Título, Acantilados de Howth
Autor, David Pérez Vega
Editorial, Baile del Sol
Original de 2010
186 páginas.
Pvp, 12 €
Qué extrañas resultan las coincidencias. Hace unos días estábamos hablando de Federico García Lorca por aquí, de uno de los primeros autores en recuperar EL CABALLERO DE OLMEDO para la escena, y surgió a las pocas horas el fallecimiento de Fernando Urdiales, que en 2009 había hecho su propia versión de la obra de Lope de Vega y que introducía en esta a sus entrevistadores como deudora de la versión de Lorca. Hablábamos de la muerte de este y de la importancia de la idea de muerte en este y se nos murió también aquel... Y al día siguiente Enrique Morente, también granadino, que había cantado a Lorca y a Lope de Vega, al que el librero había visto en un concierto de la gira OMEGA con LAGARTIJA NICK, espectacular, vibrante... Vaya semanita llevamos...
Autor, David Pérez Vega
Editorial, Baile del Sol
Original de 2010
186 páginas.
Pvp, 12 €
Qué extrañas resultan las coincidencias. Hace unos días estábamos hablando de Federico García Lorca por aquí, de uno de los primeros autores en recuperar EL CABALLERO DE OLMEDO para la escena, y surgió a las pocas horas el fallecimiento de Fernando Urdiales, que en 2009 había hecho su propia versión de la obra de Lope de Vega y que introducía en esta a sus entrevistadores como deudora de la versión de Lorca. Hablábamos de la muerte de este y de la importancia de la idea de muerte en este y se nos murió también aquel... Y al día siguiente Enrique Morente, también granadino, que había cantado a Lorca y a Lope de Vega, al que el librero había visto en un concierto de la gira OMEGA con LAGARTIJA NICK, espectacular, vibrante... Vaya semanita llevamos...
Hoy toca un vivo. Por fin. A David Pérez Vega me gustaría conservarlo por mucho tiempo. Gracias a él he estado leyendo el pensamiento de un tipo llamado Ricardo y, oye, leer pensamientos es gratificante y no suele estar al alcance de uno. Ricardo es una persona melancólica, triste, resignada a la derrota: sus accidentes parecen necesarios. Trabaja en Campo de las Naciones como contable y, en general, su vida se ha ido precipitando hacia el fracaso, que es lo que está al final cuando empiezas a caer.
Ricardo es de Móstoles, de allí conserva su vieja pandilla de amigos con los que explorara la vida nocturna hasta el exceso en su juventud, con los que viajara a Holanda, en uno de los capítulos que Pérez Vega nos narra, en busca de experiencias a duras penas controlables... son los amigos a los que siempre cabe acudir... a los que acude ahora que las cosas se han puesto difíciles. Ahora que se está separando de su esposa, Isabel, a Ricardo se le vienen sus amigos de Móstoles a la cabeza, las correrías que tuviera con ellos, el accidente de coche en una noche de fiesta alcohólica cuando ya salía con la que sería su esposa... de vuelta de Irlanda, de vuelta a la realidad. Y todo nos lo cuenta con aire de tristeza e, incluso, arrepentimiento, como siendo consciente de lo que antes le pasara desapercibido, rencoroso con su ignorancia de antaño.
Irlanda fue la ficción, un juego según palabras del propio protagonista. Allí trabajó de mentira, tuvo amigos de mentira, se enamoró de mentira e incluso engañó de mentira. Los acantilados de Howth una imagen romántica que no pudo ser: mentira también. Y Ula fue la chica que estuvo a punto de hacer que todo fuera verdad. Pero tomarse la vida como juego tiene consecuencias. La historia de Ricardo con Irlanda es la historia de lo que pudo ser y no fue, y lo que la vida real en Madrid le trajo a posteriori es la confirmación de que fue un error grave no dejar que aquello fuera.
Hoy sus compañeros de oficina son una verdad cualquiera. Ahora que le toca empezar vida nueva, ahora que se va de su antigua vivienda y que se ha separado de su esposa el trabajo es lo que le queda de antes, el lugar desde el cual el protagonista de ACANTILADOS DE HOWTH mira atrás, mientras se pregunta por qué está ahí.
Así que esta novela es la historia de un tipo que trata de explicarse ante el lector, el día en el que después de una jornada de trabajo especialmente larga se encuentra la vivienda sin Isabel: "quince horas y media para entrar en una casa tomada por el vacío". Es su cumpleaños. Estas cosas dan qué pensar. Y, entonces, empieza el despliegue de personajes. Y con el despligue de personajes el de historias. Los recuerdos. Fundamental.
Ya he dicho algo de los amigos de Móstoles (Castro, Joserra, Luis, Parada...), todos ellos son presentados con minucia y son en sí una historia que contar. Pero el narrador sitúa al lector en otros ambientes, el de la familia de Isabel, por ejemplo, el de su exnovia Raquel, los compañeros de trabajo... las historias se van intercalando mientras se teje la biografía de Ricardo, con valor, y entre ellos he podido encontrar pasajes muy buenos, descripciones de algunos paisajes psicológicos más bien habituales y que, sin embargo, se nos descubren en la reflexión sobre clases sociales, de género, de edad...
Esteban nos cuenta la historia del eterno opositor, Ricardo la del arquitecto Jiménez, Lucía cuenta la historia de la chica de deja a su novio cada tres meses hasta que el novio termina por abandonarla... y pronto Ricardo nos estará contando su propia historia y la de muchas de las personas que tuvieron que ver con su vida. Y la galería de personajes es amplia. Hay historias brillantes como las de los padres del propio Ricardo, muy buenas como las del viaje a Holanda con los colegas, en el que se colocan con setas, o como la del premio literario (de poesía) que Ricardo ganara en Segovia casi sin querer y, sí, se puede presumir, es cierto que hay un toque en la novela que tiene que ver con la frase que Ricardo nos muestra al final: "un poeta lo puede soportar todo", de Bolaño. Este personaje que empieza el libro desorientado y desorientado lo termina, en una especie de presente que careciera de pasado.
Porque en Irlanda, el pueblo donde todos se conocen, el país de las tabernas, de pubs como el Greenhills, un pub con historia, donde conociera primero e Edwin en el albergue, donde conociera a Andrés, a Néstor, a la pija Betti y, sobre todo, a Ula... ese lugar al que fue para una pequeña temporada y donde estuvo, jugando a ser, dos años y medio, es ahora un lugar fuera del mundo, una promesa que no se creyó y que, sin embargo, guarda los mejores años de su vida. Por eso Ricardo está, de nuevo, empezando a escribir, trata de divertirse con su "ironía triste", que es lo que le queda.
El estilo de Pérez Vega me ha parecido romántico. En su melancolía, en esa forma irónica y resignada con la que se divierte escribiendo he encontrado una forma muy personal de expresarse y, a la vez, un gran respeto hacia el lector, que Pérez Vega concibe como ser con sensibilidad: se agradece. Como pega apuntaría las sobredescripciones, es decir, cierto miedo a la concisión que en ocasiones conlleva explicaciones innecesarias o demasiado especulativas, y otras veces frases de sintaxis más compleja de la cuenta. No quiero decir que en narrativa sea necesario ser austero, económico o sencillo. Lo que digo es que no es necesaria la adjetivación. Nada es necesario. Se puede ser preciosista cuando hay algo bello que decir y conciso cuando no. Se debe ser. En su favor debo añadir que la novela siempre gana a medida que avanza, va dejando atrás estos defectos descriptivos, y se carga de peso psicológico según se tejen más y más historias.
Estructuralmente alterna épocas distintas de la biografía que cuenta. En general los capítulos más atractivos están situados en Irlanda, sobre todo en los acantilados del pueblo Howth y, de hecho, el capítulo trece es sobresaliente, pero el capítulo que cierra el libro nos describe ya su vida nueva, de vuelta de los últimos sucesos, en Madrid, y también es realmente bueno. Ensambla con el primero, cerrando el círculo. A uno le queda el regusto de una prosa ambiciosa y muchas veces elegante pero, sobre todo, el de la creación de algunos personajes. Me estoy acordando de Conchi, la particularísima compañera de oficina a quien nadie quiere y que lee a Luis María Panero, por ejemplo. O el padre de Ricardo. O Ula, la polaca que dejara escapar en Irlanda a pesar de que llegaran a quererse un día mirando al mar desde los acantilados... Pero hay muchísimos personajes en esta novela, leer esta historia es adentrarse en el placer de conocer sus vidas y casi de escucharlas, porque permanece todo el tiempo el afán de contador, de cuentista, de fabulador...
Quizá Ricardo no se diera cuenta de que estaba cayendo hasta que llegó abajo, pero esto sí: esta novela también nos viene a decir que lo que consideramos fracaso es a veces retorno al punto de partida, oportunidad nueva. Y dado que puede ser cierto que un poeta pueda con todo, quizá una buena forma de empezar sea escribir.
Por cierto, leyendo a Pérez Vega me han entrado ganas de volver a Bolaño y estoy con NOCTURNO DE CHILE. A ver si cuando acabe con el chileno me entran ganas de volver al de Móstoles.
Joder, qué susto: Ricardo, Holanda, irónico, empezar vida nueva, ¡hasta el nombre de David Pérez me resulta familiar!... Voy a tomarme una manzanilla.
ResponderEliminarEstimado Peri Lope:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y tus amables palabras. Realmente me he emocionado al leerlo.
Me alegra que destaques el capítulo 13, que también es mi favorito. Fue el que más me costó escribir; se supone que es la clave de la novela, de donde parte su fuerza. Creo también que es el capítulo más bolañista del conjunto, dentro de una novela de influencia bolañística, sobre todo en ese afán de fabular, de contar muchas historias en una.
Yo también percibo ahora, con el tiempo -la novela la escribí ya hace unos 5 años-, algunos excesos verbales. La verdad es que cuando la escribí había más. En las últimas correcciones quité unos cuantos epítetos. En lo que escribo ahora el estilo es más contenido.
Sólo dos aclaraciones: Ricardo es contable en una empresa del Campo de las Naciones, no se especifica a qué se dedica esta empresa, pero no es una auditora. Esta empresa internacional está siendo visitada por unos auditores externes, que se encargan de revisar y dar por buenas sus cuentas. Algo que exige la ley para todas las empresas a partir de un volumen de negocio (lo sé de buena tinta porque yo trabajé de auditor).
El poeta al que lee Conchi no es al gran Juan Luis Panero, sino a su hermano, el habitante de manicomios, Leopoldo María Panero.
Un abrazo
David
Vale, David. He tratado de hacer justicia a mi lectura, como siempre. Me alegra que el comentario haya sido justo también para ti.
ResponderEliminarLa verdad es que aunque suelo anotar muchas cosas en papeles a veces abuso de una injustificada confianza en mi memoria. Siempre me lío con los Panero. Gracias por la aclaración. En cuanto a la empresa en la que trabaja el prota pues... creo que lo he entendido.
Una de las cuestiones que no he destacado de forma explícita es la del paso del tiempo, la pérdida de la juventud y estas melancolías en las que te gusta recrearte. Espero que, al menos, se intuya en la entrada.
A ver si tengo oportunidad de leerte más.
El capítulo 13 es realmente bueno y, sí, es un momento crucial de la novela o, más bien, de la vida de Ricardo. Puede presumir de tener entidad propia, aunque no es el único capítulo.
Me queda la duda de si Ricardo ha fracasado o no. Y es una duda muy atractiva. Está claro que ya ni siquiera sus antiguos colegas van a poder acompañarle en su nueva singladura, de momento solitaria: le queda su faceta poética y le queda la frase de Bolaño.
Por otra parte me interesa mucho -a ti también- la dicotomía ficción realidad, aunque quizá tú los consideres términos contrarios. Sobre esto cabría polemizar, compañero: ¿No habrá sido la estancia de Ricardo en Irlanda una de las pocas cosas que ha vivido de verdad, quizá precisamente porque se lo tomara como un juego? (al menos al principio)
Zorro, qué tal. Pues sí, ahora que echo nudos (¿los nudos se echan? ¿A dónde?) no me extraña que te hayas asustado, la verdad. Por cierto, si no conocías a David ahora puedes hacerlo.
Un saludo a los dos.
Por cierto, aprovecho para corregir los dos errores que David me indica en su comentario.
ResponderEliminarHola Peri Lope:
ResponderEliminarGracias por las correccíones en tu entrada.
Respecto a lo del paso del tiempo: sí, creo que ésta es mi novela de la crisis de los 30. La empecé a escribir con 31, y elegí empezar, de forma simbólica, el día en que el protagonista cumple 30 años. Cuando la escribí creo que no me sentía muy satisfecho con lo que había conseguido en la vida, y estaba algo deprimido, y ese se traslada al protagonista.
El juego entre realidad y ficción: Ricardo reflexiona sobre los grandes anhelos que había puesto en el futuro, y sobre la sensación de poder ser disoluto porque siempre le espera, cree, algo mejor en el futuro.
Leí en alguna parte que quizás la mejor definición de juventud es la de esa época en la que estamos convencidos de que la vida nunca nos descalabrará a nosotros.
En realidad, le dejo a Ricardo el refugio del arte, y la sensación de que aún puede volver a empezar. La frase final de Bolaño, que transmite coraje, podía haber sido una de Juan Pedro Gutiérrez: "Los débiles se quejan y lloran, los débiles piensan que hoy es cuando todo termina, pero es todo lo contrario, hoy es cuando todo comienza".
En la siguiente novela que he escrito, El hombre ajeno, también hay personajes de Móstoles, y en un momento fuerzo un pequeño encuentro entre el protagonista de este libro, llamado Juan, y Ricardo... para crear un pequeño vínculo entre ellas. A ver si hay suerte y consigo ver esta novela publicada. En este encuentro se puede vislumbrar un poco el futuro de Ricardo.
Y a ver si por fin consigo ver publicado también mi libro de poemas de Bartleby, que en enero de 2011 cumple 3 años desde que fue aceptado para su publicación por la editorial. Es posible que esté batiendo algún tipo de record negativo.
un abrazo
David
Ajá. A eso me refiero. A ver si me explico: cuando uno hace proyectos está tratando con la realidad, al menos en teoría, porque está tratando de moldearla. Ocurre, sin embargo, que el proyecto es una ficción, un artificio, un querer ser que trasciende lo ordinario: un invento.
ResponderEliminarEs un tema difícil de abordar porque sin proyectos se nos va la vida, pero a veces se nos está yendo la vida mientras tratamos con nuestros proyectos.
Lo mejor que le queda a Ricardo de Irlanda es el juego, el vivir aparte de la vida ordinaria o real. Cuando trata de vivir de verdad todo se esfuma. A veces los proyectos son malos para el presente y, como bien sabes (porque lo dices) los presentes serán pasados de los que conviene salir con buen pie porque nos influyen. Lo mejor que hace Ricardo es, al final y al principio de la novela, resignarse. Buscar la vida real en la poesía me parece de lo más acertado.
El próximo viaje a Holanda tendrán que experimentar con tulipanes, porque para lo otro habrá que estar empadronado. QUE BIEN, POR FIN SOMOS EUROPEDOS....
ResponderEliminarPues yo no me arriesgaría con los tulipanes, Alfredo. Al menos sin documentarme.
ResponderEliminarComo señalé en mi blog, la novela de David me gustó. Creo que hace fácil la asimilación de la historia, sin el menor esfuerzo. Y es que el protagonista y los personajes se nos parecen, son gente de nuestro entorno y, en ocasiones, nosotros mismos.
ResponderEliminarPor otro lado su forma de escribir acompaña al lector, lo lleva de la mano.
Como me contó(con otras palabras) en un breve intercambio de correspondencia electrónica que mantuvimos hace unos meses, la manera de escribir de David es plantear el texto y después de eso, replanteárlo y después, revisarlo y corregirlo: trabajo duro.
Por otro lado, Lope, según mi criterio, Ricardo no es un fracasado, en principio. Todo depende de la respuesta que dé a la situación en que se encuentra cuando termina la novela.
Se agradece leer una novela como Acantilados de Howth. ¿A qué esperais?
Hola Arrecogiendo:
ResponderEliminar¡Voy a tener que nombrarte mi representante!
He empezado a escribir otra novela y ahora sigo un procedimiento un poco diferente: escribo a mano un capítulo y lo paso a ordenador, y, mientras, voy pensando en los siguientes. A ver qué tal así, quizás era demasiado escribir todo el borrador inicial a mano, luego pasarlo sin cuidar aún del todo el lenguaje y la puntuación y luego corregirlo todo.
A ver si ahora consigo mejorar. Además estoy trabajando sobre una novela que escribí ya hace 8 años, con la que estuve más de dos años: la historia creo que merece la pena, pero el estilo y la voz narrativa no eran las adecuadas.
Espero haber mejorado en estos 8 años y que el resultado sea superior a la antigua versión de esta nueva novela.
saludos a todos
David
Hola, Arrecogiendo. Que Ricardo no sea un fracasado "en principio" depende del principio al que te refieras. Al principio del principio Ricardo es un chico joven que vive la vida y se crea expectativas. Al principio y al final de la novela, es decir, en el punto de partida de esta historia, cuando a Ricardo le da por preguntarse sobre su vida Ricardo es un fracasado que, esto sí, aún puede crearse expectativas: puede intentarlo otra vez, puede intentar otras cosas. Ricardo es un fracasado independientemente de lo que a ti y a mi nos parezca, ya que él se siente un fracasado. Puede que deba empezar de nuevo, de hecho así lo planteé en mi reseña: una segunda oportunidad. Ahora bien, si yo fuera Ricardo concluiría que todo ha merecido la pena, intentaría recuperar el pasado como válido o enriquecedor, como necesario para ser a partir de entonces. Pero esta es otra historia...
ResponderEliminarDavid. A ver qué te parece: inspiración sobre papel y moldeado en la pantalla.
Saludos, compañeros.
Pues si yo fuera Ricardo... si fuera Ricardo sentiría que... Que debo hacerme con la novela, leérmela, formar mi opinión, preguntar al autor por qué del nombre del protagonista y tomar apuntes para animarme a escribir yo cómo empieza de nuevo el tal Ricardo. Para mí que se vuelve testigo de Jehová, aunque sólo por un tiempo.
ResponderEliminarFeliz Navidad!
Hola:
ResponderEliminaryo en realidad tampoco veía a Ricardo como un fracasado absoluto, sino como alguien bastante normal, que le ocurren cosas bastante normales, pero que mientras están ocurriendo -un proceso de divorcio- no le están gustando, como a casi todo el mundo.
Aún tiene 30 años y sabe que las cosas cambiarán en el futuro, pero mientras tanto sucumbe a la tentación, tan humana, de quejarse por el pasado.
saludos
Desde luego, cómo sois...
ResponderEliminarEZV; ya nos veremos por la librería si te apetece, espero que me hayan llegado los Acantilados que pedí hace... cuánto: empiezo a dudar sobre si los encargué.
David; puede que, en realidad, estemos diciendo lo mismo. Entiendo que Ricardo se siente fracasado pero, claro, eso no quiere decir que su vida carezca de futuro. Puede que se queje sólo porque sea un quejica, pero si el tipo es quejicoso será que siente que fracasado... ¡Qué ganas que tenía de polemizar! A ver si hay suerte y ni Arrecogiendo ni tú estáis de acuerdo.
Saludos cordiales
Hola, acabo de descubrir tu blog gracias al enlace de la editorial Baile del Sol de tu reseña de Acantilados de Howth y me ha encantado, tanto la reseña como el blog, así que lo enlazo en el mío para poder seguirte, espero que no te importe. Esta novela de David Pérez Vega la he leído y reseñado este último fin de semana. Me han gustado mucho vuestras reflexiones sobre la historia. Un saludo.
ResponderEliminarGracias, Goizeder, por la visita. Se bienvenida. Gracias también por enlazarme.
ResponderEliminarPrecisamente ayer estuve leyendo tu crítica del libro de Pérez Vega, que me pareció muy positiva y entusiasta, seguramente también como fruto de algunas coincidencias que se apuntaban. La verdad es que es una alegría estar compartiendo con tanta gente la lectura de una obra tan nueva y, de momento, desconocida.
Mi experiencia está siendo de las mejores del blog. Es la entrada que más comentarios ha tenido y, encima, se ha polemizado sobre algunas cosas... ¡Pero si incluso le he discutido al autor! Una gozada. Pasaré a dejarte un mensaje.
Saludos.