Título, Salvatierra.
Autor, Pedro Mairal, 2008.
Editorial, El Aleph Editores, 2010.
140 páginas.
18 euros.
Se trata del primer libro que leo de este autor nacido en Buenos Aires en 1970. Es autor de las novelas UNA NOCHE CON SABRINA LOVE y EL AÑO DEL DESIERTO. Ha publicado un libro de cuentos llamado HOY TEMPRANO y aún dos de poesía: TIGRE COMO LOS PÁJAROS y CONSUMIDOR FINAL. Reconozco que me ha sorprendido gratamente y que voy a seguir su huella porque ésta de hoy me ha parecido una gran novela. Empieza así:
El cuadro (su reproducción) está en el Museo Röell, a lo largo de un gran pasillo curvo y subterráneo que comunica el viejo edificio con el nuevo pabellón. Al bajar la escaleras, uno cree haber llegado a un acuario. Por toda la pared interna de casi treinta metros, el cuadro va pasando como un río. Contra la pared opuesta hay un banco donde la gente se sienta a descansar y mira pasar el cuadro lentamente. Tarda un día en completar su ciclo. Son casi cuatro kilómetros de imágenes que se mueven despacio de derecha a izquierda.
Si digo que mi padre tardó sesenta años en pintarlo, parece como si se hubiese impuesto la tarea de completar una obra gigante. Es más justo decir que lo pintó a lo largo de sesenta años.
Esta pequeña novela del argentino Pedro Mairal es una de las novedades más interesantes que en este año 2010 se han leído por aquí. La historia de un pintor llamado Salvatierra, autor de una obra única de unos cuatro kilómetros de lienzo en los que cuenta su vida, sumida en el silencio que le provoca la mudez fruto de un accidente infantil. Ahora la historia de Salvatierra la cuenta uno de sus hijos, Miguel, pero a través de su pintura.
Tras el grave accidente de caballo que lo dejara mudo Salvatierra empezó a pintar, a los nueve años, gracias al obsequio de su médico: acuarelas. Así dio comienzo su carrera artística, humilde, silenciosa y dirigida hacia adentro. Tiene algunos maestros con los que aprende técnicas necesarias y a los veinte años decide pintar un rollo entero de lienzo, de muchos metros, de aquellos que utilizaba el maestro Holt para hacer varias telas. Es el inicio de su gran trabajo, único que quedará tras su muerte porque no volverá a pintar nada más que este que entonces comenzaba y se deshará de lo anterior.
La novela ha comenzado tras la muerte de la madre del narrador y de Luis, hijos del pintor: toca administrar las pertenecias heredadas y saben que en el galpón en el que su padre trabajaba muchas horas cada día al volver de su trabajo en la oficina de correos está la más delicada de todas ellas: la gran obra. Rollos que cuelgan en la parte alta del galpón y que se suceden como una biografía, en continuidad plástica, repasando circunstancias y emociones que Salvatierra plasmó desde muy joven: su vida en las tierras que su padre y su tío, españoles, consiguieron en propiedad con mucho esfuerzo, el desplazamiento que como consecuencia de su mudez y sus gustos plásticos sufriera desde el espacio reservado a los hombres de la casa hasta el de las mujeres, cuestión esta positiva que le permitió liberarse de las tareas de fuera de la casa y centrarse en la obra, su trabajo en correos, su mujer, los hijos, los amigos con los que se reunía en el galpón cuando ya pintaba cada mañana y cada noche y el río Uruguay, razón fundamental de la obra que recorre, límite entre el pequeño pueblo argentino en el que creció y el país vecino.
Miguel irá desenrollando la obra, la observará minuciosamente y en ella reconocerá muchas cosas de su vida y conocerá otras y, sobre todo, podrá desvelar algunos sentimientos de su padre en momentos cruciales de sus vidas, de su relación, cosas que no entendió en su momento porque necesitaban de una perspectiva que ahora le es proporcionada, en un relato emocionante:
Otro rollo, que nunca había visto, empezaba con un tren. En el último vagón, sentado, mirando por la ventana, había un adolescente flaco y melancólico. ¿era yo? Se parecía mucho a mí. Con una sonrisa nerviosa el chico se despedía de alguien. Sí, era yo. Me reconocí como en una foto vieja que no sabía que me habían sacado. Mi padre me había pintado así como me vio la mañana en que me acompañó a la estación con mamá. Vi que más adelante, en la pintura, el pasto y las ruedas se borroneaban porque el tren ya estaba en movimiento, y yo aparecía también en las otras ventanas del vagón. En una iba comiendo un sándwich. En otra iba dormido contra el vidrio, y había una chica desnuda en el asiento de enfrente, como si fuera mi propio sueño. Me impresionó que Salvatierra pensara tanto en mí. Me impresionó verme a través de sus ojos, porque se notaba cuánto le había dolido que me fuera. Sentí que él me hablaba con su cuadro y que vencía el silencio enorme que había existido entre los dos. Ahora él me hablaba con el amor de su pintura y me decía cosas que nunca había podido decir.
Pedro Mairal novela la historia de una pintura. Lo hace en un doble sentido. Novela la obra artística de Salvatierra, que es su vida y la vida del narrador Miguel. Novela los aconteceres de Luis y Miguel con la obra, casi inabarcable, que poseen y de la que no están, por supuesto, dispuestos a deshacerse. Así pasado y presente se funden, explicando el primero al segundo, en la búsqueda de un futuro que arrastra tras de sí significados y necesidades que satisfacer o que, al menos, tener en cuenta en las decisiones que entre ambos han de tomar. La obra es de esta manera parte de un círculo vital que ellos dos han de cerrar, tomándola desde el final y hasta llegar, de nuevo, al principio:
Cuando Holt partió, le dejó a mi padre una buena cantidad de pintura y un largo rollo de tela que le había sobrado. Holt mismo iba cortando pedazos de ese rollo y los estiraba en bastidores rectangulares para pintar. Pero Salvatierra, al recibir el rollo entero, decidió pintar sobre él un largo cuadro con el tema del río, en toda su longitud, sin cortarlo. Ése fue el primer rollo. Tenía veinte años cuando lo pintó.
Es curioso que Miguel casi nunca se refiera a su padre como tal, sino como Salvatierra, su primer apellido, aquel por el que es conocido un artista que no dejó más obra que la de este largo cuadro, que nunca concedió entrevistas ni salió en la radio ni en la tele ni publicó obra escrita, y que, además, fue un hombre distante en el seno de su familia, que no habló más allá de lo que ahora su obra nos cuenta. De la mano de una narrativa plástica y concisa una historia emocionante. Muy recomendable.
Hola:
ResponderEliminarHace poco leí en algún periódico una reseña muy positiva de esta novela.
Yo de Mairal leí, hace ya años, Una noche con Sabrina Love, que me sorprendió gratamente.
La semana pasada hubo una presentación en Madrid de la novela El año del desierto. Me quedé con ganas de ir, me enteré un día tarde.
También he leído críticas muy positivas de El año del desierto.
A mí también me interesa este autor.
saludos
estupendo, aunque me ha despistado la alteración rítmica del tamaño de la letra
ResponderEliminarHola, David.
ResponderEliminarPues la verdad es que esta lectura me ha gustado mucho. Me parece un autor muy interesante y no tardaré en leer obras anteriores.
Leí por algún sitio lo de la presentación EL AÑO DEL DESIERTO, pero el librero me tiene atado a lo rural castellano. No sé cómo lo hace.
Jesús, muchas gracias por el comentario sobre los tamaños (y tipografías)del texto. La intención es la de diferenciar con claridad el original del mío, pero me temo que el procesador de textos de google me está jugando alguna mala pasada. En teoría sólo debería haber dos tipos (cada uno con un tamaño), pero quizá haya más. La verdad es que no lo sé.
Saludos.