miércoles, 9 de marzo de 2011

RAZONES PARA HUIR DE UNA CIUDAD CON FRÍO

Título, Razones para huir de una ciudad con frío.
Autor, Fernando Valverde


Editorial, Visor, 2004.
80 páginas. 
Pvp, 6 €


Fernando Valverde es granadino de 1980, poeta que tiene ya publicados varios libros, el último de los cuales se llama LOS OJOS DEL PELÍCANO, del que espero poder decir algo en próximos días. De momento este RAZONES PARA HUIR DE UNA CIUDAD CON FRÍO es el único poemario suyo que conozco. Lo he estado releyendo estos dos o tres últimos días. Hace seis o siete años que lo descubrí. Me pareció fantástico y ahora me ha gustado más.

Comencé otro  que no me ha ido gustando y que releí y me fue gustando menos. De otro autor. Tenía ya a Valverde pendiente. También a Levrero, cuyo LA NOVELA LUMINOSA tengo contra la pared, y me dije que mientras terminaba este podía ir leyendo algo de poesía. En breve pienso empezar con la Pizarnik y con Nicanor Parra. A la primera la tengo más leída que al segundo, el segundo cuenta con el propósito ilusionante de ser el poeta favorito de Bolaño, no sé si suena. En cualquier caso digo que voy a leer mucha poesía este año. Es lo que más me apetece.

Total, que voy un día y a la que me acuesto abro el poemario del Valverde: Yo quisiera contarte / el vacío gastado de estas cuatro paredes, / la lluvia que ha caído desde que el tiempo sabe / mirarme con desprecio como un bufón que ríe / con la cara pintada y unas lágrimas sucias. Así, a bocajarro. Como es natural me quedé helado y algo aturdido, no recordaba que me gustara tanto. Empecé a leerlo de nuevo y tomé ya algo de carrerilla: Yo quisiera decirte / que aquí todo resulta parecido al invierno / que diciembre es más dócil que cualquier escondite, / que un viento seco queda detrás de las mentiras / de los miedos tramposos y los presentimientos. ¿Comprenden? Bien.

Lo que he encontrado en este poemario de 2004 puede que no sea lo que han encontrado otros, así es la poesía. He encontrado un sentido difícil de descifrar, un sentido incuestionable, que permanece en cada composición y en la composición que forman todos los poemas: las razones, el frío y las ciudades, apartados en los que se divide la obra. Pero sería muy arriesgado decir que las razones justifican el libro, que el frío nos muestra la soledad o que las ciudades son pasados habitados ahora de soledad. O que la soledad es la razón principal de libro, o que el frío viene cuando uno se queda solo, o que la ciudad está sola ya antes de ser abandonado cuando ha llegado el frío. No es necesario decir nada de esto ni pensarlo para leer estos poemas. Pero la ausencia, la soledad, recorre sin duda todo el poemario: Yo quisiera encontrarte / aquí para olvidar que el mundo es mundo, / para abrazarnos fuerte / y ver la infinitud de cada compromiso, / reconocer los márgenes de las palabras justas, / olvidar los inviernos y el vacío gastado / de estas cuatro paredes. Así continúa el poema que abre el libro, la primera razón: VOCACIÓN Y ARGUMENTO.

El lector se va a encontrar con poemas emocionantes. Seguramente fue eso lo que provocó en mi el estado de euforia que, literalmente, me impedía avanzar en la lectura, porque paraba a cada estrofa. Y volvía a empezar el poema, y así me he pegado unos cuantos días, he empezado y vuelto a empezar, he navegado por el libro y lo he terminado y vuelto a empezar y lo he abierto por cualquier sitio... Me lo he pasado bien... ya digo que ha sido emocionante este viaje en el que la imaginación del poeta está supeditada a la sensación, en el que ella es vehículo de expresión: Yo te dije que siempre / los poemas resultan ser ficción contenida. Continúa así este primer poema.

Por lo menos desde Lorca sabemos que la poesía no se explica, que eso es un crimen. Sabemos que la poesía se siente, que dejarse llevar por la voz poética (hermosa si uno le pone interés), el ritmo de los versos, la belleza de las palabras y de las expresiones es más que suficiente para gozarla, para poder decir: me gusta. Sólo así el sentido surge. El sentido surge bajo la premisa de la lectura desenfadada, y Fernando Valverde lo tiene todo tan colocadito, suenan tan bien los versos de este poeta cuando uno los lee en voz alta que tiene la sensación de entender a través de la más pura intuición.  Sobrevivamos pues / más allá de los versos y la literatura, / por encima de trenes y paisajes, / por detrás de las voces que suceden / pidiendo explicaciones a cada expectativa. 

Uno no debe explicar, pues, poemas, es una tontería. Pero puede explicar sus sensaciones. Las intuiciones, los significados que rondan, se repiten, las imágenes que se suceden se relacionan y todas apuntan a la soledad que es frío en una ciudad cualquiera: Amsterdam, Brujas, Buenos Aires, Nueva York, Sarajevo, Roma, París, Moscú, Florencia, Praga (las ciudades son como los espejos / retratan tus defectos y manías). Las ciudades que fueron lo que éramos, podría decirse, el lugar y el tiempo donde las cosas eran posibles o tenían sentido antes de quedarse frías. Si es cierto que supone una renuncia / la sensación que oprime el pecho hasta dejarlo / justo, desvalido, emocionado a veces, / hablemos del calor de las habitaciones, / de las sábanas sucias y la pasión perdida, / de todas las traiciones que esconden los armarios, / del tedio y de las cartas / que escriben los soldados cuando se están muriendo de / miedo en las trincheras, / como un enamorado que sostiene / la vida en brazo arrepentido.


Y, total, por acabar este poema que abre el libro y la reseña a la vez: la soledad es también una búsqueda interior, necesaria. Un refugio.



Tal vez entonces sea posible ese milagro
en el que creen los libros de versos que leemos.


No es tan sólo cuestión de perspectiva.
Quedémonos mirando la verdad
de los versos que cuentan historias inventadas.
Recuérdame en paredes que permanecen justas
y que miran nerviosas cómo pesan los días.


Yo te traje a mis noches sin saber que buscabas
una luz que durase mucho más que un segundo.


Aun así permanece, 
que ceder a los límites de las eternidades
es más cuestión de fe que de palabras.


Acerquémonos pues a nuestra soledad.

4 comentarios:

  1. Pués me he quedado algo tocada con esta reseña... Con la poesía me pasa como con la música clásica : o me deja completamente indiferente o se me clava muy hondo, sin término medio. Es posible que este libro pertenezca a la segunda categoría. Cuando tengas algo de lo mío y vaya lo palparé para ver que vibraciones tiene. Un saludo. Blanca G.L.

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  2. Pues me alegro de que hayas quedado tocada. Ya digo que me resultó emocionante su lectura. A ver si comento más cosas sobre Valverde.

    Un saludo, Blanca.

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  3. Pues soy mal lector de poesía (aunque me tiré más de diez años escribiéndola o perpetrándola más bien) pues no suelo ser permeable a la misma, aunque el verso me has escrito...pues creo que como a Blanca. Tal vez te haga caso y busque a Valverde.

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  4. No me creo, impenitente, que seas un perpetrador de poemas pésimo. Ni siquiera creo algo parecido.

    En cuanto a la permeabilidad de la poesía tengo que decir que quizá la más difícil es esta a la que se llama poesía de la experiencia (lo vi por la tele) y en la que, digamos, el significado de lo que se dice debe permanecer oculto mientras que, sin embargo, la sensación que produce, la experiencia que se vive al leerla (como la que se vive al escribirla) es enriquecedora. Y, por supuesto, bella. Cernuda es un ejemplo. Lorca lo llamaba duende. Qué es el duende: vaya usted a saber, oiga, lea en voz alta y despacio, con mucho desenfado pero silabeando bien, masticando las palabras y a ver qué pasa...

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