Ya se sabe que Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros. Lo hizo en 1898, el año en el que España dejó, definitavamente, de ser un imperio, aunque llevaba ya tiempo poniéndose el sol cada día por aquí. Su padre (Federico García) era un hacendado propietario agrícola y su madre (Vicenta Lorca), maestra. El futuro poeta se criaría, pues, entre comodidas materiales y una educación exclusiva: "Mi infancia es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo, un mandón".
Realiza sus primeros estudios entre su pueblo natal y Almería para estudiar en Granada Filosofía y Letras, y licenciarse en derecho. En la universidad conoce a Manuel de Falla, una de las personas más influyentes en su carrera artística y aún en su vida. Entablan amistad y coinciden en el interés por el folclore: el cante jondo, las nanas...
También de la época de sus estudios univesitarios es la tertulia El Rinconcillo, que tenía lugar en el granadino café Alameda. El joven estudiante tratará allí con otras sensibilidades, personas que desarrollarán sus inquietudes con cierta proyección. José Mora Guarnido cuenta que a aquella tertulia se le llamaba El Rinconcillo porque sus componentes siempre ocupaban las mismas mesas. Allí hablaban de literatura, de música, pintura... Es importante porque es parte del germen del movimiento cultural, mayor y más rico, de la Residencia de Estudiantes de Madrid.
En 1919, pues, llega a Madrid. Y en ese nuevo ambiente conoce a Juan Ramón Jiménez y a Antonio Machado y, sobre todo, intima con Luis Buñuel y con Salvador Dalí. Se acerca al movimiento surrealista del que, por cierto, no se reconoce como parte y empieza a experimentar sus propias creaciones. En este primer periodo presenta EL MALEFICIO DE LA MARIPOSA, de la que por todas partes se dice que fue un fracaso rotundo. Pero por esa época está ya escribiendo sus CANCIONES y MARIANA DE PINEDA. Entre 1921 y 1924 escribe su POEMA DEL CANTE JONDO y en 1928 ROMANCERO GITANO.
En su obra debe apreciarse la recreación estética y trágica a partir de los elementos sencillos, populares, de la naturaleza y, sobre todo, de la tierra, del pueblo y de sus gentes. Se produce una especie de reivindicación de lo rural, pero una reivindicación no tanto política como poética. La imagen de la noche andaluza, o la tragedia de la hija soltera que sueña bajo el peso aplastante de su madre, de la costumbre, son motivos que exponer sobre las tablas o en los que profundizar en papel.
Es cierto que resulta innegable una reivindicación social y, en ese sentido, política, de los débiles frente a los poderosos en su obra pero el planteamiento estético que hace Lorca es más interesante, tiene más peso porque es más expresivo. Quizá se deba, precisamente, a la forma, influida por el surrealismo, intuitiva o fruto del duende que tan a menudo ensalzaba como necesario para los artistas puros o auténticos, los que sobrepasan el límite del significado.
Aunque en 1928 funda la revista Gallo el proyecto no tardará en ser abandonado. El resultado es de dos números que dieron de qué hablar pues en ellos participaron autores como Jorge Guillén, Francisco Ayala o José Bergamín. El propio hermano del poeta estaba involucrado en la edición y se vio obligado a recrimiarle su falta de compromiso. Es el año del romancero, que no convence a quien fuera uno de sus grandes amistades y aún amor complejo: Salvador Dalí. Puede que influenciado por este Lorca tocará un plano más surrealista en su siguiente obra: POETA EN NUEVA YORK, 1929-1930, durante su estancia en la metrópoli estadounidense como becario.
En 1932, ya asentado su regreso a España, se pone en marcha LA BARRACA, el grupo universitario que representaba los clásicos del siglo de oro español y los paseaba por ciudades y pueblos del país no siempre de fácil acceso. Toda su obra posterior es teatro, y del trágico: YERMA (1934), BODAS DE SANGRE (1933), LA CASA DE BERNARDA ALBA (1936). Con ellas y la compañía de Margarita Xirgú representará en teatros principales ya con el reconocimiento merecido de gran poeta y dramaturgo. Entre tanto tendrá algunas relaciones de amor bastante complicadas, de entre las que siempre se ha destacado, la que tuviera con Dalí, quien nunca reconoció su homosexualidad. Emilio Aladrén Perojo fue amante del granadino y también Rafael Rodríguez Rapún o Eduardo Rodríguez Valdivieso.
Mantuvo, en cualquier caso, buenas relaciones hasta el final con sus amigos de siempre, entre ellos Manuel de Falla y Fernando de los Ríos. A todos ellos cogió el levantamiento militar a contrapié y cada uno reaccionó a él como mejor supo o pudo. Cuando el poeta regresó a Granada contaba con la casa de Falla para protegerse. Puede que hubiera sido delatado igual pues parece que ocurrió involuntariamente, pero lo cierto es que finalmente optó por resguardarse en casa de Luis Rosales, gran amigo y poeta.
El final es muy conocido, también misterioso pues no parece responder a un asesinato político. Es, sobre todo, trágico, mítico por cuanto que corresponde o puede hacerse corresponder con una visión lorquiana del arte español según la cual este está ligado íntimamente a la idea de muerte. La historia de Lorca, sobre todo el relato de su aprisionamiento, y su posterior fusilamiento en Viznar, podría ser contada como una de sus tragedias en las que ingredientes fundamentales como el pueblo, la tierra, la familia, la sangre y la muerte no faltarían.
Realiza sus primeros estudios entre su pueblo natal y Almería para estudiar en Granada Filosofía y Letras, y licenciarse en derecho. En la universidad conoce a Manuel de Falla, una de las personas más influyentes en su carrera artística y aún en su vida. Entablan amistad y coinciden en el interés por el folclore: el cante jondo, las nanas...
También de la época de sus estudios univesitarios es la tertulia El Rinconcillo, que tenía lugar en el granadino café Alameda. El joven estudiante tratará allí con otras sensibilidades, personas que desarrollarán sus inquietudes con cierta proyección. José Mora Guarnido cuenta que a aquella tertulia se le llamaba El Rinconcillo porque sus componentes siempre ocupaban las mismas mesas. Allí hablaban de literatura, de música, pintura... Es importante porque es parte del germen del movimiento cultural, mayor y más rico, de la Residencia de Estudiantes de Madrid.
En 1919, pues, llega a Madrid. Y en ese nuevo ambiente conoce a Juan Ramón Jiménez y a Antonio Machado y, sobre todo, intima con Luis Buñuel y con Salvador Dalí. Se acerca al movimiento surrealista del que, por cierto, no se reconoce como parte y empieza a experimentar sus propias creaciones. En este primer periodo presenta EL MALEFICIO DE LA MARIPOSA, de la que por todas partes se dice que fue un fracaso rotundo. Pero por esa época está ya escribiendo sus CANCIONES y MARIANA DE PINEDA. Entre 1921 y 1924 escribe su POEMA DEL CANTE JONDO y en 1928 ROMANCERO GITANO.
En su obra debe apreciarse la recreación estética y trágica a partir de los elementos sencillos, populares, de la naturaleza y, sobre todo, de la tierra, del pueblo y de sus gentes. Se produce una especie de reivindicación de lo rural, pero una reivindicación no tanto política como poética. La imagen de la noche andaluza, o la tragedia de la hija soltera que sueña bajo el peso aplastante de su madre, de la costumbre, son motivos que exponer sobre las tablas o en los que profundizar en papel.
Es cierto que resulta innegable una reivindicación social y, en ese sentido, política, de los débiles frente a los poderosos en su obra pero el planteamiento estético que hace Lorca es más interesante, tiene más peso porque es más expresivo. Quizá se deba, precisamente, a la forma, influida por el surrealismo, intuitiva o fruto del duende que tan a menudo ensalzaba como necesario para los artistas puros o auténticos, los que sobrepasan el límite del significado.
Aunque en 1928 funda la revista Gallo el proyecto no tardará en ser abandonado. El resultado es de dos números que dieron de qué hablar pues en ellos participaron autores como Jorge Guillén, Francisco Ayala o José Bergamín. El propio hermano del poeta estaba involucrado en la edición y se vio obligado a recrimiarle su falta de compromiso. Es el año del romancero, que no convence a quien fuera uno de sus grandes amistades y aún amor complejo: Salvador Dalí. Puede que influenciado por este Lorca tocará un plano más surrealista en su siguiente obra: POETA EN NUEVA YORK, 1929-1930, durante su estancia en la metrópoli estadounidense como becario.
En 1932, ya asentado su regreso a España, se pone en marcha LA BARRACA, el grupo universitario que representaba los clásicos del siglo de oro español y los paseaba por ciudades y pueblos del país no siempre de fácil acceso. Toda su obra posterior es teatro, y del trágico: YERMA (1934), BODAS DE SANGRE (1933), LA CASA DE BERNARDA ALBA (1936). Con ellas y la compañía de Margarita Xirgú representará en teatros principales ya con el reconocimiento merecido de gran poeta y dramaturgo. Entre tanto tendrá algunas relaciones de amor bastante complicadas, de entre las que siempre se ha destacado, la que tuviera con Dalí, quien nunca reconoció su homosexualidad. Emilio Aladrén Perojo fue amante del granadino y también Rafael Rodríguez Rapún o Eduardo Rodríguez Valdivieso.
Mantuvo, en cualquier caso, buenas relaciones hasta el final con sus amigos de siempre, entre ellos Manuel de Falla y Fernando de los Ríos. A todos ellos cogió el levantamiento militar a contrapié y cada uno reaccionó a él como mejor supo o pudo. Cuando el poeta regresó a Granada contaba con la casa de Falla para protegerse. Puede que hubiera sido delatado igual pues parece que ocurrió involuntariamente, pero lo cierto es que finalmente optó por resguardarse en casa de Luis Rosales, gran amigo y poeta.
El final es muy conocido, también misterioso pues no parece responder a un asesinato político. Es, sobre todo, trágico, mítico por cuanto que corresponde o puede hacerse corresponder con una visión lorquiana del arte español según la cual este está ligado íntimamente a la idea de muerte. La historia de Lorca, sobre todo el relato de su aprisionamiento, y su posterior fusilamiento en Viznar, podría ser contada como una de sus tragedias en las que ingredientes fundamentales como el pueblo, la tierra, la familia, la sangre y la muerte no faltarían.
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