lunes, 24 de octubre de 2011

La Virgen de los sicarios

Autor; Fernando Vallejo, 1994.
Editorial; Punto de Lectura, 2006.


128 páginas.
Pvp, 7, 30 €.

Vuelvo a Vallejo una vez más con este libro que es uno de los que cuentan con mejor reputación de entre los que forman una bibliografía que a menudo se tacha de repetitiva en los temas a tratar, machacona. Por mi parte he de decir que me parece un narrador muy bueno, me sigo dejando desulmbrar por su estilo, de una crudeza muy bien limada y que consigue siempre mantener su tono salvaje, aún haciendo uso de recursos que a algún que otro escritor fino se le escaparían: 

(...) Claro que lo conocí. Estaba al final de esa carretera, en el fin del mundo. Más alla no había nada, ahí el mundo empezaba a bajar, a redondearse, a dar la vuelta.

El asesinato en Colombia, los sicarios. Colombia es un país tan particularmente dañino consigo que resulta difícil que un tipo sensible y visceral como Vallejo no lo trate una y otra vez. ¿Que dicen que habla mucho sobre lo mismo? Claro, lo hace. Lo hace y además el tema no está agotado. Así que seguirá hablando sobre el asunto, ahora incluso que renegó de su nacionalidad, ahora que no alberga esperanza alguna y que vive en México y se siente mexicano, aún Vallejo escribe sobre colombia. Con muy mala leche.

Lo cierto es que es un tema, este de la violencia en ciudades como Medellín, en el que poco a poco he entrado algo más de lo que yo mismo esperaba hacer. Hace algunos años leí el libro LOS EJÉRCITOS, de Evelio Rosero -Premio Tusquets de Novela 2006-, que contaba la historia de Ismael, un jubilado que vive en primera persona el contencioso que entre miembros militares y de la guerrilla se produce hasta prácticamente arrasar la población donde vive, despejarla de humanidad.

Aún he tenido ocasión de conocer algún dato más cercano. Esto se produjo cuando hace algunos meses leí y reseñé un libro de Héctor Abad Faciolince -TRAICIONES DE LA MEMORIA-  en la que este hacía un relato autobiográfico sobre la búsqueda de un autor para el poema que encontrara en el bolsillo de su padre muerto -asesinado- en Medellín. Bien sorprendido me quedé cuando un día recibí un mensaje de Harold Alvarado Tenorio dando su versión de una parte importante de los hechos que se narran en aquel libro. Según Hector Abad el poema que aparece en el bolsillo de su padre es un inédito de Borges, ni más ni menos. Alvarado Tenorio afirma que el poema es, en realidad, suyo, posibilidad que descartara Faciolince, tal y como confiesa en su libro.

Por rizar el rizo y teniendo en cuenta que la finalidad de estos párrafos es hacer un breve retrato sobre cierta realidad colombiana diré que el escritor Harold Alvarado Tenorio me ha enviado textos y archivos que tratan gran variedad de temas, uno de los cuales advertía de la puesta en venta de la mayor parte de su biblioteca personal pues se veía obligado, amenazado de muerte y, de hecho, temiendo por su vida, a cambiar de vivienda. En fin, entre los textos que a menudo recibimos de Alvarado Tenorio abundan las denuncias políticas y literarias. Un buen lugar donde encontrarle es en su revista Arquitrave, que La Tienda De Lope tiene enlazada en la parte alta de su columna de la derecha.

Fernando Vallejo decide tratar el tema con ironía y ya en las primeras páginas, mientras recuerda la ciudad de Sabaneta, el protagonista adquiere los servicios de un sicario: Alexis. Un sicario colombiano, claro. Y digo esto porque los sicarios colombianos están muy lejos de aquellos otros que uno ve en las películas de cine negro americano. Aquí se trata de chavales menores de edad en quienes nada parecido al escrúpulo parece haberse desarrollado en su personalidad inmadura, manipulable. El estilo lapidario de Vallejo, que uno siente que le habla desde arriba en lo alto, se presta francamente bien a escenas o pasajes impresionantes como este del tiroteo que transcribo:

El televisor de Alexis me acabó de echar a la calle. Alexis, por lo visto, no requería de mi presencia. Yo sí de la de él, en ausencia de Dios. Vagando por Medellín, por sus calles, en el limbo de mi vacío por este infierno, buscando entre almas en pena iglesias abiertas, me metí en un tiroteo. Iba por la estrecha calle de Junín rumbo a la catedral, llegando al parque, viendo, sin querer, entre la multitud ofuscada una señora de culo plano que iba adelante, cuando ¡pum!, que se enciende la balacera: dos bandas se agarraron a bala. Balas iban y venían, parabrisas explotaban y caían transeúntes como bolos en la barahúnda endemoniada. "¡Al suelo! ¡Al suelo!" gritaban. ¿Al suelo quién? ¿Yo? ¡Jamás! Mi dignidad me lo impide. Y seguí por entre las balas que zumbaban en los oídos como cuchillas de afeitar. Y yo pensando en el viejo verso ¿de quién? " Oh muerte ven callada en la saeta". Pasé ileso, sano y salvo, y seguí sin mirar atrás porque la curiosidad es vicio de granujas.

También en esta obra volvemos a saber de su concepción del mundo, de la vida. Y esta vez me vino a la cabeza, no sé por qué, la escena en la que el joven protagonista de CRIMEN Y CASTIGO, Raskolnikov, asesina a la vieja señora usurera, Aliona. Recuerdo (esto habría de recordarlo el librero, pero tomo por él la palabra) a un amigo de facultad que se mostraba encantado con esa escena, pues decía que le proporcionaba alivio que el protagonista matara a la usurera de forma tan violenta, con un hacha. Estas cosas se pueden confesar: a mi también me pasó. Dostoievski castiga al asesino, por supuesto, pero dada la profundidad psicológica de la historia a uno no se le puede escapar que también buscó en el lector la comprensión de los hechos, y tranquilamente se puede decir que jugueteó con la posibilidad de justificarlos. Utilizo referencias que no son identificativas, ahora trato de llegar a este pasaje de Vallejo:

No, si esta vida no es cualquier canto de pajaritos, yo siempre he dicho y aquí repito, y que el crimen no es apagarla, es encenderla: hacer que resulte, donde no lo había, el dolor.

Y continúa recorriendo este camino de ironía que concreta en el asesinato de personas por el mero hecho de existir, de ser despreciados por el protagonista. Alexis se encarga de los ajusticiamientos, al principio no requeridos por el narrador pero enseguida aceptados. De esta manera aún se desarrolla su discurso misántropo (los obreros reporduciéndose, la parca idealizada y un final macabro de cadáveres y necropsias) que terminará con la muerte de cerca, la falta total de esperanza:

Pobres seres inocentes, sacados sin motivo de la nada y lanzados en el vértigo del tiempo. Por unos necios, enloquecidos instantes nada más... Bueno parcero, aquí nos separamos, hasta aquí me acompaña usted. Muchas gracias por su compañía y tome usted, por su lado, su camino que yo me sigo en cualquiera de estos buses para donde vaya, para donde sea.

Supongo que se dan cuenta del tono melancólico del texto. Pues bien, ya lo he dicho en alguna otra reseña sobre el autor: a mi me resulta emotivo. En fin, hasta aquí Vallejo de momento, narrador, cineasta y, por cierto, biólogo. Sé de una obra suya llamada LA TAUTOLOGÍA DARWINISTA que se trata, seguramente, de la próxima lectura que de él se haga por aquí. Me gustará si es que de verdad critica la tan asentada Teoría de la Evolución de las Especies que, como se sabrá (no me digan que no), hace más aguas que una barcaza con agujeros.


6 comentarios:

  1. Hola:

    yo también tengo ganas de leer algo más de Vallejo, y me interesan esos nombres que das, Rosero y Faciolince, cuyos libros he tenido en las manos y que espero leer algún día.

    un abrazo
    David

    ResponderEliminar
  2. Hola, David.

    Hablaba de melancolía al final de la reseña y yo creo que más bien el pesimismo de Vallejo es triste, produce tristeza. Pero tiene un estilo único y una fuerza descomunal.

    LOS EJÉRCITOS, de Rosero, lo recuerdo como una novela muy bien construida, muy interesante todo el tiempo con toda la tensión que alberga la historia, una historia de miedo, casi apocalíptica.

    Y el de Faciolince la verdad es que me gustó mucho porque habla de los recuerdos, de su debilidad, de cómo se transforman... eso como trasfondo o justificación. Y la trama más explícita, la de la búsqueda de un autor para el poema que guardaba su padre cuando fue asesinado, es muy sabrosa, además de real.

    Sin embargo, aún tengo pendiente a Alvarado Tenorio: nunca he tenido un libro suyo entre las manos. En España no se editan.

    Hasta luego.

    ResponderEliminar
  3. Hola, interesante este tema en lo literario. La verdad que no he leído nada de este autor, pero por lo que comentas, creo que para mí sería el descubrimiento de otro mundo estético e ideológico, que en principio no me atraía, por su virulencia, pero al que no conviene volver la vista. La realidad "real" también he de tener un hueco importante en las lecturas.
    Saludos

    ResponderEliminar
  4. Hola, Ehrengard.

    Este Vallejo es un autor difícil en el sentido de que es doloroso. Por ejemplo, sus protagonistas (que siempre narran en primera persona y que son inseparables del propio Vallejo) arrojan un discurso misántropo en el que el sexo femenino sale muy mal parado. Se trata del famoso eslogan "Nosotras parimos, nosotras decidimos", pero al revés, ya que en Vallejo el mundo es una tragedia absurda...

    Bueno, todo hay que analizarlo en su contexto, y el de Vallejo es el de un discurso, como te he dicho, misántropo. Seguramente sobre esa base no hay lugar para misoginias ni otros odios injustificados e injustificables.

    Yo lo veo como un filósofo trágico, nihilista y algo nietszcheano. Pero doloroso, ¿eh?, muy doloroso, sobre todo porque tiene mucha capacidad de persuasión.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. En cualquier caso, teniendo en cuanta la vida cotidiana en Colombia, desear la muerte a los demás es crearse una barrera que lo proteja a uno del sufrimiento que es perder a familiares y amigos. Quizá Vallejo sea sólo un frívolo, no lo se. Sé que es un autor muy interesante.

    Saludos de nuevo.

    ResponderEliminar
  6. Por lo que me dices me interesa mucho más. Es un estilo y una visión de mundo que comprendo, aunque no siempre comparta. Pero es una postura que literariamente me encanta, aunque vitalmente ya sea otra cosa. Aunque, tal y como marchan las cosas a lo mejor no sólo es necesario apuntarse en Colombia a la misantropía.
    Saludos

    ResponderEliminar

Comentarios.