma caballeresca imponía y antes se dejaban morir que pasarse de la raya. No voy a decir nada del delicioso desmadre que es La Celestina pues ya dije mucho en su momento.

En Himenea los amantes se ven a escondidas a las puertas de la casa de ella. Los sirvientes de él son irreverentes y antes que jugarse el pellejo desobedecen a su señor, sus lenguas están tan vivas como su cobardía y el apetito sexual no explícito se intuye como en las mejores comedias lopescas. Lo prohibido es parte fundamental que ambienta la trama, la oscuridad y las madrugadas, las canciones, las capas que se pierden en la huida precipitada... en esta obra se asientan buena parte de las bases que dieron lugar al renacimiento del teatro, siendo en sí Renacimiento.

No he contado el argumento porque creo que se va a seguir bien. No he encontrado una edición a día de hoy. Lo que he encontrado dentro del divertidísimo poema introductorio, ejemplo de un lenguaje fino es un resumen de la historia. Ahí va:

Soy contento
de os decir el argumento.
Notaréis que en sus amores
Himeneo, un caballero,
gentil hombre natural,
traía dos servidores:
un Boreas, lisonjero,
y un otro, Eliso, leal.
Himeneo noche y día
penaba por una dama,
la cual Febea se llama,
que en llamas de amor ardía.
Tiene aquésta
una criada, Doresta.
Febea, aquesta doncella,
tine un hermano, marqués,
que entendía la conseja,
el cual procura por ella
desque sabe el entremés
que Himeneo la festeja.
Buscando el marqués remedio
para podellos coger,
suele consigo traer
un paje suyo, Turpedio.
Y es osado,
muy discreto y bien criado.
Perseverando Himeneo
con músicas y alboradas
en el amor de Febea,
el Marqués con gran deseo
de acortalle las pisadas
como aquel que honnor desea,
y cuando no se cataron,
con el hurto los tomó;
sino que él se escapó
porque los pies le ayudaron.
Huye y calla;
torna con gente su salvalla;
de manera que tornando,
para de hecho salvar
a su señora y su dama,
hallola a ella llorando,
que él la quería matar
por dalle vida a su fama.
Súpose tan bien valer,
que de allí parten casados,
y entrellos y sus criados
se toma mucho placer, por tal arte,
que alcanzaréis vuestra parte.

1 comentario:

  1. Bueno, escribo esta pequeña crónica con algo de retraso, pero es que estuve esperando a que Turpedio llegara y lo único que ha hecho acto de presencia es la seguridad de que el criado del marqués no iba a estar. Por decirlo de una forma larga. La corta: un personaje menos en la comedia del martes, que no un componente menos entre el elenco, pues había músico.

    Se apostó por unos personajes frescos, alocados como no entendí durante la lectura. Sí en algunos personajes, como los criados e, incluso, Febea, pero no lo esperaba en Himeneo ni en el marqués. Esperaba, más bien, encontrar el contraste entre ambas partes, aunque es cierto que es innegable ya sobre papel la ridiculez de un caballero que nos recuerda al patético (tristemente grave en las versiones que conozco) Calixto de Melibea.

    El caso es que Ruth Rivera decidió pronunciar el disparate y consiguió una comedia agradable que equilibraba un texto rico, y no siempre fácil, el de Torres Naharro, que ya dije que disfruté, en la línea de nuestros mejores autores clásicos.

    Es verdad que eché de menos a Turpedio en los monólogos (a la fuerza ahorcan) del marqués que trataba de proteger de Himeneo a su hermana Febea la cual, desde luego, no quería ser protegida. Las dudas que el marqués tenía a cada decisión que tomaba se explican con la ausencia de réplicas que el criado debía darle y, a veces, se traducían en movimientos extraños por parte del personaje que no acababa de salir de escena cuando llevaba tiempo dispuesto a hacerlo, discutiendo consigo.

    Me pareció una obra entretenida, que mereció la pena por sí (más allá de la deuda que autores posteriores tienen con ella) gracias a la propuesta de la Rivera y su compañía. Así que sólo me queda agradecer algo que debería tenerse en cuenta más a menudo: la divulgación de textos antiguos y obras clásicas, muchas veces desconocidas para la mayoría y, pese a lo que desde la ignorancia previa se pueda pensar, están listos, preparados para la escena de hoy.

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