Autor: Marcos Giralt Torrente.
Anagrama, 2010.
200 páginas. 17 €.
Terminé este viernes, aún con lejanos síntomas de abstinencia dramática, el último libro (primero para mí) de este escritor madrileño que acumula experiencias suficientes como para hacer un relato desde ellas, seguramente no tanto porque sus experiencias sean más intensas o profundas que las de otros (cosa que, evidentemente, ni puedo afirmar ni desmentir) como por poseer él la capacidad de contarlas de manera que sean interesantes. Y emocionantes. De Giralt Torrente ya hay publicados dos libros de relatos y dos novelas, una de las cuales, PARÍS, ganó el Herralde.
Por lo que sé (poco de momento) le interesan especialmente las relaciones familiares, los lazos afectivos y desafectivos que los parentescos crean entre las personas, en esa suerte de sociedad primera o interna, nada primaria porque, a menudo, es más compleja que la exterior, y en la que los protagonistas de sus libros están obligados a desenvolverse, por pura necesidad. Lo que diferencia su obra anterior de esta última es que hasta hoy siempre se había servido de la ficción para hablar de ello. TIEMPO DE VIDA es, sin embargo, una crónica tierna y dura, real, de su vida con la de su padre, el pintor Juan Giralt, muerto en febrero de 2007.
El autor confiesa desde el principio su intención de escribir sobre lo que le había pasado en los dos últimos años. Es una narración que comienza en otoño de 2007. Arrancar se muestra como lo más difícil, hecho este que decide trasladar a la versión definitiva, la que será publicada. En él aparecen sus razones, algunos comienzos que otros hicieran en sus libros sobre padres y madres (Albert Cohen, Paul Auster, V.S. Naipaul, Philip Roth...). Las primeras líneas del suyo son estas:
"El mismo año en que mi padre enfermó publiqué una novela en la que lo mataba.
He pasado días enteros, años, examinando a mi padre, y muy a menudo el resentimiento ha contagiado mi escritura. Me he vengado. Sin embargo, como leí en unas memorias de Amos Oz, aquel que busca el corazón del relato en el espacio que está entre la obra y quien la ha escrito se equivoca: conviene buscar no en el terreno que está entre lo escrito y el escritor, sino en el que está entre lo escrito y el lector. Mi padre me ha dictado muchas páginas, pero nunca he escrito por él. Eran otros padres, los padres de cualquiera.
Ahora escribo sobre él."
Confiesa que anotó esto tras llevar tiempo bloqueado y sin ser capaz de escribir sobre nada, hasta que se dio cuenta de que necesitaba hablar sobre lo que le había ocurrido en los dos últimos años, el tiempo que transcurrió desde que enfermó su padre hasta que murió.
Una de las cuestiones que más me ha llamado la atención, al que ya he hecho referencia y al que el propio Giralt Torrente hace referencia desde esas primeras líneas que he copiado aquí, es la diferenciación entre ficción y realidad. Siempre me ha interesado la influencia que la ficción tiene sobre la realidad y en este texto que es crónica se explica un caso particular al respecto: parece que la obra de Marcos Giralt que aún no conozco influyó en su padre pues le afectó bastante. Se trata aquí de un malentendido pues su padre hizo aquellas lecturas desde una óptica equivocada pero lo cierto es que la ficción tiene la facultad no siempre reconocida de atravesar la realidad y modificarla. Este hecho que para el autor es doloroso debe ser una de las razones del libro que ahora comento.
De esta manera es como se confiesa escribiendo contra la ficción, aunque ocurre que la echa de menos pues le es más fácil explicarse en ella, menos doloroso. Hay que recordar que es un libro muy valiente porque su autor se desnuda en la relación con su padre y, así, se da a conocer al lector en otras múltiples facetas: nos dice cómo es.
La narración propiamente dicha, aunque nunca abandonará del todo el carácter metaliterario necesario para explicarse escribiendo, comienza con una descripción familiar desde sus abuelos, bastante sintetizada, y que sitúa mínimamente al lector. Su abuelo como hombre de negocios que un día lo perdiera todo y su padre como heredero de esa situación extraña que es haberse criado entre almohadones que desaparecieron un día de una casa que debió de perder también casi todo su sentido sin ellos. Sabemos así que la relación entre su padre y su abuelo fue distante. Y aunque en nigún momento se permite equiparar ambas sí la compara, a su vez, con la su padre y él mantuvieron.
Su padre fue pintor de cierto prestigio y su madre galerista, el matrimonio duró unos años, los mismos que la crianza de Marcos. Algunos recuerdos de su primera educación hasta que la pareja rompió, comienzo del distanciamiento con su padre. Este se nos presenta con cierta frialdad, destacando el desdén del padre hacia él y sin llegar al rencor. Marcos Giralt Torrente shace avanzar la historia sobre un hilo muy fino, es capaz de explicar un conflicto personal sin tomar parte. Explica, por ejemplo, sus sentimientos al mismo nivel que los de su padre, los cuales conoce sobre todo gracias a su diario, al que accedería con el tiempo.
Un personaje destacado es la "amiga que conoció en Brasil", pareja de su padre, a la que no dejará de referirse de esta manera en ningún momento, personaje contrario con el que Marcos Torrente se relaciona en diversos niveles y momentos de la historia. En cualquier caso nadie resulta tratado injustamente. Analiza las acciones de los demás con detalle, de manera que resultan justificadas. Toma con naturalidad actitudes que cabría tildar de demasiado humanas y que en el discurso políticamente correcto de serie americana suelen tomarse por falsas, hipócritas o deshonestas. Como ahonda en los sentimientos sin miedo termina por explicarlos, lo cual los hace naturales, menos e incluso nada vergonzosos de lo acostumbrado. En este sentido se trata de una obra radicalmente humanista.
Vendrá la enfermedad del padre. Marcos Torrente tomará, pese a todo, la determinación de volcarse en acompañarlo y ocuparse de él antes que de su propia vida: su trabajo, su novia, su madre... será un tiempo de restitución, de reflexiones y de conclusiones, el relato profundizará psicológicamente en un conflicto crudo y atractivo que sólo con muy buen pulso narrativo puede lograrse.
Libro catártico para el autor, no creo que pueda sin embargo devolver el orden a una realidad que ya se fue, que no puede ser, pues esta dependía de una persona que ya no existe (que desapareció una noche, en palabras del propio Giralt). Pero parece un acto de justicia y, sobre todo, de coherencia, como estadio de una obra que no conozco pero que me muero de ganas por conocer, que le ha de aportar, a esta sí, un orden lógico.
Veo un conflicto entre un padre y un hijo, fundamental, emocionante y muy bien contado, con seriedad y gran estilo, metaliterario, de dietario, algo lírico con retóricas listas. Un texto que a veces parece escrito que a brochazos, como gran admirador, en todos los casos, de la faceta artística de su padre. Y veo un conflicto entre ficción y realidad que me encandila. Y otras cosas muy interesantes que no puedo contar y que mantienen un alto grado de emoción hasta el final. Un libro trascendental, perenne. No se escriben tantos.
Por ciero, pueden picar en la imagen de la tapa pra enlazar con una antrevista del autor en la tele.
Hola:
ResponderEliminarInteresante reseña.
He hojeado este libro en una biblioteca y he leído las primeras páginas. Me llama la atención, aunque yo tampoco he leído nada anterior, sé que la crítica le trata bien. Imagino que lo leeré.
Supongo que sabes que este autor es nieto de Gonzalo Torrente Ballester.
Saludos
Peri, felicidades por tu excelente reseña. Dan unas ganas irresistibles de beberse el libro y la obra de Marcos Giralt. Tomo nota en mayúsculas, negrita, cursiva y subrayado.
ResponderEliminarHola, David. Estoy seguro de que disfrutarás su lectura, así que te animo a ella. En cuanto a lo del abuelo he de decirte que el propio Marcos Giralt hace un comentario al respecto en el libro, aunque no muy explícito. Está bien que me lo recordaras porque mi memoria es selectiva como la de los más despistados.
ResponderEliminarHola, Arrecogiendobellotas, gracias por tus felicitaciones. No se merecen. Espero no haber engordado nada el efecto que el libro ha tenido sobre mi. Creo, de hecho, que ni siquiera le hace justicia. Yo también tengo, como tú, muchas ganas de leer su obra.
Saludos, amigos.