martes, 5 de octubre de 2010

GENTE SIN TINO

Título, Gente sin tino.
Autor, José Carlos Iglesias.
Editorial, (autoedición).
Año, 2010.

100 páginas.

Bueno, resultó un día que le dio al librero por ponerse moreno de playa sobre la piel sosa de occidental estupefacto y ha estado una semana por ahí, en la costa levantina. No crean que en toda ella, en un punto concreto en el que se hablaban idiomas vikingos de acentos diferentes. Salió, dice, ileso, y lo he tenido por aquí demasiado pronto, pringoso de superficie. Esta mañana abrió la tienda con ganas de trabajar, pero creo que algunas han quedado secuestradas entre la oleada de clientes insatisfechos. Aún navegan a la deriva restos de la siempre asombrosa campaña de texto, y ya se sabe que muchos de ellos no se sabe dónde van a parar. Generalmente se amenza de muerte dos o tres veces al día, pero hoy parece que la única amenaza digna de tener en cuenta ha sido la de un tipo que aseguraba que se comería al librero de no llegar de "una santa vez" su libro de sociales. Esto es un error clarísimo, pues se quedará sin su libro igualmente, y puede que sufra, además, una terrible indigestión. Pero dice el librero que se le va acabando el humor. ¡En dos jornadas! Se lo estuvo cuidando estos días, con quijotadas y el libro de relatos que paso a reseñar. Por supuesto yo también lo he leído, a ver si nos enteramos...

José Carlos Iglesias es un tipo que pasó un día por la tienda: hola, qué tal. Estaba interesado en dejar algunos ejemplares de su libro en depósito y al librero le pareció bien: me parece estupendo, los pondré en el mostrador, a ver qué tal se venden. Tengo un blog, le dijo, si quieres leo los relatos y hago una reseña (quería decir: si quieres Peri Lope los lee y te hace una reseña). Estupendo. Ya paso otro día. Otro día fue uno de septiembre, calculo que seis o siete meses después y ni el llibrero ni un servidor habían leído más allá del título. Pero José Carlos Iglesias es un tipo agradable y mantuvo conversación amable con el de la tienda. Me dijo que hablaron de espacios en la red, y de libros: Bolaño, del que ya terminé hace días LOS DETECTIVES (a ver si lo reseño esta semana), Auster y algún otro  conocido de ambos. Del librero recibí la orden de leer inmediatamente GENTE SIN TINO y a ello me he puesto. Lo he hecho, claro.

Trece relatos cortos en los que la vida trata mal a  sus protagonistas. Historias tristes casi siempre y a veces sólo melancólicas en las que se busca la paradoja pero, sobre todo, la resignación como fórmula para, si no ser feliz, al menos no torturarse demasiado con la ilusión vana de mejorar lo que ni se puede ni se debe. Porque la resignación es mirar a las cosas de cara y supone aceptarse. No hay, de primeras, tal cosa en PASEN Y VEAN, en el que un hombre sigue el rastro de su padre perdido, pero dado el batacazo final del relato queda claro que sólo aceptar aquello con lo que se encuentra podrá ayudarlo en algo. En la TRAMPA DE NIEVE la resignacion pertenece al genero del gusto por las cosas pequeñas (o sencillas), y nada más minúsculo, como es bien sabido, que dedicar la vida a importunar con tinta impolutas hojas de papel blanco. El poeta muerto de EL BLUES DEL POETA MUERTO no protagoniza el relato. Lo hace la mujer que no supo apreciar el talento de él, al que menosopreció y abandonó por inútil ya antes de su muerte, pero cuya obra será reconocida a posteriori por la crítica y dará pingües beneficios que la protagonista ahora consume. 

Por cierto que otro concepto que atraviesa la obra es el del capitalismo depredador, protagonista absoluto de CIUDADANO CAN, un tipo que acaba solo tras no quedarle ya nada que comprar y nada a lo que enfrentarse, y con miedo de sí. En UN CUENTO CELTA, que es el relato más largo, el proganista es el más listo porque sabe valorar las cosas sencillas, es capaz de despreciar aquellas cuyo valor principal es material. Sin embargo, la recompensa que recibe también es material. Así que se crea esta situación ambigua de cuento de hadas en el que la chica se casaba con la bestia atraída por su alma bondadosa y era, por ello, recompensada con una belleza a su nivel, explícita y de aquellas que dan en llamarse superficiales, materiales y, por ello, más románticas a los  ojos de un público intelectualmente sano. El caso es que esta historia de futuros encontrados y merecidos hace especial hincapié en otra característica de los relatos de José Carlos Iglesias: a menudo los finales son aleccionadores, no de una manera directa pero sí tácita.


NACIDO PARA PERDER es la historia de un tipo al que se le ocurre reunir a los amigos de su banda de rock juvenil para montar un nuevo grupo, pero mientras esto se produce él baja escalones en el papel a desempeñar dentro del mismo hasta quedar relegado a permanecer afuera, con sus complejos que, esto sí, con el pasar del tiempo serán más bien símbolo de satisfacción personal y de moraleja para el lector. De nuevo la resignación de la gente sin tino se muestra como la manera más inteligente de obrar. Por eso en GENTE PA TÓ El Pati debe dar marcha atrás depués de haber tomado para si una existencia artificial (por ambiciosa) y que ni sus amigos ni el mismo pueden reconocer como honesta. EL CRIADO INFIEL no puede, después de muchos años, aceptar ya la rutina globalizadora y mercantilista de su señor y es por ello que decide traicionarlo, y en CAPITULACIÓN un hecho extraordinario hace recapacitar a su protagonista desde arraigados gustos belicosos hacia el placer de la lectura.

Así que resignación, amigos, gente sin tino que por el mundo va porque, al final, uno siempre puede encontrar consuelo  a LA HORA DEL TÉ, con los también infortunados Rimbaud, Gil de Biedma, Hierro, Carver, Bukowski, Kennedy Toole o Bolaño... para contar LA VIDA DE CRISTO (EN 33 PALABRAS) o atacar la nave soñada desde  la ilusión del barco pirata  que empuja ¡AL ABORDAJE! . 


Reseñados quedan, pues, estos relatos del amigo Iglesias, escritor autodidacta, leído, que nos presenta aquí a unos cuantos personajes valiosos, bastante atractivos, y con denominador común, más bien triste, y de esperanzas depositadas en un futuro que será salvado sólo por quien sea capaz de sacarle el jugo al presente, a lo inmediato a menudo desapercibido. En cuanto al sabor de boca que me han dejado debo decir que me han gustado más los planteamientos que los finales, quizá porque en estos últimos el autor pone demasiado peso, empeño tendente a veces a cerrar un círculo abierto y otras a transmitir ciertos valores que, sin embargo, reducen su efecto estético. Quiero decir que a veces la última vuelta de tuerca sobra (no siempre), al menos cuando esta es explicativa. Al otro lado de la balanza, ya lo había dicho, planteamientos originales protagonizados por personajes atractivos. Con estilo amable, sencillo, José Carlos Iglesias nos cuenta las vidas de unos cuantos perdedores nacidos para perder.

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