Muchas cosas cabe destacar del que se ha dicho tantas veces que es el mejor libro de la Historia o mejor libro del mundo. Una de esas exageraciones que por aquí no se tragan y que quizá responda a una vieja necesidad consistente en aleccionar antes que cultivar, en ser aleccionado antes que cultivarse uno. Nadie duda por aquí que El Quijote es una novela sobresaliente, extraordinaria. Pero tengo un escritor, un músico, un pintor y un jugador de fútbol favoritos y de ninguno de ellos se me ocurriría la barbaridad de decir que es el mejor del mundo. Estas cosas son propias de radio fórmulas y el librero sólo pone Radio 3. En ese sentido me tiene bastante condicionado.
Durante las próximas entradas voy a hablar de la primera parte de Don Quijote de la Mancha. Voy a considerar este y el de 1615 libros distintos. Pienso, además, que así debe ser. Lo que se nos cuenta en el de hoy es una historia de humor protagonizada por un hidalgo viejo que ha perdido el juicio por culpa de la lectura abusiva de libros de caballerías, de manera que en lo que a esta cuestión atañe, el señor Quijana, o Quesada o Quijano, pues no se sabe bien cómo se llama y nada se dice de su nombre de pila, confunde realidad y ficción. Esto que todo el mundo conoce me gusta decirlo porque me sabe de rechupete.
El hidalgo se quiere hacer caballero andante, que es en algún que otro sentido como si ahora a uno le diera por hacerse sereno o pregonero. Por lo menos. Don Quijote de la Mancha era un personaje desfasado ya a principios del XVII. Ahora no lo es tanto porque desde este siglo la diferencia entre la época de los caballeros andantes y la de la España en la que viven Cervantes y don Quijote no parece tanta, aunque hay que decir que la raza de los caballeros andantes se había extinguido hacía muchos decenios. Pero, vaya, que el tipo lo que quiere es enderezar tuertos y a eso va.
Los ocho primeros capítulos constituyen la primera parte de la historia original publicada en 1605. Cervantes supuestamente traza una crónica real de un personaje excéntrico cuya existencia conocería por medio de documentos u otras crónicas históricas, fidedignas. Ya se ha visto algo parecido en EL LAZARILLO DE TORMES, cuya historia, biografía, es presentada como una carta en la que parece solicitar perdón a algún poderoso a la vez que justificar su posición de cornudo, hecho por el que se le debe juzgar. Cervantes nos presenta los estragos, ejemplificadores, que sobre una persona culta e inteligente pueden hacer los dañinos libros de caballerías y aprovecha para profundizar en la burla, sacando a la broma todo su jugo.
Fundamental, así las cosas, me parece tomar conciencia de los hechos que se nos plantean: un hidalgo, venido a menos, cuyo nombre no se conoce a ciencia cierta, vive en un lugar sin concretar de La Mancha, y ha decidido salir a los caminos a ejercer la muy noble profesión de caballero andante. Un hombre maduro, seco de carnes, saldrá tras vestirse y armarse de manera inadecuada para con todos los tiempos imaginables en busca de aventuras sobre un caballo viejo y delgado como él al que llamará Rocinante, en clara referencia a los caballos de tiro:"Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner efeto su pensamiento, apretándoles a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer". Y una madrugada del mes de julio sale al campo y comienzan las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Ya en el campo don Quijote se da cuenta de que para poder comportarse como un caballero deberá armarse como tal. La venta por la que los protagonistas de la historia pasarán varias veces se erige como castillo que ha de tener un dueño y señor y, por tanto, donde podrá ser armado caballero. Evidentemente todo el mundo le toma por loco desde el principio y, mayormente, se le seguirá la corriente, aunque la tarde y noche que allí pase no estarán exentas de accidentes.
El caso es que le lector va familiarizándose con el loco aldeano manchego, que desde las primeras páginas se piensa caballero, cuestión esta que sólo tragarán los ignorantes como, hay que decirlo, el propio Sancho Panza, que aún no ha comenzado sus aventuras con su amo y no habrá podido presenciar la farsa del ventero, bastante guasón, armando caballero a don Quijote. En cuanto salga de la venta que desde el principio piensa como castillo se topará con su primera aventura y rescatará de las garras de Juan Halduldo al mozo Andrés, que estaba siendo azotado por aquel, y se creerá victorioso. Tratará de obligar a unos mercaderes con los que se cruza en el camino a confesar que su Dulcinea del Toboso es la doncella más hermosa del mundo, pasaje este delicioso en el que los mercaderes alegan no conocer a la dama y don Quijote por su parte que eso lo hace, precisamente, más interesante o de mayor trascendencia. Al final cansará a todo el mundo con sus razones y recibirá una paliza. En capítulos sucesivos sufrirá varios desdoblamientos de personalidad imaginándose otros caballeros de novela y, al final, será encontrado por el cura y el barbero, que lo llevan a casa. Una vez allí, durante los capítulos siguientes, tiene lugar el donoso escrutinio, uno de los pasajes más famosos de la novela, desde luego de forma merecida.
Se ha dicho que en este escrutino Cervantes aprovecha para hacer su propia selección, de manera que son claramente salvados de la quema AMADÍS DE GAULA, TIRANT LO BLANCH y PALMERÍN DE INGALATERRA como libros de caballería. Se salvan otros, como el propio LA GALATEA de Cervantes, pero estos ya son novelas pastoriles, o poemas u otros... El caso es que el cura y el barbero hacen una hoguera con la mayoría de la biblioteca caballeresca de don Quijote, reafirmando al final de este primer libro el objetivo para el que la historia fue escrita: ridiculizar este tipo de literatura, en la que tan a menudo se escriben como reales piezas fantásticas de escasa calidad literaria cuando no nula.
De hecho parece que hasta este punto habría de llegar el quijote original, como relato corto al estilo de las novelas ejemplares. En la edición que leo serían unas ochenta páginas y correspondería a los siete primeros capítulos. No obstante dentro de esta primera parte Cervantes incluye (se supone que cuando decidió alargarla) la segunda salida de don Quijote, capítulo octavo, la primera con su escudero Sancho Panza, en la que tiene lugar la aventura de los molinos de viento y la mitad de la aventura que sucede con el vizcaíno.
Para quien aún no se haya atrevido con esta obra aconsejo que empiecen por leer los siete primeros capítulos como si de una novela corta se tratase. Son encantadores. La prosa precisa de Cervantes, elegante, sin paja ni rodeos extraordinarios pero cargada de significados junto con lo maravilloso de los hechos que se narran han de hacerlo, según mis cálculos, irresistible. El resto vendrá después: cuando al tipo loco enrede a "un vecino labrador de muy poca sal en la mollera" en sus planes de manera que quince días después de descansar den comienzo las nuevas aventuras. Y, no sé por qué, y a pesar de estar Cervantes, sobre todo, parodiando, esta segunda salida resulta especialmente emocionante: debe de tratarse por la mezcla de ilusión y de patetismo que provoca, la gracia de la vestimenta del hidalgo y, no olvidemos, la del escudero, sobre su mula... conformando una de las parejas más extrañas de la literatura, vagando por los caminos que recorren otras gentes... Quizá sea su fuerza visual, plástica, lo que ha hecho a tantos llamar a esta novela la mejor del mundo: quizá ha pasado demasiado tiempo para que a alguien se le ocurra una imagen que pueda igualar la de un hidalgo mal disfrazado de caballero, cabalgando un triste saco de huesos y acompañado por un labrador rechoncho e ignorante que monta una mula. ¿Que a dónde van? Coño, pues a salvar al mundo de las tantas injusticias que sufre. Menuda pregunta.
Ah, felices fiestas.
El hidalgo se quiere hacer caballero andante, que es en algún que otro sentido como si ahora a uno le diera por hacerse sereno o pregonero. Por lo menos. Don Quijote de la Mancha era un personaje desfasado ya a principios del XVII. Ahora no lo es tanto porque desde este siglo la diferencia entre la época de los caballeros andantes y la de la España en la que viven Cervantes y don Quijote no parece tanta, aunque hay que decir que la raza de los caballeros andantes se había extinguido hacía muchos decenios. Pero, vaya, que el tipo lo que quiere es enderezar tuertos y a eso va.
Los ocho primeros capítulos constituyen la primera parte de la historia original publicada en 1605. Cervantes supuestamente traza una crónica real de un personaje excéntrico cuya existencia conocería por medio de documentos u otras crónicas históricas, fidedignas. Ya se ha visto algo parecido en EL LAZARILLO DE TORMES, cuya historia, biografía, es presentada como una carta en la que parece solicitar perdón a algún poderoso a la vez que justificar su posición de cornudo, hecho por el que se le debe juzgar. Cervantes nos presenta los estragos, ejemplificadores, que sobre una persona culta e inteligente pueden hacer los dañinos libros de caballerías y aprovecha para profundizar en la burla, sacando a la broma todo su jugo.
Fundamental, así las cosas, me parece tomar conciencia de los hechos que se nos plantean: un hidalgo, venido a menos, cuyo nombre no se conoce a ciencia cierta, vive en un lugar sin concretar de La Mancha, y ha decidido salir a los caminos a ejercer la muy noble profesión de caballero andante. Un hombre maduro, seco de carnes, saldrá tras vestirse y armarse de manera inadecuada para con todos los tiempos imaginables en busca de aventuras sobre un caballo viejo y delgado como él al que llamará Rocinante, en clara referencia a los caballos de tiro:"Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner efeto su pensamiento, apretándoles a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer". Y una madrugada del mes de julio sale al campo y comienzan las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Ya en el campo don Quijote se da cuenta de que para poder comportarse como un caballero deberá armarse como tal. La venta por la que los protagonistas de la historia pasarán varias veces se erige como castillo que ha de tener un dueño y señor y, por tanto, donde podrá ser armado caballero. Evidentemente todo el mundo le toma por loco desde el principio y, mayormente, se le seguirá la corriente, aunque la tarde y noche que allí pase no estarán exentas de accidentes.
El caso es que le lector va familiarizándose con el loco aldeano manchego, que desde las primeras páginas se piensa caballero, cuestión esta que sólo tragarán los ignorantes como, hay que decirlo, el propio Sancho Panza, que aún no ha comenzado sus aventuras con su amo y no habrá podido presenciar la farsa del ventero, bastante guasón, armando caballero a don Quijote. En cuanto salga de la venta que desde el principio piensa como castillo se topará con su primera aventura y rescatará de las garras de Juan Halduldo al mozo Andrés, que estaba siendo azotado por aquel, y se creerá victorioso. Tratará de obligar a unos mercaderes con los que se cruza en el camino a confesar que su Dulcinea del Toboso es la doncella más hermosa del mundo, pasaje este delicioso en el que los mercaderes alegan no conocer a la dama y don Quijote por su parte que eso lo hace, precisamente, más interesante o de mayor trascendencia. Al final cansará a todo el mundo con sus razones y recibirá una paliza. En capítulos sucesivos sufrirá varios desdoblamientos de personalidad imaginándose otros caballeros de novela y, al final, será encontrado por el cura y el barbero, que lo llevan a casa. Una vez allí, durante los capítulos siguientes, tiene lugar el donoso escrutinio, uno de los pasajes más famosos de la novela, desde luego de forma merecida.
Se ha dicho que en este escrutino Cervantes aprovecha para hacer su propia selección, de manera que son claramente salvados de la quema AMADÍS DE GAULA, TIRANT LO BLANCH y PALMERÍN DE INGALATERRA como libros de caballería. Se salvan otros, como el propio LA GALATEA de Cervantes, pero estos ya son novelas pastoriles, o poemas u otros... El caso es que el cura y el barbero hacen una hoguera con la mayoría de la biblioteca caballeresca de don Quijote, reafirmando al final de este primer libro el objetivo para el que la historia fue escrita: ridiculizar este tipo de literatura, en la que tan a menudo se escriben como reales piezas fantásticas de escasa calidad literaria cuando no nula.
De hecho parece que hasta este punto habría de llegar el quijote original, como relato corto al estilo de las novelas ejemplares. En la edición que leo serían unas ochenta páginas y correspondería a los siete primeros capítulos. No obstante dentro de esta primera parte Cervantes incluye (se supone que cuando decidió alargarla) la segunda salida de don Quijote, capítulo octavo, la primera con su escudero Sancho Panza, en la que tiene lugar la aventura de los molinos de viento y la mitad de la aventura que sucede con el vizcaíno.
Para quien aún no se haya atrevido con esta obra aconsejo que empiecen por leer los siete primeros capítulos como si de una novela corta se tratase. Son encantadores. La prosa precisa de Cervantes, elegante, sin paja ni rodeos extraordinarios pero cargada de significados junto con lo maravilloso de los hechos que se narran han de hacerlo, según mis cálculos, irresistible. El resto vendrá después: cuando al tipo loco enrede a "un vecino labrador de muy poca sal en la mollera" en sus planes de manera que quince días después de descansar den comienzo las nuevas aventuras. Y, no sé por qué, y a pesar de estar Cervantes, sobre todo, parodiando, esta segunda salida resulta especialmente emocionante: debe de tratarse por la mezcla de ilusión y de patetismo que provoca, la gracia de la vestimenta del hidalgo y, no olvidemos, la del escudero, sobre su mula... conformando una de las parejas más extrañas de la literatura, vagando por los caminos que recorren otras gentes... Quizá sea su fuerza visual, plástica, lo que ha hecho a tantos llamar a esta novela la mejor del mundo: quizá ha pasado demasiado tiempo para que a alguien se le ocurra una imagen que pueda igualar la de un hidalgo mal disfrazado de caballero, cabalgando un triste saco de huesos y acompañado por un labrador rechoncho e ignorante que monta una mula. ¿Que a dónde van? Coño, pues a salvar al mundo de las tantas injusticias que sufre. Menuda pregunta.
Ah, felices fiestas.
Felices fiestas Peri. El Quijote lo habré empezado a leer unas cuatro o cinco veces, pero nunca he ido más allá de la hoguera. Siento como si me quemara a mí mismo y del miedo que me entra a no estar lo suficientemente preparado para seguir leyendo lo pospongo hasta la próxima. El 2011 puede ser un buen año para ponerse quijotesco.
ResponderEliminarHola, Petrarca.
ResponderEliminarPues nada, hasta el escrutinio has leído una novelita cuando menos curiosa y pienso que, en realidad, muy buena. Lo que pasa es que en esos capítulos aún no aparece Sancho que es, como sabes, parte fundamental de la reputación de esta historia, gracias a los diálogos que entre él y don Quijote se producen, donde Cervantes da rienda suelta a su capacidad narrativa y filosófica, humanista.
Pero creo que es un libro que se lee bastante bien, no has de tenerle miedo. Lo que pasa es que estructuralmente no es muy sofisticado. O mejor dicho: es sofisticado en su planteamiento pero falla en algunas ocasiones. Lo mejor es su contenido: hay capítulos que son imprescindibles. En cualquier caso, espero poder hacer una propuesta de lectura.