miércoles, 5 de octubre de 2011

La tumba de Keats.

Autor, Juan Carlos Mestre, 1997 -1998.
Edición, Poesía Hiperión, 2007.

118 páginas.
Pvp, 10 €.


La tumba de Keats es la de Gramsci o Pasolini y también la de tantos anónimos cuyas tumbas forman en Roma un paisaje que es medio e inspiración para este manifiesto político y estético cuya lectura es tan fácil como difícil su explicación. Este, el de la dificultad de explicarlo, es un factor a unir al principio (quien sabe si prejucio) que adopté hace tiempo y que dice que la poesía no se explica, que eso es una barbaridad, oiga. Así que me limitaré a incitar al lector a tomar este libro del Mestre y leerlo.

Se trata de un texto largo. Esta es una de las cosas a tener en cuenta. Yo leo poesía muy despacio, me gusta  repetir los poemas o, al menos, los versos que más me han gustado, también los que permanecen velados por aquello de descubrirlos por fin pero, ojo, es la de Mestre una poesía extremadamente simbólica, irracional muchas veces, una poesía que se agarra al misterio y que lo mantiene hasta el final, como forma estética. Algo de esto tenemos, por ejemplo (y quizá sobre todo) en Federico García Lorca, del que andan reseñadas sus conferencias literarias por ahí, y en las que también habla del misterio, en él unido al duende.

Esto sucede ante la hora izquierda en que mi vida,
violenta juventud contra el poder de un príncipe,
llama jauría a la verdad y belleza a los puentes derrumbados.

Nos encontramos en un cementerio romano y pagano en el que se encontrara Juan Carlos Mestre cuando, se ha de suponer, lo abordaron preguntas sobre la vida y la muerte, sobre Occidente, su iglesia... Hay, pues, un planteamiento político o filosófico -unido al estético- que es expresado como sentimiento y, por ello, abordado desde la poesía que es, además de origen, destino o único consuelo: refugio. Porque este libro es pesimista, al menos en su planteamiento inicial.

Mi alma crece silenciosa hacia un lugar incierto,
allí las fieras luctuosas, allí el sicario gótico y el infortunio ciego.

o

Nada puede el hombre
contra su farsa inútil.

o

El progenitor del artista
es un mensajero que trae
recados de la oscuridad.

Es aquí en el plano ideológico donde vi hace unos días cierto paralelismo entre este autor y el colombiano Vallejo que, como ya dije, siempre he pensado que deja entrever en sus obras de ficción un planteamiento filosófico serio. A saber: que la humanidad y, por extensión, el mundo no son más que una especie de reacción biológica que no tiene sentido, y en medio de la cual nuestra conciencia de individuo (o comunidad) nos hace pensar -ilusoriamente- que somos razón (o parte de ella) de la vida y que tenemos la capacidad de decidir sobre el propio mundo cuando este no es más que un para nada constante.

Bien -de verdad que siento ponerme sesudo-, en el planteamiento de Mestre la humanidad, en concreto Occidente, se ha corrompido hasta no ser más allá de sus propias ruinas, devorándose. En Vallejo esta -malévola- transición es necesaria, es condición del mundo o regla de juego. En ambos autores la Iglesia Católica es mostrada como justificación, vehículo y punta de lanza de la infamia. En Vallejo a uno le queda dejarse morir y, mientras y si le apetece, quizá hacer daño a los inocentes para que despabilen de su estúpida inocencia. En Mestre al menos queda la poesía. Al menos mientras se está, pero después... qué. Quizá una imagen, la misma poesía...  a lo mejor el espíritu o la religión pura: nada de lo material, nada de lo físico, nada, en definitiva, de lo explicado. Todo eso tiene los días contados. Juan Carlos Mestre es asaltado así por la imagen de la tumba de Keats, el poeta. Nada queda por hacer salvo literaturas.  Y pide complicidades. La suya, lector. Pero no la del lector que hojea o lee desde la distancia: Mestre descubre al hombre escondido en el lector (o la conciencia del propio poeta, da igual). Lo hace mientras le habla, lo crea cuando se dirige a él y, entonces sí, a él le canta y a él le manifiesta su amor.

He ido a una iglesia ocupada por temibles hijos,
he abandonado a mi madre, he apostado mi vida y las tres
veces la he perdido,
he dado la mano a cada palabra y cada palabra me ha dado la suya,
la criatura hermosa, la electricidad y el granizo, la verdad del
teatro de sombras,
ha llegado el momento de decirnos adiós,
se ha hecho de noche para el amigo y la amiga, ya se ha
hecho de día para los elegidos en el desprecio, pelea
entre pastores por la propiedad de la tierra,
sé que la vigilia será larga y yo no tengo a dónde ir,
si al menos tú estuvieras viva en la desobediencia de quien no
ha hecho ningún pacto
y yo pudiera acostarme a tu lado y no soñar que estoy contigo
como un clavo hundido en la madera dormida,
si al menos cada huella fuese un signo, una claridad de algo
allí donde pisaste, un hueco de mar al que arrojarme,
oh si al menos mi corazón rodase como una moneda hasta llegar
a tu mano, hasta llegar junto a ti como el agua que lava tu
ropa, el aire que respiras como luz que no tengo,
si al menos yo fuese el desconocido que volviera a encontrarte
y no el que se despide y a traviesa sin mirar las calles y
en ningún lugar fuera de ti encuentra ya refugio,
si al menos me escucharan los vendedores  de flores y los
guardias de tráfico, cerraran las pérgolas, se detuvieran
losautomóviles, nadie fuera ya a ninguna parte y todo
se negara a existir hasta que tú volvieras, 
hasta que tú amor del mundo derribaras los muros, entraras
como un vendaval en los palacios, arrasaras con ternura
las piedras, 
y yo te mirara hasta confundirme contigo como aire en el aire, 
como agua indefensa, 
y no avanzara el tiempo ante nosotros y nos entregáramos a ser
antepasados, pueblos recién fundados, cúpulas sonre
un lugar sagrado antes de la ruina, 
(...)

En diálogos como este las voces representan la disyuntiva entre lo material y lo espiritual, entre la corrupción y la esperanza. Por cierto que esta vez he hecho algo que no suelo: he echado un vistazo a lo que se ha escrito por ahí de esta obra. Lo he leído, he prestado especial atención a un artículo que escribe María Nieves Alonso, y que está disponible en los comentarios a la entrada de este blog: Cuadernos de Resistencia. Parece que la utopía como respuesta a la vergüenza es desde su punto de vista motivo principal de esta obra. Pero qué utopía. ¿El refugio en el arte puede ser utopía? Más bien suena a huida de la realidad... ¿o no será quizá la misma realidad lo que se cuestiona? Volvemos al viejo tema de este blog. Dice Mestre:

Cada visión del hombre es una idea nueva que visita el mundo, 
el silbato con que un cartero festeja la imitación de Dios.
La imaginación es una vivienda donde los herejes hacen ruido
con el Apocalipsis, 
la imaginación es insalubre para las lápidas y el asiento de los agónicos, 
la imaginación hizo resucitar a Jesús el tercer día, 
la imaginación es un túnel de tierra de colores ante los ojos del 
topo, 
yo he visto el mundo real de la imaginación sobre la memoria
de los errores, 
yo he visto al turbulento y a su ferviente amiga salvados por la
imaginación, 
porque el cínico no ha ido al infierno gracias a la imaginación
y el infame no ha entrado en el deshonor de su propia verdad
gracias a la imaginación.

Es decir -y por seguir que la comparación que planteaba-, mientras en Vallejo todo se va a la mierda necesariamente en Mestre hay esperanza. La esperanza es la imaginación (el verso que hace referencia a Cristo no es una burla a su religión o es, al menos, más que una burla: da idea del poder de la imaginación), la imaginación se puede cultivar a través de la poesía:

Es necesario morir para abandonar la oscura ciudadanía
en que todo lenguaje se convierte en expresión de algún vago
poder, 
es necesario morir ante la importancia de algo por lo que nadie
daría su vida, 
y para que el placer de la libertad se enfrente a su pacto
dramático
y salga el hombre sin su máscara a decir esto he sido, 
esto han calculado en mí las leyes del azar bajo la forma del
átomo, 
el presagio de las aves de Roma desde su tiempo pretérito.


La muerte. Yo pienso que Mestre piensa que la muerte nos salva de la culpa. En Vallejo la muerte no nos salva de nada, más bien salva al mundo de todos nosotros. Vallejo es un misántropo. Mestre no. Siento insistir en este paralelismo  que me ha surgido al leer a la vez dos obras que tienen elementos en común (radicales). Enseguida me imaginé lo que supondría una conversación entre ambos. Si alguna vez se produjera me gustaría estar presente.

Espero que no me haya explicado demasiado. De hecho creo que no lo he hecho casi nada. En realidad tengo cierta facilidad para no explicarme: es un don. No sé tampoco si he llevado a cabo mi empeño, esto es:  que el lector de esta entrada se sienta suficientemente motivado gracias a ella como para acercarse a las páginas del Mestre o, al menos, preocuparse por las mismas.

No ama uno la bondad del dios a quien nuestra necesidad le ha hecho un encargo, 
sino que ama el creyente lo que su oración representa ante el 
espacio vacío, 
levanta su insegura barraca el pensamiento, iza su altiva
inclinación el arquitecto, 
tala el instintivo árbol, alza empalizadas, construye violines, 
entra en lo desconocido, averigua sustancias, manifiesta el
agua, 
lava su disfraz, se averigua en el lugar oculto, anda disperso, 
descubre el hambre, selecciona semillas, necesita el martillo, 
inventa la palabra lluvia, abre su paraguas, solloza indefenso
en los desvanes, 
utiliza el abanico, caza animales, oye hablar del plomo, 
no ama uno la bondad del dios a quien nuestra necesidad le ha 
hecho un encargo, 
sufre otra culpa el hombre, moldea la estatuilla del azar, entierra
huesos, se apiada,
aprende torpemente algunas cosas, cree que sabe y sufre, 
acarrea arena, sacos de carbón, harina, suda lágrimas,
el recién nacido se viste de reloj, lleva su marcapasos encendido
a la tumba del muerto, 
duerme a orillas de un río, la noche se desborda, 
desaparece en el agua rebosante, es barro, 
llega el habitante a su definitiva casa, posa sus cosas en la mesa, 
se acuesta con tortugas, llega el jardinero inglés, abona
las violetas, separa la oruga de la escarcha, recuerda a su 
hija,
por un largo pasillo va el enfermo, mira el amanecer, junto a 
los pies mojados croan en el jardín las ranas, 
hay un tumulto de insectos agonizantes, niñas con las manos
comidas por las langostas, hormigas afilando las plumi-
llas de tinta, ojos fósiles que flotan en el ámbar, hay pozos
deshabitados, perros con hocico de diamante hozando los
ataúdes, 
(...)

Los que vienen siguiendo el blog últimamente saben que esta entrada surge desde el abandono inicial que de esta obra hiciera. No hay que retroceder mucho en la serie de entradas para comprobarlo. Así que aprovecho para agradecer al anónimo caballero de Olmedo su propuesta: léelo de un tirón, etc, etc... Gracias a él me he acercado con buen ánimo a esta obra tan interesante que he estado a punto de perderme.Ya de paso me gustaría dar las gracias a la revista Qué Leer, que ha tenido a bien reservar un huequito a este humilde espacio. En su número de septiembre ha sido el acontecimiento. Gracias a David Pérez Vega también, que me dio la noticia. Cuántas gracias.

Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua.

3 comentarios:

  1. Estupenda lectura la que haces de la obra de Mestre, Lope, muy inteligente y llena de significación, mi lectura de la obra del poeta Mestre había discurrido por otros derroteros, más político-ideológicos que la lectura existencialista y ética que tu haces, muy bien, me ha interesado mucho tu y su manera de pensar. Enhorabuena. Ya era hora de encontrar algo interesante en la selva de blog, glup, glup... Un saludo. Marta.

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  2. Gracias, Marta, por lo que me toca. En cuanto a la lectura que tú hicieras no sólo me parece correcta sino necesaria. Én ese sentido este poemario es más actual hoy que hace doce o trece años: quizá unos cuántos políticos debieran leerlo. Pero quizá entonces les tocara hacer política en vez de pasarse el día poniendo a punto la alfombrita por la que se pasean los más poderosos.

    Tus páginas son muy buenas, también la web. Te enlazo por ahí.

    Hasta luego.

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  3. Gracias de nuevo, Marta, seas quien seas: te confundí con otra persona, una Marta que conocía. Creo que a ti no. Bienvenida en todo caso.

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