lunes, 20 de febrero de 2012

Las niñas perdidas

Cristina Fallarás, 2011.
Roca Editorial , 2011.
206 páginas.
15 euros.

Ya había dicho hace algunas semanas que iba a leer a algunos autores contemporáneos. Lo cierto es que se trata de algo que hacía de vez en cuando y con lo que espero seguir de forma más habitual, quizá un título al mes, al menos cuando sea posible. Con este libro de Cristina Fallarás me adentro también en un territorio poco visitado: el de la novela negra, que conozco más por el cine que por la literatura.

Bueno, sobre todo sentía curiosidad por esta autora de amplio curriculum periodístico de la que sé sobre todo por su iniciativa SIGUELEYENDO, una de las más interesantes de la web, tanto por su atento afán divulgativo como por su propuesta editora que, a día de hoy, supone una de las más naturales -casi diría que lógicas- del mercado. ¿He dicho mercado? Maldición.

Pelirroja, zaragozana y del sesentaiocho puede presumir, literariamente hablando, de tener publicados -que sepa- cuatro títulos, tres de ellos novelas. Yo he empezado por este como pude hacerlo por cualquier otro y, de hecho, su último título -ÚLTIMOS DÍAS EN EL PUESTO DEL ESTE- ya paró en la tienda. Para más adelante.

La detective Victoria González recibe el encargo anónimo de esclarecer el secuestro -y asesinato- de dos pequeñas hermanas, uno de cuyos cadáveres aparece pronto mutilado, cuestión esta que da a  los hechos a investigar un carácter obsceno y aún tétrico. Victoria González está embarazada, es decir, sufre de hipersensibilidad. Y de incertidumbre. A medida que sus entrevistas con testigos, enlaces y sospechosos se sucedan lo harán también sus reflexiones sobre la maternidad, gracias a analogías que alrededor del caso encuentra respecto a su infancia, también respecto de un futuro inseguro.

Me ha costado un poquito entrar en la trama que se me proponía porque al principio no lograba creerme el personaje de Victoria. Creo que ha sido el rol de detective que la protagonista adquiere como elección. Es decir, según se nos explica, Victoria González -que había trabajado como periodista- se hace detective. Eso es lo que no me dejaba entrar en la historia. Puede parecer una tontería, pero quizá si la protagonista hubiera transitado de forma más natural el camino que la convirtiera en investigadora privada hubiera tenido menos problemas para empezar la novela.


Pero lo cierto es que una vez superado este escollo, a partir del momento en el que ya tenemos a todos los personajes bien plantados, en su sitio, listos para la acción, la novela me ha gustado. Me ha gustado cómo están estructurada: su desarrollo y el desenlace. Los personajes que como el ayudante Jesús o el comisario de policía están del mismo lado de los hechos me han parecido convincentes, al igual que los de peor calaña o los que se mantienen en un rol ambiguo, como la madre de las niñas quien, por cierto, es pelirroja, cuestión en la que la autora hace hincapié.

Así que el relato tiene bastante ritmo ya en los primeros capítulos. A ello ayuda también un lenguaje duro, más bien crudo, propio de los suburbios de la ciudad y también de la gente de peor calaña, los que viven al margen, simplemente apartados unas veces y, otras, los más activos, influyentes y peligrosos. De esta manera la acción se precipita muchas veces gracias a sus diálogos, palabras duras con las que se  sospecha y con las que se especula sobre el sentido del relato. Pero la Fallarás hará que el lector mantenga su interés hasta el final aunque, esto sí, no sea esta una historia de desenlace. 

Entiendo que los capítulos que podríamos llamar instrucciones de muerte,  en los que la narradora  explica con detalle morboso y macabro la forma en que uno puede matar a ciertos animales y a la manera del insufrible MANUAL DE INSTRUCCIONES de Cortázar, tratan de enriquecer el perfil psicológico de la protagonista, muy lejos de cualquier tipo de benevolencia vocacional, de manera que sea su condición de embarazada lo que haga del caso que lleva un trago amargo, de la sensibilidad que muestra al lector algo excepcional. Porque la protagonista de esta novela es mujer superviviente de entre lo malo de lo peor de Barcelona.

Para finalizar vuelvo a su estilo. Tengo que decir al respecto que más que la propia trama lo que da un plus de  crudeza a esta novela negra -Premio Confidencial 2011- es su narrativa, de manera que hay en ella más violencia que en los pasajes narrados. Violencia y ritmo, algunas veces he visto a Selby (ÚLTIMA SALIDA PARA BROOKLYN), pero este pasaje es de LAS NIÑAS PERDIDAS:


La mujer lleva las uñas pintadas de rojo mercromina, como si hubiera sufrido un accidente. Da la sensación de que tiene las puntas de los dedos heridas, y sus ojos llorosos, verdes e irritados, bien podrían dibujar el gesto de haber soportado un tremendo dolor. Flequillo hasta las pestañas. Un flequillo no como el de Betty Page, qué bruta, sino más bien un flequillo hija joven de presidente norteamericano años cincuenta una pena que la niña nos haya salido tan puta, qué pena lo del alcohol, qué se le va a hacer, nada de escándalos ahora, déjala que haga lo que quiera, más adelante ya se verá.




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